Por Claudio Testa
Van venciendo los plazos pactados en el acuerdo con el Eurogrupo firmado por el dúo dinámico Tsipras-Varoufakis el 20 de febrero pasado. En ese momento, Tsipras, en un discurso por TV a la nación, lo presentó como “un paso decisivo, que deja atrás la austeridad, los rescates y la Troika[[1]]… Hicimos fracasar el plan de las fuerzas conservadoras en Grecia y en el extranjero para asfixiar a nuestro país y demostramos que Europa es un espacio para la negociación y los compromisos beneficiosos para las partes”.
Pero este documento firmado por el flamante gobierno de Syriza, al revés de las alabanzas mentirosas con que Tsipras lo presentó, resultó ser una soga que él mismo se puso al cuello… pero también al cuello de los trabajadores y el pueblo de Grecia. El primer movimiento de la Troika, rebautizada como “las instituciones”, fue tirar con todo de esa soga.
Recordemos que en ese acuerdo de Bruselas quedaban apenas esbozados puntos fundamentales que luego había que definir en concreto. De conjunto, el texto apuntaba a mantener todo igual o peor para el pueblo griego, ratificando sin lugar a dudas la política de “austeridad” pero a través de fórmulas vagas y frases contradictorias[[2]]… que sin embargo iban finalmente en el mismo sentido. Por ejemplo, que “el combate contra la crisis humanitaria no tendrá incidencia fiscal negativa”. Léase: las multitudes de hambrientos, de desempleados y de enfermos sin hospital ni medicinas serían asistidos… cuando sobre algún euro después de pagar a los usureros de Alemania, Francia y el FMI.
Así, iban ser decisivas las definiciones concretas que había que acordar a posteriori… aunque ya estuviesen trazados de antemano sus lineamientos. Pero eso acabó con el “espacio para la negociación y los compromisos beneficiosos para las partes”… el “mundo feliz” de Tsipras y Varoufakis.
Es que la primera medida de la Troika fue dar un fuerte tirón a la horca que Tsipras-Varoufakis aceptaron al firmar los acuerdos de febrero. Las “instituciones” prohibieron a Grecia emitir deuda para hacer frente a los vencimientos que afrontaba con el FMI.
La respuesta de Tsipras fue significativa. En vez de denunciar que ese chantaje invalidaba la capitulación de Bruselas, en vez de poner en pie de guerra a las masas griegas que lo votaron y aún lo apoyan, Tsipras rascó hasta el último euro para pagar al FMI 450 millones en abril y 750 millones este mes. Para eso, pasó el cepillo desde las cajas de los municipios hasta los fondos de pensiones, retrasando el pago a los retirados.
Pero ahora, en junio, julio y agosto, vienen vencimientos con el FMI muy superiores (alrededor de 1.500, 4.000 y 3.300 millones en junio, julio y agosto, respectivamente). Sería imposible que Grecia pueda afrontarlos, si al mismo tiempo se le prohíbe emitir deuda y se le niega una renegociación mientras Tsipras no firme todo lo que exige la Troika.
Es por eso que la prensa burguesa griega y la mayoría de los analistas económicos internacionales, como Bloomberg, vaticinan, casi por unanimidad, que el gobierno de Syriza capitulará; que irá finalmente a un “acuerdo” a inicios del mes próximo, a más tardar.
Sin embargo, opinamos que esto no es para nada seguro. Es que el grado de capitulación que exige la UE puede implicar el suicidio político de Tsipras y de la corriente que conduce Syriza, un partido-coalición que ya está cruzado por una oposición relativamente fuerte al acuerdo de febrero. Asimismo, aunque no hay todavía grandes movilizaciones, las nubes se acumulan en el horizonte del movimiento obrero y de masas.
Las reiteradas negativas de Tsipras-Varoufakis a concretar ese acuerdo final, no se debe a que sostengan políticas “anticapitalistas” ni siquiera medidas antineoliberales “duras”. ¡Tsipras no es el Chávez de Europa!
Analizando lo que ya han acordado, Tsipras y Varoufakis han borrado con el codo la “línea roja” que habían jurado sostener frente a la Troika. Por ejemplo, están haciendo privatizaciones gigantescas, como las de los puertos. También quedó sepultada la promesa de aumento del salario mínimo. Asimismo, ya no hacen cuestión en que el pago de la deuda debe estar subordinando al crecimiento. Este era punto esencial del programa de Syriza porque inflaba el globo de las ilusiones en la posibilidad de un capitalismo bueno, en la “reforma” de la Unión Europea, en que esa Unión de Dráculas de las finanzas se hiciese vegetariana.
Pero resulta que la Troika exige mucho más, en primer lugar, una rebaja brutal de salarios y pensiones. Esta exigencia llevó a la ruptura de las negociaciones con Varoufakis en la reunión de la Unión Europea en Riga, hace un mes.[[3]] Es que una medida de ese tipo, como advertimos en ese momento, provocaría un choque directo del gobierno con los trabajadores y pensionados.
Aunque inmediatamente los afectados no se movilicen, podría significar para Tsipras iniciar el camino de la incineración política como sucedió a Papandreu y el PASOK. En ese espejo se miran con justificado temor Tsipras y su corriente. Por eso están haciendo tanta bulla para firmar… sin que por eso convoquen a los trabajadores y el pueblo griego a la lucha. Eso marcaría el inicio de una guerra a la que no parecen dispuestos.
[1].- Troika: Comisión Europea + Banco Central Europeo + FMI.
[2].- El posmoderno ministro de Economía, Yanis Varoufakis, ha elevado esta práctica política a un sistema teórico, que define como “ambigüedad creativa”. Antes del posmodernismo se definía esto con palabras más simples: fraude, estafa, engaño, farsa, etc., etc.
[3].- Ver “Los gobiernos de la Unión Europea y el FMI se unen para poner a Grecia de rodillas”, SoB nº 329, 29/04/2015.
Las capitulaciones de Tsipras, así como los “límites” que trata de ponerles, reflejan dos aspectos contradictorios.
Por un lado, que el movimiento obrero y de masas no está movilizado, “a toda máquina”, como sucedió en ciertos momentos en que hizo trastabillar a gobiernos y parlamentos.
Pero también, por otro lado, refleja que las cosas comienzan a “moverse”, aunque no todavía a la altura de lo que sería necesario para impedir la firma de otro ruinoso Memorándum. Comienza a haber luchas obreras pero no de conjunto, sino contra ataques concretos, a saber, en la sanidad por la ruina de los hospitales, en los portuarios por las privatizaciones, etc.
Aquí se combinan una complejidad de factores, desde la derrotas sufridas, que se han traducido materialmente en el fenomenal desempleo en primer término, hasta las expectativas que las cosas se arreglarían por vía electoral-parlamentaria, con la subida de Syriza al gobierno.
A eso se añade que ha sido una preocupación fundamental de Tsipras y de la mayoría de Syriza alentar la desmovilización y el electoralismo químicamente puro, tanto antes como después de las elecciones. Luchando no se iba a ninguna parte; en cambio, votando se podían cambiar las cosas.
Con ese principio, en estos meses de presiones y chantajes desvergonzados de la Troika, nunca fueron respondidos con el menor intento de movilización, aunque fuese para seguir negociando en mejores condiciones. Menos aun con iniciativas de impulsar movimientos solidarios a escala europea, entre otros motivos para contrarrestar la infames campañas racistas de la prensa alemana y de otros países que presentan a los griegos como haraganes que no quieren trabajar.
Además, muchos países de la Unión Europea, sufren en mayor o menor medida, planes de austeridad y miseria, como el pueblo griego. En España, Portugal, Irlanda, Italia y tantos otros –incluso Francia y la misma Alemania– hay sectores más o menos amplios que no la van con los esclavistas de la UE y la Troika. Pero Tsipras y su gobierno no hicieron nada para moverlos, tanto en Grecia como fuera de ella.
Dentro del país, Tsipras sólo se acordó de las masas trabajadoras y populares cuando habló, a fines de abril, de la posibilidad de convocar a un referéndum en relación a los puntos en debate con la Troika. Pero a esto contestó Merkel y su ministro de Finanzas, que aceptaban el desafío de hacer una consulta. A partir de allí, Tsipras se cayó la boca sobre ese tema.
Esto toca a un argumento de larga data, tanto de Tsipras como de otros sectores de “izquierda”, para justificar sus capitulaciones: que la mayoría del pueblo griego quiere seguir en la UE y/o en la “eurozona”. Por supuesto, es una realidad a tener en cuenta. Pero, a partir de allí, hay dos políticas, una la de Tsipras & Cía., que durante años dijeron a los griegos que están muy bien sus ilusiones en la UE y el euro. Y que la lucha es por la reforma de la Unión Europea. La otra política es la de explicar pacientemente su naturaleza, sobre la base de la experiencia nefasta con el euro y la UE. Syriza lo que ha hecho es alentar esas ilusiones, sin combatir a esos engendros del capital financiero levantando una alternativa socialista y revolucionaria.
Por supuesto, esto no se soluciona con mera propaganda ni tampoco con la “ambigüedad creativa” del profesor Varoufakis. En estos momentos lo decisivo sería que el renacido descontento y las incipientes luchas que reaparecen en distintos sectores, desborden los límites “sindicalistas” y sectoriales: que confluyan en un gran movimiento político contra la Troika y el nuevo Memorándum de hambre y miseria que pretende imponer a Grecia.(C.T.)