Por Francisco Tanoira
El Financial Times, comentando los últimos datos de crecimiento de los PBI de EEUU y China, afirma amargamente que los incipientes brotes verdes que veían en el 2014 en la economía mundial, no terminan de confirmarse.[[1]]
Pero, a su vez, esto confirma lo que venimos diciendo: el crecimiento de la economía a nivel mundial sigue siendo, por así decirlo, raquítico y anémico. Por ejemplo, EEUU, que recibía grandes alabanzas por su “recuperación”, anuncia que el PBI ha caído un 0,7% en el primer trimestre de este año.[[2]]
De conjunto, esto será de tema de próximos artículos. Pero hay que señalarlo para darle un marco al punto de hoy: China y el estado de su economía.
Si bien se ha salido de los peores momentos de la crisis mundial sus efectos serán duraderos. La economía no logra estabilizarse en una curva ascendente. La globalización tiene una gran contradicción que resolver. No puede volver al 2007/2008 como si nada hubiese ocurrido, pero no ha encontrado un nuevo equilibrio ni dinamismo.
Esta situación aún debe resolverse a nivel mundial en la arena económica y en el terreno de la lucha de clases. Si bien la burguesía, globalmente, ha conseguido rebajar el salario y arrebatarles conquistas a los trabajadores, no les ha provocado ninguna derrota estratégica.
En ese contexto, la posición ventajosa de China, que se caracterizaba por costos de producción notablemente más bajos que los de EEUU, ha variado radicalmente.
Tomemos un dato del diario Le Monde (15/09/2013) refiriéndose a la industria manufacturera sobre costos por producto:
País | Costo mano obra | Resto de gastos | Costo total |
China | 15 | 80 | 95 |
EEUU | 18 | 82 | 100 |
Hay que añadir que los países de la Unión Europea están por arriba de esas cifras. Esta situación era impensable hace diez años.
Una consecuencia es que una amplia porción del sector II de la economía (producción de medios de consumo) en China está volviendo a EEUU.[[3]] Entonces, la deslocalización como ariete de la globalización está en problemas. Esto explica en parte por qué la locomotora estadounidense no tracciona como antes a la economía mundial.
Hay, además, toda una serie de restricciones al movimiento de capitales. Se ha terminado el plan QE (Quantitative Easing). Es decir, EEUU no inyecta más dinero en el mercado de capitales para la recompra de bonos de las empresas y bancos que estuvieron a punto de quebrar en la crisis. Pero el saldo es que no se ha destruido suficiente capital para que el resurgimiento de la economía tenga más fortaleza.
La nueva normalidad
En este marco –con el agregado que la Unión Europea y Japón siguen a los tumbos y que el PBI chino sólo creció 7.4% en el 2014– se reunió en Pekín en marzo pasado la “Asamblea del Pueblo”, el parlamento de China. Votó que hasta el 2020 el crecimiento anual de la economía sería del 7%. O sea, una forma lisa y llana de reconocer la nueva situación de la economía mundial.
El lector desprevenido de Europa, América Latina y otras regiones podría decir: “¡Qué tanto problema! ¡Ojalá pudiéramos crecer nosotros a esa tasa!”
Pero ese índice es todo un frenazo para un país que en los últimos 20 años estuvo acostumbrado a crecer al 10% anual o más: ¡las famosas tasas chinas!
A grandes rasgos podríamos establecer tres grandes períodos de la economía China:
* 1979-1990: las reformas de Deng Xiaoping para convertir a China en una “economía socialista de mercado”.
* 1989-2013: después de las protestas y la masacre de la plaza Tiananmen, la ampliación de la apertura a las inversiones extranjeras y crecimiento a dos dígitos de su PBI, las “tasas chinas”.
* 2014- ¿?: tercera etapa –la “nueva normalidad”– que se abre como resultado directo de la crisis mundial.
Veamos las cosas más de cerca. La economía china está preparada para exportar. Por eso la famosa frase “la fábrica del mundo” (que también se aplicó en su momento a Inglaterra en la primera Revolución Industrial).
Es por eso que la nueva realidad exige a los “burgueses rojos” que dirigen al Partido Comunista Chino (PCC) toda una serie de cambios que ni por asomo tienen el éxito asegurado. Esto por una sencilla razón: tendrán que enfrentar a la clase obrera y al movimiento de masas.
Lo primero a implementar es un fuerte plan de estímulos económicos para que la economía se fortalezca y darle trabajo a millones de obreros chinos que lo están perdiendo por el frenazo económico. Esta política viene desde hace años y se incrementará en el 2015 con inversiones en ferrocarriles, carreteras y viviendas populares. Esto, sin perder en el centro de la mira que China sigue siendo un país exportador.
Las familias chinas poseen una alta tasa de ahorro. En una economía más dirigida a incrementar un fuerte mercado interno donde aumente el consumo, habría también que aumentar los salarios y desarrollar el débil sector de los servicios, cosa que lentamente está en marcha (3).
Pero lo decisivo, lo más importante, son las profundas reformas internas que tienen que llevar a cabo los jerarcas chinos: la eliminación del pasaporte interno (que impide a la población el libre tránsito ¡en el interior del país!); que los migrantes puedan quedarse a vivir en las ciudades y tener acceso a los servicios públicos, algo que hoy no tienen sin un trabajo estable en dicha ciudad. Asimismo, gozar del derecho a tener más de un hijo. Se debería garantizarles sindicatos libres del Estado, derecho a huelga y otra serie de libertades democráticas.
¿El PCC lo hará? Después de tantos años de conducir el país con mano férrea, hoy es una pregunta difícil de responder. Lo que sí podemos afirmar, es que vamos a una situación muy conflictiva, como ya lo preanuncian las violentas huelgas localizadas de los últimos tres años.
¿Un nuevo imperialismo en construcción?[[4]]
En estos días está de visita de negocios en Brasil Li Keqiang, uno de los dos hombres más fuertes del régimen chino con dos objetivos:
Firmar con Dilma acuerdos comerciales equivalentes a 50.000 millones de dólares que serían financiados por el gobierno chino y que incluyen la construcción de un ferrocarril que unirá el Atlántico con el Pacífico a través de Brasil y Perú. Estos acuerdos también incluyen la comercializan de granos y la venta por parte de Brasil de aviones Embraer. El préstamo se hará en yuanes, no en dólares.
Reafirmar con Brasil el lanzamiento conjunto a fin de año del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB). Esta noticia pinta de cuerpo entero cual será un aspecto esencial del gobierno chino. Desde hace años, pero más intensamente desde 2009, China viene aprovechando sus inmensas reservas de 4.100 trillones de dólares haciendo inversiones a nivel planetario.
Esas inversiones se hacen con un pragmatismo sin igual, fundamentalmente en América Latina, África (el continente olvidado por la globalización) y el Sudeste Asiático, tratando de imponer su moneda en reemplazo del dólar.
Argentina es también un botón de muestra. Han adquirido desde cerealeras (Bunge) pasando por la compra de campos, y hasta una empresa de biogenética (Nidera). China también vende a Argentina material ferroviario, va a participar en la construcción de dos represas en Santa Cruz y en emprendimientos petroleros. Además, China está cumpliendo la función de prestamista de primera instancia a través de swaps en yuanes con el Banco Central.
En Sudamérica ya tiene relaciones comerciales con todos los países de la región. En África, es el primer inversor extranjero y el primer comprador de petróleo.
Una nota de color son las declaraciones del ministro de Economía de la dictadura que gobierna Sudán. Hablando de los chinos dice: “Es gente muy ejecutiva. No preguntan casi nada, no se meten en los asuntos internos del país y concretan rápidamente los negocios.”
Hay que señalar también que han comprado algunas empresas de punta en Unión Europea y están intentando hacer lo mismo en Estados Unidos. Su objetivo es apropiarse de tecnología, que es su verdadero talón de Aquiles.[[5]]
Resumiendo, buscan acuerdos que les garanticen materias primas pero también tecnología avanzada que la haga menos dependiente de los países imperialistas desarrollados.
Por otro lado, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) es una iniciativa comercial de 50.000 millones de dólares (en yuanes) con los otros países BRICS, donde China aportara casi el 80% del capital.
Salta a la luz que el país que nos ocupa en esta nota es cada vez menos “emergente” y que está en una política abiertamente expansionista.
EEUU ya ha puesto el grito en el cielo por la creación de este banco. Socava directamente el rol del Banco Mundial y del FMI.
Washington, con su pérdida cada vez más clara de un papel hegemónico y de gran consumidor y locomotora de la economía mundial, ha contraatacado por medio de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Le exige a China que revalúe el yuan artificialmente devaluado (cosa que le permite exportar más fácilmente) y ha lanzado una federación de países del Pacífico para competir con este nuevo banco.
Obviamente es prematuro anunciar que ha surgido un nuevo país imperialista. Si tomamos las consideraciones de Lenin en su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, China en algunos aspectos se parece poco. Pero la realidad nunca se repite de la misma forma ni se da químicamente pura.
Lo cierto es que al nuevo banco chino, a pesar de la excomunión de Washington, ya han pedido el ingreso 29 países. La lista comienza por el Reino Unido, el principal y casi incondicional aliado de Estados Unidos desde la Primera Guerra Mundial. Este hecho desató la ira de Obama. En la fila para ingresar al banco chino, siguen prácticamente el resto de los países de Europa continental. Japón estaría interesado.
Todo esto nos lleva a afirmar que muy probablemente estamos ante la construcción de un nuevo imperialismo, aunque muy “sui generis”. Todavía, internamente, China es dependiente de las inversiones extranjeras. Pero, hacia el exterior actúa con una política inversionista cada vez más agresiva. Es un proceso de “desarrollo desigual y combinado” que se da en la realidad. Esa es la tendencia… y aunque le pese a EEUU, esto no se va a resolver en los estrados judiciales.
A corto y mediano plazo, hará que la globalización sea cada vez más inestable y que posiblemente a la larga vayamos a enfrentamientos hoy impensados.
[1].- 0,2% y 0,3% fueron el crecimiento de los últimos trimestres de 2014 en EEUU; 7.2% fue el crecimiento de China en el 2014.
[2].- «PIB de EEUU se contrae un 0,7% en el primer trimestre», Expansión-Agencia EFE, 29/05/2015.
[3].- Marx en “El Capital” señala que podemos dividir la economía en dos sectores: Sector I bienes de capital (producción de medios de producción) y Sector II producción de bienes de consumo directo.
[4].- Pierre Rousset, China – Un imperialismo en construcción, Viento Sur 15/07/2014, Socialismo o Barbarie Nº 304, 11/09/2014
[5].- The Economist.