“Los gremialistas que estuvieron en Olivos se mostraron de acuerdo con el esquema de las paritarias anuales. ‘Nuestras prioridades son el salario, pero también la estabilidad laboral. Si empezamos a tirar de la cuerda, sabemos dónde terminamos’ (…) Quedó descartada la inclusión de ‘cláusulas gatillo’ (…) en los acuerdos paritarios. No se descartó, en cambio, que gremios y cámaras empresarias se comprometan a reabrir la negociación ‘si las condiciones económicas así lo imponen’. La diferencia parece sutil, pero es sustancial: en un caso, la reapertura es automática, en el otro, queda sujeta a negociación” (La Nación, 12-02-14).

Cumpliéndose el primer mes de la devaluación del peso, las aguas parecen “tranquilizarse” un poco. Luego del primer cimbronazo de la crisis abierta cuatro semanas atrás, el gobierno está logrando a estas horas mantener el valor del dólar en 8 pesos. Las reservas del Banco Central han parado de hundirse, esto a partir de una serie de medidas tomadas por Fábrega: obligación a los bancos de desprenderse de dólares por encima del 30% de sus carteras, compromiso de los exportadores de cereales de anticipar 2.000 millones de dólares por operaciones futuras, retiro de circulante por la enorme suma de 24.000 millones de pesos, etcétera.

En lo que hace al traslado de la devaluación a los precios, el proceso continúa su marcha ascendente. El gobierno está tratando, sin embargo, de imponer ciertos “acuerdos de precios” para dosificar la escalada inflacionaria. Por ejemplo, mediante el escalonamiento del aumento de las naftas. O buscando acordar los precios del mostrador de la carne con los empresarios del sector: les propone no aumentarlos más allá de ciertos límites en el mercado interno a cambio de reabrirles las exportaciones.

De todas maneras, el “contrapeso” más importante a la escalada de la crisis hay que buscarlo en otro lugar: el rol siniestro de la burocracia sindical para evitar que se produzca una salida a la lucha de los trabajadores esquivando hablar de cualquier medida general, y ajustando el “calendario” de los eventuales conflictos a las fechas de las paritarias previamente establecidas[1].

 

Un giro brutal a la ortodoxia

 

En nuestra edición anterior señalábamos que la devaluación del peso, sumada a la crisis política que viene sufriendo el oficialismo desde la derrota electoral, abrió una crisis general que plantea la posibilidad de su salida anticipada del gobierno. Sin embargo, dentro del trazo grueso de una crisis profunda, siempre hay distintos momentos: de agudización de las contradicciones, así como “pausas” en su escalada. En los últimos días se abrió un escenario de este (último) tipo.

La estabilización de la cotización del dólar oficial refleja esto. Ha encontrado un cierto “techo”, razón por la cual los operadores a largo plazo lo están cotizando a precios menores que semanas atrás; no vaya a ser que pierdan plata en los negocios de ventas a futuro.

Esto tiene una derivación fundamental: tiende a aplacar los aumentos de los precios: si el dólar se “plancha”, los precios también. Claro que las cosas no son tan mecánicas; la estimación de aumentos de los precios para febrero sigue la estela del mes pasado: algo en torno al 4,5%: ¡una escalada brutal que anualizada da más del 50% y cuyo contrapeso principal se pretende sean los salarios a la baja!

Esto nos envía otro terreno: el de la producción. Todos los analistas estiman que el crecimiento este año se estancará por decir lo menos. Sigilosamente el gobierno ha ido tomando medidas de brutal ajuste ortodoxo que apuntan a lo que se llama “enfriar la economía”: limitar el crecimiento económico con una serie de medidas con el objetivo esencial de contener los reclamos salariales[2].

La primera de estas medidas recesivas ha sido el aumento sideral de las tasas de interés, que del 17% promedio al que estaban, han pasado a un piso del 30% anual. Este aumento de las tasas tiene varias consecuencias: entre otras no menores, encarecer la venta a crédito, herramienta privilegiada estos últimos años para estimular el consumo. Además, las tasas en alza significan un freno a la inversión: para qué el capitalista va a afrontar los riesgos que entraña la producción, si depositando el dinero en el banco se alza con una ganancia mayor.

Pero el mecanismo recesivo por excelencia es el aumento de los precios sin contrapartida en los salarios: esto reduce de manera automática la capacidad de consumo de la población asalariada –es decir, de la inmensa mayoría de los consumidores–, lo que redunda en una reducción en las ventas[3].

A decir verdad, no hay economista serio, sea de la “escuela” que sea, que no señale lo propio: que el plan del gobierno sólo puede funcionar en caso de que logre imponer realmente una reducción del salario real; ese es el sentido último del ajuste ultraortodoxo que está encarando el gobierno kirchnerista, para lo cual es funcional inducir una cierta recesión económica.

 

Paritarias ya

 

Esto último es lo que nos lleva al problema de los salarios. Ayer la CGT oficial participó de una reunión “reservada” con Cristina. Mientras tanto, Moyano se dedica a mantener reuniones con todo el espectro de la oposición patronal señalando que va a “seguir discutiendo” con todo el arco opositor. Al mismo tiempo, los sindicatos docentes nacionales y en provincia de Buenos Aires se juntaron con las autoridades respectivas. De reunión en reunión, de declaración en declaración, de café en café, los dirigentes sindicales lo único que buscan es ganar tiempo mientras realizan una labor preciosa al servicio del sistema: evitar que la conflictividad obrera pegue un salto.

Es aquí dónde entra en escena el elemento conservador del esquema de las paritarias. Como señalamos en nuestra edición anterior, resulta ser que el salario es el único precio de la economía que está “institucionalizado”: el único que debe pasar por un acuerdo previo entre empresarios, sindicalistas y el Estado antes de poder ser aumentados.

Las paritarias son, así, una institución profundamente contradictoria, porque a la vez que permiten superar la negociación fragmentada en cada lugar de trabajo yendo a un debate general por rama de actividad, su carácter es en gran medida violentado porque al estar en manos de los dirigentes sindicales burocráticos, operan como un traba para la salida inmediata a la lucha, al tiempo que dividen la negociación gremio por gremio buscando evitar la salida a la lucha del conjunto de la clase obrera superando las fronteras “profesionales”[4].

Sin embargo, la postergación de las paritarias a cambio de un adelanto de sumas fijas por parte del gobierno –plan que naufragó antes de nacer– era una salida más reaccionaria aún en la medida en que, guste o no, las paritarias son un mecanismo establecido a los ojos de los compañeros que un poco coloca las cosas de la siguiente manera: “esperamos las paritarias de nuestro gremio y si no nos dan lo que queremos, ahí salimos a luchar”.

En la medida en que las cosas están instituidas de esta manera, una de las grandes consignas del momento es, evidentemente, exigir e imponer desde abajo la realización de paritarias inmediatas en todos los gremios, así como fijar un aumento del 40% en todas las escalas salariales pagaderos inmediatamente de una única vez (y no en tres o más cuotas como quieren el gobierno, los empresarios y los dirigentes sindicales), así como cerrar acuerdos con cláusula gatillo a tres o seis meses.

Para todo esto sería importante lograr imponer paritarios electos en asambleas de base; en todo caso, buscar que una experiencia de control de las bases de las paritarias se pueda realizar en todos los lugares o gremios donde sea posible.

 

El ejemplo de Kromberg

 

Más allá de las maniobras de la burocracia, comienzan a despuntar los primeros conflictos. Médicos y estatales de la provincia de Buenos Aires están a estas horas en las calles y realizando paros. En los últimos días se movilizaron también movimientos de trabajadores desocupados en distintas provincias y en Chaco fueron brutalmente reprimidos por el gobernador interino designado por Capitanich.

Otros conflictos despuntan al momento del cierre de esta edición. De entre ellos, uno muy importante al nivel de la vanguardia obrera es el corte total realizado esta madrugada en el acceso del polo industrial de Pilar por parte de los trabajadores, trabajadoras y despedidos de Kromberg y que resultó todo un éxito; hubo muchísimas expresiones de solidaridad de parte de otros trabajadores del polo industrial, así como de los camioneros con cargas para las plantas, incluyendo en esto la colaboración y asistencia por parte de las corrientes de la izquierda para que el corte pudiera realizarse (entre ellas, con un rol destacado, por parte de nuestro partido).

Sorprendentemente, el gobierno provincial o nacional no esbozó actitudes represivas; quizás por la solidaridad mostrada entre los demás trabajadores de la zona; o quizás por ser una medida de lucha realizada de manera próxima al lugar de trabajo.

En cualquier caso, muestra que una de las claves para evitar o enfrentar la escalada represiva del gobierno es levantar reivindicaciones sentidas por porciones reales de los trabajadores y masificar en todo lo posible las acciones de lucha.

El centro debe ser la pelea contra el ajuste

El primer golpe de la crisis está pasando sin que despunten todavía grandes luchas. De cualquier manera, es inevitable que estas se vayan abriendo paso en el contexto del agudo deterioro económico y de debilitamiento del gobierno. No se puede perder de vista que la clase trabajadora viene de una recomposición en sus filas y una acumulación de experiencias de lucha desde el 2001.

Es verdad que pesa todavía en la memoria el recuerdo del desempleo de masas de diez años atrás. Y, en muchos casos, la idea equivocada de que la recuperación del empleo se debió al propio kirchnerismo.

El rol de la burocracia sindical, burocracia que sigue controlando los grandes agregados de masas de los trabajadores, aun fragmentada en cinco centrales, sin ninguna duda es una traba adicional.

Pero también es verdad que se está desarrollando un histórico proceso de reorganización de la amplia y joven vanguardia obrera en los lugares de trabajo, así como se viene de una histórica elección de la izquierda,que obtuvo más de un millón de votos y representación parlamentaria.

Es ahí donde se colocan las responsabilidades de la izquierda en general y del FIT en particular. Desde nuestro partido no tenemos dudas: el centro de la pelea en estos momentos debe ser contra el gobierno y el brutal ajuste puesto en marcha, esto con la perspectiva de imponer la realización de paritarias ya, de lograr la salida a la lucha por parte de los trabajadores, buscando sobre el terreno de esta misma lucha, en cada caso, desbordar a la dirección tradicional en la perspectiva de una huelga general que derrote el ajuste K.

Para este objetivo la izquierda tiene una enorme responsabilidad: la realización de una enorme jornada nacional de lucha contra el ajuste con movilizaciones en todo el país y una gran marcha a Plaza de Mayo. En este camino, las movilizaciones por el 8 y el 24 de marzo son de enorme importancia. Como se planteó en una reciente reunión entre corrientes políticas, se está viviendo un momento de “condensación” política. El gobierno no solamente aparece habiendo perdido las banderas de la lucha de las mujeres (la pelea por el derecho al aborto es el centro en esto), no solamente las banderas democráticas (ver el caso Milani y la creciente represión a las luchas), sino más importante aún, está en un curso de abierto enfrentamiento con los trabajadores alrededor del ajuste brutal que está imponiendo. Es la muerte del “relato” de los últimos diez años.

Fortalezcamos el nuevo MAS como partido revolucionario de vanguardia

En estas circunstancias nada puede ser más importante que enderezar estas jornadas combinando sus ejes específicos con la decisión de centrar la pelea contra el gobierno, con el objetivo de derrotar el brutal ajuste e imponer medidas desde los trabajadores. Parte de esto mismo es la puesta en pie de un Encuentro de organizaciones obreras en lucha que pueda disputarle a la burocracia sindical su monopolio en materia de jornadas de lucha, tal cual fue la experiencia, diez años atrás, de las Asambleas Nacionales de Trabajadores, pero ahora con el posible salto en calidad de que tengan centralidad de la clase obrera y que sean monopolizadas por la izquierda y los métodos de la democracia de las bases y no se reduzcan meramente a frentes únicos por arriba.

Para estas enormes tareas la militancia del nuevo MAS pone a disposición todas sus fuerzas y llama a sus simpatizantes y amigos a sumarse inmediatamente a nuestras filas para fortalecernos como partido revolucionario de vanguardia, comenzando por la escuela de cuadros que estamos largando en estos días en todo el país alrededor de los problemas de la estrategia de los socialistas revolucionarios en el siglo XXI.

 



[1] Nunca está demás recordar cómo la burocracia sindical, en todas sus expresiones, y más allá de sus crisis y fragmentación actual, es una de las instituciones más importantes de la conformación del Estado argentino y del régimen de la democracia de los ricos; uno de los factores estabilizadores más importantes, que se hace más visible en oportunidad de cada crisis general.

[2] Como cobertura a las cifras para las paritarias, no es casual que la burocracia esté hablando, cada vez más, de la “necesidad de cuidar el empleo”… A conciencia, el plan del gobierno es “enfriar” la economía de manera tal que el estancamiento de la producción y la eventual caída en el empleo, aplaquen los ímpetus en materia del reclamo salarial.

[3] Es verdad que la reducción de las ventas en el mercado interno por la baja de los ingresos de la población trabajadora puede ser contrapesada con un aumento de las exportaciones; de todas maneras, no está claro que la competitividad general de la economía del país respecto del mercado mundial posibilite rápidamente un relevo de aquellos sectores que producen para el mercado interno redireccionando la producción a la exportación; en cualquier caso, un efecto recesivo se debe hacer valer en los primeros momentos de la crisis.

[4] El paro general, la huelga general o más aún la huelga de masas, como lo señaló Rosa Luxemburgo, tenía justamente ese carácter general político de ir por encima de las “fronteras profesionales” entre los trabajadores de los distintos gremios, de ahí que las burocracias de todas las épocas históricas las eviten.

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