Por Ale Kur
El Frente de Izquierda viene atravesado por problemas internos cada vez mayores. La decisión de dirimir candidaturas a las PASO nacionales fue a la vez la expresión de esas tensiones (largamente acumuladas), y el punto de partida para una dinámica de profundización de la crisis.
Una serie de polémicas han caracterizado este último período. La más reciente se desató a través de una carta firmada por las organizaciones ligadas al “Perro” Santillán, donde atacaban (en un tono marcadamente faccional) al PTS. Esta carta fue a la vez difundida “por debajo de la mesa” por las otras corrientes del FIT, el PO y e IS.
Esta polémica se caracteriza por estar completamente vaciada de argumentos políticos acerca de la realidad. Los dos bandos que se conformaron alrededor de las PASO (de un lado, PO-IS-el “Perro” y otros grupos menores; del otro lado el PTS) se lanzan entre sí toda clase de acusaciones, bordeando en muchos casos las calumnias y el cuestionamiento a la moral revolucionaria de los otros. Una discusión profundamente anti-educativa, donde no se clarifican ni las diferencias de fondo, ni la existencia de diferentes perfiles o de campañas políticas.
En simultáneo, los dos bandos en cuestión tienden a separar completamente sus campañas electorales (pese a mantener todavía un frente en común): en Capital Federal y en Córdoba, aun manteniendo listas unidas, se comportaron como dos listas totalmente diferentes. Afiches separados donde cada uno hace campaña por sus candidatos y no por los otros, llamados encubiertos (o no tanto) a cortar boleta perjudicando a las candidaturas del otro, guerra de maniobras mutuas en los medios de comunicación, y hasta búnkers separados para los escrutinios.
Cualquier observador ajeno al FIT no ve un frente sino un campo de batalla, que no se entiende por qué sigue llamándose a sí mismo “frente”.
Falsas polémicas para adornar el faccionalismo
Uno de los debates que viene sosteniéndose en el FIT hace ya un tiempo es alrededor de si abrir las puertas del frente a nuevos componentes. Pero esta discusión está planteada de una manera tramposa, que en realidad encubre dos posiciones oportunistas.
En primer lugar, ninguna de ambas partes plantea incluir en el FIT a una fuerza de independencia de clase, socialista y revolucionaria como el Nuevo MAS –con la que no pueden alegar ninguna diferencia programática seria–. Este punto, la inclusión de nuestro partido, ni siquiera fue parte del debate. Por lo tanto, ninguna de las partes puede arrogarse seriamente el argumento de querer ampliar al frente sobre una base programática.
Por el contrario, la discusión es sobre la inclusión de grupos con los que el PO y el PTS tienen diferencias programáticas mucho mayores –grupos chavistas, autonomistas y maoístas–. Aquí se esbozan dos posiciones: mientras el PO quiere que ingresen a toda costa, el PTS se niega casi “por principio” a estas incorporaciones.
Una primera precisión fundamental al respecto es que todos los grupos en cuestión son muy pequeños y de escasa proyección, con lo cual en ningún caso tienen el peso político suficiente como para cambiarle el perfil al FIT. No se trata de una discusión sobre si hacer un frente con grandes corrientes reformistas (como en algún momento histórico pudo ser el PC), o inclusive con fuerzas oportunistas de izquierda con algún peso (como podría haber sido el MST hace unos años). Las corrientes que encabezan el FIT son tres fuerzas socialistas revolucionarias (trotskistas), de independencia de clase: la incorporación de pequeños grupos en lugares secundarios no llega a hacer ninguna diferencia sustancial.
Por eso la negativa del PTS a su inclusión carece de cualquier base política seria. Se trata de una clara maniobra para evitar que el PO tenga más aliados dentro del frente. Inclusive el propio PTS reconoce que el “Perro” Santillán es representante de una organización obrera –el SEOM de Jujuy– y que por lo tanto no hay ningún problema de principios con su incorporación, pese a lo cual se oponen férreamente.
Por parte del PO, los argumentos usados son también puramente “ad hoc”, es decir, justificaciones construidas artificialmente para salir del paso. Aquí se hace referencia a la supuesta firma de “actas de adhesión política” del Perro (como si un papel garantizara una coherencia ideológica), o a un supuesto “progreso en las discusiones para arribar a posiciones en común” con los diversos grupos. Estos pequeños grupos, en la mayoría de los casos, no son organizaciones “indefinidas” que puedan ser convencidas (a priori) de tal o cual posición. Son organizaciones cristalizadas alrededor de determinado programa y estrategia política.
Esto no quiere decir que lo correcto sea “vetarlas” como propone el PTS, pero por lo menos exige una clarificación política de las diferencias existentes, y el mantenimiento de una clara mayoría y hegemonía de las corrientes socialistas revolucionarias adentro del frente. La posición oportunista del PO de intentar disfrazar a todos de “trotskistas en construcción” solo está puesta al servicio de ampliar la base electoral sin reparar en “minucias” políticas.
Otra falsa discusión: el perfil de los candidatos
El otro “gran” debate que atraviesa al FIT es el perfil de los candidatos, en especial el de la candidatura presidencial. Aquí el PTS impugna la figura de Altamira planteando que “hay que dar paso a la juventud”.
Esta posición, en abstracto, no es correcta ni incorrecta: depende de qué contenido concreto se le asigne. Pero aquí es donde el PTS entra de lleno en una posición oportunista: el contenido concreto de su “paso a la juventud” es “renovar el FIT” (esa es su consigna de campaña y el nombre de su lista interna en las PASO). Eso quiere decir “poner caras nuevas”: se trata de una consigna meramente marketinera, que empalma con un sentido común despolitizado de que los militantes de mucha trayectoria serían “parte de la vieja casta política”. En cambio, los candidatos jóvenes “caen más simpáticos”, venden más.
Desde el Nuevo MAS también planteamos “paso a la juventud” pero con un contenido político muy diferente. En nuestro caso, la candidatura presidencial de Manuela Castañeira busca representar a un sujeto social en pleno ascenso: los jóvenes que luchan. La irrupción política de la juventud es un fenómeno internacional: la Primavera Árabe, los indignados, los estudiantes chilenos, etc. Se trata de una nueva generación que comienza a reandar el camino de la movilización, de la organización, del debate político. En nuestro país se ve claramente en las luchas de los estudiantes secundarios y universitarios, en el enorme movimiento de mujeres, en la nueva generación de jóvenes que pelean en las fábricas. La juventud de nuestro partido participa en primera fila en esas luchas, y creemos que la figura de Manuela Castañeira es una síntesis de este perfil político.
Lo que hace crisis es la cooperativa electoral
Como hemos intentado demostrar, las discusiones planteadas entre el PO (y sus aliados) y el PTS son falsas polémicas. Se trata meramente de posicionamientos ad hoc con el objetivo de sacar tajada en una guerra faccional. No tienen ningún contenido político, y donde podrían tenerlo, ambos sostienen posiciones oportunistas, además de presentar el debate de la manera menos educativa posible.
Lo que hay de fondo es una tendencia a la disgregación del FIT, que llegado el caso, podría derivar en una ruptura. Esto se debe a que, como sostuvimos desde el comienzo, el FIT se conformó y se comporta como una “cooperativa electoral”, donde lo que importa es únicamente el beneficio electoral que cada uno de sus componentes pueda obtener gracias al frente.
Desde el Nuevo MAS planteamos desde el comienzo que queremos formar parte del FIT en tanto se trata de un frente de independencia política, que como tal es ampliamente progresivo. Pero también planteamos que un frente de esa naturaleza tiene que avanzar hacia una mayor “síntesis”, es decir, hacia una intervención política unificada frente a los hechos de la realidad. Sin esa síntesis, sin elementos de unificación real, la experiencia está condenada a retroceder y perder lo conquistado[1].
La crisis del FIT, por lo tanto, solo puede superarse mediante una refundación sobre bases muy diferentes de las actuales. Eso implica en primer lugar levantar la exclusión de nuestro partido e incluirlo en condiciones igualitarias. Implica también acabar con la guerra faccional, avanzar hacia una intervención más unificada (al mismo tiempo que realizar una discusión de las diferencias políticas sobre bases mucho más claras y educativas). Implica reorientar las campañas electorales para darles un contenido socialista y que dialogue con las necesidades reales de los trabajadores. Esta es la perspectiva que defendemos desde el Nuevo MAS, y que llamamos a los simpatizantes de la izquierda a apoyar activamente.
[1] Esto es lo que parece estar ocurriendo estos últimos meses. Los éxitos electorales que consiguió el FIT desde el 2011 no se tradujeron en una mayor construcción orgánica, que ponga al frente en un nivel cualitativamente superior de desarrollo. Sus componentes ni siquiera se lo pusieron como objetivo: tanto el PO como el PTS se dedicaron a hacer proclamas grandilocuentes sobre los resultados en Salta y Mendoza, pero sin un miligramo de comprensión crítica sobre las condiciones políticas reales: sobre la ausencia de una auténtica radicalización política de los trabajadores. Los fenómenos puramente electorales tienen una naturaleza volátil: lo que se gana en una elección, se puede perder en la siguiente si no hay una acumulación orgánica de por medio.