Por Marcelo Yunes
Reina la confusión en el sufrido ciudadano que piensa su voto y escucha a los candidatos con más chance. Scioli es a veces kirchnerista furioso, elogia a Kicillof y le manda saluditos a Menem, porque él no se pelea con nadie (a diferencia, se sobreentiende, del kirchnerismo). Macri defiende las “banderas del peronismo”. Scioli dice que es “gradualista”, pero Macri… también. Parece que nadie va a devaluar, nadie va a ajustar, nadie va a eliminar la AUH, nadie va a privatizar nada ni hacer nada que moleste a nadie. Algunos economistas macristas, como Melconian, que hablaban de “ajuste por shock” y de levantar el cepo el 11 de diciembre, ahora explican que no, que era todo un malentendido o “un título para la prensa” (sic). Cristina no le paga a los buitres, Macri decía que iba a pagar hasta el último peso. Pero ahora Macri dice que hay que “negociar” con los buitres. ¿Y Scioli? Pues también.
Así, pareciera que, gane quien gane, las políticas económicas van a ser todas igual de tranquilizadoras. Pero es todo para la tribuna: puertas adentro, los equipos económicos de los candidatos ya están preparando el ajuste que viene. Eso sí, saben que tienen límites insalvables, por lo menos al principio. Como reconoce Miguel Bein (uno de los principales asesores de Scioli y firme candidato a ocupar el Palacio de Hacienda a partir del 10 de diciembre), “hay cosas que no se pueden hacer”. La traducción del “gradualismo” al lenguaje marxista es ésta: “Sabemos que la actual relación de fuerzas nos pone límites a las porquerías que queremos hacer y que el capitalismo argentino necesita, pero aspiramos a que, con suerte, a lo largo de unos años esas condiciones cambien y podamos llevar a cabo lo que hoy las condiciones de la lucha de clases nos impiden”.
Justamente, vamos a dedicarnos ahora a conocer mejor el pensamiento de Bein, que por suerte expone él mismo con bastante claridad. Algunas de sus definiciones le trajeron problemas con el hiperkirchnerismo (Axel Kicillof llegó a pedir, a fines de mayo, su alejamiento del equipo de asesores de Scioli, y Alejandro Vanoli, del BCRA, también lo cruzó feo), pero eso es más problema de la hipocresía del kirchnerismo que de Bein, como veremos.
En una jugosa entrevista de Diego Sehinkman en La Nación del 9 de julio pasado, Bein sostiene que “lo importante es si Argentina, una vez que llegó a la maduración del ciclo de crecimiento económico acelerado sobre la base del consumo, es capaz por primera vez en 60 años de conectar con una agenda que aumente fuertemente la inversión, que permita duplicar el producto por habitante en diez años. Es una agenda distinta, porque la actual fue una etapa. La actual es una agenda que se inició con un nivel de pobreza del 54% y con un nivel de desempleo del 24%. Y es una agenda que se completó exitosamente” (La Nación, cit.).
Es el discurso de Scioli: la clave es la producción, es decir, la inversión. Elegantemente, se reconoce que hicieron falta doce años para bajar el desempleo y la pobreza, pero que la “actual agenda” (es decir, el modelo económico K) ya es incapaz de generar crecimiento sostenido. Donde Bein dice pudorosamente “maduración” del ciclo de crecimiento basado en el consumo, hay que leer “agotamiento”.
Explica Bein: “Si no aumentamos la inversión en equipamiento productivo orientado a las exportaciones y no somos capaces de darle a la Argentina en tres años un salto exportador, no vamos a tener las divisas genuinas que necesitamos para abastecer las corrientes de importaciones que necesita la industria argentina para abastecer el consumo popular” (ídem). Está bastante claro, pero digámoslo de manera aún más simple: la economía K dejó de crecer, y debe volver a hacerlo generando divisas vía el comercio exterior. Si no, es decir, si se sigue como hasta ahora, con balanza comercial en declive y trabas a las importaciones, la carencia de dólares se lleva puesta la macroeconomía (Bein lo llama “macrocidio”).
La deuda, la escasez de divisas y los “salarios caros”
Justamente por lo anterior, se vuelve imprescindible, según Bein, reabrir el canal del crédito externo. Y la primera llave para eso es cerrar el capítulo del default negociando un acuerdo definitivo con los buitres. Acá viene la hipocresía K: Kicillof y otros pusieron el grito en el cielo ante la sola mención de la palabra “negociación” con los buitres, ¡como si incluso un candidato hiperK, o la propia Cristina, no se vieran obligados a hacerlo si asumiera de nuevo en diciembre! Una cosa es hacerse el guapo en los meses finales de gobierno cuando se sabe que el problema le cae a otro; una muy distinta es saber que a uno le quedan por delante cuatro años de gestión. El propio gobierno del “desendeudamiento” ha sido capaz de emitir deuda en 2015 sólo con la garantía implícita de que el entuerto con los buitres llegará a algún tipo de solución en 2016.
Al respecto, el planteo concreto de Bein fue una quita del orden del 30% en el capital a las acreencias de los buitres y hold outs, y una baja en los intereses punitorios. Que los socialistas revolucionarios denunciemos esto como una capitulación, es una cosa; que lo hagan funcionarios del gobierno K, que pagaron y pagan a acreedores de todo tipo en condiciones mejores, iguales y peores, es ridículo, o más bien pura demagogia.
Para Bein, una vez recuperado el acceso a los mercados financieros, “siempre tener más dólares es mejor que tener menos”, y “la ventaja que tiene acceder al crédito internacional es que vos pagás cara la primera emisión, pero una vez que la primera emisión te abrió el mercado, en la segunda ya pagás menos” (ídem). Porque, en su diagnóstico, el nivel de reservas es peligrosamente bajo. Y en ese punto, critica al kirchnerismo desde una visión bastante ortodoxa: en un seminario reciente en el Hotel Alvear, “Argentina levantó un 50% los salarios en dólares entre el 2011 y el 2012. Eso aumentó la demanda y el consumo explotó, pero terminó con el excedente de dólares. Hoy esto no se puede hacer porque para distribuir hacen falta pesos, pero para producir hacen falta dólares que Argentina no tiene”. Hacer eso es “macrocidio”, o asesinato de la macroeconomía (www.adnbaires.com.ar, 29-5-15).
Ahora ya saben: para Bein (y en esto no hay la menor diferencia con los economistas del PRO y el mismo Macri) los sueldos argentinos son demasiado altos en dólares. Y para alguien que recela de las bajas reservas y quiere todos los dólares posibles para reactivar la actividad industrial, ese pecado capital debe ser reparado (más abajo veremos cómo).
Tan acuciante es el problema de la escasez de dólares –y tan grande es la prioridad que da Bein a los dólares para las empresas– que hasta llegó a insinuar que si era necesario suspendería el “dólar ahorro” (idea que le valió el reto de Vanoli, del BCRA). Así, propone “un equilibrio en la definición de prioridades, asegurando en primer lugar el abastecimiento de la economía y recuperando la fluidez en los pagos de importaciones, en segundo lugar dando señales vinculadas al giro de utilidades por parte de las compañías (incluyendo una negociación de la deuda acumulada en los últimos años) y recién en tercer lugar ir dando una mayor flexibilidad al dólar ahorro” (informe del Estudio Bein, en Página 12, 5-4-15). Pidió “negociar con las empresas el programa de giros al exterior, utilidades y dividendos”. Y añadió: “A mi forma de ver, si entregás (dólares) sólo para importaciones, utilidades y dividendos y dólar ahorro sólo te van a quedar los yuanes en el BCRA” (Clarín, 13-4-15). Por eso, ante la insistencia de los periodistas, Bein defendió como “mal menor” el control de capitales y la emisión monetaria, en la medida en que pueden paliar temporariamente la escasez de dólares y el déficit fiscal (La Nación, 97-7-15)
Devaluación, subsidios y “pacto social”
Como todos los economistas del establishment, Bein considera que el peso está sobrevaluado. Como todos los economistas del establishment, sabe que eso no significa que la solución sea devaluar. No porque carezca de sentido económico, sino porque las condiciones políticas no dan. Por lo tanto, propone restablecer el equilibrio perdido por vías más tortuosas e indirectas, incluyendo un (también políticamente cuidadoso) recorte en los subsidios.
Por ejemplo, sostiene que “vengo planteando hace tiempo que con el actual tipo de cambio, al cual no le sobra nada, la Argentina no puede seguir cobrando impuestos a las exportaciones como está cobrando. Hay muchas formas de ganar competitividad a los efectos de favorecer las exportaciones. Podés incentivar por vía fiscal: yo ya he dicho que borraría de un plumazo las retenciones a las exportaciones de las economías regionales, las retenciones al trigo, y al maíz, aunque no las eliminaría del todo. Con la soja hay que monitorear, en función del precio internacional y de los costos internos” (La Nación, cit.).
¡Si parece que estemos escuchando a Melconian y demás Macri boys en su entusiasmo por eliminar retenciones! Y no sólo en ese tema: “Lo que es un problema es que el gasto público sistemáticamente crezca mucho más que lo que crece la recaudación de impuestos. En épocas difíciles (…) uno transitoriamente puede apelar a medidas expansivas del lado del gasto para sostener el mercado interno, para evitar que una situación internacional se transfiera a Argentina con un costo de desempleo alto. Ahora, la normalidad de la regla es que cuando uno tiene un déficit fiscal muy alto, uno tiene que trabajar en un plan gradual (…). Para mantener el superávit fiscal el gasto público debe crecer pero por debajo del crecimiento de la recaudación, ésa es una política fiscal prudente” (ídem). Y en otro informe, precisa que “el deterioro fiscal es consecuencia de un nivel de gasto público primario de la Nación (incluyendo provincias) 15 puntos porcentuales más alto que el promedio de los 90” (Página 12, 5-4-15). Como vemos, Bein es un abogado de la reducción del gasto público que no tiene nada que envidiarle a los halcones del macrismo.
Sin embargo, Bein es consciente de los límites políticos. Sobre los subsidios, acepta que “hay cosas que se pueden hacer y otras que no. No hay a la vista un retroceso del gasto; lo que hay a la vista es un crecimiento menor del gasto. Nadie en Argentina puede decir que va a pasar al equilibrio fiscal en uno o dos años. O el que lo intente hacer tiene que decir al mismo tiempo que la tasa de desempleo, que hoy está entre el 6,5% y el 7%, cuando uno haga eso suba al 10%. Los que quieran quedar bien con la ortodoxia y con la academia internacional le van a tener que explicar a un millón de argentinos que pierden el empleo. (…) El desafío es volver a una situación de mayor sostenibilidad fiscal sin romper la inclusión” (ídem).
En general, Bein sugiere en un informe reciente que “teniendo en cuenta la inflexibilidad de una parte del gasto a la baja, son los subsidios mal direccionados el componente del gasto que puede ser revisado”, recortando los subsidios a las tarifas eléctricas que benefician a sectores medios-altos y no tocar mucho los de transporte, aclarando que “las alternativas son siempre graduales”. (La Nación, 14-7-15). En esto, una vez más, no está solo: tanto los referentes económicos de Macri (Federico Sturzenegger) como de Massa (Ricardo Delgado) dicen casi exactamente lo mismo. Para Sturzenegger “el kirchnerismo deja mucho desorden en términos de tarifas, a través de subsidios a gente de altos ingresos y a empresas, pero se pueden hacer las correcciones de manera ordenada”, mientras que para Delgado “debe haber una reducción gradualista y progresiva de los subsidios por cuestiones de equidad y de política fiscal. Si se avanzara en este sentido, en cuatro años podría haber un cuadro tarifario normalizado para desarrollar infraestructura” (ídem).
El nivel de coincidencias entre los tres economistas es tan grande que todos consideraron que “la herramienta de la devaluación no resulta la más útil para corregir el problema de la competitividad, aunque la mayoría de los agentes económicos estén a la espera de una corrección”, y abogaron por una unificación del tipo de cambio sin devaluación brusca (ídem).(1)
Donde quizá sí haya una diferencia más clara sea en la propuesta de Bein de “pacto social” como herramienta para contener la inflación, acomodar los precios relativos (incluido el tipo de cambio) y sostener la “etapa industrial”. Una vez más, Bein reconoce los límites políticos que llevan al gradualismo: “Proponerse bajar la inflación abruptamente sólo se puede hacer con un ajuste, por lo tanto está descartado. Mi visión es llegar a un dígito al final de los cuatro años. (Bajaríamos la inflación) cuatro o cinco puntos por año. Eso incluye política de precios y de ingresos, con lo cual la presencia del Estado es irremplazable” (ídem).
Pero, ¿en qué consiste esa “presencia del Estado? Para Bein, citado por el periodista A. Zaiat de Página 12, “una aceleración de la puja distributiva con precios y salarios que se han ajustado año a año en la zona del 20-30 por ciento” debe ser frenada “gradualmente” (Página 12, 5-4-15). El nudo del plan económico de Bein (y del plan político de Scioli) consiste en “firmar un acuerdo social por dos años para ‘moderar en simultáneo la nominalidad a la cual gira la indexación de precios y salarios de la economía’. (Bein) sugiere que de ese modo se podrán aplicar esas medidas de ajuste ‘sin necesidad de forzar una caída brusca del salario real, lo que implica acuerdos con los sindicatos en un contexto de bajo desempleo, elevada capacidad de compra del salario y achatamiento de la pirámide salarial’”.
¿Es una novedad? No, en el fondo es lo que intentaron durante años tanto Néstor como Cristina Kirchner con la burocracia sindical, en reiteradas ocasiones. Sin éxito, porque las condiciones no estaban dadas para eso. La apuesta de Scioli-Bein es que, recesión y cambio de “etapa” mediante, y siempre de manera gradual, el nuevo gobierno pueda construir las nuevas relaciones de fuerza que necesita para que la “agenda de la inversión” pueda progresar sobre la única base capitalista posible: el aumento de la explotación del trabajo. No otra cosa significa el “acuerdo social por dos años” que haga pasar un ajuste sin una caída “brusca” del salario, sino gradual. Así, que no nos engañen los kirchneristas, los sciolistas o los que pasaron de un bando a otro: la “nueva etapa del proyecto” no implica “continuidad de la redistribución y el consumo”, sino ajuste salarial y mayor explotación para los trabajadores. Lo dice con (casi) todas las letras el principal referente económico de Scioli.
Marcelo Yunes
Algunos voceros del kirchnerismo, como el periodista económico Roberto Navarro, se dedican por estos días a ventilar el siniestro currículum de los garcas que asesoran y acompañan a Macri: Carlos Melconian, Federico Sturzenegger, Pablo Rojo, Pablo Guidotti, para no hablar de los que no integran el PRO pero son sus más rabiosos hinchas, como Broda, Carlos Rodríguez y el propio Cavallo.
Por supuesto, todo lo que dice Navarro es rigurosamente cierto: los Macri boys son un rejunte del peor menemismo neoliberal cipayo, y es el colmo del cinismo que Macri hable contra los que “nos gobiernan desde hace 25 años”, como si su elenco económico no fuera parte esencial de esa gente. Lo que Navarro, comprensiblemente, no difunde con tanto entusiasmo es la trayectoria de los economistas clave del candidato peronista-kirchnerista-progresista-del modelo (táchese lo que no corresponda) Daniel Scioli. Tomaremos sólo los dos más relevantes: Mario Blejer y Miguel Bein; casi con seguridad uno de los dos será ministro de Economía de Scioli si éste gana.
Para que nadie diga que nos dejamos llevar por la animosidad, pondremos los datos cronológicamente tal como aparecen en Wikipedia e Infonews, respectivamente, sin hacer absolutamente ningún comentario. De verdad que no hace falta.
Mario Blejer
Marzo de 2001. Vicepresidente del Banco Central de Argentina, abandonando su cargo como Asesor Principal en el FMI, tras 21 años en aquel organismo.
21-1-2002. A raíz de la renuncia de De la Rúa, Blejer fue nombrado titular del BCRA por el presidente Eduardo Duhalde, no sólo por su buena relación con figuras internacionales como el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan; el secretario del Tesoro, Paul O’Neill, y su adjunto, John B. Taylor, sino también porque se mantuvo entre los destacados economistas de la política argentina; además, había sido recomendado por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, y estaba cerca de diversos líderes como la congresista de centroizquierda Elisa Carrió y el economista de centroderecha Ricardo López Murphy.
Partidario de levantar los límites de retiro de dinero de los bancos (conocido como “corralito”), Blejer preparó un plan para lograrlo, también se revivió un plan para la dolarización de la economía argentina (el primero en sugerir esta política fue el ex presidente del Banco Central, Pedro Pou, en 1999). Sin embargo, estas políticas se encontraron con la oposición del nuevo ministro de Economía de Duhalde, Roberto Lavagna, y el 21 de junio del mismo año, tras cinco meses en el cargo, Blejer renunció.
Miguel Bein
En 1987, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, fue subsecretario de Pymes, y desde 1994 realiza la consultoría económica financiera. Junto a José Luis Machinea fundó en 1995 el estudio Machinea, Bein & Asociados, que en 1999 cerró sus puertas cuando ambos socios ingresaron a la gestión pública: el primero como titular del Ministerio de Economía bajo Fernando de la Rúa, y el otro como secretario de Programación Económica, ocupando a la vez el puesto de viceministro.