Las jornadas de junio de 2013 abrieron un nuevo momento político en el cual la correlación de fuerzas entre las clases, que era totalmente desfavorable para los trabajadores con los pactos conservadores de los sucesivos gobiernos del PT, comenzó a cambiar. Las manifestaciones con decenas de miles de personas no se repitieron después de junio pero la radicalización política del descontento empezó a ser cotidiana- según la propia policía militar fueron 430 manifestaciones en San Pablo desde junio.
Lo que hay que calibrar es hasta que punto el asenso actual del movimiento será capaz de superar definitivamente la situación reaccionaria que vivimos en los últimos años. Decimos esto, porque no podemos afirmar con todas las letras que vivimos una etapa totalmente distinta a la anterior, o sea, estamos en una situación política que combina elementos de ruptura y conservación. Una combinación de conservación del endurecimiento del régimen con una explosión relativa de pasividad de las masas, decimos relativa porque los trabajadores todavía no salieron a luchar, factor que sirve como contención para una explosión popular mas profunda y amplia, como las ocurridas en países vecinos (Argentina-Bolivia) a comienzos de los años 2000 o las rebeliones en el norte de África y de Europa a partir del 2011.
De ninguna manera queremos reducir la dimensión política abierta por las jornadas de junio, al contrario fueron una ruptura clara con la situación anterior y debe ser valorizada en toda su dimensión. Pero caracterizar sus límites es fundamental para que podamos tener una política para transitar el umbral que va de una situación de pre rebelión a una de rebelión, con letra mayúscula, que pueda cambiar totalmente la correlación de fuerzas. Es importante decir que esta situación de semi rebelión mediada estructuralmente por las condiciones económicas que se deterioran pero que no llegan todavía a una crisis aguda, corre serios peligros.
Desde junio el gobierno y la clase dominante vienen un trabajando en el sentido de revertir la situación política al momento anterior a junio por medio de varios mecanismos. En el primer momento el movimiento salió victorioso con la reducción del trasporte público en más de 13 ciudades, pero como el movimiento no se detuvo ahí y siguió durante la “Copa de las confederaciones”, el gobierno intento absorber la ola de protestas con la política divisionista del plebiscito, de reformas cosméticas en el congreso y la designación de una parte de las ganancias del Pre Sal para salud y educación.
Pero la energía política liberada en junio sumada a la crisis de los servicios públicos, del sistema de trasporte y el agotamiento del modelo económico social-liberal de la era Lula retroalimenta la situación política, y las manifestaciones continuaron cotidianamente durante el segundo semestre del año 2013 y siguen peligrosamente para el decisivo primer semestre del 2014.
La reacción arma la contra ofensiva
En este punto de la nueva situación política es que tenemos que dedicar el mayor esfuerzo militante, pues estamos cada vez más cerca de superar efectivamente la situación reaccionaria anterior y, contradictoriamente, también del peligro de una derrota (o de un conjunto de derrotas) que nos harían volver a una situación pre junio. Como las tentativas de absorción de la ola de indignación no fueron efectivas, la apuesta del gobierno federal y de los gobiernos de los estados fue de endurecimiento de la represión. Este cambio de actitud se verificó durante toda la huelga de los profesores de la red pública municipal de Rió de Janeiro durante los meses de septiembre y octubre, como fue también la dura represión de la marcha de estudiantes el día 15 de octubre (día del profesor) en San Pablo, en defensa de la huelga de los profesores, y por la destitución de Alckmin (gobernador del Estado de San Pablo)
El cambio de actitud del gobierno paulistano se verificó en la represión y el uso de balas de goma, que había sido prohibida desde junio del 2013, junto con la prisión de decena de estudiantes. Desde entonces asistimos a un proceso de endurecimiento en los niveles de represión y de los gastos exorbitantes en el aparato represivo, y de los pasos para “sofisticar” el aparato legal contra la lucha directa. Todo el aparato penal y la represión policial que es cotidianamente usada para contener a los pobres y negros de las periferias de las grandes ciudades, lo que evidentemente envuelve una gran dosis de ilegalidad, esta siendo volcada para reprimir las manifestaciones.
Esto se manifiesta en las 7 muertes desde las jornadas de junio, en el sistema de agresión física con lesión permanente en varios casos, y en los miles de detenidos de manera ilegal durante los últimos siete meses. Con la muerte del camarógrafo Santiago Andrade (durante la manifestación contra el aumento de pasajes de ómnibus el día 6 de febrero en la ciudad de Rió de Janeiro) se movilizaron, inmediatamente, todos los partidos de la clase dominante para sacar a la luz el retrogrado proyecto de ley antiterrorista. Se trata de un proyecto que pretende tipificar una acción política que no existe en suelo nacional como objetivo de profundizar la criminalización de cualquier manifestación de descontento social, tratando como terrorismo y endureciendo las penas hasta 30 años de cárcel para acciones que causen “pánico generalizado”. Es un proyecto tan reaccionario que hasta el gobierno fue obligado a intervenir en el sentido de que la formulación de esa ley no fuese tan escandalosamente anti manifestaciones.
Junio trajo como resultado innegable una generación de jóvenes estudiantes y trabajadores que entran en la escena política de forma victoriosa con la reducción del aumento de los pasajes. Este hecho se combina con un descontento de las masas, principalmente en las periferias de las grandes ciudades, por sus precarias condiciones de existencia.
Esto se refiere a la no recuperación de los índices de popularidad del gobierno, que a pesar de que se recuperó, no volvió a los niveles del 65% de aprobación antes de junio.
Es necesario colocarse a la altura de los desafíos actuales y romper con todo formalismo. Entramos en un momento de definición. Mantenemos un periodo relativamente largo de actividad política en las calles con las masas o volveremos a una situación reaccionaria de antes de junio.
También es preciso encarar el peligroso campo de lo improbable: cual será el efecto de la “Copa del Mundo” y de las elecciones de octubre en relación al descontento socio-político actual. No podemos dar una respuesta categórica a esta cuestión, por que creemos que los elementos que ahora aparecen, combinados con la realidad política nacional, no manifiestan todavía todas sus fuerzas.
Entonces la respuesta concreta solo puede ser dada por la incorporación de grandes masas de trabajadores en la acción política que podríamos presenciar en los próximos meses. Por ahora podemos afirmar que las manifestaciones contra el “mundial” en 2014, a pesar de la reducción de numero de los manifestantes, muestran que el empuje de junio aun esta con fuerza. Nao podemos dejar de considerar que son manifestaciones directamente contra la copa del mundo del fútbol (“pasión nacional”) y que, aquí tenemos un problema político a discutir en el sentido de que es necesario construir ejes de movilización que dialoguen más ampliamente con los trabajadores, que mantienen un numero considerable de participantes y el apoyo de más de 52 % de la población (dato de Datafolha)
Aquí entra el problema de la acción política de la izquierda, particularmente la izquierda que se coloca en el campo revolucionario, pues estamos delante de posibilidades efectivas de cambios políticos de fondo, por no decir históricos, y la mayores organizaciones de izquierda (PSOL Y PSTU) que manteniendo una combinación de electoralismo con sindicalismo, no tienen ninguna política para que el actual movimiento (aquí considerando las acciones de calle y los movimientos de conciencia política) supere limites que pueden significar, de no resolverse positivamente, terribles retrocesos.
No podemos dejar de citar el límite de esta nota, que es fundamental encarar de manera directa la ofensiva represiva contra el movimiento. Es necesario jerarquizar este tema y tomar las medidas concretas para la lucha contra esta saña represiva y contra los gastos de la copa (campaña que concentra los principales problemas políticos que la izquierda revolucionaria debe encarar) sea tomada por el conjunto de la izquierda. Hoy vergonzosamente la organización de lucha y convocación de lucha eminentemente política en el escenario nacional (contra los gastos de la copa) fue delegada para los sectores autonomistas y esta sometida las tácticas ultra izquierdistas.
Si no se romper con esa situación, las fuerzas represivas estarán en condiciones mucho más favorables para imponer el retroceso a la correlación de fuerzas pre junio. Por esto es necesario que la lucha contra los gastos de la copa sea tomada por el conjunto de la izquierda en un frente único y en un foro especifico para eso, o sea, es necesario construir concretamente un comité unificado contra los gastos de la copa para incorporar todos los sectores independientes del gobierno y los patrones.
La resistencia a la ofensiva reaccionaria del gobierno de Dilma y de los patrones dependerá de la masificación de las marchas, para eso es necesario desarrollar la más amplia convocatoria con ejes políticos que atiendan los intereses de la mayoría de los trabajadores y de la juventud en el próximo acto contra los gastos públicos en la copa. Este comité unificado debe colocarse a la altura de la realidad y discutir, la autodefensa del movimiento. Estamos en un momento que exige políticas concretas para ese tema. Las corrientes políticas que se colocan en el campo del marxismo revolucionario no pueden apenas criticar abstractamente las tácticas ultra izquierdistas como hace el PSTU.
En momentos de definición, como los que vivimos, es necesario tener una perspectiva critico-practica o sea comprender las necesidades concretas de las acción política de las masas y hacer los esfuerzos para estar a la altura de ellas, y esto pasa por la discusión conciente de cómo, de acuerdo con las condiciones reales del momento organizar la defensa del movimiento contra la represión policial.
Praxis