Recién iniciada la campaña formalmente para las elecciones del 25 de octubre, las fuerzas del FIT (cada una por su lado, como siempre) están dando forma al perfil que presentarán ante el electorado. Y la conclusión que se impone es que ni el FIT ni los partidos que lo componen, por motivos distintos, están dando en la tecla de lo que a nuestro juicio debería ser un aprovechamiento revolucionario de una campaña electoral presidencial. No es una crítica caprichosa, ni significa que todo esté mal. En el material de campaña se encuentran a menudo aspectos parciales correctos e incluso spots bien logrados sobre puntos específicos. Lo que cuestionamos es el tono general de la campaña, o más bien de las campañas, porque la del PTS y la del PO parecen de partidos que se presentan por separado, no matices propios de un frente común.
PTS: mucho “politicismo”, algo de obrerismo, nada de socialismo
Siguiendo la tónica de la campaña de las PASO, cuyo perfil evidentemente, a la luz de los resultados, consideró un acierto, el PTS intenta hacerse fuerte en una combinación de denuncia a la “casta política” (expresión que repiten cada vez que pueden) y algunas medidas específicas, como el plan de viviendas. Lo que se echa de menos en la campaña “Del Caño presidente” es la salida de fondo, es decir, quién tiene que gobernar y haciendo qué. Porque en sí mismo no está mal, por supuesto, presentarse como la izquierda que está con las luchas obreras, ni es reprochable proponer ciertas leyes de contenido progresivo en diversos planos (salud, educación, vivienda, etc.). Pero si esas medidas quedan simplemente como proyectos para el Parlamento que viene, y si el rol de las luchas obreras es sólo el reclamo sindical más darle lustre a la izquierda, la conexión entre la clase trabajadora y las transformaciones profundas de la sociedad (incluidas esas medidas) queda irremediablemente perdida.
La campaña del PTS no establece, ni en los materiales de campaña ni mucho menos en la cabeza de los votantes o electores en general, ningún vínculo entre consignas como “que los diputados y funcionarios políticos sean revocables y cobren como una maestra”(1) o “plan de viviendas para las tres millones de familias que viven en forma precaria, financiado con impuestos a las grandes fortunas”, por un lado, y la movilización de los trabajadores, por el otro. El único nexo real entre ambos planos es… el PTS.
Es cierto que correctamente se denuncia el ajuste que preparan los candidatos burgueses, e incluso se hace alguna mención a la idea de que “gobiernen los trabajadores” (aunque no se diga qué nombre tiene ese sistema político). Pero allí donde el PTS cree que puede pelear cargos parlamentarios o comunales, desaparece toda veleidad revolucionaria o socialista y la campaña desciende al vuelo de gallina donde “Fulanito al Congreso” tapa todo lo demás… exactamente igual que sus socios del PO, como veremos más abajo. Algo que, como señalamos muchas veces, es criminal en una campaña presidencial, por más que los puestos “expectables” sean los parlamentarios.
Párrafo aparte merece la encendida denuncia que hace Del Caño del “sistema fraudulento de acoples en Tucumán”, incluso sosteniendo que la resolución inicial de la justicia tucumana (luego revocada por la Corte provincial) de anular la elección era consecuencia de “ocho grandes movilizaciones”. Primero, digamos que nunca vimos a Del Caño denunciar con pareja furia el sistema de las PASO, que es infinitamente más antidemocrático (y peligroso para la izquierda) que el acople tucumano. Y segundo, al no distinguir nítidamente que todos los sectores judiciales son parte de una puja interburguesa que no refleja en lo más mínimo ninguna “gran movilización”, se pone casi en el mismo lugar que el PO de sumarse al bando de derecha en su pelea con el kirchnerismo. Cierto que, a diferencia del vergonzoso planteo del PO de “nuevas elecciones”, al menos el PTS propone una Asamblea Constituyente. Estas definiciones poco claras sugieren que, ahora a la cabeza del FIT, el PTS, aun siendo más cauto que su socio, no está para nada exento de cometer los mismos dislates oportunistas que caracterizaron al PO.
PO: la campaña virtual y la real
A diferencia del PTS, el PO intenta (¡tarde amanecimos!) una cierta reflexión sobre las responsabilidades políticas que le caben en esta campaña a la izquierda y al FIT. Es el caso de la columna de Marcelo Ramal en Prensa Obrera 1382, titulada justamente “El lugar del Frente de Izquierda en la crisis”. Allí se argumenta que “en la apreciación popular de la crisis, y en los desplazamientos electorales que emerjan de ella, el Frente de Izquierda no puede ser un espectador pasivo”, preocupación que el PTS no parece tener.
Sin embargo, el planteo de Ramal, aunque no carece de mérito, tiene dos problemas. El primero es que parte de una base de lo más dudosa: “Después de los logros políticos que alcanzamos, el FIT tiene una autoridad conquistada para explotar la crisis económica y política”. Lamentamos discrepar: el único “logro político” real del FIT es su instalación electoral como fuerza de izquierda y sus puestos parlamentarios, y si de algo definitivamente carece es de “autoridad conquistada” en el movimiento de masas, al tratarse de un “frente” cuyos socios principales no han dejado de chocar prácticamente en cada instancia política relevante en los últimos dos años.
Es cierto que Ramal intenta dar cuenta del momento actual de cambio de período político y económico en el país, en un contexto internacional también con novedades y preanuncios de crisis (tema que desarrolla en otra columna, “Los tres ajustadores en estado de pánico”, también en PO 1382). Al respecto, sostiene muy atinadamente que “a las medidas desesperadas y sin futuro del gobierno para contener el derrumbe –y trasladarle sus consecuencias a las masas– le oponemos la defensa del salario, de las jubilaciones y del derecho al trabajo, sobre la base de una reorganización económica dirigida por los trabajadores. Esa reorganización exige nacionalizar la banca y el comercio exterior, para terminar con la fuga de capitales, y el desconocimiento de la deuda usuraria”. Y agrega, citando el Manifiesto del FIT (en realidad, del PO), que “‘Argentina enfrenta, de nuevo, una crisis económica y una crisis del conjunto del Estado. La campaña electoral hacia el 25 de octubre gira enteramente acerca de la salida a esta situación’. Esta caracterización, que encabeza nuestro Manifiesto político para estas elecciones, debe servir para encarar estas cuatro semanas de campaña” (cit.).
La caracterización en cuestión nos parece exagerada, como suelen serlo las formulaciones del PO. Así, Ramal se refiere a “las poderosas manifestaciones de descomposición de los bloques políticos que se disputan la sucesión presidencial”, las “tendencias a la disolución política” y a que “Scioli-Macri-Massa están parados sobre un tembladeral económico y político”. Pero si dejamos de lado las habituales hipérboles del PO en los análisis, coincidimos totalmente con las medidas que propone Ramal, que representan un perfil programático mucho más integrado y coherente que el del PTS, y que desde el Nuevo MAS también hemos defendido en la campaña de las PASO.
El segundo y gran problema respecto de estas excelentes enunciaciones es que, lejos de “presentar esta perspectiva con una campaña de actos públicos, de agitaciones y charlas en las puertas de lugares de trabajo, en colegios y facultades” (cosa que aplaudiríamos calurosamente), toda la campaña del PO se basa en conseguir diputados. Casi no hay otra cosa en los afiches, en las apariciones de sus figuras públicas y sobre todo en la orientación militante.
No se trata aquí de sostener un antiparlamentarismo infantil. No se equivoca Ramal cuando dice que “la conquista de nuevas bancas para al Frente de Izquierda debe valorarse como tribunas cruciales para la propagación de un programa y de una salida frente a la crisis capitalista. A ese mismo carácter debe apuntar la campaña electoral” (ídem). Lo que cuestionamos es que justamente esa propaganda del programa y la salida no están en el centro de la campaña. Por el contrario: el perfil político de campaña es, en lo esencial, rogarle al electorado que le dé parlamentarios al FIT (y al PO). Con lo que volvemos a otro clásico del PO: una campaña casi “privada”, para la militancia, con ejes más o menos correctos, y una campaña pública, para las masas, totalmente oportunista.
Dejamos para el final un asombroso brote de parlamentarismo de Jorge Altamira. En su artículo “Un zorro en el gallinero” (PO 1382), sobre el tema de la ley de “blindaje” de las acciones de la ANSeS, dice esto: “El proyecto en cuestión tiene como positivo transferir al parlamento decisiones que son atributos de la camarilla del Ejecutivo. (…) La parlamentarización del Fondo de Garantía debería ser, sin embargo, completa: que se necesiten los dos tercios para vender tanto acciones como bonos. (…) El proyecto debería incluir la aprobación parlamentaria para la emisión de deuda, como lo exige por otra parte la Constitución nacional. La ausencia de estas disposiciones demuestra claramente que el proyecto es una cortina de humo para la gigantesca estafa que se está procesando con la compra, venta y emisión de la deuda pública”.(2)
La similitud con el tono que podría tener cualquier politicastro burgués, y la candorosa confianza que exhibe Altamira en el funcionamiento de la Honorable Cámara de Diputados (como si fuera tan distinta de “la camarilla del Ejecutivo”) son francamente bochornosas para un político socialista revolucionario. Suponemos que se trata de un exceso polémico, pero el contraste entre esta verdadera fiebre de parlamentarismo “democratizante” y el programa que defiende el Manifiesto del FIT (PO) es tan brutal que la campaña de “que la Ciudad también tenga diputados de izquierda” resulta, por comparación, de un oportunismo mucho menos indigesto…
Marcelo Yunes
Notas