Luis Bermúdez
“Hitler no quería exterminar a los judíos en aquel momento [noviembre de 1941], quería expulsarlos”(Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, hablando en el 27º Congreso Sionista).
Lo que acaba de ocurrir podría parecer ridículo si no fuera la expresión destilada del carácter genocida de la población palestina que es característico del Estado de Israel.
Su primer ministro, BenjamínNetanyahu acaba de declarar, horas atrás y ante un “Congreso Sionista”, que no sería Hitler el que decidió la “Solución final” de la población judía de Europa, sino el Muftí de Jerusalén, Haj Amin Al-Husseini, el que lo empujó a ello, una exculpación escandalosa del nazismo que no resiste la menor prueba histórica.
En realidad, aunque sorprenda, la sorpresa no debería ser tan grande, porque integrantes del mismo partido del Primer Ministro (o de su coalición de gobierno), han declarado en otras oportunidades que Israel “debería hacer como Hitler” y exterminar de una vez por todas a la población palestina.
Como señalamos, estas declaraciones lo único que expresan es, paradójicamente, el propio carácter genocida del Estado de Israel; el hecho que se haya fundado sobre la expulsióny opresión de la población originaria de Palestina.Pueblo palestino que, a pesar de todo, desde 1948 ala fecha, viene dando pelea, como parece expresarse ahora en la emergencia de una tercera Intifada.
De ahí, entonces, estas aberrantes declaraciones, que prácticamente exculpa a Hitler y el nazismo por el genocidio judío, posiblemente el más inmenso crimen contra la humanidad de la historia, resultando ser que su autor habría sido una autoridad palestina de Jerusalén de aquellos años.
Es verdad que como subproducto de la demagogia hitlerista sobre algunas nacionalidades oprimidas del “tercer mundo” durante la Segunda Guerra Mundial, figuras como el Muftí hayan “coqueteado” con el nazismo(llegando a aberraciones como poner en pie una división musulmana croata para pelear contra las guerrillas comunistas de Tito en Yugoeslavia).
Pero desconocer a Haj Amin Al-Husseini como una autoridad del pueblo palestina (guste o no, lo fue) y, para colmo, hacerlo responsable de la “Solución final”, es un escándalo que solo puede estar expresando, insistimos, el verdadero carácter de limpieza étnica del Estado de Israel.
La verdad histórica
Pero detengámonos ahora, sumariamente, en la verdad histórica de los acontecimientos que rodearon la “Solución final”. Es conocido que el plan de exterminio final del judaísmo en Europa oriental (luego cada vez más extensivo al resto de Europa), se resolvió en la famosa “Conferencia de Wannsee” a comienzos de 1942.
Varios analistas han señalado que esta “solución” exterminadora se revolvió en función de necesidades no solo ideológicas sino “materiales”: conforme la guerra en el “Frente oriental” se hacía interminable y, a la vez, no se encontraba dónde desplazar a la población judía “sobrante”, se resolvió, lisa y llanamente,eliminarla.
Es a partir de ahí donde se ponen en pie loscampos de exterminio (diferenciados de los campos de concentración, a priori no dedicados específicamente al exterminio de sus detenidos), se montan las cámaras de gas y los crematorios.
Historiadores serios del nazismo como Kershaw también señalan, como el giro abiertamente genocida del nazismo se va radicalizando conforme comienza a perder la contienda. En realidad, toda la campaña de Rusia, la Operación Barbarroja, fue planificada desde el comienzo como una guerra de una nueva naturaleza, no convencional, sino contrarrevolucionaria y de exterminio.
El avance de la Wehrmacht hacia el Este fue seguido de cerca por los siniestros Eitzangruppen, que no eran otra cosa que “grupo de tareas” encargados de asesinar masivamente a los comisarios políticos del Ejército Rojo, a judíos, gitanos y a la población eslava en general.
Dichos grupos genocidas llegaron a producir asesinatos en masa de una magnitud inconmensurable, como la masacre de Babi Yar, Ucrania, cuando en las jornadas del 29 y 30 de septiembre de 1941 (¡antes que Hitler se reúna con el Muftí!) asesinaron 35.000 personas.
Sin embargo, con estos métodos no se daba abasto para eliminar una población de millones de seres humanos. De ahí que en la “Conferencia de Wannsee” se haya resuelto, finalmente, un método más racional de asesinato: la masacre industrializada de los campos de exterminio.
El genocidio tuvo su apogeo durante los años 1942, 1943 y 1944, llegándoseeste último año a la tragedia del pueblo judío de Hungría y Rumania, donde fueron exterminados casi medio millón pocos meses antes del final de la guerra.
Esto no quita, sin embargo, que como figura burguesa que era, el Muftí de Jerusalén no hubiera apelado a las componendas con Hitler y que, a la vez, deje de ser históricamente cierto que haya colaborado con la puesta en pie de una división de las SS de musulmanes croatas que masacraron poblaciones y enfrentaron a las guerrillas comunistas de Tito.
En todo caso, las autoridades del Estado de Israel deberían prestarle atención a sus crímenes actuales contra el pueblo palestino y, además, dejar de esconder bajo la mesa la responsabilidad siniestra de las autoridades judías que en toda Europa ocupada por los nazis, colaboraron con estos (¡salvo contadas excepciones!) en censar, empadronar, reunir en guetos y luego deportar a los campos de exterminio a la mayoría de la población judía a su cargo…
Esta es una verdad histórica probada; así como también están probas las responsabilidades del nazismo en los campos de exterminio que desmienten el renovado “negacionismo” del primer ministro israelí.
Las escandalosas declaración de Netanyahu, en todo caso,aparecen como una muestra más del verdadero carácter genocida del Estado de Israel, cuyas autoridades llegan al extremo exculpar al nazismo con el objetivo de legitimar su opresión sobre el pueblo palestino.