“(…) Scioli comenzó un tenue y claro giro verbal para tomar distancia de los doce años de kirchnerismo que terminan. ‘La sociedad no está pidiendo un líder revolucionario’, repite. ¿Qué harían entonces, después del 11 de diciembre, los ‘pibes para la revolución’? ¿Se notificarán que la revolución es breve? También promete ‘normalizar el país’, lo cual significa, en los hechos, la aceptación de la anomalía argentina de la última década. Sólo se puede normalizar lo que es anormal” (Joaquín Morales Solá, La Nación, 21-10-15).
Escribimos este editorial a pocos días, horas más bien, de la elección presidencial. En nuestra edición anterior ya adelantamos nuestro pronóstico de que nos parece más probable un resultado en primera vuelta aunque, al mismo tiempo, nada permite descartar una segunda.
Es que los analistas insisten que la diferencia de diez puntos entre Scioli y Macri no se va a reducir (por cuenta de la votación que conseguirá Massa), pero también señalan la dificultad del ex motonauta de perforar el “techo” del 40%, razón por la cual el final sigue abierto: no se puede descartar que ocurra, finalmente, una segunda vuelta, aunque un triunfo de Scioli en primera nos siga pareciendo la perspectiva más probable.
De todos modos, y atendiendo a la idea que hacer pronósticos a horas de una elección es un ejercicio estéril (¡más estéril todavía cuando nuestro partido quedó marginado de la campaña electoral por la ley proscriptiva y, por lo tanto, nuestros “reflejos” son más distorsionados!), nos dedicaremos a abordar algunas cuestiones que hacen a las perspectivas más generales.
¿Polarización?
De todos modos, no a modo de pronóstico pero sí de evaluación de cómo funciona el antidemocrático régimen electoral argentino, nos permitiremos hacer algunas consideraciones sobre la orientación del voto de último momento.
En algunos lugares de trabajo varios compañeros han señalado que en las últimas horas han aparecido elementos de una posible polarización electoral, esto por cuenta de los conocidos mecanismos del voto útil y/o del voto castigo.
No podemos anticipar si este fenómeno se concretará o no. Lo que sí podemos afirmar es que la configuración antidemocrática del régimen electoral argentino, a la vez que le ha sumado la ley electoral proscriptiva de las “internas obligatorias”, posee otro elemento restrictivo(que viene desde la reforma constitucional de 1994), y que tiene que ver con el mecanismo del balotaje.
¿Cuál es el objetivo de este mecanismo?: reforzar el presidencialismo del régimen político argentino. Ocurre que, en otros regímenes electorales, simplemente o se gana por mayoría simple (es decir, a partir de una primera minoría), o se obtienen mayorías vía parlamentaria. Es decir: las fuerzas sacan sus votos y luego, en el parlamento, se resuelve de manera “indirecta” quién será el presidente (o primer ministro).
Sin embargo, en el caso del balotaje, lo que se busca es lograr una clara mayoría electoral de la mitad más uno (en el caso de la Argentina, es te efecto se pretende lograr alcanzando el 45%, o con el 40 y una diferencia de más de diez puntos con respecto al segundo), lo que refuerza la institución presidencial, porque el titular del Ejecutivo aparece consagrado con una votación proporcionalmente más alta que la que obtendría en otras condiciones.
¿Qué consecuencias tiene esto a la hora del voto? Simple: la eventualidad de meter a los votantes dentro de los mecanismos del voto útil o el voto castigo de manera tal de votar a cualquiera –al que tiene más posibilidades- para desplazar al gobierno existente o, viceversa, de votar al gobierno existente como mal menor para evitar caer en el balotaje. Es decir: ayuda a reforzar una lógica electoral “binaria”.
No está claro que este fenómeno vaya a ocurrir el 25. Posiblemente, la actual campaña electoral “descremada”,contradictoriamente amortigüe los efectos perversos de este régimen electoral, facilitando que la elección de la izquierda no se vea “avasallada” por esta realidad, por estos mecanismos, concretando la importante votación que de alguna manera se espera.
De cualquier manera, y como señalamos en nuestro comunicado de voto crítico al FIT (ver en esta misma edición), si bien el frenteha sumado algunos spots de último momento contra el “voto útil” a Scioli o Macri (según sea la preferencia del elector), si de algo muy importante ha carecido el FIT en toda su existencia, es de alguna delimitación del régimen electoral antidemocrático que domina en el país.
Lamentablemente, más que delimitarse, se ha adaptado de alguna manera a él, lo que es de gravedad para corrientes que se consideran revolucionarias.
¿Un giro conservador?
Otro elemento nos interesa colocar aquí: es el que habla de las relaciones de fuerzas que imperan en el país. ¿Cómo se expresará esto en el distorsionado terreno de las elecciones el domingo próximo?
Se trata de un interrogante de suma importancia. Es que el kirchnerismo -como “hijo burgués del Argentinazo”, tal cual lo definimos una década atrás- sirvió para mediatizar pero a la vez fue la expresión de un determinado proceso político: ese mismo proceso fue su “condición de existencia” y justificación.
Para decirlo de manera más sencilla: el tratamiento “progresista” de los asuntos, las determinadas concesiones que se le hicieron al movimiento de masas a la vez que se mantuvo el país 100% capitalista, fueron su rasgo característico.
Pues bien: cuando la burguesía a coro reclama “un país normal”, lo que está diciendo es, justamente, que no ve más razón (¡y esto hace varios años ya!), para seguir sosteniendo un gobierno de este tipo, para que la Argentina siga siendo un país “anormal”.
Es aquí donde entran (en toda su lógica y/o racionalidad) las candidaturas de Scioli, Macri y Massa. ¿Cuál de los tres será en definitiva el encargado de resolver el pleito, la contradicción subsistente desde el 2001?
No se trata que la Argentina no haya avanzado muchísimo por la senda de la “normalización” desde aquella época. El mismo año electoral de calma chicha que hemos vivido, la misma transición desacostumbradamente sin crisis general que se está viviendo, es un indicador de cuanto se ha avanzado por esta senda, de la cantidad de tiempo pasado en la reabsorción de dicha rebelión.
Sin embargo, también es verdad que esta reabsorción ha sido mayormente “incruenta”, sin grandes derrotas, sin que las relaciones de fuerzas generales entre las clases hayan variado en gran medida. Y que, de alguna manera, el grado en que puedan ser modificadas de manera conservadora, permitiría tanto un país más normal, como una implementación más decisiva de las medidas de ajuste económico.
De ahí que cuán conservadora sea la elección, hasta dónde llegue el giro al centro electoral que se está evidenciando, no sea un elemento secundario: expresaría o anticiparía de alguna manera, un giro conservador de las relaciones de fuerzas en su conjunto las que, de todas maneras, deberán siempre probarse en el terreno concreto de la lucha de clases.
De ahí, entonces, lo que señalábamos en nuestro editorial anterior: no sería, a priori, exactamente lo mismo que ganaran Scioli o Macri (menos que menos, Massa, dada la campaña abiertamente reaccionaria que ha desarrollado); sería la expresión electoral distorsionada, la anticipación, de una eventual modificación de las relaciones de fuerzas hacia un lado o el otro.
¿Sciolismo o kirchnerismo?
En realidad, en la eventualidad de que Scioli gane la elección, es en el seno del mismo “sciolismo” donde estará concentrada la contradicción. Es que el mismo Scioli, de imponerse, es el que debería arbitrar para donde irá el péndulo político, sin que quede del todo claro qué proporción de conservadurismo y de progresismo habrá en su votación.
Es decir: son inevitables elementos de conflicto en el seno del FpV en la medida que la contradicción que estamos señalando deberá ponerse a prueba, por ejemplo, en materia de ajuste económico y respuesta a los conflictos sociales.
Desde ya que si el contexto económico no se deterioramás aceleradamente, si el futuro gobierno acuerda con los buitres y logra financiamiento externo, o logra un gran blanqueo de capitales, o lo que sea, tendrá un “colchón” mayor para amortiguar las contradicciones sociales, y, también, las contradiccionesen el seno del propio oficialismo.
¿Pero qué pasará si esto no es así?¿Si un eventual gobierno de Scioli debiera lanzarse a un ajuste en regla y a reprimir las luchas sociales?
Atención: que no se entienda con esto que los K tiene siquiera una molécula o un átomo de progresistas realmente; sólo que su configuración política como corriente ha sido realizada en demagógico diálogo -por así decirlo- con las tendencias en obra la última década; si abandonara ese tipo de “veleidades”, de alguna manera pondría en juego su razón de ser como corriente burguesa tal (aunque, ojo, en el peronismo esto ya pasó mil veces, así que no es nada descartable que los Kgiren a la derecha también).
En síntesis, incluso aunque en primera o segunda vuelta finalmente se imponga el voto “conservador progresista” de aquellos sectores de los trabajadores que desean que todo siga más o menos “igual” a como están las cosas, un eventual gobierno de Scioli se vería obligado a resolver el “enigma” que se encuentra detrás de la cara “indescifrable” que ha mostrado en la campaña electoral.
Scioli ha dicho a los empresarios en el coloquio de IDEA que “no se hagan problema”, que “no van a faltar dólares”, que “el país va a exportar más que nunca”, que “lloverán las inversiones”. ¿Cómo? ¿Por qué arte de magia logrará estos resultados?
Es en esa contradicción, en ese “nudo”, donde se juntan economía y política: las urgencias económicas del país burgués plantean una “normalización política”; plantean tomar medidas antiobreras y antipopulares. Y será en ese escenario donde se pondrá a prueba el verdadero carácter (más o menos reaccionario) del próximo gobierno, sea quien sea que gane la elección de los presidenciables.
Preparemos la “tercera vuelta social”
Finalmente, nos queda una reflexión sobre la izquierda. Ya hemos señalado (en nuestra edición anterior) que consideramos que el Frente de Izquierda se encamina a una elección de importancia. El grado de instalación logrado en las últimas semanas, así como la ventaja de ser la única expresión de la izquierda el 25 (¡aprovechándose de manera sin principios de la ley proscriptiva!), sumado al hecho que se presenten sólo seis candidaturas presidenciales, le dan la posibilidad de obtener un buen resultado el domingo.
Cuán buen resultado, eso es imposible saberlo; no somos adivinos. Y, además, para los delirios autoproclamatorios del PTS y el PO (¡después de vencer en la interna, es ahora el PTS el campeón de la autoproclamación dentro del FIT!), no podemos saber si esto se contabilizará en 1, 2, 3, o “decenas” de nuevos diputados…
En todo caso, de una cosa sí tenemos certeza. Cuando en Intratables el martes pasado Jonatán Viale le espetó a Del Caño “porqué se negaban a integrar al Nuevo MAS al FIT”, este sólo pudo balbucear una respuesta incomprensible y pasar de lado el tema.
Además, cuando la fallida reunión de nuestro partido con el Frente de Izquierda (y como rechazo al planteo de realizar una reunión para discutir el ingreso de nuestro partido a dicho frente), un representante de su mesa de conducción nos respondió: ¿para qué quieren entrar, si el FIT es un frente sólo electoral?
Precisamente: el interrogante es hasta cuándo el FIT seguirá funcionando como unamera cooperativa electoral. Cooperativa que en el terreno de la lucha de clases funciona como una “máquina de impedir”. Es decir:no come ni deja comer. Porque, por un lado, impide acuerdos más de conjunto con otras fuerzas para impulsar las luchas; pero, al mismo tiempo,sus integrantes no se ponen de acuerdo en nada para que las luchas den, al menos, un paso adelante…
La apertura de un debate real con nuestro partido sería progresiva de conjunto porque pondría sobre la mesa la discusión no sólo de la naturaleza del FIT (naturaleza puramente electoralista que seguirá sin cambiar si vuelven a tener un gran éxito electoral, pero que podrían entrar en crisis si este éxito no es tan importante como sus componentes esperan), sino más importante aún, qué rol tendremos las corrientes de la izquierda clasista frente a las luchas que se vienen en el 2016.
Nuestro partido pondrá toda la fuerza que ha venido acumulando estos últimos años,y el incremento que se está produciendo en sus filas a estas horas, al servicio del triunfo en las peleas contra el gobierno de la “normalización nacional” que se viene gane quien gane la elección. No hay tarea más importante desde el 26 que preparar la “tercera vuelta social” para enfrentar el ajuste que viene.