Por Fernando Dantés
No hay quien no se haya quedado estupefacto frente a los resultados que arrojó la jornada electoral del 25 de Octubre. Los inesperados números fueron bien distintos a todas las previsiones, dentro y fuera de la izquierda. Este solo hecho deja bien claro que toda previsión política, toda caracterización de la evolución futura de las cosas (particularmente en el volátil terreno electoral), tiene necesariamente un carácter general (1), que es imposible “atrapar” a priori la totalidad de las determinaciones de la realidad. Más aún si quienes hacen los análisis son pequeñas organizaciones como los actuales partidos de izquierda, con aún pocos lazos orgánicos con las grandes masas.
Sin embargo, no hay forma de hacer política sin previsiones, sin caracterizaciones. Si prescindiéramos de ellas no tendríamos la capacidad de mirar más allá de nuestras narices. Un partido revolucionario debe utilizarlas como “hoja de ruta”, como guía de acción, sin perder la flexibilidad necesaria frente a cualquier viraje inesperado de los acontecimientos. Pero para poder hacerlo correctamente hay que “mirar cara a cara la realidad”, ser en extremo minuciosos y jamás, bajo ningún punto de vista, confundir los deseos con la realidad.
Este último ha sido en exceso el modus operandi del PO y el PTS, tanto en sus previsiones pre electorales como en sus respectivos balances. Cada cual tiene sus características. El PO es bastante conocido por sus ya típicos análisis “catastrofistas”. De la “disolución del peronismo” al “ascenso imparable de la izquierda”, no hay factor de la realidad que los compañeros no vean a través del caleidoscopio de sus propias exageraciones. El caso de los compañeros del PTS es diferente. Se caracterizan por ser más equilibrados en los análisis generales… pero todo se distorsiona cuando se trata de su ombligo. En ese caso siempre, invariablemente, recurren al inflador. Se podría decir que su actitud es la del “enamoramiento frente a su ombligo” y la del intento de vender esas exageraciones al resto de la vanguardia.
A pesar de los matices, ambos comparten una característica común: la realidad está siempre cortada a la medida de la propia conveniencia. Esta orientación, necesariamente, tiene consecuencias en la política y en la actividad cotidiana. Particularmente en el terreno electoral, ambas fuerzas han hecho escuela en este método, que nada tiene que ver con las mejores tradiciones del marxismo.
La poesía épica del PTS
Hay que decir que, cuando se trata de analizar su lugar en la realidad, el PTS ha sabido recuperar una vieja tradición. No se trata de la tradición realista y minuciosa del marxismo, sino la de la demagogia política, que como decía Gramsci, atrapa primero que nadie a quien la formula. “Una disputa histórica”, “El Frente de Izquierda a una semana de la historia” son algunas de las afirmaciones que el PTS salió a vender por el mundo.
Tratándose de los balances de su propia performance electoral, la exageración demagógica se aprecia en toda su extensión. Lo hacen apoyándose en ciertas verdades o “medias verdades”. Su balance de los resultados cosechados el 25 de Octubre sería que “se trata de la mejor elección presidencial de la izquierda desde 1983”. Así dicen en su diario digital, en un artículo fechado el 27 de Octubre. Esto no solamente es falso, porque en puridad, en porcentajes de la izquierda, la de las PASO presidenciales de este año arrojaron un porcentaje mayor (¡salvo que para el PTS, como para la burguesía, esa elección no tuviera importancia salvo para aplicarle la regla proscriptiva!), sino que por añadidura deja completamente de lado dos cosas de importancia: los objetivos que el propio PTS se había puesto y, sobre todo, el lugar efectivo que tuvo la elección del FIT en el escenario general.
En primer lugar está el asunto de los objetivos que los propios compañeros se habían puesto. En una nota titulada “Una izquierda que se plante y pelee el voto de millones” del 13 de Agosto pasado, afirmaron que “…hacia las elecciones generales de octubre ambicionamos conquistar dos millones de votos”. El problema de este objetivo es que no tenía otra base que los deseos del PTS. De ninguna manera está mal ponerse objetivos ambiciosos. Lo que es sencillamente autoengañarse es lanzar al aire números delirantes sin ninguna base de sustentación. También llegaron a afirmar que estaban en condiciones de “alcanzar un interbloque de siete u ocho diputados” (“El Frente de Izquierda a una semana de la historia”, La Izquierda Diario, 17 de Octubre de 2015). Tomando la posta de la tradición autoproclamatoria de las “sectas”, los compañeros hicieron estas afirmaciones dejándose llevar por una borrachera electoral (¡borrachera oportunista, por otra parte!), lo que los hizo perder de vista un criterio básico: la lucha de clases. ¿Cómo pretendían los compañeros dar semejante salto en medio del clima de pasividad y conservadurismo que caracterizó a estas elecciones?
La pérdida de todo criterio serio de análisis tuvo su centro en sus afirmaciones acerca de su desempeño en Mendoza. Llegaron a decir que buscaban alejar a la izquierda “del carácter testimonial que quiere reservarle el sistema. Es decir, generalizar la experiencia de Mendoza, cuestión que comenzó a suceder en estas PASO.” (“Consolidación y sorpresa en el FIT”, 21 de Agosto). También dijeron: “Las elecciones de todo el 2015 confirman la continuidad de una identificación política entre el FIT y sectores amplios de los trabajadores, las mujeres y la juventud. No es ‘moda’. Que no se trata de un fenómeno pasajero lo evidencia el simple análisis de los votos.” (LID, 10 de Octubre) ¿En qué sentido la izquierda en Mendoza habría dejado de “ser testimonial”? ¿Por qué estaría asegurado que no sea “un fenómeno pasajero”? Si somos serios, ambas preguntas deberían ser respondidas con la misma respuesta: porque la izquierda revolucionaria dio un salto en calidad en sus lazos orgánicos con sectores de masas. No parece estar aconteciendo esto en Mendoza. En el segundo artículo los compañeros hacen referencia a otro (del 1ro. de Septiembre) en el que nombran a algunos individuos de la clase trabajadora mendocina que se habrían organizado y reunido alrededor del PTS. Esto está muy bien: dar pasos en la inserción de vanguardia entre los trabajadores es una tarea imprescindible. Pero decir que eso responde a las dos preguntas que formulamos más arriba sería simplemente un dislate. Para que así sea, la inserción de los revolucionarios entre los trabajadores debería pasar de las “unidades” al terreno de la estadística: cantidades de sindicatos y comisiones internas, porcentaje de trabajadores organizados en relación al conjunto, etc. Los compañeros harían bien en ver el fenómeno mendocino en el espejo del PO en Salta.
La calma electoral, la estabilización K del país, la baja (o muy baja) intensidad de la lucha de clases debían reflejarse necesariamente en los resultados. Y el giro conservador fue lo bastante fuerte para poner las cosas en su lugar. Por supuesto: la elección del FIT y Del Caño fue digna teniendo en cuenta los patrones históricos de la izquierda; el difícil contexto (mucho más polarizado de lo que se esperaba), la dificultad propia de la participación en las elecciones burguesas para partidos revolucionarios, etc. Desde el Nuevo MAS decimos las cosas como son, no tenemos ninguna necesidad de disfrazarlas según lo dicte alguna necesidad momentánea. Pero este hecho no nos hace perder de vista que los anuncios de una elección “histórica” no tenían visos de realidad.
PO: del “ascenso” al “frenazo” de la izquierda
Con el PO está aconteciendo, pareciera, un hecho inédito. Por primera vez en su historia, a la hora de hablar de su desempeño electoral, dejan de lado las febriles autoafirmaciones triunfalistas y hacen algunas caracterizaciones que rozan un balance correcto. Estamos hablando del artículo de Altamira aparecido al calor mismo de los resultados titulado “Un primer balance del 25-O”.
Algunas de sus definiciones parecen hasta casi sobrias, cosa inédita en la pluma del dirigente del PO. Dice: “De acuerdo a los resultados provisorios del domingo a la noche, nuestro Frente de Izquierda repitió el porcentaje de las PASO, o sea que no capitalizó los votos que dejaron la izquierda y centroizquierda que no superaron el piso de las PASO… Este resultado no indica para nada una derrota política, pero sí un fuerte frenazo, que relega el nivel de protagonismo político de cara a la nueva etapa que se iniciará luego del balotaje del próximo noviembre. Un balance completo exige conocer cuál ha sido el grado de reclutamiento militante que hubieran conquistado el Frente y sus partidos, que es el criterio decisivo. La experiencia enseña que los ajustes y crisis que se prevén no garantizan un crecimiento de la izquierda revolucionaria en un futuro inmediato si ella no ingresa a esa etapa de ajustes y crisis con una mayor penetración previa en la clase obrera y la juventud.”
Parece insólito. El PO da un giro en redondo y, después de años de insistir sobre el “ascenso de la izquierda” puramente electoral, hace propias como si nada las advertencias hechas por el Nuevo MAS acerca de la problemática de la inserción orgánica de los revolucionarios entre los trabajadores (2). El planteo de que sería este “el criterio decisivo” es sencillamente una novedad en el PO, novedad que saludamos como positiva. Pero aún hay más. La definición de “frenazo” basada en los fríos números electorales tampoco parece propia del PO. Estamos hablando de una organización que directamente inventaba números o cifras para justificar su triunfalismo (3).
¿Qué pasó? Uno creería que, finalmente, con la edad llegó la madurez. Pero no. El PO y Altamira siguen siendo ellos mismos. Hay una afirmación en el artículo en cuestión que, además de correcta, es clarificadora: “No se puede reivindicar un cuarto lugar electoral cuando es el producto de un derrumbe espectacular de Stolbizer y no de un crecimiento propio. La auto proclamación electoral a cualquier precio es una manifestación de electoralismo.” ¿Con quién están polemizando aquí? Evidentemente, con el PTS. El giro de sus caracterizaciones en relación a los resultados del FIT, la transición entre el “ascenso” y el “frenazo”, más allá de ser cierto, sospechamos que esté pautado por la necesidad de pasarle factura a sus compañeros de Frente. La base política es la misma, sólo cambian las formas. La realidad sigue siendo sinónimo de conveniencia subjetiva.
Si le prestamos atención al resto de la nota, notaremos que pisamos terrenos conocidos. “Pero con la victoria descomunal del macrismo en la provincia de Buenos Aires, el acercamiento del cordobés Schiaretti al macrismo y la disposición del salteño Urtubey a lo mismo, el frente de Macri –que ya tiene el gobierno de la Capital- entra al balotaje con el respaldo de un aparato estatal más sólido que el de Scioli.” Repentinamente, el PJ bonaerense es borrado de un plumazo, se toma por una realidad ya dada el acercamiento de Schiaretti y Urtubey a Macri, la militancia kirchnerista no parece existir, así como la evidente debilidad orgánica del PRO en la provincia de Buenos Aires. El PO sigue siendo el PO, las definiciones delirantes siguen siendo definiciones delirantes.
El sectarismo
La militancia de izquierda está demasiado acostumbrada a entender por “sectarismo” la política de una organización más pequeña que no se inclina respetuosamente ante los caprichos de las organizaciones menos pequeñas. Sería un importante paso adelante barrer con ese error. El sectarismo es la característica propia de una organización que le da la espalda a la realidad más grande que la izquierda, que no se apoya en ella para transformarla. Tener por método permanente confundir deseos con verdad objetiva, apartar la mirada para fijar los ojos en un bello mundo inventado para consumo de la militancia, eso es sectarismo.
Esa forma de hacer política merma la capacidad de la izquierda revolucionaria para empalmar con los fenómenos más progresivos y emergentes de la realidad. Esto es así más allá de las conquistas electorales del FIT, más allá de que posean una orgánica mayor a la de nuestro partido. Pongamos ejemplos claros. Cuando el PO estaba demasiado subsumido por las especulaciones electorales en un año de luchas, en 2014, su aporte efectivo (políticamente hablando) a luchas como las de Gestamp y Lear fue nulo. Así también fue con su vergonzosa participación, completamente formal, en el histórico NiUnaMenos en Buenos Aires, el 3 de Junio. La política revolucionaria es diametralmente opuesta a este “método”. El suyo propio es “mirar la realidad frente a frente”.