Puerto de Bs. As. Primeros años del siglo XX. Pululan por él miles de inmigrantes. Cada uno con la esperanza de “hacerse la América”. Familias, hombres y mujeres solos. Esperando en el Hotel de Inmigrantes. Una oportunidad que, con suerte, será un conventillo, una changa mal paga, o vagar sin ton ni son.
Con este panorama van surgiendo, entre las colectividades ya asentadas, sociedades, mutuales y grupos de ayuda. Una de ellas tenía el rimbombante nombre de Sociedad Israelita de Socorros Mutuos La Varsovia. El título deviene porque sus integrantes eran de origen judío-polaco. Fundada en mayo de 1906, tenían su sede en la calle Brandsen 1818. Contaba con un salón de actos, sinagoga en el mismo, y hasta un cementerio en la localidad de Avellaneda (Pcia. Bs.As.), donde eran sepultadas tanto los proxenetas como las mujeres víctimas de la trata.
Pero detrás de tanto altruismo se escondía una actividad, como se diría, “tenebrosa”: la trata y explotación de mujeres para la prostitución. Buenos Aires era una ciudad de muchos hombres solos, había aproximadamente 4.000 prostíbulos. Los mismos eran un muy buen negocio. Estos ilustres ciudadanos dijeron: “Cómo no aprovechar la ocasión”. Y se dedicaron a traer mujeres de origen judío-polaco, especialmente de zonas muy pobres como Lodz (ciudad textil) o de los suburbios de Varsovia. Para mediante engaños, promesas de casamiento (sinagoga de por medio), falsos trabajos, para terminar, después de ser ablandadas, en alguno de los prostíbulos de la organización.
Para citar algunos: Ecuador 762, Callao 515, Corrientes 2095, Paso al 400.
También en Rosario contaban con prostíbulos, regenteados y administrados por mujeres, del mismo origen. Güemes 2965 era uno de los lugares.
Por supuesto que todo tenía una causa. Salía más barato, cosas de la economía, importar “carne barata” que pagar demasiadas coimas a policías, políticos y jueces, para traer criollas. La sociedad van expandiéndose, sus integrantes disimulan fortunas y actividades en negocios lícitos, como importación de sedas. Y agregan otros “non sanctos” como contrabando y juego clandestino. Se los encuentra también en pueblos de la Provincia de Bs. As. como Lincoln, Tapalqué y Cacharí.
Todos los acontecimientos contados tienen un marco político. Y el gobierno del inefable don Hipólito Yrigoyen es su protagonista. Pues, desde otras instituciones de la colectividad, le advierten del papel de La Varsovia en la trata. El 2 de julio de 1927, el periódico Mundo Israelita relata la visita del doctor Halphon, gran rabino de la comunidad israelita, solicitando al entonces presidente la cancelación de la personería jurídica de esta institución. Por supuesto, don Hipólito lo mandó a conversar con el Jefe de Policía, Wright. Ya sabemos cómo terminó todo: en nada.
La cosa estaba bien aceitada. La organización contaba con contactos de alto nivel: políticos nacionales y municipales y policías, especialmente de la comisaría VII del barrio de Once. Además de un juez de instrucción muy conocido, el doctor Zaldívar, a quien le llegaban las denuncias por la actuación de la organización. No investigaba y si lo hacía, nunca encontraba nada. El pago a éste se comentaba, era con mucho dinero y con favores de “otro tipo”. A fines del año 1929, la cosa empieza a cambiar. Los aires políticos obligan al Presidente, acosado ya por problemas económicos, se aproximaba la crisis de ese año, las denuncias de corrupción, y la preparación del golpe del 30, a relevar la cúpula de la comisaría VII y al juez citado. Nombra como nuevo juez de instrucción, al doctor Rodríguez Ocampo y al comisario Julio Alsogaray al frente de la investigación.
Por entonces, La Varsovia cambia su nombre por razones legales, aducen, y abre una sede en Córdoba 3280, con el nombre de Zwi-Migdal.
Principio del fin. Allanan la casona, por las denuncias de una mujer que pudo escapar, Raquel Liberman. Su testimonio es escuchado y tomado en cuenta con seriedad por las autoridades, brindándole protección y cuidado ante acción tan arriesgada.
El castillo empieza a derribarse, el proceso del material encontrado en la misma (libros contables, actas de reuniones (en castellano e idish), permiten detener a más de 100 miembros de la Zwi-Migdal.
Algunos, con pasaportes falsos, logran escapar a Europa, o países como Brasil, Uruguay o Paraguay. El golpe del 30 encuentra a la investigación y sus detenidos en un estado muy avanzado. Y se logra llevarlos a juicio. El diario Crítica del 6 de diciembre de 1930 menciona que los cargos son por corrupción y asociación ilícita. Además dispone de un embargo de $ 52.000 para cada uno de los acusados.
Años más tarde, se supo que, de todos aquéllos, fueron expulsados del país. Se les aplicó la Ley de Residencia (2) y otros siguieron sus vidas como si nada. “No había pruebas suficientes para la condena”.
Corrupción, machismo, mucho poder en juego, fueron dejando en el olvido a estos curiosos rufianes. Otros habrán tomado su lugar. Pero los métodos son los de siempre. Mientras tengamos un sistema explotador, capitalista, machista, habrá un rufián esperando su oportunidad.
Silvio