Por Ale Kur
Estas últimas semanas trascendieron en la prensa internacional las declaraciones de Donald Trump, precandidato a la Presidencia de la Nación de Estados Unidos por el Partido Republicano. Este sujeto llamó abiertamente a prohibir el ingreso de los musulmanes al país. Previamente propuso también identificar a los musulmanes en una base de datos, inclusive con señales visibles como tarjetas de identificación (medida que se parece demasiado a los primeros pasos de Hitler contra los judíos en Europa). En otras oportunidades, se opuso a la llegada de refugiados sirios caracterizándolos como un “caballo de Troya” del terrorismo. También se encargó de “recordar” un supuesto hecho (denegado por todos los testigos) en el cual musulmanes estadounidenses habrían festejado luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas.
Este sujeto de mentalidad primitiva, lamentablemente, no es un “don nadie”. Es quien encabeza actualmente la intención de voto en las internas del Partido Republicano. Es decir, hay altas chances (aunque esto todavía pueda revertirse) de que sea el candidato presidencial del Partido Republicano. Eso quiere decir que podría llegar inclusive a convertirse en el Presidente de EEUU en las elecciones de noviembre de 2016.
Como señalamos en un artículo anterior[1], se trata de un billonario que refleja las tendencias más retrogradas de la sociedad norteamericana. Cuenta con el apoyo de un importante sector del gran capital estadounidense, y de las bases del Partido Republicano. Construyó inicialmente su campaña con declaraciones igualmente reaccionarias, dedicadas a los inmigrantes mexicanos, a quienes también quiere afuera del país.
¿Qué representa la islamofobia de Trump?
En primer lugar, hay que situar sus declaraciones en las tendencias más generales de la situación internacional. No es casualidad que en las últimas semanas se hayan sucedido hechos de gran importancia, con un claro signo reaccionario, en diferente países: el triunfo del Front National de Marine Le Pen en las elecciones regionales francesas (partido de ultraderecha islamófoba y xenófoba), el triunfo de la oposición de derecha en las elecciones parlamentarias venezolanas, el triunfo de Mauricio Macri en el balotaje en Argentina.
De conjunto, parece estar viviéndose un “anticlímax” en relación a la coyuntura políticamente “progresista” de los últimos años, que ponía en el centro las luchas populares: el ciclo mundial de los “indignados”, de la Primavera Árabe, el “ascenso de la izquierda” con el triunfo de Syriza y los buenos resultados de Podemos, la vigencia de los gobiernos progresistas en América Latina, etc.
Parte de ese “anticlímax” fueron los atentados reaccionarios en París, que reavivaron el fuego de las peores tendencias de la situación. Algo similar había ocurrido también a comienzos de año con el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo, también en Francia. Globalmente, el terrorismo islámico es parte de ese “giro a la derecha”. El “jihadismo” (Estado Islámico, Al Qaeda, etc.) en Medio Oriente actuó como negación reaccionaria de la Primavera Árabe, poniendo en el centro de la escena a los gobiernos dictatoriales que de esa manera quedaron re-legitimados ante las masas, con el pretexto de “combatir al terrorismo”. Con sus atentados en Europa, contribuyen también a pudrir allí la situación política. Se trata de formaciones archireaccionarias, burguesas hasta la médula, que no tienen un milímetro que ver con los intereses de ningún sector popular.
El origen global de este “anticlímax”, a su vez, tiene que ver con la persistencia de la crisis económica mundial, cuyos efectos acumulativos a lo largo del tiempo hacen que se descomponga cada vez más la situación social y política en muchos países (incluidos Medio Oriente y Europa) y que el mundo avance hacia un mayor caos geopolítico. El ciclo de rebeliones populares, que podría haber dado una alternativa hacia la izquierda, se topó con su propio límite: la incapacidad de formular una salida socialista a la crisis, poniendo en el centro a la clase obrera y rompiendo con las instituciones políticas del régimen. Experiencias como las de Syriza fueron emblemáticas de esto: su capitulación completa y total generó desmoralización y resignación no sólo en Grecia, sino en Europa y en el mundo.
En estas condiciones, el creciente descontento social y las tendencias a la desestabilización política, encuentran su expresión principalmente hacia la derecha. No se trata sin embargo de una tendencia unilateral o irreversible: la situación sigue siendo dinámica, no parece haber relación de fuerzas para un “salto al vacío” reaccionario, etc. Pero está claro que existe un clima mucho más “frio” y hostil que hace dos años atrás, por poner un ejemplo. Es esta la coyuntura en la que se inscriben las declaraciones cuasi-fascistas de Trump.
La función política de la islamofobia
Sin embargo, las tendencias coyunturales son sólo parte de la explicación. El brote islamofóbico, tanto en EEUU como en Europa, lleva ya bastantes años. Encontró su “boom” original con los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas. Allí fue alentado desde el gran capital, que a través de sus medios de comunicación y sus “intelectuales orgánicos” generaron toda una corriente de opinión intentando oponer al “mundo occidental” con el “Islam”. En ese momento, esto era parte de una estrategia global del imperialismo: el gobierno de Bush, junto a los “neo-cons” (neoconservadores), utilizaron a la islamofobia para legitimar su política de guerras en Medio Oriente, que tenía como objetivo lograr una mayor influencia del imperialismo en la región (especialmente, en relación al flujo de petróleo, sus precios, su control, etc.)
En Medio Oriente, esto empalmó con las necesidades del Estado de Israel, que necesita siempre alguna excusa que legitime su política de enfrentamiento permanente con los palestinos. Así, el sionismo utiliza la amalgama reaccionaria de que árabe-musulmán = terrorista, justificando las políticas de colonización en los territorios ocupados y de limpieza étnica.
En el momento actual, sin embargo, la islamofobia parece tener otra función. En el marco de la crisis económica mundial y del deterioro de las condiciones de vida en amplios sectores de la población del Primer Mundo, la islamofobia parece tener un objetivo principal de política interna. La prioridad inmediata del imperialismo no es invadir nuevos países (no hay condiciones en el corto plazo para ello), sino más bien lograr generar una cuña entre la población explotada y oprimida, volviéndolos unos contra otros, y evitando que todos ellos enfrenten a los verdaderos responsables de la crisis.
Así, la islamofobia permite varias cosas. Por un lado, el imperialismo puede aumentar las medidas de vigilancia y seguridad interna en sus propios países (ya estamos viendo el caso de Francia con el Estado de Emergencia y la militarización de la sociedad). Por otro lado, genera un espíritu de “unidad nacional” entre opresores y oprimidos, que pasan a estar unidos por una “causa común”. Genera un espíritu de paranoia, de desconfianza que desmoviliza y que rompe los elementos básicos de solidaridad entre la población. En definitiva, pone en el centro de la escena al Estado burgués y sus aparatos y atomiza a los sectores populares.
En este sentido, la islamofobia no es diferente que todas las formas de racismo y de discriminación de clase. En Estados Unidos, esto ocurre a gran escala contra la población negra y contra los latinos. En países de América Latina, la discriminación busca enfrentar a quienes tienen trabajo y quienes no lo tienen, a los trabajadores y las “clases medias” contra los pobres (especialmente si son “de color”), etc. Esta es una de las principales estrategias de la derecha latinoamericana, que logra anidar en los prejuicios y el atraso ideológico de grandes sectores populares.
Las tendencias al racismo, la xenofobia, la islamofobia, etc., son parte integral de la descomposición del capitalismo, de sus tendencias barbáricas. Es necesario erradicarlas del mundo transformándolo de arriba abajo, poniendo en el centro a los explotados y oprimidos, peleando por una alternativa socialista.
[1] “La irrupción de Donald Trump”. Rafael Salinas, SoB, 3/9/15 (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=5903).