Roberto Sáenz


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Una gran cortina de humo

 

“Sólo le pido a dios una cosa: que quienes nos suceden por imperio de la voluntad popular, a la que hay que respetar, yo espero que dentro de cuatro años, quien tiene la responsabilidad de conducir los destinos de la patria, pueda frente a una plaza como esta, decirle a todos los argentinos que también puede mirarlos a los ojos como yo” (Cristina Kirchner en su discurso de despedida en Plaza de Mayo).

 

Cerramos este editorial en el momento del discurso de despedida de Cristina y mientras estamos cerca del epílogo de la crisis abierta por el traspaso presidencial.

Macri, pretendiendo un “gesto de autoridad”, se mantuvo firme en que la entrega de los atributos se hiciera en la Casa Rosada. Cristina, erigiéndose en jefa de la oposición, encontró en el recurso judicial presentado en su contra la excusa perfecta para ausentarse del traspaso (así como para, atención, retirar el acto que en su favor se iba a hacer el 10 en el Congreso).

Dejó el camino despejado a Macri para que la jornada de asunción fuera solo suya, pero también le marcó la cancha con su acto en la Plaza haciendo en él una demostración de fuerza de un gobierno saliente luego de 12 años, que todavía cuenta con una base social de importancia, algo sin muchos precedentes en el país.

De todas maneras, no hay que confundirse: como decía Marx, la política burguesa es siempre y en primer lugar, una teatralización para esconder los verdaderos intereses en juego (de manera tal que no hay que sacar del moderado discurso de Cristina, una declaración de guerra a Macri. Volveremos sobre esto más abajo).

Trataremos de explicar a continuación qué es lo que ha estado detrás de la crisis del traspaso.

 

Una cortina de humo

 

Lo primero a señalar es que esta crisis conviene, en cierto modo, tanto a Macri como a Cristina: levanta una cortina de humo ante el ajuste que se está poniendo en marcha, y que es responsabilidad de ambos.

Cristina es responsable porque fue bajo su presidencia que se crearon las condiciones para el ajuste que viene. Un gobierno saliente que en doce años no fue capaz de impulsar ningún cambio de fondo en la estructura dependiente del capitalismo argentino. Y que en la última etapa se las arregló para “atar con alambre” la coyuntura económica: contuvo el dólar oficial para evitar que aumenten los precios durante las elecciones. 

Al mismo tiempo, no dejó de pagar un peso de los intereses de la deuda externa, circunstancia que se dio simultáneamente con una baja en el valor y volumen de las exportaciones como producto de la caída de los precios de las materias primas y la crisis económica en Brasil.

Conclusión: llegó al final de su mando sin un dólar en el BCRA, factor que está por detrás de todos los rumores devaluatorios, devaluación que, como es un secreto a voces, ocurrirá en los próximos días bajo Macri (pero que hubiera sido igualmente inevitable con Scioli).

Es que si bien el ex motonauta terminó haciendo campaña “contra el ajuste”, era inevitable que se desdijera tomando medidas similares a las que se apresta a tomar Macri. Sencillamente porque no habría tenido margen para otra cosa: el ejemplo de Dilma Rousseff en Brasil es más que elocuente a este respecto: prometió una cosa en las elecciones e hizo lo opuesto al asumir.

Veamos el caso de Macri. Su manejo de las medidas que vienen se asemeja a un mamarracho: la falta de timing del gobierno entrante podría estar adelantando una carencia de “cintura política” para manejar los asuntos, lo que no hará más que polarizar las cosas.

Primer barquinazo: el anunciado “levantamiento del cepo en 24 horas”. Mientras que la mayoría de los operadores económicos se han adelantado a remarcar los precios a la espera de una suba del dólar oficial que los convalide, otros están haciendo pingües negocios jugando con los valores de dólar actual y futuro.

Segundo barquinazo: Macri deslizó que una de sus primeras medidas sería elevar el piso para pagar ganancias a 30.000 $, agregando que los aguinaldos de fin de año de los trabajadores que reciben de salario hasta esa cifra tampoco pagarían. Luego se desdijo, y dada la conmoción causada (Moyano había salido a decir que Macri le había prometido eso), finalmente anunció que no pagaran ganancias en el aguinaldo de fin de año los que reciban 30.000 $ en bruto (25.000 pesos netos), mientras que la suba del mínimo sobre los sueldos deberá esperar a las sesiones ordinarias que comienzan el 1º de marzo…

Manejarse como “elefante en un bazar” nunca ha sido un buen recurso en política. A Macri tampoco le viene mal este minué como forma de esconder estos desaguisados, trasladándole la responsabilidad por el ajuste al gobierno saliente.

De todas maneras, semejante comportamiento “poco político” nada bueno augura para su gobernabilidad.

 

El futuro de los K en juego

 

Al mismo tiempo, con ser un sainete el traspaso presidencial, no se puede negar que contiene elementos de una crisis real: no es la mejor manera de asumir para el gobierno entrante.

Macri será el primer presidente constitucional desde 1983 que asuma sin la presencia de su predecesor. Significa un problema en la medida en que el traspaso es la entrega de las riendas del poder: el reconocimiento institucional de que alguien está a cargo, reconocimiento que se hace bajo una forma unánime entre las fuerzas políticas patronales.

Al no presentarse Cristina al traspaso haciendo responsable a Macri por su ausencia, está quitándole legitimidad a su asunción, amparándose en que el “destrato” a su persona significa el desconocimiento del otro 49% que se volcó por el peronismo en el balotaje, lo que no es un elemento menor (aunque habrá que ver su dinámica real).

¿Qué es lo que está por detrás de la crisis del traspaso? No se trata realmente de una división entre los de arriba: la flor y nata del imperialismo y la patronal han cerrado filas detrás del gobierno de Macri.  

Lo más granado de la burguesía quiere el ajuste y está contenta con el nuevo gobierno “amigable a los mercados” que encarna el ingeniero Macri.

Es verdad que hay sectores de la “burguesía nacional” preocupados por las medidas liberalizadoras de Macri (quieren que la protección de que gozaron bajo los K se mantenga). Nos referimos a casos como el de De Mendiguren, ex jefe de la UIA y dirigente textil, o los empresarios de la industria electrónica con negocios en Tierra del Fuego, entre otros ejemplos.

Pero estas son contradicciones estrictamente económicas que nada tienen que ver con alguna intensión de afectar la gobernabilidad o de no ser parte del frente único de los de arriba feliz por el triunfo de Macri.

El nudo del problema está en el futuro del kirchnerismo como corriente política. La escenificación de este futuro, el salir por la puerta grande de manera “combativa” como se puso en escena en Plaza de Mayo, es lo que está detrás del comportamiento de Cristina.

Se trata de un tópico que ha abierto un interrogante en la izquierda: ¿cómo se comportara el kirchnerismo de aquí en más? El primer problema a entender es que en el PJ se ha abierto una crisis de dirección. El FpV es solo una de sus corrientes internas: existen muchas otras, tanto dentro como fuera del PJ, que aspiran a conducirlo y “renovarlo” en el sentido de “una oposición constructiva y moderna” al nuevo gobierno: pensamos en los casos que van desde Urtubey hasta Massa y De la Sota.

Atención: difícilmente el kirchnerismo pueda pasar a cumplir un rol de oposición dura a Macri sin que esto comprometa su futuro ante la burguesía. Esperar que Cristina lleve adelante una oposición consecuente a Macri, su gobierno y su ajuste, plante el problema de su carácter de clase como corriente, los intereses a los cuales sirve.  

En otras palabras: que se dé el caso atípico de una corriente burguesa que se “autonomiza” de tal manera que deviene en una pequeñoburguesa; un símil de John William Cooke cuando encabezaba la resistencia peronista mientras Perón se refugiaba en su mansión madrileña de Guardia de Hierro.

Las cosas no están como entonces, ni son tan radicalizados los desarrollos. Para aspirar a volver al poder, los K deben hacer una doble escenificación. Aparecer como “opositores” a Macri y, al mismo tiempo, aspirar a recuperar los favores de la burguesía haciendo buena letra.

No es descartable que la impericia de Macri le facilite las cosas. En todo caso, no será Cristina la que marque los desarrollos de las cosas, sino la dinámica de la lucha de clases: depositar la confianza en que los K serán la cabeza de la oposición, de las luchas sociales, solo puede llevar al oportunismo.  

 

El dominó regional

 

Conviene no perder de vista, además, el cuadro regional: el progresismo tiende a salir de la escena, llegan gobiernos burgueses más normales, neoliberales, escuálidos, reaccionarios.

La asunción de Macri se da sobre el trasfondo de una serie de acontecimientos regionales de relevancia, que parecen estar indicando un giro a la derecha de conjunto o al menos en algunos de sus países más importantes.

Veamos los casos más rutilantes de los últimos días: Venezuela y Brasil.

En Venezuela el chavismo acaba de recibir una paliza electoral histórica. En esta misma edición hay una amplia cobertura de esa derrota que le ha dado mayoría calificada a la oposición patronal.

Desde hace años la situación de Maduro viene siendo insostenible. El chavismo fue incapaz de llevar adelante ninguna reforma estructural: la idea de que en Venezuela estuviera en curso una “revolución” siempre fue una mascarada solo para esconder que el chavismo se negaba a avanzar realmente contra la burguesía, a expropiarla y quitarle el poder.

La realidad es que ni siquiera acabó con la histórica dependencia del país de la exportación del petróleo, petróleo que le permitió gobernar de una manera cuando el barril estaba por encima de los 100 dólares, y de otra muy distinta hoy, cuando roza los 35.

El país importa todos los productos de consumo popular; en estas circunstancias, es imposible que no haya colas cuando el tesoro del Estado luce quebrado (¡atención que tanto el chavismo como el kirchnerismo pagaron puntualmente las deudas externas bajo su gestión!).

El voto castigo contra Maduro ha sido fenomenal, al punto que nadie sabe a ciencia cierta cómo hará para sostenerse en el poder hasta el 2019 (cuando formalmente expira su mandato).

Veamos el caso de Brasil, verdadero barómetro político de la región. Dilma Rousseff hizo campaña contra el ajuste que se vendría si se hubiera impuesto el candidato opositor, solo para descargar un brutal ajuste ortodoxo al asumir, el que ha causado enorme repudio popular.

Simultáneamente, se ha abierto una crisis política e institucional alrededor de tremendos casos de enriquecimiento a calor del estado, cuestión que ha derivado ahora en un juicio político en su contra de incierto resultado.

El triunfo de Macri, la derrota electoral del chavismo y el juicio político a Rousseff están mostrando el agotamiento del ciclo de los gobiernos progresistas, aunque es incierto el éxito que podrán tener sus recambios por derecha.

En la medida en que no ha habido un desborde de masas por la izquierda a estos gobiernos, su desgaste está siendo capitalizado por las oposiciones patronales de derecha, elemento que da un contexto a los desarrollos en nuestro país fortaleciendo, a priori, la posición de Macri.

De todas maneras, lo paradójico del caso es que las relaciones de fuerzas no han sido probadas. Se trata de recambios electorales de gobiernos que son productos indirectos de rebeliones populares, lo que augura, tarde o temprano, fuertes choques de clase ante el carácter profundamente reaccionario de los nuevos gobiernos que están llegando.

 

(Recuadro de la edito)

Vamos por la derrota del gobierno de Macri

 

En estas páginas hemos definido al gobierno de Macri como un gobierno reaccionario que prepara un duro ataque sobre las posiciones conquistadas de los trabajadores en los últimos años.

Esta misma caracterización fue la que dominó los debates de nuestro reciente plenario nacional de cuadros, el que mostró a nuestro partido como una organización en ascenso a nivel nacional, con enorme fuerza a pesar de su juventud para encarar los desafíos que vienen.

Las noticias de los últimos días ratifican este carácter de un gobierno que pretende poner en marcha un duro ajuste económico al tiempo que se prepara, globalmente, para impulsar medidas reaccionarias en casi todos los planos. 

Sin embargo, la falta de cintura política que exhibirá, sumado a que los trabajadores, a pesar de sus confusiones, no se dejarán despojar fácilmente de lo que consideran sus conquistas, planteará tarde o temprano grandes enfrentamientos de clase.

Prepararnos para enfrentarlo es la tarea más importante de la hora. Como dijimos en el plenario nacional, lo más peligroso seria desconocer la seriedad del ataque que viene, irse por elucubraciones facilistas que desarmen a nuestra clase y a la vanguardia.

Si se pretende ganar la “guerra” que se viene (¡y hay posibilidades de que dicha guerra se gane!), si se pretende orientar nuestras filas para el lado de la pelea por derrotar al gobierno de Macri, lo primero que hay que hacer es prepararse para el ataque que viene, no subestimarlo. Esta fue la conclusión principal del plenario de nuestro partido.

De ahí que hayamos definido dos iniciativas inmediatas: marchar el lunes 14 a la UIA en un amplio frente único en repudio al pacto social que viene, al tiempo que colocamos todos los esfuerzos para la realización de un gran encuentro nacional de luchadores a realizarse entre los meses de febrero y marzo.

Para organizar estas tareas estamos apoyando, también, la convocatoria a un plenario abierto de comisiones internas y cuerpos de delegados encabezada por los compañeros de la comisión interna de Pilkington, así como la Lista Marrón del neumático, a realizarse este sábado 12.

Manos a la obra, a poner en pie la lucha por derrotar el gobierno de Macri, su ajuste y sus medidas reaccionarias. Esta será la tarea principal de la militancia del nuevo MAS el próximo periodo al tiempo que damos pasos para seguir fortaleciendo nuestro partido, el que podría pegar un salto cualitativo en materia constructiva al calor de estas luchas. 

 

 

 

 

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