Mientras el equipo económico macrista festeja el “éxito” de la devaluación, es momento de trazar algunos criterios tanto para una primera evaluación de los pasos iniciales de la “macrinomics” como para ir delineando algunas perspectivas inmediatas (digamos, por el verano).
Cuando el macrismo habla de “salida exitosa del cepo”, en realidad lo que hay que entender es el alivio de que no haya habido situaciones traumáticas en el momento de la devaluación. No hubo corridas, la cotización de la divisa se estabilizó, alcanzó con el mini blindaje armado con bancos y cerealeras para que no hubiera peligro para las reservas del Banco Central. Todo eso es cierto, y no estaba escrito que así fuera. Dicho esto, hay que relativizar todo balance triunfalista de parte del PRO y sus aliados, por dos razones importantes: una, que todavía puede haber cimbronazos cambiarios, y otra, más relevante aún, que muchos de los grandes interesados en la devaluación están sólo satisfechos, no eufóricos, porque creen que el camino de la depreciación del peso no está terminado a 13 pesos y monedas. El valor actual del dólar, que ya alcanza para haber generado a la vez una gran transferencia de ingresos de estilo Hood Robin (los pobres le dan plata a los ricos) y un serio deterioro de salarios y jubilaciones, puede no ser suficiente para esa gente insaciable.
A los ricos les llueve dinero…
El sector social dilecto del macrismo, la burguesía agraria, se llenó los bolsillos literalmente a dos manos: por el lado de la devaluación y por el lado de la quita de retenciones. Un estudio del ex diputado de la CTA Claudio Lozano, sobre la base de un dólar a 13,75 pesos, calculó que el total del beneficio por ambos conceptos, sólo para los productores de soja, maíz, trigo y girasol, asciende a la bonita suma de 130.000 millones de pesos, el 3% del PBI, y según el muy liberal instituto IIERAL de la Fundación Mediterránea (repollo de donde salió Cavallo), sólo en concepto de baja de retenciones los productores tendrán ingresos adicionales por unos 3.700 millones de dólares (M. Zlotogwiazda, Veintitrés, 23-12-15).
No se detiene ahí la cadena de favores entre ricos. Los importadores, que habían adelantado dólares a sus proveedores que el BCRA bajo los K no les había devuelto, recibirán una solución: un bono por 5.000 millones de dólares, que empezará a devolver esos dólares en ocho cuotas mensuales a partir de fines de mayo próximo, con un interés del 6% anual. Desde ya, muchas de esas “compras” no dejaron en la ruina a los pobrecitos importadores, sino que se trata, en importante proporción, de insumos de las casas matrices a sus propias filiales argentinas. El objetivo del gobierno de Macri era cumplir lo antes posible con ese reclamo de los dueños de acreencias en dólares sin comprometer las reservas del BCRA; se ve que calculan que para mayo todo va andar bárbaro. En todo caso, el compromiso ya está hecho.
Como adelantamos en la edición anterior, se resolvió el affaire “dólar futuro”, maniobra especulativa con la devaluación que involucró de un lado la irresponsabilidad del gobierno K y del otro la gula financiera de los pesos pesados del “mercado”. El desenlace, aunque dejó algunos gruñidos de insatisfacción en una clase capitalista muy cebada, terminó con otra transferencia directa desde las arcas del BCRA a los patrióticos especuladores del orden de los 30.000 millones de pesos.
Y el festival sigue. Poca gente recuerda que uno de los subsidios que más agujeros le generan al fisco no es la AUH, ni el transporte, ni las tarifas, sino el valor sostén que tiene el barril de petróleo para las compañías productoras y “exportadoras”. Sí: por ridículo que parezca, bajo el kirchnerismo se creó el “Programa de Estímulo a la Producción de Petróleo Crudo”, que garantiza a todas las petroleras que operan en el país (extranjeras casi todas salvo YPF) un piso de alrededor de75 dólares el barril, cuando el precio internacional no llega a los 40 dólares. La excusa era sostener la producción de Vaca Muerta, pero el beneficio lo ligaron todos. Pese a la penuria de datos oficiales, se calcula que por este concepto en 2015 las compañías se llevaron unos 2.500 millones de dólares. El programa vence el 31 de diciembre de 2015, pero el ministro de Energía y ex CEO de la Shell (que tiene cinco pozos en Vaca Muerta) ya dio a entender que lo va a prorrogar por un año. Según él, es para “sostener los puestos de trabajo”. Según gente menos crédula del sector, es porque el volumen estimado del subsidio puede llegar a los 5.500 millones de dólares, o unos 75.000 millones de pesos (L. Llorens, Veintitrés, 23-12-15). Antes del brindis nos enteraremos de si Aranguren cuida las arcas del fisco o las del sector empresario que representa.
Último (por cortar aquí la lista, que podría seguir, pero de los buitres hablaremos más tarde): una de las razones de la relativa estabilidad de la cotización de dólar es la brutal suba de tasas de interés en pesos que alentó el BCRA justamente con ese objetivo. Ante esto, los avezados especuladores de la City porteña hicieron este cálculo: a un interés del 37% anual, un plazo fijo en pesos a dos meses da el 6%; si el dólar no se movió, gané un 6% en dólares en dos meses, la tasa de ganancia financiera más fabulosa del mundo (recordemos que la tasa testigo, la de la Reserva Federal de EE.UU., acaba de subir al 0,5% anual, y en países como Suiza la tasa es directamente negativa). De más está decir que esos especuladores no son sólo banqueros, sino empresarios comunes que vuelven al negocio de la llamada “bicicleta financiera”, muy de moda en los años 80. ¿Que esa tasa de interés favorece la bicicleta y perjudica la inversión productiva y por ende el empleo? Seguro, pero eso nunca le quitó el sueño a nuestra clase capitalista.
… mientras a los pobres les llueven migajas (y calamidades)
Esperamos que no se hayan mareado con tantos ceros, pero los ayudamos a hacer la cuenta: 130.000 millones para los campestres, 30.000 para las grandes compañías que especularon con el dólar futuro, 75.000 millones para las petroleras… Compárese esta masa de ingresos con los algo menos de 40.000 millones de pesos que insume anualmente la AUH, con 3,6 millones de beneficiarios.
¿Parece desproporcionado, no? Se ve que Macri pensó lo mismo y le dieron mucha lástima los niños pobres y los jubilados que ganan la misérrima jubilación mínima. Fue así que, en un rapto de generosidad y sensibilidad social, y a modo de compensación por algunos productos que aumentaron un poquito en las últimas semanas, les concedió graciosamente (por única vez, eso sí, tampoco hay que malacostumbrarlos) un total de 400 pesos. Teniendo en cuenta que los beneficiarios son en este caso más de 8 millones, el esfuerzo fiscal asciende a 3.300 millones de pesos. Sí, un poco más de la décima parte de lo que se llevaron, también por única vez, y sólo con esperar menos de dos meses, los empresarios que especularon con el dólar futuro.
Otros agraciados con la dádiva oficial fueron los 20.000 evacuados por las inundaciones en el litoral, que no sólo se llevaron la firme promesa de obras públicas, sino que deben haber recibido con lágrimas en los ojos el anuncio del Banco Nación de 20 millones (veinte; no falta ningún cero) de pesos para a) mejorar las defensas costeras, y b) gastos de “relocalización de familias”. Según Macri, esos 20 millones son “el 66% de los recursos para relocalizar a las familias afectadas”.
A ver si no nos falla la aritmética: 20 millones dividido 20.000 evacuados nos da… mmm… sí, 1.000 pesos por evacuado (en realidad menos, porque una parte no especificada de esos 20 millones va a las defensas costeras). Cabe preguntarse, con cierta alarma, exactamente dónde se puede “relocalizar” a una familia con 4.000 o 5.000 pesos.
Repasemos: 400 pesos para cada niño y jubilado, y 1.000 pesos como máximo para cada inundado, ambos por única vez. Y Macri reiteró hasta el cansancio que no hay condiciones para pagar un bono navideño de emergencia a los trabajadores, salvo que así lo considere la parte empresaria. ¿Va quedando claro el panorama?
El “éxito” de la devaluación aún está por verse
Precisamente porque todavía no están resueltas las grandes incógnitas después de la devaluación (si el valor del dólar es estable o no, cuál será la inflación y cómo quedará el poder de compra del salario) es que no puede de ninguna manera darse por cerrado ese capítulo.
Como señalamos más arriba, el actual valor del dólar se ha mantenido estable en los primeros días, pero eso no significa que todo el establishment esté conforme con ese número. No cuesta nada a los que hacen números sacar la conclusión de que el actual tipo de cambio equivale al de octubre de 2010, un año antes del cepo pero no necesariamente el más “competitivo” para su paladar, sobre todo considerando que la devaluación brasileña ha sido, en ese período, casi del 100%.
El otro factor que está en riesgo es la actividad económica. Otro informe de IERAL-Fundación Mediterránea sostiene que “los objetivos de bajar la inflación y reactivar la economía serán afectados negativamente en el corto plazo por la salida del cepo y el sinceramiento de tarifas [así llama esta gente a la devaluación y el tarifazo, respectivamente. MY]. (,,,) En un escenario optimista, hacia el segundo trimestre de 2016 podría lograrse que la inflación se desacelere y el nivel de actividad comience a repuntar” (Ámbito Financiero, 28-12-15). Parafraseando al viejo Alsogaray, hay que pasar el verano.
Que no se crea que son las únicas aves agoreras. El Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2015, elaborado por la CEPAL, tampoco da para tirar manteca al techo. Luego de estimar que este año que termina la economía argentina cerrará con un magro crecimiento del 2% del PBI, la previsión para 2016 es todavía más baja: apenas el 0,8%. Eso sí, aclara que ese crecimiento “podría ser menor, dependiendo de la forma en que se resuelvan los desequilibrios externos de la economía” (ídem).
Es que de eso se trata: el “sinceramiento” del valor del dólar y de las tarifas, inevitablemente, moverá los precios hacia arriba, y la pregunta del millón es si el precio clave, el de la fuerza de trabajo, va a acompañar o quedar por detrás, y en qué medida, esos aumentos. A esto debe sumarse la renovada presión que ejercerá sobre las reservas y el frente fiscal un eventual acuerdo con los buitres y holdouts, cuyos primeros pasos ya se están dando.
Las reservas del BCRA no han cambiado: si bien no han caído, siguen estando infladas (por ejemplo, se siguen computando los pagos no efectivizados a los acreedores “palomas”, frenados por Griesa) y siguen siendo en buena medida no propias sino prestadas (el swap con China, antes denostado por el PRO, ahora directamente se transformó en parte a dólares). No hay corrida, pero tampoco recomposición de reservas. En este marco, no está para nada descartado que se vivan nuevos momentos de zozobra cambiaria. La diferencia es que ahora se sabe qué solución tenderá a darle el gobierno, llegado el caso: una nueva devaluación, con todos las consecuencias que implica. Como advierte el informe citado de IERAL, “difícilmente los valores actuales del tipo de cambio oficial puedan resultar sustentables en el tiempo” (ídem).
Y si con el dólar a 13 y pico tenemos todas las incógnitas mencionadas, un nuevo “retoque cambiario” puede volver a instalar el tembladeral del que el macrismo ahora se felicita por haber escapado.
Un hueso bien carnoso para la burocracia sindical
Pero volvamos a la situación de los asalariados. Por supuesto, todas las fichas del gobierno están puestas el futuro “Acuerdo Económico y Social”, según el cual la burocracia sindical se compromete a bajar los reclamos salariales en las paritarias, y los empresarios se comprometen a estudiar seriamente qué pueden hacer para no subir tanto los precios. Queda claro que, a menos que haya desborde de las bases, la llave del verdadero “éxito” de la devaluación (es decir, bajar el costo salarial en dólares) la tienen Moyano, Caló, los “gordos” y todas las fracciones de la burocracia, juntas o por separado.
¿En qué consiste la estrategia de Macri para esa instancia en verdad decisiva para el plan económico? Digámoslo sin muchas vueltas: el soborno apenas encubierto vía la plata de las obras sociales.
Esto merece dos explicaciones, una histórica y otra coyuntural. La burocracia sindical es tal, al menos para el marxismo, no por sus desdichadas inclinaciones ideológicas (son peronistas en vez de socialistas, o al menos clasistas) o porque tengan patotas, sino porque por su ubicación social son una capa separada de la clase trabajadora, a la que ya no pertenecen. Sus múltiples vínculos con las patronales y el Estado las hacen administradoras de una serie de recursos y prebendas que son la base material de una vida social totalmente ajena a la de los trabajadores comunes. Como sabemos, muchos burócratas sindicales tienen negocios empresarios, cuentas en el exterior, caballos de carrera, son miembros de directorios de compañías, presidentes de clubes que manejan millones, socios del selecto Jockey Club (como el padre del actual ministro de Trabajo), etcétera.
Pues bien, en Argentina la llave de los privilegios de la burocracia sindical fue siempre el control de las obras sociales, con un flujo financiero millonario sostenido en los aportes de los trabajadores y del Estado. Así las cosas, el gobierno le dio a la burocracia una noticia que esperaba desde 2004: la devolución del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), una caja especial creada para compensar tratamientos médicos costosos, y que el kirchnerismo manejaba con mano de hierro (o de seda, cuando necesitaba favores).
Estamos hablando de 26.000 millones de pesos acumulados desde 2004. Comparado con las cifras siderales para los empresarios, es casi un vuelto, pero la burocracia abrió los ojos redondos como platos: son 2.000 millones de dólares, el tamaño de la economía de un país pequeño. Por supuesto, y como para que a nadie le quede duda de cómo funciona la política en la Argentina, el vocero del anuncio, el superintendente de Servicios de Salud Luis Scervino (reemplazante de Liliana Korenfeld, odiada por la burocracia por su férreo servicio al gobierno K), aclaró que todavía no está resuelto el mecanismo específico por el cual esos fondos volverán a las obras sociales, “y admitió que eso será parte de una negociación política entre el gobierno y los gremios” (Ámbito Financiero, 28-12-15).
Es de suponer cuáles serán los términos de la negociación, que uno puede sintetizar en este diálogo imaginario… pero no tanto:
Burócratas: ¡Queremos los 26.000 palos ya! ¡Son nuestros!
Gobierno: De acuerdo, pero necesitamos que las paritarias sean moderadas, así bajamos la inflación.
Burócratas: ¿Cuánto necesitan?
Gobierno: Y, menos del 30 por ciento de aumento, seguro.
Burócratas: ¿Y los fondos cuándo llegan?
Gobierno: En cuanto cierren las paritarias.
Trabajadores: ¡Oigan! ¡Están hablando de nuestro salario, del pan de nuestras familias!
Gobierno y burócratas (a coro y mezclándose): ¡Silencio! ¡Estamos en una negociación de alta política sobre los destinos de la economía y el futuro del país! Estas cosas no son para ustedes, déjenlas en manos expertas.
Casi no hace falta decir que la moraleja de este entuerto es que si los trabajadores no quieren ser los que paguen el “éxito de la devaluación”, deben prepararse para no dejar las cosas en las “manos expertas” de la burocracia sindical, que por dos mil palos verdes no tendrá mayores escrúpulos en vender el salario obrero.
Marcelo Yunes