Carla Tog desde el Estado español



 

A un mes de las elecciones, segunda rueda para buscar investidura –

Los resultados de las elecciones del pasado 20D dejaron un escenario político inédito en democracia desde la Transición de 1978. Por primera vez en casi cuarenta años, la posibilidad de formar gobierno no está garantizada por los pactos y alianzas entre los partidos tradicionales del bipartidismo español que se alternaron en el poder. Por primera vez en cuarenta años, el rey debe convocar a una segunda ronda de audiencias para encontrar un candidato para ser investido y formar gobierno. Sino habrá que convocar a nuevas elecciones.

Y es que ante la crisis, la lucha y organización en respuesta a las políticas austericidas llevadas a cabo por el PP y el PSOE han cuestionado los pilares fundamentales sobre los que se asienta la España de hoy y pusieron al descubierto los límites y la putrefacción del régimen del 78, un régimen que supura por todos lados, donde la cuestión catalana y la destrucción del estado de bienestar son dos aspectos que con más crudeza ponen de manifiesto esta situación y por donde más hace agua el régimen. Por primera vez en cuarenta años en la España de hoy se debate qué rumbo político seguir.

Asistimos a una situación donde las luchas y las contradicciones de clases que se dan por abajo se expresan, de manera distorsionada, por arriba. De esta situación dieron cuenta los resultados de las elecciones donde una gran mayoría le bajó el pulgar a Rajoy, al PP y a sus políticas austericidas y esto se refleja también en la crisis de los partidos tradicionales, que han perdido millones de votos y que ahora ambos afrontan verdaderas y serias dificultades políticas para formar gobierno, ya sea juntos o ya sea por separado.

El PP y Ciudadanos no lograron una mayoría suficiente para gobernar como era lo esperado por los capitalistas y la derecha, lo que obligó a buscar una reedición de la gran coalición PP-PSOE. Pero la “sorpresa” la dio Pablo Iglesias el pasado viernes, dos horas después de reunirse con el rey en el marco de las consultas para encargar a un candidato que intente formar gobierno, cuando propuso la formación de un “gobierno del cambio” con el PSOE e IU.

La propuesta de un Iglesias envalentonado y legitimado por los votos obtenidos tuvo sus consecuencias. Por un lado provocó la renuncia de Rajoy a la investidura en primera vuelta, en una clara aceptación de la derrota por más que no se quiera aceptar. Por otro lado, trasladó la presión a un PSOE en crisis y a un Pedro Sánchez acorralado tanto por izquierda como por derecha como desde adentro y desde afuera.

Iglesias busca formar un “gobierno del cambio”

Apenas salido de la reunión con el rey, Iglesias decía en rueda prensa que, actuando con “responsabilidad de Estado”, con “lealtad institucional” y respetando la investidura del rey como jefe de Estado, le había comunicado su voluntad de “formar un gobierno del cambio con el PSOE e IU que obtenga los apoyos suficientes para una investidura, un gobierno plural, con una composición proporcional a los resultados del 20D”.

Fuerte de sus 5 millones de votos, Podemos intenta presionar “por izquierda” al PSOE, poniéndolo frente a la perspectiva de un gobierno “progresista” o de ser responsable, de manera directa o indirecta, de la continuidad del PP. Si hasta algunos meses Pablo Iglesias juraba que no haría un pacto con el PSOE en minoría, su orientación actual se apoya en la idea de que existiría un “PSOE de los viejos aparatos y las viejas élites” y un “PSOE del cambio”: la legitimidad para Podemos de gobernar con un pilar del bipartidismo e impulsor de recortes como el PSOE vendría de esta “doble alma” de los socialistas.

Además, la enorme cercanía en los resultados electorales entre el PSOE y Podemos (Iglesias declaró que “La posibilidad que tiene Sánchez de ser presidente del Gobierno es una sonrisa del destino que él siempre tendrá que agradecer”) permite justificar el hecho de formar un gobierno “paritario” en vez de apoyar “desde afuera” o de facilitar un gobierno PSOE de manera indirecta. Al fin y al cabo, lejos de sus primeras veleidades rupturistas, el líder de Podemos aclaró que “están aquí para gobernar”.

Más claro agua, Pablo Iglesias ha tirado la pelota en el tejado del PSOE y más precisamente en el de Pedro Sánchez poniendo más en evidencia la división al interior del PSOE con respecto a qué decisión tomar, si ir a un nuevo pacto con el PP o apostar por “un gobierno de izquierda”. Sin embargo, esta orientación de Podemos tiene graves problemas e implicancias, como veremos más adelante.

El PSOE, presión por derecha y por izquierda

El PSOE, por su parte, no ha cerrado aún ninguna puerta. Mientras lloriquean por la “falta de respeto” de la manera en que Iglesias planteó la propuesta, algunos dirigentes del PSOE, entre ellos el mismo Pedro Sánchez, proponen un “gobierno a la portuguesa”, es decir una coalición de izquierdas. De allí que Sánchez haya declarado su voluntad de construir un “gobierno de cambio y progresista”, además de remarcar que “los votantes del PSOE y de Podemos no entenderían que no nos pusiéramos de acuerdo” (lo que por otra parte señalan algunas encuestas).

Sin embargo, otros sectores, principalmente los “barones autonómicos” como la baronesa Díaz y compañía, se muestran mucho más hostiles a un pacto con Podemos, evocando centralmente la cuestión del referéndum de autodeterminación de Catalunya como un punto innegociable. Para estos sectores, y para el mismo Pedro Sánchez, un pacto con Ciudadanos sería una buena noticia, lo cual permitiría también establecer un contrapeso contra Podemos.

Por el momento, entonces, no está claro qué camino tomará el PSOE: lo cierto es que el tiempo corre y las presiones y contradicciones le estallan desde adentro y desde afuera, por derecha y por izquierda

Las presiones desde afuera le vienen por el lado de los resultados del 20D que han expresado, electoralmente, un giro a la izquierda y que ha castigado duramente a los partidos tradicionales poniendo sobre la mesa la posibilidad de un gobierno de “izquierdas” junto con Podemos. La presión por la derecha le viene desde afuera históricamente impuesta, ya que es el PSOE una de las dos patas del régimen del 78 y el aliado “natural” por excelencia del PP. Y esta presión por la derecha se hace sentir al interior del PSOE encarnada por un sector de derechas como González, Guerra, Zapatero, Rubalcaba, Susana Díaz y muchos barones, ligados a los intereses del capital, que ocupan cargos en bancos y empresas estratégicas del Estado y son proclives a pactar con el PP antes que con Podemos.

Pero por otro lado Pedro Sánchez parece haber tomado nota de los resultados del 20D y es consciente que luego del peor resultado de su historia y de lo que el giro electoral a la izquierda expresó, un apoyo a un gobierno de derecha puede enterrar aún más al PSOE y el fantasma del PASOK en Grecia no está demasiado lejos ni en la geografía ni en el tiempo.

Este es el dilema de Sánchez: no quiere pactar con el PP ni quedar pegado en facilitar un gobierno de derechas pero tampoco quiere apostar de lleno a un gobierno de izquierda junto a Podemos.

¿“Gobierno del cambio” o ruptura de fondo con el régimen?

Sin dudas, un Gobierno PSOE+PODEMOS+IU contaría con el aval de millones de votos y el respaldo de un amplio sector social que sus votos representan: las elecciones han reflejado el hartazgo con las políticas austericidas del PP, y la “renuncia” de Rajoy refleja esta relación de fuerzas. Sin duda hay y habrá muchas expectativas en los efectos concretos que un “gobierno del cambio” podría tener: Ley Mordaza, LOMCE, Reforma Laboral, entre otras.

Pero las recientes experiencias europeas han demostrado que por más discursos “radicales” o “programas alternativos” que se tengan, la sumisión a la UE del capital, a las instituciones actuales y la renuncia a toda perspectiva sólo pueden llevar a un callejón sin salida. Elegido sobre la base de su promesa de romper con la Troika y la austeridad, el gobierno de Syriza en Grecia terminó capitulando a todas las exigencias de los acreedores internacionales y lleva adelante los peores planes de ajuste de los últimos años.

Un “gobierno del cambio”, reducido al plano puramente institucional, sólo puede llevar al mismo callejón sin salida: en el contexto del “pantano” en el que se encuentra la crisis internacional y de la voluntad de la UE de seguir con su línea de austeridad, el mismo aplicará -tarde o temprano- un ajuste más o menos violento. La perspectiva de un gobierno con un partido de la casta del régimen como el PSOE que podría traer algún cambio sustancial, a la que apuesta ahora Podemos, está desmentida no sólo por la experiencia internacional sino por los propios ejemplos del Estado español: allí donde el PSOE gobierna, como en Andalucía, aplica las mismas políticas de austeridad y es tan corrupto como el gobierno de Rajoy.

De aquí que la perspectiva puramente parlamentaria, institucional, no puede ser una solución de fondo para los problemas de los trabajadores y el pueblo español. De encuentro en encuentro con el rey, de negociación parlamentaria en negociación, Podemos ha dejado de lado un elemento clave: la organización y movilización por abajo. En la situación actual, no se trata de plantear la “lealtad institucional”, sino de hacer saltar por los aires las podridas instituciones del régimen del 78 con la movilización social, para tirar abajo todas las políticas anti-sociales, ya sea el PP o un “gobierno de cambio” el que las lleve adelante.

Un “gobierno de izquierdas” o del “cambio” que verdaderamente sirviera para los objetivos transformadores de la sociedad debería emerger sobre una base completamente diferente a la que plantea Iglesias: debería surgir de la movilización directa y la organización de los trabajadores, los sectores populares, las mujeres, la juventud y todos los explotados y oprimidos, y no de las instituciones de la democracia burguesa y la monarquía.

Si esto ocurriese, este gobierno contaría con el apoyo de los socialistas revolucionarios frente al capital al tiempo que pelearíamos lealmente por superar los insalvables límites de su carácter reformista. Sin embargo, Iglesias y Podemos proponen lo opuesto: sumarse al carro de la gobernabilidad, gobernar en todos sus términos y sobre las mismas bases del régimen corrupto de la Moncloa; en esas condiciones, lo único que podrá hacer es emular el curso de capitulación que ya se ha visto con Tsipras en Grecia.

 

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