Compartir el post "Un papa peronista para relegitimar a la iglesia"
“La Argentina debe vivir pacíficamente el tiempo que a la Presidenta le resta para cumplir su segundo y último mandato… Del lado del Papa es probable que hayan existido algunas preocupaciones puntuales (la autorización de aborto sin denuncia penal en el anteproyecto de Código Penal, por ejemplo), pero ni siquiera se ocupó él de plantear ese asunto. Su misión fue crear un clima distendido y sereno. Hacerle saber a la Presidenta que tiene un aliado en él para buscar un clima de paz social y política en el próximo año y medio”. (Morales Solá, La Nación 18/3)
A un año de Francisco I, el papa argentino no cesa de recibir halagos entusiastas de todos los sectores de la burguesía mundial. La ultraderecha fascista del Opus Dei, por boca del cardenal español Julián Herranz, celebró el aniversario declarando que “Francisco está locamente enamorado de Cristo y esto es una gracia para la Iglesia Católica”. El progresismo K, por su parte, asegura que el papa está en contra del capitalismo financiero y por la unidad latinoamericana. Lo visitan los representantes religiosos del Estado nazi-sionista, la Iglesia Ortodoxa de Putin, y los dirigentes de la Teología de la Liberación. Los primeros momentos de “incomodidad”, a derecha e “izquierda”, pasaron pronto, y todos los que en el mundo apuestan al sostenimiento del orden capitalista, “humano” o “salvaje”, aplauden este primer año del pontificado y hablan hasta por los codos de la “transformación de la Iglesia” que produjo Bergoglio.
Es que la situación económico-política del mundo no está para ponerse quisquilloso. La crisis económica no para de provocar desastres sociales en Europa y oriente y sus olas empiezan a llegar a las costas latinoamericanas. Y frente a la crisis, todos los políticos burgueses del mundo, progres o de derecha, tienen la misma política: hacérsela pagar a los trabajadores. La unanimidad de esta política es la raíz de la unanimidad del amor a Bergoglio. Porque la “transformación” de Francisco consiste en haber puesto de nuevo a la Iglesia en carrera para volver a ser la gran herramienta de disciplinamiento social (junto con los ejércitos) que alguna vez fue.
La Iglesia Católica había prácticamente perdido esa capacidad. El católico promedio se sentía muy lejos de una institución que, en primer lugar, seguía sosteniendo posiciones retrógradas para la mayoría de la gente en cuanto a la sexualidad, la pareja, etc., y además, aparecía frente al mundo como una organización de pedófilos impunes. La burguesía mundial seguía gastando miles de millones en sostener un aparato que, lejos de garantizar el sometimiento pacífico de los explotados, provocaba aún más irritación. Recordemos la campaña contra el matrimonio igualitario en la Argentina, encabezada por el mismo Bergoglio, que terminó provocando que muchos sectores indecisos se volcaran a favor de esa ley, por el repudio que les provocaban los espantosos “argumentos” de la Iglesia.
Pancho, pragmático y poco dado al principismo como buen peronista, aprendió la lección: dejémonos de hablar de cosas que “irritan” a la gente, y tratemos primero de reunir al rebaño, diciéndole a cada uno más o menos lo que quiere escuchar. La burguesía progre, al ver los entusiasmos populares encendidos con la campechanía del nuevo papa, se olvidó de que colaboró con la dictadura de Videla. El Opus, al comprobar que la “lucha” contra los abusos a menores y demás excesos no pasaría de uno que otro reto y la doctrina de la Iglesia no estaba amenazada por ningún cambio real, se olvidó de enojarse cada vez que Francisco elogia al padre Mugica. Y todos contentos.
Bah, todos no. Porque hay católicos honestos que se esperanzaron con algún avance real hacia una Iglesia menos troglodita, o menos corrompida. Curiosamente, desde dentro de la Iglesia es de donde llegan los balances más críticos de este primer año. Daniel Álvarez, profesor del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad Internacional de Florida, se refirió al tema de los abusos a menores y explicó que mientras el Papa siga nombrando comisiones para revisar los asuntos de la Iglesia y recomendar cambios, no hay que olvidar que esas comisiones están integradas por cardenales que pertenecen a la misma estructura que ocultó los abusos que desencadenaron el escándalo. “El reto más grande para Francisco será qué defina sobre este tema. ¿Por qué no remueve a los cardenales que han encubierto a los pederastas? Eso nos falta ver”.
Hasta Sergio Rubín, autor de “El jesuita”, la biografía autorizada de Francisco, y fanático de Bergoglio desde que era Bergoglio, reconoce que la famosa “transformación” es más cuestión de discurso que de hechos: “El Papa ha provocado una verdadera revolución cultural dentro de la iglesia. Es cierto que por ahora no ha cambiado ninguna norma pero lo que está claro es que ha cambiado el modo de presentar un mensaje que tiene dos mil años con sus gestos de sencillez y austeridad” (destacado nuestro).
Es que mientras los “líderes mundiales”, como les gusta llamarse a los gobernantes, se esperanzan con recuperar la eficacia disciplinadora de la Iglesia, lo cierto es que divorciados, homosexuales y mujeres que abortaron siguen excomulgados, las monjas siguen sin poder dar misa y los curas sin poder casarse; la política de la Iglesia hacia los derechos de la mujer y los no heterosexuales en general, sigue exactamente igual de reaccionaria, y ni un solo pedófilo ha sido condenado, entregado a la Justicia ni excomulgado por la Iglesia. Solo que el papa siempre se las arregla para hablar de otra cosa.
¿Hasta dónde llegará la capacidad de la Iglesia para garantizarle a la burguesía mundial la paz social, a pesar del ajuste brutal que está aplicando contra los trabajadores? La lucha de clases lo dirá. En principio, al menos en la Argentina, la tierra del papa, por estos días parece haber más gente en las movilizaciones que en las misas. Pero no hay que subestimar al enemigo, y desde estas páginas aprovecharemos toda oportunidad de explicar a los trabajadores y jóvenes quién es en realidad este nefasto personaje, y cuál es la función opresora de las iglesias y religiones.