Sigue el baile de disfraces
De visita en visita de grandes mandatarios, la del presidente francés fue algo así como un suspiro de alivio en medio de un momento de tensiones cruzadas por la paritaria docente, el paro y la movilización estatales, la negociación “buitre”.
Fue así porque la democrática república francesa no tiene el historial de dominadora y opresora como los EEUU. Para nosotros, por supuesto, los latinoamericanos. No es lo mismo para los trabajadores y el pueblo de África, donde sus colonias impusieron su dominio durante siglos.
Pero que no hayan sido dominadores económicos y políticos directos en nuestros países no se quedaron al margen a la hora de combatir a las organizaciones revolucionarias que surgieron en América latina. El ejército francés, sus servicios secretos, tenían vasta experiencia en la guerra de independencia de Argelia, donde desarrollaron todos sus “avances” en métodos de persecución y tortura. Y prestaron colaboración a los gobiernos argentinos durante 20 años, desde la década del 50.
Junto con el ejército yanky, fueron los grandes colaboradores en la preparación y ejecución del golpe del 76. No son inventos chinos.
“Bignone lo expresa muy bien en la película cuando dice textualmente:‘La orden de batalla de marzo de 1976 es una copia de la batalla de Argel’. Los decretos firmados durante el gobierno de Isabel Perón para aniquilar a la guerrilla del ’75 y los decretos militares que instauraron la dictadura se realizaron con base en los textos franceses. La famosa batalla de Argel se caracterizó por el hecho de que los poderes de la policía fueron delegados al Ejército, y especialmente a los paracaidistas. La policía estaba bajo el control del Ejército, los militares mismos hacían los interrogatorios, la desaparición forzada de personas se implementó en Argelia y dejó un saldo de 3 mil desaparecidos.” (En entrevista del 13 de octubre del 2004 de Página 12 a la periodista e investigadora francesa Marie-MoniqueRobin al referirse al documental Escuadrones de la muerte realizado por ella con motivo de su estreno en Buenos Aires).
Que luego, ante la desaparición de las monjas francesas hayan puesto el grito en el cielo (¡con Francia no se metan!) y hayan prestado colaboración a exiliados, no tapa este hecho contundente.
Como no tapa el giro del amo del norte bajo la administración Carter y su política de derechos humanos en el continente, cuando fueron los artífices del Plan Cóndor durante las décadas del 70 y 80 para imponer fuertes dictaduras en toda América latina. Fueron cambios políticos que acompañaron el proceso de desprestigio de los gobiernos totalitarios y fundamentalmente producto de la derrota yanky en Vietnam.
Este Plan diseñado desde el Pentágono para imponer la mano dura militar fue el padre ideológico de la criatura, el alma mater, aunque también colaboraron en la logística. Pero el imperialismo francés fue el que aportó su experiencia práctica en la represión en las grandes ciudades, en el exterminio de la vanguardia luchadora en Argentina.
Que Macri y su gabinete de disfrazados no lo mencione es parte de su “performance” al frente de este gobierno reaccionario. Pero los luchadores, los trabajadores y la juventud no nos debemos dejar engañar por las flores tiradas al río, entre sonrisas, por estos cipayos. En la lucha por justicia y castigo para los asesinos de ayer y de hoy también hay que saber distinguir los enemigos que están más allá de las fronteras, colaboradores de los genocidas argentinos y represores de los inmigrantes y los pueblos que se rebelan contra su dominio en el mundo.
Ana Vázquez
Desmintiendo las pérfidas declaraciones de Darío Lopérfido poniendo en duda la cantidad de desaparecidos durante la dictadura, transcribimos parte de una carta enviada por Enrique Germán Broquen (abogado del Partido Socialista de los Trabajadores) del 22/12/79 a la representante de Amnesty Internacional. En ella detalla cómo, en medio de la visita de la OEA a nuestro país, con una tremenda represión, censura, desorganización y acorralamiento, el número de familiares que se acercaron a hacer la denuncia en Capital Federal (el interior de la Provincia de Buenos Aires y el interior no tuvieron ni siquiera esa posibilidad). En ese momento, el general Albano Harguindeguy (era el ministro del Interior) presentó un documento a la OEA donde reconocía 300 muertos en la lucha contra la subversión. Seguramente algo de razón tiene Lopérfido, sólo que con los términos invertidos: la cifra seguramente supera los 30.000 desaparecidos, porque este es el contexto:
“(…) Por otra parte tampoco ninguna de las organizaciones de derechos humanos llamó claramente a movilizar fuera del marco de los familiares afectados por el problema. Por el contrario, cundió la desorganización, y las dudas con respecto a cuándo y dónde se harían las movilizaciones y la entrega de documentos y petitorios firmados, etc. Pero lo que hay que destacar fue la respuesta de los familiares al llamado de la OEA. Con todos estos problemas, se calcula que se presentaron 13.000 personas en las COLASpara entregar todos los casos, cubría tres cuadras y la gente se mantuvo impasible esperando, cuando pasaron los camiones cargados con eufóricos hinchas de fútbol que festejaban el Campeonato Mundial. (…)” (subrayado y mayúsculas en el original).