Esta edición de nuestro periódico coincide con el cumplimiento de los primeros tres meses del gobierno de Mauricio Macri. Pasados estos 90 días queda evidenciado que más allá de las profundas contradicciones que encierra la vida política nacional, el gobierno del PRO es la fuerza que por el momento sostiene la iniciativa política en la actual coyuntura.
Esto no significa que las tenga todas consigo, ni que el camino de su gestión sea un lecho de rosas; nada de eso, el resultado de las medidas antipopulares que viene tomando (devaluación, despidos, inflación…) están golpeando fuertemente en las condiciones de vida de millones de personas, lo cual se refleja en el comienzo de un malestar social y en una leve caída de la imagen positiva de Macri en los índices de aprobación.
Parte de esto se refleja en los datos de inflación para el mes de febrero. La burocracia moyanista dio a conocer sus estadísticas, las cuales reflejan que en este último mes la inflación ascendió un 4,45% y que en los últimos doce meses lleva acumulados más del 35%, muy lejos del 20 que dice Macri. Otro dato que golpea fuerte a los trabajadores es el del desempleo: entre diciembre y febrero, es decir desde que asumió Macri, ya se perdieron alrededor de 110.000 puestos de trabajo. Este conjunto de datos negativos, explica en parte el hecho de que Bergoglio haya optado por brindarle un gélido recibimiento a Macri en su visita al Vaticano. Es que el papa argentino es un viejo bicho que sin decir palabra, prefirió marcar distancia con las políticas de Macri.
No obstante esto, este malestar no termina, por el momento, de cristalizar en una corriente de lucha que enfrente de conjunto las políticas del oficialismo. Lo que hoy está primando es la idea de que “hay que dejarlo hacer”, que “hay que darle una oportunidad”. Esta expectativa que aún conserva el gobierno es uno de los obstáculos que se presentan a la hora de salir a enfrentarlo.
Pero las ilusiones de amplios sectores de masas (y no sólo los sectores chetos y reaccionarios que son su base social real) no son el único elemento que explica la coyuntura actual. A éstas hay que agregarles que absolutamente toda la superestructura política (partidos patronales, burocracia sindical, cámaras empresariales, gobiernos imperialistas) están alineados tras el proyecto macrista para la Argentina. Expliquemos cómo ocurren estos dos fenómenos.
El gobierno aprovecha su “luna de miel” para imponer el pago a los buitres
El gobierno aún vive una larga “luna de miel”. Para entender esto lo primero a tener en cuenta es que el macrismo se apoya sobre el fracaso del proyecto de país del kirchnerismo. Durante sus últimos años, el anterior gobierno se limitó a fugar hacia adelante y buscar los medios para llegar más o menos prolijamente al fin del mandato de Cristina. Durante esta etapa se fueron acumulando inercias que son las propias de un país semicolonial y de un desarrollo industrial atrasado como la Argentina. El relato de un desarrollo capitalista autónomo basado en una inexistente burguesía “nacional y popular” se mostró como lo que es: un puro cuento. Una vez llegado a esto, el kirchnerismo se cocinó en su propia salsa y se limitó a vivir de su propio discurso sin poder ofrecer ningún camino a la Argentina. Es el fracaso del proyecto K lo que le abrió las puertas a la propuesta de Macri.
El macrismo se presenta como la contracara de eso. El gobierno de Macri ofrece una respuesta neoliberal frente a los problemas que el kirchnerismo se limitó a negar caprichosamente; decidió proponer una «salida». Es cierto que reaccionaria, pero frente al callejón sin salida de los K, la medicina PRO aparece frente a los ojos de amplias franjas de masas como el único remedio posible, por amargo que parezca, al menos de momento.
Del lado de la burguesía, obvio que está de parabienes. Macri le entregó las retenciones al campo, le garantizó la renta minera y petrolera al imperialismo, y salió del cepo al dólar mediante una devaluación cercana al 65% y subiendo las tasas de interés del BCRA al 38% anual (una salvajada) que habilita grandes beneficios al sector financiero. Esto alcanzó para dibujarles una sonrisa indeleble en el rostro, pero aún faltaba algo de capital importancia: el arreglo con los buitres.
Es que el plan de gobierno de Macri se apoya en una sola carta: cerrar con los buitres al costo que sea para lograr financiamiento externo. El resultado de esto es sumergir a la Argentina en una espiral de endeudamiento de consecuencias nefastas para los trabajadores en el mediano plazo. La jugada es simple y ya la hemos desarrollado en varias oportunidades: Macri se quiere aprovechar del hecho de que Cristina fue una pagadora serial de deuda externa y dejó a la Argentina sin un dólar pero en condiciones de endeudarse hasta el cuello, para poder acceder al mercado de capitales y de esta manera financiarse.
La fortaleza del gobierno de Macri se apoya en buena medida en que detrás de esta orientación está encolumnada toda la burguesía, los partidos patronales, la burocracia sindical y el imperialismo. Nadie está dispuesto a oponerle ninguna resistencia seria.
Massa, el PJ no K, y el progresismo ya garantizaron que estaban dispuestos a negociar con el PRO las condiciones de su apoyo.
El kirchnerismo es un caso aparte que navega en medio de sus propias contradicciones. Es que si ambos bloques parlamentarios de FpV (tanto el del Senado como el de Diputados) se oponen al pago a los buitres, es matemáticamente imposible que el Congreso apruebe el acuerdo, puesto que el FpV cuenta con la mayoría absoluta en la Cámara de Senadores. Pero parece que el FpV se apresta a una gran farsa. En el Senado (donde tienen más peso los gobernadores) estarían a favor de regalarle la mayoría al macrismo para que se apruebe el pago a cambio de fondos para las provincias, mientras que en la Cámara de Diputados, en donde el gobierno muy probablemente no necesite del voto de los K para aprobar la ley, montarían una escena en la cual posarían de opositores negándose a votar una ley que ya tendrá garantizada la mayoría.
Explicar pacientemente por qué no hay que pagar
El problema de la deuda externa no es una problemática menor: hace a la condición de Argentina como país semicolonial, y a la relación de dependencia a la que está sometida frente a las potencias imperialistas.
Como se trata in extenso en otro artículo de esta edición, el problema de la deuda es un ancla atada al cuello de la economía argentina desde siempre. Desde la vuelta a la democracia, todos los gobiernos (Alfonsín, Menem, De la Rúa, los Kirchner y ahora Macri) han sido incansables pagadores de la deuda externa y pese a eso el yunque de la misma no ha desaparecido. Para no irnos tan lejos, durante años el kirchnerismo nos vendió el cuento de que pagar la deuda era un acto patriótico de emancipación: que estábamos “comprando soberanía”, Cristina se ufanó de haber pagado más de 200.000 millones de dólares. Esto es interesante para medir realmente el contenido de la consigna “patria o buitres” que enarbolaron los K. Para ellos el pago de la deuda es algo que está fuera de discusión; inclusive no se oponen a pagarle a los buitres: sólo están en contra del monto que acordó Macri. Para Kiciloff el gobierno hizo un acuerdo ruinoso, él por su parte estaría dispuesto a pagarles a los buitres un 150% sobre el valor nominal del bono que ellos adquirieron al 5%. Pongámosle cifras para que se entienda: por cada bono que los buitres compraron a 5 dólares, ¡Kiciloff (el patriota) está dispuesto a pagarle 150 dólares!
Pero el problema no es sólo el monto del acuerdo, la cuestión es que solamente mediante una política revolucionaria, que entre otras medidas rechace de plano el mecanismo ruinoso de la deuda, es posible ponerle freno a esa sangría de capitales que ahoga la economía argentina y que pesa sobre los hombros de los trabajadores.
Claro que esta discusión es difícil frente a los sectores de trabajadores por dos motivos. Primero, porque todo el arco político, los medios y los empresarios coinciden en el discurso acerca de que la causa de todos los males es que no tenemos crédito internacional porque no les pagamos a los fondos buitre, y que una vez que cerremos este acuerdo, van a llover los dólares y todos los problemas (inflación, pobres, despidos…) se van a empezar a solucionar. Así que, aunque no es bueno ni “justo” pagarle a los “malos” buitres, es la única salida. Por otro lado, ocurre que para los sectores populares es normal honrar sus deudas: para todo trabajador honrado es natural que si alguien le prestó dinero o algo haya que devolvérselo, y eso está fuera de discusión.
Pero ninguna de estas “justificaciones” es pertinentes al caso de la deuda externa argentina. Primero porque en el caso de la deuda externa, esto no ocurrió así. La deuda de Argentina es producto, entre otros mecanismos turbios, de la estatización de las deudas de las grandes empresas privadas durante la última dictadura cívico-militar y, a partir de allí, de los préstamos que el Estado tomó para hacer frente a los pagos de esa deuda. Es decir, es el eterno mecanismo de pedir prestado para pagar las deudas acumuladas (que beneficiaron a los empresarios), una y otra vez, siempre a tasas de interés más caras. Además no es cierto que el problema de la Argentina empezara cuando perdimos el crédito externo. En realidad fue el pago de la deuda externa (entre otras medidas) lo que nos llevó al desastre de miseria y desempleo que gestó la rebelión popular de 2001 e impuso por la vía de los hechos el no pago de la deuda. El endeudamiento del Estado en mano de los gobiernos patronales es garantía de grandes ganancias para los empresarios y los bancos internacionales y de fuertes ajustes para los trabajadores.
Durante la década “ganada” K, la Argentina no tuvo acceso al crédito internacional, aunque sí tuvo un fuerte ingresos de dólares debido al precio inusitadamente alto de las materias primas y la soja. Buena parte de esos dólares se utilizaron para pagar religiosamente la deuda (el verso de «comprar soberanía»); eso generó que la deuda externa disminuyera en relación al PBI preparando a la Argentina para iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento. Ahora que los precios de las materias primas volvieron a niveles un poco más “normales”, los dólares ya no ingresan como antes, por lo tanto la burguesía está deseosa de regresar al viejo y conocido mecanismo de endeudar al país en beneficio propio.
Es por eso que la política de no pagar la deuda externa, no consiste en no honrar nuestras deudas, sino en oponernos de manera revolucionaria a que continúe el saqueo en beneficio de la burguesía y el imperialismo de las riquezas generadas por los trabajadores.
Por esto, la tarea es explicar pacientemente porqué no hay que pagarle a los buitres, denunciar el carácter entregador del gobierno de Macri, denunciar a todos los que lo van a apoyar en esta entrega, y organizar la más amplia movilización contra ella.
Este 24 de marzo hay que salir de manera multitudinaria a las calles para pararle la mano a Macri
Este 24 de marzo cuando se cumplen 40 años del golpe militar. Es una oportunidad para poner en pie una gran movilización de masas que enfrente al gobierno de Macri. La reivindicación de los 30.000 compañeros desaparecidos sólo se puede hacer desde las luchas del presente.
Como venimos desarrollando, el gobierno nacional está envalentonado y dispuesto a tratar de volver a la “normalidad” en todos los planos. No sólo reiniciando el ciclo de endeudamiento de la Argentina, sino además tratando de limitar los derechos democráticos por medio de la imposición del protocolo antiluchas reaccionario: dólares para los buitres, palos para los luchadores.
En este contexto, la visita de Obama, es parte del giro a la “normalidad” que propone Macri. El presidente yanqui viene a la Argentina para celebrar el giro a la derecha que se visualiza en la región. El hecho de que sea el primer presidente de color de la historia de Estados Unidos, e incluso que sea quizá el rostro más “progresista” del imperialismo, no debe hacer perder de vista ni un segundo que es eso: la cabeza del imperialismo norteamericano.
Desde el Nuevo MAS vemos la marcha de este 24 de marzo como una enorme oportunidad de unir fuerzas para asestarle un golpe al gobierno nacional. Que Macri aún esté a la ofensiva, no significa que las tenga todas consigo, ni que no haya espacio para devolverle los golpes. Muestra de eso fue la marcha del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, donde se movilizaron importantes columnas a Plaza de Mayo; o la importante concentración del 24 de febrero pasado de los estatales (en el mismo sentido pero con respecto a organizar a la vanguardia obrera hubiera sido el Encuentro de Racing, que las tres fuerzas mancomunados del FIT se encargaron de hundir, un crimen político oportunista sin parangón).
El jueves 24 nos concentramos a las 15 horas en el Congreso para marchar junto al EMVyJ contra el gobierno reaccionario de Macri, en repudio a la visita de Obama, contra el protocolo antipiquete y por el no pago de la deuda externa.
¡Vamos a poner en pie una columna militante de miles de compañeros y compañeras, te invitamos a sumarte!