La política argentina asistió ayer a una devolución involuntaria de favores. Claudio Bonadio facilitó a Cristina Fernández el armado de un teatro para su regreso. La citó en una controvertida causa por la venta de dólares a futuro del Banco Central, en el final de su mandato. La ex presidenta también se ocupó, con su perorata de una hora frente una militancia tenaz, de llevar tranquilidad a Mauricio Macri. Más allá de sus entendibles críticas a la realidad económica, dejó entrever que no tendría ningún cuchillo bajo el poncho que pueda sorprender. (Eduardo van der Kooy, Clarín 14/04/16)
Después de cuatro meses de silencio, un día reapareció CFK. No fue un escenario cualquiera, ni fue el momento elegido por ella. No, la hora y el lugar se lo impuso el juez federal Bonadío, que está al frente de la causa por la venta que realizó el Banco Central de dólares a futuro. El magistrado la imputó y la obligó a presentarse a prestar declaración indagatoria en los tribunales federales de Comodoro Py.
Cristina Kirchner trató de dar vuelta una situación que a priori le era adversa. El hecho de ser acusada de estafar al Banco Central y de asociación ilícita, más allá de que la acusación parece ser un verdadero mamarracho, es una mancha difícil de borrar y una horrenda carta de presentación. Pero la ex presidenta sabe de mañas y transformó el banquillo de los acusados en una tribuna política en la cual lanzó ante unos 50.000 simpatizantes un discurso tan opositor a Macri como defensor de la gobernabilidad burguesa.
Es que Macri y Cristina actúan cada uno su papel en el gran circo de la política patronal, y ambos (más allá de sus diferencias) coinciden en defender el régimen político de la democracia capitalista.
Lo que subyace en el fondo de la actual situación es el hecho de que gran parte de la población, y en particular sectores de trabajadores, no terminaron de hacer su experiencia con el kirchnerismo. En buena parte esto es debido a que Cristina tuvo la habilidad de emparchar una lánguida economía durante los últimos años y así llegar al fin del mandato con la lengua afuera pero sin que estalle ninguna crisis.
Aunque evidentemente en las últimas elecciones los trabajadores les dieron la espalda a los candidatos K producto del creciente deterioro de sus condiciones de vida, lo cierto es que el suyo fue un voto castigo que terminó yendo a la rastra de la pequeña burguesía histérica. Esto permite, en la medida en que el procesamiento de su experiencia se resolvió por derecha y no por izquierda, que pasados los primeros meses, y viendo cómo pegan en su calidad de vida las medidas del gobierno de Macri, lentamente algunos se empiezan a cuestionar lo acertado de su voto. De allí que el kirchnerismo pretenda mostrarse nuevamente como alternativa.
Mucho ruido y pocas nueces
La aparición de Cristina se dio en un momento particular, en el cual se empezaban a acumular tensiones que podrían desembocar en la primera crisis política del gobierno del PRO.
Los últimos días venían marcados por el creciente malestar de amplios sectores producto de los tarifazos y la inflación galopante. A esto había que sumarle el escándalo internacional que es la filtración de los documentos “Panama Papers” que puso en la picota a muchos presidentes y políticos de todos los países, entre ellos a Macri y muchos de sus funcionarios y parientes. El escándalo es tan grande que hasta el mismo Jorge Lanata, un indiscutido mercader de la pluma, se vio obligado a reconocer que la explicación de Macri argumentando que la empresa offshore que él dirige nunca tuvo ninguna operación “suena a chiste de mal gusto”.
Esta situación erosiona gradualmente la legitimidad de Macri. Y con esta, su capacidad de aplicar el ajuste. Por eso el gobierno trató de aprovechar el hecho de que Cristina se haya visto obligada a declarar, más allá de que no le cerrara del todo que haya sido justo en esta causa donde se la requiera, puesto que es la más endeble de todas las acusaciones que tiene en su contra. No obstante esto, Macri, con la ayuda de los grandes medios, buscó tapar el escándalo que cae sobre él, detrás de esta acusación.
Pero en todo caso, el discurso de Cristina, lejos de profundizar los elementos de crisis política del gobierno, buscó encausar esa bronca en los perezosos e ineficaces carriles de la institucionalidad burguesa.
Un silencio que dice mucho
Primero recordemos que lo que motivó el acto de Cristina fue una citación judicial. Que nadie pierda de vista este detalle. No fue ni el ajuste de Macri, ni la creciente ola de despidos, ni el pago a los fondos buitre ni los tarifazos los que sacaron a Cristina de su ostracismo. Nada de eso. Ante todo esto ella supo sostener un “respetuoso y democrático silencio” (sic.). Silencio que hubiese continuado de no ser porque la obligaron a salir a de su casa y decir algo.
El kirchnerismo se comprometió ante el PRO a ser respetuoso de la gobernabilidad, a no meterle palos en la rueda a Macri y a dejar que él lleve a cabo su gobierno sin más inconvenientes que los que él mismo se genere. Lo que hay detrás de esta actitud, y hace a su fundamento principal, es el respeto al juego de la institucionalidad burguesa. La Constitución dice que el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, y Macri es el representante legal. Es como decir que si Macrí ganó, ahora tiene el derecho a gobernar como le plazca, y la población debe respetarlo hasta que termine su mandato aunque en esos cuatro años termine de reventar a los trabajadores.
Cristina comparte este principio institucional que les garantiza a los gobernantes poder mentir descaradamente durante las elecciones y después desoír los reclamos populares. Pero mucho más, le garantiza al gran capital y al imperialismo tener gobiernos aliados y dóciles a sus reclamos.
Así es como Cristina aprovechó su reaparición pública para presentarse como cabeza de la oposición al gobierno nacional, pero como una oposición responsable, democrática y burguesa. En más de una hora de discurso, la ex presidenta se cuidó de nunca sacar los pies del plato, de nunca cruzar las fronteras de sus intereses de clase, de nunca proponer ninguna acción ni medida de lucha que vaya en el sentido de impedir que Macri avance con los despidos, con el ajuste o con los tartifazos.
Pero veamos más de cerca su discurso.
Un “gran frente ciudadano” que mire al 2017
En su discurrir, Cristina hablo de varios temas, pero se centró en una propuesta específica: “conformar un gran frente ciudadano en el cual no se le pregunte a nadie a quien votó, ni de qué partido es, ni en qué sindicato está; que sólo se le pregunte cómo le está yendo, mejor que antes o peor”.
Este frente ciudadano es la original apuesta estratégica del kirchnerismo en mira de las elecciones legislativas de 2017 y su reubicación de cara a las presidenciales dentro de cuatro años.
Cristina dio cuenta de que, una vez fuera del gobierno y sin el control de la “caja” del Estado, su influencia política quedó duramente diezmada. Una prueba de esto fue la evidente falta de movilización del aparato del PJ (y la total ausencia de sus principales figuras como Gioja, Scioli y los gobernadores) y de los sindicatos para el acto del miércoles último, el cual estuvo muy lejos en convocatoria de otras concentraciones como la del 9 de diciembre de 2015. En pocos meses los gobernadores tomaron la manija del PJ, y los senadores y muchos diputados decidieron buscar refugio bajo otros techos. La muestra culminante de esto se vio en el armado de listas para conducir el PJ, en las cuales al kirchnerismo le ofrecieron sólo cargos marginales, los cuales no aceptaron.
Relegada de la conducción del PJ, Cristina pareciera pretender reflotar la política del viejo Frente Transversal que armó oportunamente Néstor Kirchner, al principio de su mandato, como base de sustentación política alternativa al aparato del PJ. Es por eso que este “Frente Ciudadano” no es ninguna plataforma de resistencia al macrismo, es simplemente una política de contención para la base K y una herramienta para negociar en mejores términos con la conducción del PJ de cara a las próximas elecciones.
¿Jornada de introspección…
El análisis sobre el contenido del discurso de Cristina muestra a las claras el carácter pasivo y antilucha de las organizaciones K, que las transforma en verdaderos obstáculos en la lucha de los trabajadores y demás sectores populares por sus reivindicaciones.
Luego de que Cristina afirmara que nunca vio “tantas calamidades producidas en 120 días”, alguno podría esperar que la ex mandataria lanzase un llamado a la población a ponerle freno a este atropello a la “libertad” de “las clases medias, los pequeños productores y los trabajadores”, o que propusiese algún plan de lucha y resistencia. Pero no, parecería que Cristina aprovechó estos cuatro meses en el sur para sumergirse en una profunda meditación, sucumbiendo a los consejos del gurú fashion Sri Sri Ravi Shankar, aquel que le enseñó “el arte de vivir” a Mauricio Macri junto a Ari Paluch. Porque, como salida ante tan drástico (y en buena medida acertado) diagnóstico, lo que la líder K propuso es realizar “una gran jornada de reflexión nacional, sin medios, un domingo en familia donde cada uno introspectivamente piense cómo estaba antes del 10 de diciembre, qué cosas logró en los últimos 12 años”.
Nada de lucha, nada de llamar a la gente a la resistencia contra el ajuste, nada que cuestione la estabilidad de régimen patronal que hoy tiene a Macri a la cabeza, como hasta hace poco la tuvo a Cristina. La consigna es reflexionar, aguantar y esperar a las próximas elecciones.
…o paro general contra Macri?
Los trabajadores y sectores populares, desde ya, debemos tomarnos el tiempo para pensar y reflexionar, pero no con el objetivo de aguantar y esperar dos o cuatro largos años hasta nuevas elecciones. Esos son plazos demasiado largos, y como dijo el economista británico John Maynard Keynes, “A largo plazo estamos todos muertos”. No, nuestra reflexión debe ir en dirección de buscar los medios para derrotar cuanto antes al ajuste del gobierno de Macri.
En la medida en que los ataques de Macri son globales y afectan a todos los trabajadores y sectores populares de la Argentina, es necesario responder con una herramienta que esté a la altura del ataque que recibimos: el paro general.
Está claro que los dirigentes sindicales, otro pilar de la gobernabilidad burguesa y del régimen político patronal, están tratando por todos los medios de evitar cualquier medida que potencialmente pudiera salirse de su control. Pero Macri no se los hace fácil. Es por eso que en las últimas semanas estuvieron yendo y viniendo con la convocatoria a un acto o una movilización contra las medidas de Macri para el día 29 de abril. Desde el Nuevo MAS entendemos que no se puede esperar más y que la vanguardia de los trabajadores y toda la izquierda debe enfocar todos sus esfuerzos en hacer que la jornada del 29 de abril se transforme en el primer paro general contra el ajuste de Macri.
Con ese objetivo en la mira, nuestro partido se dirige a su VII Congreso Nacional, el cual realizaremos el 22, 23 y 24 de abril en el hotel Bauen, donde toda la militancia del país se reunirá para debatir y precisar los elementos de la actual coyuntura nacional y mundial y donde resolverá los pasos para enfrentar al gobierno de Macri en el camino de construir un fuerte partido de vanguardia de los trabajadores, revolucionario y socialista.