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Algo te ahoga cuando hay que hablar de trabajadores asesinados por el ajuste. Porque los culpables de la muerte de Yolanda, Melisa y Esteban; el capitalismo y el gobierno, nos miran desde arriba como nosotros miramos un hormiguero, y para ellos son tres más o tres menos entre millones, y lo peor es que a los propios trabajadores nos han implantado esa mirada como esos chips que te meten bajo la piel en las novelas de ciencia ficción. Ese es el chip que hay que extirparse, el que borra el infinito valor de nuestra individualidad.

Los familiares de las víctimas de la dictadura portan la foto de sus desaparecidos, cuentan sus historias, nos hacen conocerlos y sufrir su ausencia, nos llaman a luchar porque esa persona especial, única e irrepetible, les (nos) fue arrebatada.

Lo mismo aprendieron a hacer los seres queridos de las víctimas de femicidios: el Ni Una Menos estuvo lleno de caras y de historias, como cada marcha por justicia en la puerta de un tribunal.

Los trabajadores tenemos que hacer como ellos, porque hoy tenemos tres muertos por ser trabajadores, por vivir de un salario. Yolanda Mercedes, de 60 años, era auxiliar docente en la Escuela Especial número 506 de Mar del Plata, y murió al ver los 40 pesos que le dejaron en su cuenta. “No estoy en tema”, fue la respuesta de Macri cuando le preguntaron por la muerte de Yolanda, y acto seguido se puso a hablar sobre los autos Uber.

Melisa Bogarín trabajaba desde hace 8 años en un programa del INTA y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que funciona desde hace más de 25 años. Tenía una beba de un año. Su esposo había sido despedido de la Secretaria de Agricultura Familiar. Les había sido otorgado el año pasado un crédito Procrear para la primera vivienda.

Esteban Latorre tenía 41 años y una hija de seis. En el mes de enero se le realizó un triple bypass. Estando de licencia médica, recibió el telegrama de despido por parte de las autoridades de Biblioteca Nacional, donde trabajaba desde hace siete años en Seguridad e Higiene. Aunque después lo reincorporaron, su corazón no aguantó.

Tenemos que llevar sus nombres, sus caras y sus historias a cada marcha y a cada pintada. Tenemos que hacerles pagar a sus asesinos Macri, Vidal y compañía, porque un laburante también es alguien único e irrepetible aunque sea uno más entre los millones que tomaron el colectivo esa mañana, aunque en su trabajo ajustara unas tuercas entre millones de tuercas.

Y lo mismo hay que enseñarles a los que dicen “abrazame hasta que vuelva Cristina” y solo salen a la calle a hacer campaña electoral para el 2019. No, vieja, hay que para el ajuste ahora, porque a Yolanda, Melisa y Esteban alguien los amaba, cuidaban a alguien, su mundo tenía un nombre, una voz y unas manos que no van a volver.

Si querés, seguí consolándote con poner tu votito dentro de cuatro años. Nosotros seguiremos en la calle peleando contra el ajuste con ellos tres como bandera.

 

Patricia López

 

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