Compartir el post "Blanqueo: autoamnistía económica de la burguesía argentina"
La gran estafa
El proyecto de ley de blanqueo de capitales anunciado por el gobierno de Macri ofrece tanta tela para cortar que es necesario ordenar los distintos planos involucrados. Empecemos por lo grueso del anuncio. Se trata de ofrecer, a todos aquellos que no tuvieran declarados ante el fisco argentino capitales, propiedades y otros bienes, la posibilidad de poner en blanco todos esos activos (que no pagaban impuestos) con un impuesto máximo del 10%. Como para disimular, viene dentro del paquete de una ley “ómnibus”, que incluye el pago de juicios y deudas a jubilados (ver aparte), devoluciones de coparticipación a las provincias y reformas tributarias menores. ¿Por qué se toma esta medida, a qué objetivos apunta y qué consecuencias puede tener?
De la “lluvia” a la manguera de succión
El lanzamiento del blanqueo, tal como veníamos anticipando, es la confesión de un fracaso estrepitoso, el del “relato” de la “lluvia de inversiones”. A pesar del “shock de confianza” de un gobierno de y para los capitalistas, ni los locales ni los extranjeros se deciden a abrir sus bolsillos y derramar divisas en inversiones genuinas, esto es, de producción de bienes o servicios. Explicar las razones de esta reticencia llevaría otra nota; sólo digamos que, para los inversores de afuera, Argentina sigue siendo un país emergente que no se destaca mucho en un pelotón que hoy no es atractivo.
Que Macri y su elenco hayan creído en el poder irresistible de su seducción sólo habla de su propia irresponsabilidad (o imbecilidad, más bien). Es cierto que en cuanto a los empresarios argentinos, el macrismo tiene derecho a sentirse traicionado, o al menos defraudado: es su propia clase, su propia gente, la que en vez de apoyarlo incondicionalmente decidió primero hacer cuentas bien conservadoras. Y como no les cerraron, prefirió dejar la plata donde estaba. Es decir, en buena medida, en negro y en paraísos fiscales.(1)
La cuestión de fondo es que el macrismo debe ir definiendo algo que se parezca a un “modelo” económico. El discurso del “crecimiento”, sea para el segundo semestre de 2016 o (parece que ya se resignaron) el de 2017, tiene que poder apoyarse en algo. Ese algo era, hasta ahora, la promesa de una lluvia de inversiones directas (¡no puramente financieras!). Pero si ya se verificó que eso no tuvo ni tendrá lugar en el futuro próximo, entonces, ¿cuál será el motor de la economía argentina?
¿El consumo interno, como ocurrió en los últimos años del kirchnerismo? Imposible; primero porque es un “motor” demasiado débil (ya lo era en el período 2013-2015), y segundo porque el macrismo es enemigo del consumo, como lo admitió con brutal sinceridad Javier González Fraga al decir que “los sueldos medios no sirven para comprar celulares, autos, viajes; eso era una mentira insostenible”.
¿El endeudamiento externo? Eso queda descartado por una razón muy simple: incluso después de haber hecho la emisión de deuda récord de abril, eso sólo alcanza para cumplir los compromisos asumidos con los buitres, y lo poco que sobra apenas tapará algunos agujeros fiscales. De ninguna manera esa emisión de deuda puede sostener el shock de inversiones estatales (otro anatema para el macrismo), sobre todo en infraestructura, que haría falta para impulsar la economía y el empleo. En cuanto a lanzar una nueva emisión de deuda, es algo que ya el propio equipo económico había desestimado, un poco porque ya bastante pesado había sido el costo político del acuerdo con los buitres, y un poco porque tampoco se puede forzar lo que no da. No hay tantos dólares disponibles para prestarle al Estado argentino, que además ahora tiene la competencia de las provincias y de las empresas privadas que salieron a endeudarse antes de que se corte el chorro del crédito externo (sólo en estas semanas salieron al mercado de deuda Capital Federal, Neuquén y Salta).
El anuncio del blanqueo equivale a reconocer que, al menos en la primera etapa de la gestión Macri, el gobierno no ha encontrado otra vaca para ordeñar que no sea la propia clase capitalista, a la que representa de manera casi directa y sin intermediarios. Y vaya que esa vaca tiene leche: se calcula que en activos no declarados tiene alrededor de 400.000 millones de dólares (casi un PBI entero), de los cuales 200.000 millones son lo que se llama activos líquidos (es decir, casi equivalente al dinero en efectivo). Y de esos 200.000 millones, menos del 20% está declarado ante la AFIP. Es la historia de la burguesía argentina en general y de los últimos 40 años en particular: explotar, evadir, trampear, cobrar subsidios, hacer negocios truchos con el Estado, robarle al Estado, hacer mucho dinero y ponerlo bien lejos del alcance del fisco.
Ahora Macri le pide a su clase una pequeña ayuda a cambio de otra mucho mayor. Prat Gay estimaba hasta hace poco que podían llegar a recibir unos 50.000 millones de dólares ¡de piso! por el blanqueo. Es decir, suponía que la burguesía argentina iba a entrar casi íntegra y generosamente en la operación. Pero se ve que otra vez le contestaron con el bolsillo, como al pobre Juan Carlos Pugliese, ministro de Economía radical, en 1989, porque ahora parece que se conforman con unos 20.000 millones “en el mejor escenario” (E. Rudman, Ámbito Financiero, 30-5-16). El negocio que propone Macri a sus hermanos de clase es éste: “Tírenme unos mangos y yo les limpio el historial de su plata sucia”.
¿Es esto un plan coherente no digamos ya de desarrollo (eso le quedó grande a todos, empezando por el kirchnerismo), sino al menos de salida ordenada y previsible de la actual recesión? Francamente, no parece. Pero es todo lo que Macri supo conseguir.
Una lección de moral capitalista
El gobierno sabe muy bien que los blanqueos generan profunda desconfianza, o rechazo, sobre la base de un argumento “moral”: representan un perdón general a quienes han evadido o fugado divisas, estafando así al fisco y por ende a todo el país. Los hipócritas del PRO, luego de haberse opuesto virtuosamente a los intentos de blanqueo del kirchnerismo, proponen uno mucho peor. Porque mientras los trabajadores, jubilados y sectores populares no pueden evitar pagar IVA ni afrontar las nuevas tarifas siderales que impone Macri, los más grandes empresarios de este país, que se han dedicado a llevarse afuera su plata, en general mal habida, sin pagar impuesto alguno, durante años o décadas, recibirán una generosísima amnistía, a cambio de pagar sólo el 10%. Semanas atrás contábamos cómo Prat Gay tenía el descaro de hacer una “ecuación moral”: los que pagan impuestos son iguales a los que no pagan… mientras éstos acepten una multa del 10%.
O incluso menos, porque quienes registren propiedades inmuebles no declaradas ante la AFIP pagarán sólo el 5%, al igual que quienes blanqueen entre 305.000 y 800.000 pesos (unos 60.000 dólares). Aclaremos algo importante: blanqueo no significa repatriación. No hay obligación alguna de traer el dinero negro al país; puede declararse y seguir depositado en cuentas en el exterior, sin recargo alguno en la alícuota. Es más: se pueden regularizar bienes que originalmente hubieren sido declarados pero que luego se hayan fugado sin ser registrados, con una tasa de sólo el 4%. Y no hace falta decir que –salvo que se implemente un plan especial para esa plata nueva– con cualquiera de los instrumentos financieros hoy disponibles, desde Lebac hasta Letras del Tesoro y bonos de todos los colores, ese 10% se recupera en cuestión de meses, gracias a las generosas tasas que ofrecen todas esas formas de bicicleta financiera.
Aunque hay detalles que no se conocen (ni los diputados tenían el texto del proyecto), los que se sumen al blanqueo quedarían eximidos de todos los pagos anteriores omitidos por concepto de Ganancias, IVA, impuesto al cheque, impuesto a los bienes personales, transferencia de inmuebles y otros. En una palabra, el gobierno le ofrece a su clase un perdón fiscal absoluto por todas las estafas, trampas y evasiones pasadas. Todo por el 10%.(2)
Frente al eventual rechazo al blanqueo por razones “éticas”, políticas y otras, el gobierno plantea una batería de argumentos, en general truchos. Empecemos por los que lanza en voz alta, es decir, los truchos. Primero y principal, se intenta embellecer el blanqueo diciendo que “es para pagarle a los jubilados”, tema que tratamos aparte por su importancia. Igual, adelantamos que esa afirmación encierra más mentiras que palabras tiene. Segundo, ya en el plano de lo hilarante: los leales pagadores al fisco (es decir, los pobres, los ingenuos y los peces que no son lo suficientemente gordos como para evadir) recibirán, a modo de “compensación” por el favor que le hacen a los delincuentes, un “premio” por su buena conducta fiscal. ¿En qué consiste? Pues en eximirlos por 3 años del pago del impuesto a los bienes personales (IBP), también llamado impuesto a la riqueza.
¿Es una broma? El IBP tiene una alícuota máxima del 1,25%, y es el impuesto más evadido del país, justamente porque (no) lo pagan los ricos. Según datos de 2015, representa sólo el 1,18% de la recaudación tributaria nacional; se ve que en la Argentina los ricos son casi todos pobres. ¡Y la contrapartida por perdonar décadas de curro, evasión y fuga de divisas es dispensar a los “honestos” de pagar un impuesto que medio mundo evade!(3)
Un argumento menos agitado, porque es más técnico, pero que es más real, es que por razones internacionales ajenas a la voluntad de este gobierno, como lo es el Acuerdo Multilateral sobre Intercambio Automático de Información de Cuentas Financieras, una iniciativa impulsada por la OCDE (club de países desarrollados), a partir de septiembre de 2017 más de 50 países van a compartir esa información sensible (no EEUU, desde ya, pero Argentina es uno de los firmantes, ya en 2014). Esto se da en el marco de una creciente presión de varios países imperialistas para acotar el alcance del negocio de los paraísos fiscales, presión de la cual son parte los Panama Papers y otras filtraciones menos ruidosas pero significativas. Hay una firme voluntad política de la OCDE, el G-20, la ONU y otros peces gordos de derogar o limitar el secreto bancario y las sociedades offshore, que más allá de su supuesto carácter “legal” son, evidentemente, campo fértil para todo tipo de maniobras ilegales.(4)
El propio Macri reconoció, imprudentemente, que los que tienen plata afuera (como él mismo) son delincuentes, cuando afirmó que la tasa del 10% “es un aporte que van a hacer aquellos que evadieron a favor de ayudar a quienes no pueden esperar” (dicho en conferencia de prensa el 30 de mayo). En esa misma oportunidad, fue también Macri el que (involuntariamente, claro) hizo el resumen más categórico del significado político del blanqueo: “Para mí, es un sinceramiento fiscal de la nueva etapa de la Argentina”.
¿Quedó claro? Para los trabajadores, “sinceramiento” de que sus empleos estatales eran “inútiles”; “sinceramiento” brutal de tarifas; “sinceramiento” del poder de compra del salario reventado por la devaluación, la inflación y las paritarias a la baja; “sinceramiento” de la capacidad productiva que se traduce en despidos.
En cambio, para las cerealeras, exportadoras y mineras, “sinceramiento” de un dólar tan alto como sus ganancias, más retenciones que desaparecen; para los bancos, “sinceramiento” de una nueva bicicleta financiera que les hace ganar millones. Y para el conjunto de la clase capitalista argentina, experta en el arte de explotar a los trabajadores, engañar y/o corromper al Estado, evadir impuestos y fugar divisas, el “sinceramiento fiscal” consiste en que el Estado, dirigido por representantes de la burguesía más directos que nunca, confiesa sin más vueltas que cobrar impuestos a los empresarios argentinos es una tarea para el equipo de Misión Imposible.
Marcelo Yunes
Notas
1-Esto no significa que a la Argentina no entren dólares en general. Claro que entran, pero se trata, como señalamos en ediciones anteriores, de “capitales golondrina”, que aprovechan un nicho de negocio jugosísimo como es prestarle al Banco Central por 30 ó 60 días a una de las tasas de interés más altas del mundo (las famosas Lebac). Eso le saca presión al tipo de cambio, es verdad. De hecho, le saca tanta presión que tira el dólar hacia abajo, generando otro problema, ya que si el dólar se retrasa demasiado, la “ganancia de competitividad” conseguida por la devaluación se va desvaneciendo. Así, si hoy el dólar está un 46% más caro que en diciembre, y la inflación del mismo período fue de alrededor del 27%, la devaluación neta no llega al 20%.
2-Fue muy comentada la posibilidad, que al final no quedó en el proyecto de ley, de que el blanqueo incluyera a los funcionarios públicos, algo tan escandaloso que hasta la UCR se opuso, y Carrió clamó que era (¡cuándo no!) “un escándalo moral”. Pero, como dice un analista, se trataba de la típica “cláusula cazabobos”, es decir, algo tan irritante que se utiliza para después negociar su retiro “por pedido de la oposición” y aparecer así como cediendo en parte, y así no tener que bajar cláusulas que sí son importantes (E. Rudman, Ámbito Financiero, 31-5-16).
3-Lo irónico del caso es que esa exención del IBP puede ser definitiva, si se confirma el plan de Macri de eliminar ese impuesto de aquí a 2019 y reemplazarlo por un “impuesto a la herencia”. Es todo música del futuro, pero algunos garcas ya se asustaron, y con razón: no es ningún negocio dejar de pagar un impuesto que pocos pagan (y con un máximo del 1,25%) para pasar a pagar otro mucho más difícil de evadir. Aunque eso último está por verse; la creatividad emprendedora de los ricos argentinos para estafar al fisco es inagotable.
4-Como corolario de esta política de buena parte de los países imperialistas –nacida sobre todo al influjo de la crisis financiera mundial iniciada en 2008–, los organismos citados y en particular la OCDE recomiendan o avalan formas de “amnistía fiscal” para los países firmantes del acuerdo. Por supuesto, esa amnistía debe excluir de manera explícita el delito de lavado de dinero. Así, no mienten del todo los macristas que argumentan que esta medida es algo que se iba a venir de todos modos. Lo que no dicen es que esta versión tan “argentina” le cae como anillo al dedo al empresariado local, es decir, a ellos mismos.