Por Claudio Testa
El próximo jueves 23 de junio se realizará en el Reino Unido el esperado referéndum sobre las relaciones con la Unión Europea. El votante debe contestar la siguiente pregunta con sólo dos opciones de respuesta.
La pregunta dice: “¿Debe el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea o salir de la Unión Europea?” Como respuesta, el votante debe hacer en su papeleta de voto una cruz en alguna de estas opciones: “Permanecer como miembro de la UE” o “Salir de la UE”.
Al parecer, las últimas encuestas estarían dando una leve ventaja al “Leave” (salir de la UE). Pero, últimamente, tanto en el Reino Unido como en el resto del mundo, los sondeos de opinión parecen ser cada vez menos confiables… especialmente cuando están casi igualadas las tendencias y se vota en situaciones de crisis.
Que el “Salir” y el “Permanecer” estén corriendo cabeza a cabeza es algo que parecía inconcebible cuando comenzó a hablarse de este referéndum hace dos o tres años, y finalmente se lo convocó el año pasado.
De todos modos, es evidente, que la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea, hoy es una posibilidad cierta. Independientemente de que se concrete o no, es un indicio más de la crisis que atraviesa la UE, y del descontento y descrédito que vienen creciendo –aunque muy desigualmente– en los países que la integran. Esto apunta no sólo al marasmo económico del continente sino también a una crisis de legitimidad y consenso, que intentaremos analizar en un próximo artículo.
Pero hay más problemas en el horizonte: si el 23 de junio triunfase la opción “Salir”, podría iniciarse un proceso de ruptura del mismo Reino Unido. Escocia –que ya realizó en 2014 un referéndum sobre la independencia respecto a Londres– podría exigir que se repita, en la perspectiva de adherir por cuenta propia a la Unión Europea. En el nuevo Reino (des)Unido quedarían sólo Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.
Una maniobra peligrosa
Hay que recordar que este no es el primer referéndum que se realiza acerca de la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea (y sus antecesoras). Esta relación hace a una historia de amor-odio… y conflictos de intereses entre las principales burguesías imperialistas europeas (Alemania, Francia y Reino Unido), que tiene además raíces seculares. Y esto repercute seriamente en la isla.
El primer paso de la actual Unión Europea lo dieron Francia y Alemania, con Italia de socio menor, al constituir en 1951 la Comunidad Europea del Carbón y el Acero… sin el Reino Unido. Este proceso fue incorporando a otros Estados continentales y en 1957/58, nació la Comunidad Económica Europea (CEE) y finalmente, la actual Unión Europea, en 1993.
El Reino Unido se sumó tardíamente, apenas en 1973, abriendo difíciles negociaciones con la CEE y generando simultáneamente descontento interno. El entonces primer ministro, el laborista Harold Wilson, respondió con una hábil maniobra. Llamó a referéndum para 1975 para presionar a las potencias europeas a una “renegociación” en mejores términos. Al mismo tiempo, por abajo, pactó con los conservadores de Margaret Thatcher su apoyo frente a la oposición de gran parte del laborismo a seguir en la CEE. La maniobra tuvo un éxito rotundo. Logró concesiones y gracias al voto conservador ganó la consulta por casi el 70%.
Ahora, en 2016, el conservador Cameron quiso repetir el mismo truco pero al revés, que los votos los aporten los laboristas. Llamó a un referéndum para presionar a la UE. Gran parte de su partido está por “Leave” (irse), pero pensó que el laborismo, aunque también dividido, pondría los votos faltantes. Pero en la negociación con la UE no logró gran cosa. Y hoy existe un clima de crisis y descontento nacional y europeo muy superior al de 1973.
Una división compleja
El referéndum ha dividido a la burguesía británica y a sus representantes políticos, pero también a todas las clases de la sociedad. Curiosamente, parece más definido por edad: los de más edad estarían más por la ruptura y los jóvenes más por continuar en la UE. Tampoco en la “izquierda”, tanto en sentido amplio como, específicamente, en la izquierda revolucionaria, hay unanimidad.
En la derecha, los tories del Conservative Party (Partido Conservador), que hoy gobierna con David Cameron, se han escindido y pareciera que la mayoría de sus cuadros están en contra de su política. Varios de los más prominentes dirigentes tories, como el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, se han puesto a la cabeza de una campaña violenta por “Salir” de la UE.
A eso se agrega el impulso tomado por el UKIP (United Kingdom Independence Party – Partido por la Independencia del Reino Unido), abiertamente racista. Su principal dirigente, Nigel Farage, hace propaganda por “Salir” mediante una campaña contra los refugiados y emigrantes (incluso de la misma UE), que hace recordar los delirios racistas del nazismo.
En uno de sus últimos discursos, advierte que “si votamos quedarnos en la Unión Europea, las mujeres británicas estarán frente al peligro de masivas violaciones y ataques sexuales de las bandas de emigrantes de África y del Este de Europa”. (Sunday Telegraph, 04/06/2016)
El Partido Laborista también está dividido, sólo que a diferencia de los conservadores, la mayoría de sus dirigentes están favor de votar “Permanecer” (en la Unión Europea).
Esto incluye a su actual “Leader”, Jeremy Corbin, que se impuso como “ala izquierda” reformista frente a la mayoría de parlamentarios laboristas, que no van más allá de un “social-liberalismo” difícil de distinguir de los conservadores. Pero, frente al referéndum de la Unión Europea, Corbin ha cerrado filas con ellos… (y, por transición, objetivamente con Cameron).
Entre los burócratas sindicales de las Trade Unions tampoco hay unanimidad. La mayoría apoya “Permanecer”; pero hay sindicatos importantes, como el ferroviario, que están por “Salir”. Una ilusión de los dirigentes ferroviarios para apoyar el “Brexit”, es que la ruptura con la UE facilitaría la renacionalización de los ferrocarriles.
Las fracturas se dan también en las fuerzas más a la izquierda. La mayoría de los partidos y grupos trotskistas –el Socialist Party, el Socialists Workers Party, Counterfire y otros– así como el Communist Party, están a favor de votar por “Salir”, pero haciendo una campaña “que sea una alternativa a la inaceptable opción entre la campaña pro-capitalista de Cameron de seguir en la UE, y las campañas de ‘Salir’ dominadas por la derecha xenófoba”. (“Launch of united left campaign to leave the EU”, Socialist Worker, 14 Apr 2016)
El argumento principal de estas corrientes es que la derrota del “Permanecer” sería un golpe mortal a Cameron y su Conservative Party. No podría seguir en el gobierno y se vería obligado a dimitir y convocar a nuevas elecciones, que supuestamente ganarían sectores más a la izquierda, por ejemplo, el laborismo reformista de Corbyn.
Pero otros grupos de izquierda disienten. Para ellos, el triunfo del voto por “Salir” fortalecería ante todo a la derecha racista como el UKIP. Entonces, proponen un “voto crítico por ‘Permanecer’ para oponerse a la xenophobia”. Esa es la posición, por ejemplo, de “Socialist Resistance”, sección en Gran Bretaña de la IV Internacional (SU).
Nos parece que las posiciones de las organizaciones de izquierda que llaman a votar por “Salir” o por “Permanecer” son equivocadas. Entran en la trampa de comprometerse con el voto en un referéndum, en que las dos opciones son igualmente desastrosas para los trabajadores británicos… ¡y también para los trabajadores de Europa continental! ¡Ninguna de las opciones es un “mal menor”, aunque pueda significar incluso la crisis del gobierno Cameron!
No somos defensores de la UE, a la cual siempre hemos denunciado como un engendro del capital imperialista, para mejor someter y explotar a los pueblos de Europa. Esto ha sido así desde el principio. No hubo una “Unión Europea” inicialmente “buena” o “progresiva” que hoy, lamentablemente, por culpa de Frau Merkel, hace barbaridades como el genocidio en cámara lenta del pueblo griego.
Pero también hay que saber que la opción de ruptura que propone el referéndum no es mucho mejor. Apunta en los hechos a delinear un Estado aún más racista y xenófobo que los del continente. Y no traerá tampoco ningún cambio favorable a los trabajadores británicos. Seguirán siendo explotados como ahora o más aún… sólo que con el justificativo de que la “independencia” exige sacrificios.
Para entender esto veamos un ejemplo concreto. Supongamos que el gobierno de Tsipras, en vez de terminar como lacayo de Berlín y Bruselas, hubiese movilizado a los trabajadores y al pueblo de Grecia, proponiendo un nuevo referéndum: votar por sí o por no a la ruptura de Grecia con la eurozona y/o con la misma Unión Europea.
¡Indudablemente, hubiésemos llamado a votar por el Sí! Ese referéndum y la votación por el sí, habrían sido progresivos, más allá de todas sus limitaciones.
¿Cuál es la diferencia de fondo entre ese caso hipotético y la actual consulta británica? Que el Reino Unido fue y sigue siendo un país imperialista (como los que mandan la Unión Europea, en primer lugar, Alemania). En cambio Grecia, es un país sometido, un protectorado colonial de la Unión Europea. Votar por “Sí” en ese hipotético referéndum hubiese apuntado a sacarse de encima la bota de Berlín y Bruselas, y de los banqueros alemanes, franceses y también británicos.
No es esa la alternativa que se juega en el referéndum británico. Hace a las peleas de intereses entre diferentes facciones de las burguesías imperialistas británicas y continentales.
¡Cualquiera sea el resultado, lo terminarán pagarán los trabajadores y las masas populares del Reino Unido!