Por Fernando Dantés
“Solo transformando radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la juventud conseguiremos que los esfuerzos de la joven generación den como resultado la creación de una sociedad que no se parezca a la antigua… “
V.I. Lenin
La Rebelión educativa, cuyo punto más alto fueron las tomas en la UBA y la Marcha de 40 mil personas del 12 de Mayo, puso sobre la mesa mucho más que una lucha salarial docente o el problema presupuestario. Los ataques macristas y la lucha por la educación pública, la resistencia al ajuste, implicaron un debate más profundo. En todos los puntos del globo, con Argentina incluida, ha entrado en escena una nueva generación de luchadores que cuestionan las condiciones de vida que les han sido impuestas. En muchos casos, esta juventud cuestiona con métodos radicalizados todo lo imperante y pone en jaque el régimen político al que ven como el representante último de la opresión que sufren millones. Lo que ha sido puesto sobre la mesa es el cuestionamiento juvenil al futuro que el capitalismo le reserva.
La juventud sin futuro
El 17 de Diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi se prendió fuego a sí mismo en una plaza pública de un pueblo de su Túnez natal frente a decenas de testigos. Horas antes, la policía le había confiscado la carreta de frutas y verduras con la que se ganaba la vida. Vivía en un pueblo diezmada por el desempleo juvenil. Contaba con apenas 26 años y de repente no tenía como sobrevivir. No vio otra alternativa que suicidarse en público. Pero su desesperación y su sacrificio fueron la mecha que encendió la pradera.
Una gigantesca ola de indignación recorrió Túnez y tumbó rápidamente al Gobierno. Rápidamente la rebelión se extendió y comenzó la llamada Primavera Árabe, con millones en las calles luchando no por un futuro claro sino contra el futuro que el capitalismo del siglo XXI les imponía. Los Indignados en España replicaron a la Plaza Tahrir de Egipto con su Plaza del Sol. Hoy en Francia esa experiencia se extiende a los jóvenes de La Noche de Pie en la Plaza de la República. Estos son algunos de los síntomas del despertar de una nueva generación que no ha vivido las derrotas del pasado, que no carga con ellas en sus espaldas y que no puede ni quiere soportar que le roben el futuro. Hoy, cientos de miles de Mohamed intentan escapar del horroroso presente emigrando de las zonas devastadas por la barbarie capitalista, intentando alcanzar la promesa del “Primer Mundo”. Decenas de miles mueren en el intento.
La juventud de todos los puntos del planeta sabe que vive peor que sus padres y mucho peor que sus abuelos. No sabe claramente que quiere, pero sabe muy bien lo que no quiere. La desocupación, la precarización, los bajos salarios, el deterioro constante de sus condiciones de vida es lo que la actual sociedad le depara. Y las cosas están muy lejos de estar mejorando. En todos lados los Gobiernos capitalistas están atacando en todos los frentes.
El Gobierno de Macri es el claro rostro de un gobierno empresarial que pretende “robarle el futuro” a la juventud. El contraste entre el ahogo a las Universidades y el convenio con Mc Donald’s indigna y es una clara imagen de los planes macristas. Contra eso es que se ha levantado una nueva generación. Cualquier socialista que piense que ésta se conformará con migajas, que debe contentarse con el miserable aumento a los docentes universitarios, que su pelea no tiene perspectivas de crecer y convertirse en algo enorme; cualquier socialista que pretenda limitar a la nueva generación a la miseria de “lo posible” es un pobre socialista. Los síntomas globales son los del surgimiento de una nueva generación de luchadores que trasciende alguna coyuntura más o menos favorable para pelear una reivindicación inmediata. Su lucha es la lucha por su propio futuro.
Juventud y Clase Obrera
La sociedad capitalista se basa en el enriquecimiento de unos pocos a costa de las amplias mayorías. Ese es el origen de todas las miserias que sufren las nuevas y viejas generaciones. Los marxistas consideramos que la clase trabajadora, la creadora de todas las riquezas y avances del capitalismo, el centro nervioso de toda la sociedad actual, es la única que puede derrocar a la clase capitalista y construir una nueva sociedad. Luchamos para que las fábricas, los transportes, las comunicaciones y todas las riquezas de la sociedad actual pasen de las manos de un puñado de explotadores al conjunto de la sociedad. Los trabajadores sólo pueden hacerlo imponiendo su propia dominación política, constituyéndose en partido político.
Las capas jóvenes de la clase trabajadora siempre han sido la mayor fuente de abnegación, de sacrificio, de innovación y de lucha en todas las etapas de la organización de los obreros como clase. El sindicalismo, el cartismo, la Revolución Rusa, el Mayo Francés, el Cordobazo son algunos ejemplos de que la juventud cumple un rol fundamental, empujando siempre hacia adelante. No hay organización revolucionaria con futuro que no se nutra fundamentalmente de la juventud.
La relación entre las luchas obreras y la juventud universitaria ha sido más compleja y variada. En los albores del movimiento obrero, mediando el siglo XIX, los estudiantes universitarios eran casi exclusivamente hijos de burgueses y pequeñoburgueses, empresarios y pequeños funcionarios. Su lugar era el de educarse como cuadros de dirección de la construcción de la ascendente sociedad capitalista. Hubo un sector avanzado que supo vincularse a la nueva clase oprimida en ascenso. Ese fue el origen de algunos de los grandes pensadores de la clase obrera, entre ellos los mismísimos Karl Marx y Friederich Engels. El rol del movimiento estudiantil universitario varió durante el siglo XX. Algunos de los movimientos de lucha más progresivos lo tuvieron por protagonista. La Reforma Universitaria de 1918 es uno de los más claros ejemplos. Durante el ascenso del Mayo Francés y el Cordobazo fue un claro aliado de los trabajadores y los pueblos oprimidos.
Hoy, la composición del estudiantado universitario es algo más diversa que antes. Sectores de la clase obrera se han “profesionalizado” y hacen parte de los claustros universitarios. Docentes, técnicos, enfermeros son algunos ejemplos. Sin embargo, el mundo universitario es muy ajeno a la amplia mayoría del proletariado. Hay muchos estudiantes que son hijos de capitalistas o pequeño burgueses que aspiran a cumplir un rol de dirección en una sociedad de explotación. A pesar de esto, capas importantes del estudiantado, por su nivel cultural y político, son claramente potenciales aliados de las luchas de los trabajadores y el socialismo. Son capaces de elevarse por encima de las aspiraciones de ascenso individual y convertirse en un importante factor de lucha contra los ataques reaccionarios de la clase capitalista.
La tarea de los revolucionarios entre la juventud universitaria es convertir al movimiento estudiantil en uno de lucha, aliado a los trabajadores y el socialismo revolucionario. Pero la única forma de hacerlo es armándolo con un programa propio, que lo vincule con la destrucción de la vieja sociedad y la lucha por una nueva. Las riquezas de la contemporánea fuerza creadora de la humanidad deben ser puestas al servicio de la satisfacción de las aspiraciones sociales, políticas, culturales y deportivas de las nuevas generaciones.
Socialismo, educación y Universidad
La Educación Pública en general y la universitaria en particular son una enorme aunque contradictoria conquista de los trabajadores y los sectores populares. Sin embargo, con los sistemáticos ataques que ha sufrido es necesario plantear con claridad el debate acerca del rol que le toca cumplir en una sociedad rasgada de contradicciones.
El macrismo se caracteriza por un descarado desprecio por la educación pública. El desfinanciamiento no es el único ejemplo. Los voceros del Gobierno en la prensa se han lanzado a una campaña de desprestigio de la Universidad. “Nuestra Universidad desperdicia recursos” se atrevió a titular el diario Clarín. La propia organización “juvenil” del PRO, “La Generación”, es una clara imagen de sus aspiraciones. Se presenta como la nueva generación de la política a un pequeño grupo de chetos provenientes de Universidades privadas, ocupados en cómodos puestos jerárquicos, despreciables arribistas con cómodas oficinas, ropa de marca y sus propias 4×4. “La política” juvenil y educativa sería lo mismo que el carrerismo empresarial, el ascenso individual a expensas de las oprimidas masas populares. La educación pública nada tiene que hacer ahí. Para aspirar a eso hay que tener mucha plata.
Sin embargo, la visión de izquierda del rol de la Universidad está también muy distante de los “Progres”. El kirchnerismo no solamente fue responsable durante años del desfinanciamiento y la privatización encubierta. Esto era, en el fondo, secundario. Lo “progre” no quita lo capitalista. La perspectiva de fondo de los “progres” era (y es) vender a la Universidad como herramienta de ascenso individual, de escape a la opresión y la explotación por la vía de la profesionalización. La Universidad sirve efectivamente para la formación de capas de funcionarios y técnicos provenientes de las clases medias que cumplen la función de administradores, cuadros de la política y la explotación capitalista. Para las amplias mayorías, la Universidad (por más gratuita que sea) está vedada por dificultades sociales que escapan a las cuatro paredes de una facultad. Un sector (muy minoritario) de los trabajadores logrará ascender renegando de su clase. Otro, más numeroso, engrosará las filas de los explotados especializados. La mayoría no llegará ni a eso. El proyecto de Universidad del progresismo es y seguirá siendo el de una educación puesta a disposición de la clase burguesa. La educación es para la burguesía y sus hijos la formación para los puestos de dirección, así como la preparación de los jóvenes trabajadores para el mejor provecho de los primeros. Ese es el motivo de fondo de que el kirchnerismo nunca haya tocado los pilares legales de la educación impuesta por el menemismo. La perspectiva de un escape individual a una vida de explotación seguirá siendo una enorme mentira para la mayoría.
Nuestra perspectiva de defensa de la Universidad y la educación pública parte de las contradicciones que las mismas encierran. Si bien cumplen el rol que más arriba describimos, desde el punto de vista de los socialistas revolucionarios son en primer lugar una herramienta de sistemática elevación cultural de sectores de masas. La educación capitalista está mutilada por su contenido de clase pero es educación al fin. Y si hay algo que amplía enormemente la capacidad de autoemancipación de los oprimidos, abre sus perspectivas de otro destino, hace crecer su voluntad de lucha; es su elevación cultural. La educación de amplios sectores de masas es para nosotros una palanca de la lucha de clases. La explotación se termina con la lucha de los trabajadores y el pueblo, no con el carrerismo.
Pero es necesario tener una política educativa propia. No sólo somos negadores de la vieja sociedad, también somos constructores de la nueva. No es posible construir una nueva educación si no se parte de las conquistas científicas de todas las etapas anteriores de la humanidad. Y la sociedad capitalista ha sido la que más avances científicos ha aportado.
El contenido clasista de la educación de hoy es el del adoctrinamiento burgués. Nuestra perspectiva es la de la pelea por un conocimiento crítico, científico y socialista, vinculado estrechamente con las luchas obreras y populares. Crítico de las doctrinas y dogmas que inculcan la inmutabilidad de la actual sociedad. Científico porque se apoya en todas las conquistas del conocimiento humano con su vínculo con la fuerza productiva del trabajo. Socialista (y marxista) porque tiene por objetivo la conquista de una sociedad sin explotación ni opresión. Por supuesto que semejante proyecto jamás podrá verse completado en los marcos estrechos del capitalismo. Por eso también es, insistimos, una palanca de la lucha de los oprimidos. En ese sentido, la Educación y la Universidad son un campo de lucha de clases.
Este es el trasfondo de nuestra política universitaria. Defendemos, por ejemplo, la Autonomía universitaria no como un dogma supra histórico sino como la única forma de arrancar el conocimiento, al menos parcialmente, de la influencia de las clases dominante; ya sea de forma directa a través de los empresarios, ya sea indirectamente a través de sus gobiernos. Así lo planteó Marx en su Crítica del Programa de Gotha: “Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia… es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.”Otras tantas de nuestras consignas se desprenden de esto.
La formación marxista
“Desde que el socialismo es ciencia, es necesario estudiarlo” y “el marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción” dice un clásico del socialismo revolucionario. La formación marxista es completamente clave para la nueva generación luchadora y militante. Tantear a ciegas nunca ha ayudado a nadie. El marxismo es la única herramienta para la asimilación de las experiencias del pasado, la comprensión del presente y la preparación del futuro.
Por supuesto que estamos muy lejos de reivindicar el aprendizaje libresco y dogmático, nada marxista, de lo que fue el estalinismo. Embarrarse los pies en las luchas actuales, estudiar de forma concienzuda y crítica el marxismo, esa combinación es la única revolucionaria. La educación de nuevos cuadros sólo puede hacerse de esa forma. Para la clase obrera y la juventud debe construirse un partido revolucionario dirigente, capaz de ponerse a la cabeza de sus luchas en el camino de ser alternativa de poder. Sin la educación sistemática de las filas militantes en el marxismo, toda pelea tanteará a ciegas sin perspectivas. Estará encerrada en los límites mezquinos de la sociedad burguesa. Pero tener una juventud muy leída que nada conozca de las luchas reales sólo serviría para formar un ejército de pedantes que se aprendieron algunas consignas de memoria.
La teoría marxista condensa dos siglos de experiencias de luchas. No puede ser menospreciada semejante herramienta, conquistada con sangre. Los partidos revolucionarios deben tener una política activa de formación teórica y práctica de las nuevas generaciones, con la difusión de los clásicos y de nuevas elaboraciones, permitiendo que los jóvenesse equivoquen y hagan su propia experiencia práctica, orientándolos para que sean la conexión viva entre las luchas actuales y las experiencias del pasado.
Luchar por un Futuro Socialista
El capitalismo no tiene nada más para ofrecer a las amplias masas que miseria, opresión y explotación. La nueva generación obrera y juvenil no arrastra las pesadas derrotas del pasado. Tampoco está influenciada por los aparatos conservadores que dominaron a las organizaciones del pasado. En sus manos está la construcción de su propio destino. Para eso debe formar sus propias herramientas, sus partidos.
Estamos frente a frente con un nuevo comienzo. Hay y habrá derrotas, retrocesos, reflujos. Pero la experiencia recién empieza. Las luchas de la juventud y la clase trabajadora comienzan a retomar las mejores tradiciones revolucionarias. El deber de los revolucionarios es nutrirse de todo esto, darle forma organizada y consciente. El cuestionamiento al orden capitalista está en pañales. Es necesario construir grandes organizaciones socialistas con influencia de masas capaces de darle perspectivas a las nuevas generaciones. Éstas construirán un futuro sin opresión ni explotación, un futuro socialista. Esa es la apuesta que hacemos en esta etapa histórica desde la Corriente juvenil ¡Ya Basta!, el Nuevo MAS y la Corriente Socialismo o Barbarie.