Venimos señalando desde estas páginas que el gobierno está improvisando en el terreno de la política económica, dado el evidente fracaso de los planes originales con los que asumió. Primero el macrismo apostó a un endeudamiento mayor; luego a un diluvio de inversiones que jamás se verificó, salvo en el peligroso terreno de la timba financiera con capitales golondrina; el impulso al consumo jamás estuvo en la agenda. ¿Y entonces?
Como dijimos, por el lado de la deuda no hay mucho más que esperar, por varias razones. Primero, es sumamente peligroso seguir emitiendo deuda pública del Estado nacional luego de los 13.500 millones por el acuerdo con los buitres. No porque no haya margen de pago, sino porque el crédito no es inagotable y lo necesitan otros. Por ejemplo, las provincias, que entraron desesperadas en el festival de endeudamiento por un total de unos 5.000 millones de dólares: Córdoba 725 millones, Buenos Aires 1.000, Mendoza 500, Neuquén 350 y otras, a las que quieren sumarse Santa Fe, Salta y Chubut. Hasta las grandes empresas se anotan: sólo Cablevisión emitió deuda por 500 millones de dólares, y la lista sigue.
Obra pública: de la canilla cerrada al hilo de agua
Con ese canal ocupado, por ahora, la única tímida respuesta, que suena a movida un tanto desesperada y además abiertamente contradictoria con toda su prédica anterior, es un plan de obras públicas, de relieves por ahora poco definidos, que reactive la economía y revierta, o al menos frene, la evidente caída del empleo.
No hace falta decir que los economistas neoliberales “puros”, que no tienen ninguna necesidad de rendir cuentas políticas ni ganar elecciones, están completamente decepcionados con lo que llaman “tibieza”, “indecisión”, “incoherencia” y hasta “keynesianismo”. Las recientes manifestaciones de gurúes ultra garcas como Miguel Ángel Broda, José Luis Espert o Roberto Cachanosky van todas en el sentido de lamentar la “blandura” de Macri, sobre todo en el terreno de lo que consideran el enemigo público número uno, el gasto estatal. Es de imaginar cómo habrán recibido el anuncio macrista de que la apuesta será a la obra pública.
¿En qué consiste el “plan”? Por lo pronto, en sacar del congelamiento actual el gasto estatal en infraestructura. En vialidad, vivienda y agua, el gasto acumulado entre enero y mayo suma sólo 17.600 millones de pesos, menos del 25% de lo presupuestado para todo el año. La idea es pisar el acelerador hasta ejecutar 71.500 millones, lo que implica que el gasto de acá a fin de año se multiplique por 4 en vialidad, por 2,5 en agua y por 7 en vivienda.
Por ejemplo, se prevé duplicar la cantidad de autopistas en construcción (1) y reavivar las obras en las represas de Santa Cruz, que estaban en stand by hasta que China (las empresas adjudicatarias de la obra son de ese país), directamente, amenazó al gobierno con default cruzado en otros terrenos si la cosa no se movía.
Nada de esto significa, desde ya, ni remotamente un plan con visos de seriedad; como dijimos, se parece más a un manotazo de ahogado ante un panorama económico que no mejora. Mucho menos es de prever que el gobierno abandonará su cruzada contra el gasto público en otras áreas. Algo que, como ocurre hasta ahora, no hará más que generar despidos que, estiman desde el oficialismo, se verán compensados por una muy dudosa cifra de creación de 10.000 empleos por mes vía la obra pública (G. Laborda, Ámbito Financiero, 13-6-16).
Neoliberales que agrandan el déficit fiscal
El blanqueo mismo, que era soñado por algunas eminencias PRO como la solución a un 2016 que no tiene arreglo, difícilmente alivie demasiado el panorama, y además tampoco tenía ese objetivo inicial, que no era otro que facilitarle una amnistía fiscal y hasta penal a buena parte de la clase capitalista argentina.(2)
Además, una de las bombas fiscales que está generando el gobierno hacia el futuro, junto con el déficit “cuasifiscal” del Banco Central vía las Lebac, es el atentado contra el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). Ambos aspectos están relacionados: un artículo poco comentado del proyecto de ley de blanqueo-pago a jubilados habilita al FGS a aumentar su capacidad de financiamiento del Estado. Veamos: hasta ahora, el FGS podía invertir en bonos del Tesoro + letras del BCRA sólo el 50% de sus activos. Un 30% adicional se podía invertir en bonos provinciales y de otros entes estatales. En su momento, la oposición gorila al kirchnerismo denunció esto como un financiamiento cautivo al Estado nacional.
¿Qué busca el macrismo ahora? Aumentar hasta el 80% el monto que el FGS puede invertir en títulos del Tesoro nacional y del BCRA. Esto significa una fuente de financiamiento adicional para el Estado nacional de 225.000 millones de pesos (unos 16.000 millones de dólares) anuales (I. Olivera Doll, Ámbito Financiero, 13-6-16). Es decir, el macrismo que denunciaba que el voraz Estado kirchnerista “se financiaba con la plata de los jubilados” hará exactamente eso, pero en medida mucho mayor todavía. Sin duda, también para el PRO la necesidad tiene cara de hereje.
Por otro lado, una de las preocupaciones del equipo económico es que el alfa y omega de su política y del discurso de la “pesada herencia”, el déficit fiscal, no sólo no mejora sino que empeora con la gestión Macri. Lo que se gana por un lado con alto costo político (tarifazos, despidos en el Estado) se pierde por el otro con la rebaja de retenciones y otros gastos adicionales, que no estaban previstos pero que resultan obligados ante la tensión social que el gobierno no sabe bien cómo manejar. Para colmo, el nuevo cálculo del PBI que hará el INDEC para fin de este mes seguramente revisará ese número a la baja, con lo que el número del déficit fiscal va a ser peor que el actual y, ni hablar, peor que bajo el kirchnerismo en 2015.
En suma: si ante la caída de la actividad y el empleo, la sequía de inversiones reales, las críticas de izquierda a derecha, los agujeros en las arcas del Estado y el malhumor social, toda la reacción del gobierno va a ser una reformulación en clave amarreta de recetas keynesianas mal aprendidas y peor ejecutadas, más le valdrá seguir exprimiendo la cadena nacional de las desventuras de José López…
Marcelo Yunes
Notas
1- Como de costumbre, los planes de obras públicas de los gobiernos argentinos son una mezcla en proporciones variables de corrupción, improvisación e ineficiencia, y éste del macrismo sigue fielmente, y en altas dosis, esos criterios. El más elemental análisis del costo de oportunidad de la inversión en infraestructura logística indica que la prioridad absoluta debería ser el transporte ferroviario, fluvial y marítimo, no el automotor, como viene ocurriendo desde hace décadas con el consiguiente daño para la estructura económica global del país.
2- A todo esto, está por verse cuál es el grado de adhesión de la burguesía argentina al blanqueo que le ofrenda el gobierno más “propio” que haya tenido en décadas. Las cifras y porcentajes son motivo de especulación, pero el ala más cauta del gobierno no se quiere hacer demasiadas ilusiones con un ingreso masivo de capitalistas locales al blanqueo. Se ve que saben con qué bueyes aran: ni las generosas condiciones ni las moderadas penalidades alcanzan a convencer a buena parte de nuestros empresarios, que todavía evalúan si les conviene entrar en todo, en nada o en (cuánta) parte. Si ni el mismo Carlos Melconian se decide a traer su dinero de afuera, qué queda para los que no son funcionarios ni tienen compromisos formales con el gobierno…