Hace unos días, Jerónimo, un conocido que trabaja en un gran bazar de la zona de San Cristóbal (“una PyME hecha de abajo” como él recuerda que la denomina su dueño) me decía: “te puedo asegurar luego de diez años de laburar acá, que a éste (por su patrón) lo único que le interesa es hacer plata y más plata, mientras a nosotros nos extendió media hora más la jornada laboral de lunes a sábado”, al tiempo que se quejaba por no llegar, él, a fin de mes.
Lo de Jerónimo, que de paso decimos, hoy está muy escéptico políticamente y afirma “no creer en nadie”, muestra sí, un olfato, un instinto de clase, nos permitimos decir, cuando hace esa radiografía de su jefe, y de paso de toda patronal: pequeña, grande, argentina, francesa o egipcia.
Abramos el angular y miremos un poco más arriba. En estos días, el presidente de General Motors en Argentina, Carlos Zarlenga, al mismo tiempo que reconocía suspensiones en varias automotrices del país, señalaba también que con “con la caída del mercado en Brasil, se podría decir que hay mucha oferta de autos y seguirá habiendo. Van a sobrar autos”. En más de una oportunidad se señaló en este periódico lo irracional de tamaña producción automotriz que no está al servicio de satisfacer necesidades sociales (como podrían ser mayor inversión energética, mejor infraestructura de ferrocarriles, inversiones petroleras, etc.), sino de la búsqueda de ganancias. ¿Es forzada esta interpretación? Creemos que no. En el mismo reportaje, el jerarca automotriz dice que “la política de descuentos a los clientes, obedece a un mercado altamente competitivo y provocó cierto impacto en el norte del negocio, que no es otro que la rentabilidad”.
Terminamos con los ejemplos. A principios del siglo XXI, la OMS (Organización Mundial para la Salud) se preguntaba y a la vez, se respondía, en relación a por qué no existía aún una efectiva vacuna contra el Mal de Chagas… “ porque no es rentable para los laboratorios farmacológicos”, era su lacónica conclusión. Qué bueno sería que esto los medios “independientes” lo difundieran como difunden hasta el hartazgo las bolsas de López y sus monjitas cómplices!!!
Claro que el organismo mundial no sacaba una conclusión más profunda de esa constatación, que no es otra que entender que ese es el objetivo del proceso de producción capitalista: un proceso de valorización del capital (rentabilidad empresarial, acercándonos a lo dicho por Zarlenga).
Uno de los problemas de la economía clásica fue entender cómo se producía la ganancia. Será Marx quien resuelva dicho problema. Primero desestimó las explicaciones vulgares (“aquella surge porque uno compra barato y vende más caro”), sino que fundamentalmente había que observar el ámbito de la producción donde se crea el plusvalor y éste se realiza como ganancia en el intercambio. Descubrió que en el mercado el capitalista no compra “trabajo”, sino “fuerza de trabajo”, trabajo vivo, y lo paga por su valor, o sea un equivalente para la subsistencia del obrero de cuya fuerza pasa a ser dueño. O sea que el trabajador durante una parte de su jornada laboral, reproduce su valor (su sustento) y más allá de este tiempo de trabajo, produce valor para el capital, trabajo no pagado. Esta apropiación de trabajo excedente se verifica sin violentar las leyes del intercambio, sino por el contrario, las más de las veces respetándolas (el caso modélico: el patrón tiene al trabajador cumpliendo la legislación: “en blanco”, con aportes, paga salario según convenio, etc.).
La marxista polaca Rosa Luxemburgo hacia 1901 se encontraba dictando un curso de economía para los trabajadores alemanes, país en donde militaba. Estudiaba con detenimiento las crisis en el capitalismo, hasta allí la última había ocurrido en Europa hacia 1873 y una expresión de la misma, era que no sólo “sobraban autos”, sino mercaderías mucho menos suntuarias que aquéllos, como las que tenían que ver con la alimentación y la vestimenta de la población; decía a modo de conclusión del mismo, algo que nos permite tener la pastilla socialista de esta entrega. Rosa “la Roja” afirmaba:
El consumo humano que en todas las formas anteriores de economía era un fin, para el modo de producción capitalista es un medio, que sirve para alcanzar el verdadero fin: la acumulación de ganancia capitalista.
Extraña (¿extraña realmente?) hilación de enunciados que hemos desarrollado: nuestro conocido Jerónimo, el ricachón de Zarlenga, la OMS, Marx y Rosa Luxemburgo, dan en la tecla del “secreto” de la producción capitalista (“el de 1850, el de 1901 y el del 2016 también”, parafraseando a Discépolo) que no es otro que la búsqueda desmedida de rentabilidad. Si eso es al costo de suspender, despedir, condenar a la pobreza y al hambre a franjas importantes de trabajadores; se consolarán pensando, como afirmó nuestro presidente, que será porque éstos “viven pidiendo licencia, no le regalan un minuto extra a su trabajo y llegan a cualquier hora”. La hipocresía no conoce límites ni fronteras. Quizás un buen antídoto contra ella, sea tomarse unas buenas dosis de pastillas socialistas.
Guillermo Pessoa