Cacerolazo en todo el país –
El jueves pasado se produjo una importante muestra de bronca contra los tarifazos, el gobierno nacional y la persona del ministro de Energía, Juan José Aranguren. Fue una demostración masiva de descontento que se extendió generalizadamente por todo el territorio nacional y que encendió una luz amarilla para Macri a sólo siete meses de asumir su mandato.
Este es un hecho muy importante que hay que valorar en su justa medida. Es decir, no hay que exagerar sus efectos, pero tampoco disminuir sus potencialidades. Es que ésta fue la primera manifestación importante de bronca después de la movilización del 29 de abril en donde, tras la convocatoria de las CGTs y CTAs, se habían concentrado miles de trabajadores, dejando al gobierno nacional al borde de una crisis política. Luego de aquella jornada, la burocracia sindical en todas sus formas se llamó a silencio, y le garantizó a Macri la paz social necesaria para que éste pudiera aplicar tranquilamente su ajuste. Producto de este encorsetamiento del movimiento obrero organizado, era esperable que la bronca que se fuera acumulando brotase, en primer término, por cauces menos orgánicos. Los cacerolazos y “ruidazos” del jueves pasado fueron una demostración de eso; una señal de que la bronca crece y que se está acumulando en sectores de la población.
Así las cosas, se podría decir que la situación política nacional se mueve entre dos tensiones. Por un lado, el de una coyuntura marcada por la ofensiva reaccionaria del gobierno nacional. Y por otro lado, por las primeras reacciones que genera dicha ofensiva, la que parece estar tirando demasiado de la soga. Es que Macri, cual aprendiz de brujo, parece estar sobreactuando demasiado su ataque, y de este modo podría dar lugar a una reacción proporcional al mismo.
Tarifazos y bronca creciente
En el periódico pasado desarrollamos los pormenores del tarifazo en los servicios públicos y el transporte. El mismo terminó en una suerte de impasse en la justicia a la espera de que la Corte Suprema tomara alguna determinación. Para destrabar el conflicto, el gobierno nacional decidió modificar su resolución y resolvió que el aumento en las tarifas de gas sería del 400% para todo el 2016. La Corte, por su parte, pateó la pelota hacia adelante, y sin resolver la cuestión de fondo, ordenó al Poder Ejecutivo que le envíe una serie de informes sobre los motivos del aumento.
Así las cosas, todo indica que la Corte, más temprano que tarde, se inclinará a favor del gobierno. Pero el asunto se complicó. Es que luego del jueves, cacerolazo mediante, la Sala II de la Cámara de La Plata, que fue la que ordenó suspender las resoluciones del gobierno que decretaban el aumento del gas, aclaró que la sentencia que frenaba el tarifazo estaba vigente y que por lo tanto el aumento estaba suspendido.
Todo era caótico: no estaba claro si había que pagar las facturas con el aumento del 1500% que habían mandado las empresas de gas, si había que pagar el 400% o si había que pagar sin aumento alguno. Ante la confusión reinante, el jefe de gabinete nacional, Marcos Peña, declaró que hasta que la Corte Suprema no se expida definitivamente, no había que pagar las boletas de gas.
Esta decisión de Peña tuvo un doble objetivo. Por un lado, descomprimir un poco la situación política y evitar que el mal humor social puesto de manifiesto durante los cacerolazos, escalen y se transformen en una amenaza más fuerte para el gobierno. Pero por otro lado, también tuvo el objetivo de presionar a la justicia para que acelere los trámites del proceso judicial y que la Corte Suprema avale definitivamente, más no sea, el aumento del 400%.
Pilares de una coyuntura reaccionaria
Pero como decimos más arriba, no hay que exagerar los efectos inmediatos del cacerolazo. Por importante que hayan sido esas demostraciones, no lograron modificar el signo reaccionario de la actual coyuntura política. El gobierno de Cambiemos sigue actuando (casi sobreactuando) una verdadera ofensiva en toda la línea. Ofensiva que va desde los brutales tarifazos con aumentos que no bajan del 300/400%, una inflación galopante que en seis meses ya se comió las paritarias y generó una pérdida en el poder de compra de los salarios de más del 10%; y que ahora se despachan con la novedad de que el fútbol volverá a ser un lujo para quien lo pueda pagar.
Es que el gobierno de Macri se ve favorecido por una situación internacional y regional corrida a la derecha que le sirve de marco a su ofensiva y que tiñe de oscuro la coyuntura nacional. Veamos algunos factores.
Los diversos atentados contra la población civil en Europa son el caldo de cultivo para que proliferen las campañas de miedo y xenofobia en el viejo continente, con las que se fomentan la división entre los trabajadores. La última masacre ocurrida en la ciudad francesa de Niza, hecho reaccionario y condenable desde todo punto de vista, es un nuevo acontecimiento que resta en el mismo sentido.
En nuestra región, el derechista gobierno de Temer en Brasil parece haberse estabilizado después de los temblores de las primeras semanas. A esto se suma que con la excusa de que habría una “célula” del Estado Islámico preparada para entrar en acción en el marco de los próximos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, se dispuso un mega operativo represivo de más de 85.000 efectivos en la ciudad carioca. A esto hay que agregarle la crisis de Maduro y el chavismo en Venezuela, la cual es utilizada por el macrismo como punto de comparación para justificar el brutal ajuste que está aplicando en nuestro país.
Esta coyuntura internacional le da aire y margen político al gobierno para avanzar en su plan de ajuste. Pero no es sólo eso lo que tiene a favor Macri. Lo cierto es que en el plano nacional el gobierno de Cambiemos cuenta en su haber con el apoyo cerrado de toda la burguesía representada en todas las cámaras empresariales y en los partidos patronales. Esa unidad burguesa es la que explica que pareciera que, salvo la izquierda, Macri no tuviese oposición política alguna.
Si miramos a las fuerzas políticas burguesas por afuera de Cambiemos (PRO, UCR y CC-Carrió) que son el oficialismo oficial, es casi imposible catalogar a ninguna de verdaderamente de oposición.
Veamos el PJ. El kirchnerismo, que pretende presentarse como oposición a Macri, está atravesando su crisis más profunda y no está claro cuál será su destino. Desde un principio, cuando aún mantenía un enorme caudal político, Cristina sostuvo la orientación de dejar gobernar a Macri sin ponerle palos en la rueda; ahora que su espacio político está siendo impugnado por una avalancha de acusaciones de corrupción y ella misma está siendo amenazada con terminar presa, es impensado que el FpV pueda articular ninguna oposición real. Por su parte, el resto de las expresiones del PJ (Gioja, Scioli, Massa, Bossio, etc.), al igual que buena parte de quienes aún se reconocen como kirchneristas, actúan más como aliados eventuales de Cambiemos que como fuerzas opositoras. Ya mostraron en el Congreso que no dudaron en votar cada una de las leyes que exigió Macri. Y la única ley que le votaron en contra, fue la de la prohibición de los despidos, la cual después permitieron que éste la vete sin que se les moviera un pelo.
Si miramos por fuera del PJ, quedan fuerzas como el Partido Socialista de Binner y el sector de Stolbizer. Del PS no hay mucho que decir, puesto que desde hace décadas ha dejado de ser siquiera una fuerza progresista para ubicarse en el centro, cuando no en la centro derecha del arco político nacional; y Stolbizer se ha transformado en una perra de caza contra Cristina Kirchner.
A todas estas fuerzas políticas patronales, hay que sumarle el mayor de los sostenes del gobierno nacional: la burocracia sindical. La CGT está sumergida en sus negociaciones internas para resolver los pormenores de la unidad de la misma burocracia, que no es lo mismo que la unidad del movimiento obrero. Aunque en los últimos días se han oído declaraciones acerca de la posibilidad de que convocaran a alguna medida de fuerza para dentro de dos meses. Lo cierto es que los burócratas sindicales se han comprometido a garantizarle la gobernabilidad a Macri, lo que en la práctica significa dejar pasar sus políticas de ajuste. Y es difícil que esto cambie si no surge una fuerte presión por la base.
Una bronca que aún no encuentra una vía orgánica por donde expresarse
La fuerte unidad política burguesa y burocrática alrededor del gobierno de Macri, dificulta en gran medida que surjan manifestaciones en contra del mismo.
El cacerolazo del jueves pasado fue una jornada de lucha importante, una manifestación clara de que la bronca por abajo crece y empieza a acumularse. Pero también adoleció de ser muy inorgánica: no está claro qué continuidad pueda tener, ni que por sí misma pueda detener el tarifazo. Es que la misma se llamó y viralizó por internet, y mal que le pese a cualquier alma posmoderna, las redes sociales son una enorme e imprescindible herramienta de difusión, pero un pobre instrumento organizativo.
Es necesario que la lucha contra el ajuste dé un paso adelante, que se ponga en pie una Jornada Nacional de lucha contra el tarifazo, por la renuncia de Aranguren y por la apertura inmediata de las paritarias para recomponer el salario, que ya se devoró la inflación.
Como parte de esta agenda política y de la campaña de afiliación para defender nuestra legalidad partidaria, desde el Nuevo MAS estamos saliendo a las calles en múltiples puntos del país desarrollando una intensa agitación política contra el gobierno de Macri y en favor de construir una alternativa socialista desde los trabajadores.
En este mismo sentido, es que estaremos desarrollando el próximo 14 de agosto en el Hotel Bauen las primeras Jornadas de Pensamiento Socialista bajo la consigna: “Ideas para la revolución”, en donde cientos de jóvenes, mujeres y trabajadores, participarán de charlas y paneles de debate para pensar cómo superar el capitalismo desde una perspectiva socialista y revolucionaria.
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