Algunas consideraciones sobre el régimen fascista italiano – 

Al calor de la crisis económica y social que vive Europa hace casi una década se vienen desarrollando, como expresión de descontento, organizaciones de distintos contenidos políticos. Las hay de signo reformistas, como Podemos o Syriza, y también de derecha o extrema derecha como en Grecia con Amanecer Dorado, que directamente reivindican al fascismo. A modo de ilustración histórica, para conocimiento de las nuevas generaciones, traemos al lector el siguiente artículo de Felipe Norman, colaborador de Socialismo o Barbarie.

 

El 28 de abril de 1945 murió Benito Mussolini, quien criticó a comunistas y liberales por igual, y creyó encontrar la solución a los problemas sociales en el Estado corporativo fascista. Con este régimen pretendió conciliar a empresarios (para que ganen lo suficiente) y trabajadores (para que cobren lo necesario). El engaño de la “colaboración” de clases rezaba así: si los empresarios y trabajadores asumen y aportan al principal “interés fascista”, a producir armoniosamente en unidad más y mejor, a engrandecer la Nación, el resto de intereses de cada clase, puestos como subordinados a éste, se realizarán por añadidura. Esta promesa verbal fue en los hechos una estafa al pueblo trabajador, porque escondió el proceso por el cual en la sociedad capitalista, de forma disfrazada, los empresarios (y sus subsidiarios) viven a costa de los trabajadores.
Amar a la Patria sobre todas las cosas

 

El motor de la voluntad del Duce fue guiado siempre por el mismo sentimiento: «Lo que me mueve… lo que realmente me empuja al trabajo y a persistir, es… la ambición de ver grande a la Patria, [y] el amor al pueblo italiano.»* Con esa convicción emocional haría del fascismo una religión, siendo él el mesías, sus cuadros los apóstoles y las masas los fieles: “El Fascismo no es un Partido, es un Régimen. No es solamente un régimen sino una fe. No es solamente una fe, sino una religión que está conquistando las masas trabajadoras del pueblo italiano”. Esta pasión mistificada tomó por paraíso esperanzador “la grandeza de la Nación” y por mandamiento “amar a la Patria sobre todas las cosas”: “Nosotros hemos creado nuestro mito. El mito es fe y pasión. No es necesario que sea una realidad. Es una realidad en el hecho de que es un estímulo, una esperanza, de que es fe y valor. Nuestro mito es la Nación, nuestro mito es la grandeza de la Nación. Y a este mito, a esta grandeza que queremos traducir en realidad, subordinamos todo.”

 

Capitalismo corporativo fascista

 

El objetivo postulado por Mussolini fue claro: «Nosotros defendemos a la Nación, al pueblo en su totalidad. Queremos la fortuna moral y material del pueblo; que se entienda bien esto.» ¿Pero cómo pretendía lograr esto? Apelando a “… la solución corporativa…”. “… la Ordenación jurídica, de todas las fuerzas que concurren a la producción, es objeto de estudio y está ya indicada como modelo en muchos países del mundo que sufren la dispersión y los conflictos de la lucha de clases. Nada de socialismo de Estado, ni de ningún otro socialismo, como creen algunos de esos que hablando de oídas, sin conocimiento directo. Nada de socialismo, porque el Régimen respeta y hace respetar la propiedad privada, reconoce y hace reconocer la iniciativa privada y se niega a experiencias socializadoras que concluyen siempre en catástrofe; pero tampoco nada de liberalismo indiferente ante las coaliciones de intereses cuyos choques, si no se les detiene y evita antes de que se produzcan, pueden poner en peligro el bienestar y la vida misma de la Nación.» En resumidas cuentas, quería: «…realizar concretamente la economía que corresponda a nuestra civilización económica, tan lejana de las aberraciones comunistas, pero también de la archiprobada insuficiencia de la economía liberal.»

Según Mussolini la economía correspondiente era la capitalista: “Ahora comienza la verdadera historia del capitalismo, pues éste no es tan sólo, como decís, un sistema de opresión, sino también un sistema de valores, una coordinación de  jerarquías y un sentido más amplio de la responsabilidad personal”. “La colaboración, ciudadanos, entre el que trabaja y el que da el trabajo, entre los brazos y el cerebro; todos los elementos de la producción tienen su jerarquía inevitable y necesaria; a través de este programa llegarán al bienestar; la Nación llegará a la prosperidad y la grandeza.” (Nótese que quien “da trabajo”, quien entrega el producto de su gasto de energía es el trabajador, no el empresario. Esa fraseología delata un pensamiento de origen “burguesmente” contaminado).

Escondiendo el privilegio de la posición social del empresariado dice: “Quien dice trabajo, dice burguesía productiva y clases trabajadoras de la ciudad y el campo. Ni privilegios a una ni a las otras, sino tutela a todos los interesas que se armonizan con lo de la producción y la Nación.”

El capitalismo elegido fue el corporativismo, esto es, hacer del explotador y el explotado una relación pacífica y deseada por ambos. En otras palabras, fusionar el agua con el aceite mediante eufemismos para que los trabajadores no noten la estafa: “La colaboración ha de ser abierta, leal, sin repliegues ni reservas. Ahora y siempre la acción y el ejemplo valen más que las propagandas verbales: Así en el sistema fascista, los obreros no son ya los explotados, según la vieja terminología, sino colaboradores, productores, cuyo nivel de vida ha de elevarse, material y moralmente, según lo permitan el momento y las circunstancias.” Esta apelación a la colaboración se vuelve eficaz cuando los trabajadores no logran hacer consciente la verdadera posición que ocupan en la relación social de producción, (y terminan por creer que esa forma social es la mejor posible, sin enterarse que en este régimen no existe la posibilidad para el asalariado de transformarse en persona plena). Aquí no hay iguales tirando del mismo carro, hay quienes trabajan (y no deciden de qué trabajar ni cómo) y quienes no trabajan (y dicen a otros qué tienen que hacer y cómo); los primeros reciben un salario para sobrevivir, los segundos ganancias para despilfarrar. (Por otro lado, también están los desocupados, que tienen peor suerte porque ni siquiera pueden acceder a la explotación, es decir, sufren la falta de salario, por tanto, no tienen nada para vivir).

«No somos antiproletarios, pero no queremos crear el fetichismo de su Majestad la Masa. Queremos educarla, servirla, pero cuando desbarra, castigarla. Hay que prometer tan sólo lo que se está matemáticamente seguro de poder cumplir. Nosotros queremos elevar su nivel material y moral, porque queremos insertarla en la historia de la Nación. Porque con un proletariado en discordia, enfermizo, tiñoso, no puede existir una elevación de la economía nacional. Y decimos a las masas que cuando están en juego los intereses de la Nación, todos los egoísmos, lo mismo los de del proletariado que los de la burguesía, deben callar”. Esta es una expresión aclaratoria: somos proletarios cuando nos siguen; es una expresión de “benevolencia”: se les dará a los proletarios lo que pueda la Patria; es una expresión de disciplina: los proletarios deben obedecer a su tutor fascista para enriquecer a la Nación; es una expresión patriótica: primero la Patria.  

La condición fascista para que se diera la inclusión social al proceso productivo era la disciplina, esto es, obedecer sin reclamar nada porque el fascismo ordena a la sociedad de modo tal que pueda efectuarse la mayor justicia social posible. «¿Qué significa esta `mayor justicia social´? Significa trabajo garantizado, el salario equitativo, la casa decorosa, significa la posibilidad de desenvolverse y de mejorar incesantemente. Todavía algo más: significa que los obreros, los trabajadores, deben entrar cada vez más en la intimidad del proceso productivo para conocer y participar en su necesaria disciplina.»

La idea de que el trabajador trabaje todo lo que lo necesite la patria, y obtenga sólo lo que ésta pueda darle, fue una fórmula muy repetida por el jefe fascista: «El sindicalismo sabe que las reivindicaciones de los trabajadores respecto del salario, llevadas más allá de cierto límite, encuentran obstáculos insuperables de orden objetivo, que no se pueden superar sino con artificios, heraldos de las crisis.»

 

Sindicatos al servicio del capital

 

Las palabras de Mussolini por sí mismas explican la génesis, el desarrollo y la afirmación del sindicalismo fascista.

“¿Cómo ha nacido este sindicalismo? ¿Dónde? ¿Cuándo? Año de nacimiento: 1921. Lugar: El Valle del Po. Modo: la conquista y la destrucción de las fortalezas subversivas”. “…el sindicalismo fascista considera al capital, no como un elemento a suprimir… sino como un elemento a liberar y potenciar.

“Nuestro sindicalismo se distingue de los otros en que, por ningún motivo, admitimos la huelga en los servicios públicos. Queremos la colaboración de clases; sobre todo en una época de agudísima crisis económica como la actual. Por eso tratamos de meter en la cabeza de nuestros sindicatos esta verdad y esta doctrina… La misión del fascismo consiste en hacer un todo orgánico con la Nación, para el día en que ésta necesite a la masa, como el artista necesita de la materia para forjar sus obras maestras.”

“Difiere nuestro sindicalismo del sindicalismo rojo en una cosa fundamental. Ésta: que no quiere ir contra la del derecho de la propiedad privada. Cuando el patrono se encuentra ante el sindicato rojo, tiene enfrente un sindicato que sólo de un modo contingente lucha por un aumento de salario, mientras su fin mediato, lejano, consiste en trastocar la situación, esto es, en abolir el derecho a la propiedad… Nuestro sindicalismo es colaboracionista…”.

“…el sindicalismo fascista, a través de la colaboración de las clases, desemboca en las corporaciones, que dan a la colaboración armonía y sistema, defendiendo la propiedad pero elevándola a función social, respetando la iniciativa del individuo, pero en el ámbito de la vida y de la economía de la Nación.”

“Si faltase la voluntad de colaboración, está la fuerza. Para todas las disposiciones, aun las más duras que tome el Gobierno, pondremos a los ciudadanos ante este dilema: o aceptarlas por alto espíritu de patriotismo o sufrirlas.”

 

El fin supremo y los medios

 

La planificación de la acción fascista se ha regido siempre por el principio que reza: “…clases, partidos, sectas, deben ponerse en segundo plano cuando más arriba y antes que todo, apremia el interés de aquella idea de realidad que es la Patria”. «He sido yo quien por caridad de patria he dicho que es menester subordinar impulsos, sentimientos y egoísmos a los intereses supremos de la Nación…”. Resulta de esto que la aplicación de la política fascista siempre se guió por las circunstancias, pero sin cambiar su principio rector: hacer funcionar la relación de producción capitalista. Mussolini hablando de su doctrina dijo: “Nos permitimos el lujo de ser aristocráticos y demócratas; conservadores y progresistas; reaccionarios y revolucionarios; legalistas y antilegalistas, según las circunstancias de tiempo y de lugar, de ambiente, en una palabra de Historia, en las cuales estamos obligados a vivir y obrar”.  

 

Felipe Norman

 

*Todas las citas fueron tomadas de un libro en castellano que compila citas tomadas de «Scritti e Discorsi di Benito Mussolini, Edizione Definitiva», (8 Tomos), 1934, Ulrico Hoepli Editore, Milano.

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