En el anterior SoB decíamos refiriéndonos a La Noche de los Bastones Largos, que había sido: “un mojón en ese proceso aún capilar que se iba gestando contra el cercenamiento de las libertades democráticas que el gobierno militar ejercía, además de los duros planes de ajuste y persecución sindical y política que la acompañaba. La burocracia sindical se dividió, diversas corrientes antiburocráticas empezaban lentamente a surgir y también sectores medios y estudiantiles optaban por una salida armada para derribar al onganiato. A partir de 1969 todos esos elementos pegaron un salto en calidad”.
Los diversos “azos” que se conjugaron con el de Córdoba (Rosario, Mendoza, uno nuevo en la ciudad mediterránea en 1971 conocido como Viborazo), forzaron la renuncia del ministro de Economía de Onganía (Krieger Vasena) primero, y del propio dictador casi un año después. El interregno de un casi desconocido militar: Levingston (que tuvo como integrante de su gabinete a un ícono del pensamiento económico “nacional y popular” como Aldo Ferrer) dio paso a la llegada de otro milico: Alejandro Agustín Lanusse en marzo de 1971 para intentar reabsorber la crisis económica, social y fundamentalmente política que se había abierto con aquellas puebladas. Por otro lado, distintas organizaciones armadas se iban constituyendo y luchaban con sus tácticas y métodos para derribar a la Revolución Argentina: Montoneros de extracción peronista y católica junto al ERP (brazo armado del PRT) agrupación que se reivindicará guevarista; serían no las únicas pero sí de las más numerosas.
En este brevísimo contexto que venimos señalando se produce la (bien) llamada Masacre de Trelew o los fusilamientos de Trelew que consistió en el asesinato de 16 miembros de distintas organizaciones armadas, presos en el penal de Rawson, capturados tras un intento de fuga y ametrallados posteriormente por marinos dirigidos por el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa. En forma sintética digamos que el 15 de agosto de 1972 comenzó un masivo intento de fuga del Penal de Rawson, en la ciudad capital homónima de Chubut. Durante la fuga, Marcos Osatinsky asesinó al guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, que se resistió. De los más de cien reclusos, solamente un grupo de seis personas y otro de diecinueve lograron su objetivo. El jefe del operativo era Mario Roberto Santucho, del Partido Revolucionario de los Trabajadores, aunque algunas declaraciones —especialmente la de Fernando Vaca Narvaja, de Montoneros, único sobreviviente de ambos grupos de evadidos— afirman que Marcos Osatinsky (de las FAR) había comenzado a planificar la fuga antes de que Santucho llegara al penal. Estos dos dirigentes junto a Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna, integraban el denominado Comité de fuga, y fueron los únicos que pudieron huir rápidamente en un automóvil Ford Falcon que los esperaba, y trasladarse al entonces aeropuerto de Trelew para abordar una aeronave comercial BAC 1-11 de la empresa Austral.
Sin embargo, un segundo grupo de 19 evadidos logró arribar por sus propios medios en tres taxis al aeropuerto. Allí, los que estaban dentro del avión decidieron, por el peligro de la llegada de las fuerzas de la Marina y del Ejército, dejar de esperar y despegar rumbo al vecino país de Chile, gobernado entonces por el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. El avión llegó primero a Puerto Montt y finalmente a Santiago de Chile, donde pidieron asilo. Los 19 militantes decidieron tomar la terminal aeroportuaria de Trelew, en el que había unos pocos pasajeros y personal de las aerolíneas. Al mismo tiempo, un avión de Aerolíneas Argentinas estaba por aterrizar pero fue desviado por la torre de control. Al ver frustradas sus posibilidades de fuga, luego de dar una conferencia de prensa a cargo de Rubén Pedro Bonnet, se entregó detenido a los efectivos de la Armada que mantenían rodeada la zona, solicitando y recibiendo públicas garantías para sus vidas en presencia de periodistas y autoridades judiciales. Los hombres también pidieron retornar al penal de Rawson. Una patrulla militar bajo las órdenes del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, segundo jefe de la Base Aeronaval Almirante Zar, condujo a los prisioneros recapturados dentro de una unidad de transporte colectivo hacia dicha dependencia militar. Ante la oposición de éstos y el pedido de ser trasladados de regreso nuevamente a la cárcel de Rawson, el capitán Sosa adujo que el nuevo sitio de reclusión era transitorio, pues dentro del penal continuaba el motín y no estaban dadas las condiciones de seguridad. La propia Base Aeronaval de Trelew mantenía una numerosa dotación de tres mil efectivos de la Armada. Regía en toda la zona un estado de máxima alerta, todo lo cual hacía impensable reintentar otra operación de evasión.
Esa misma noche, a las 03:30 del 22 de agosto, en la Base Naval Almirante Zar, los 19 detenidos fueron sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Según testimonios de los tres únicos reclusos sobrevivientes, mientras estaban formados y obligados a mirar hacia el piso, fueron ametrallados indefensos por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Bravo, falleciendo la mayoría en el acto, y algunos heridos fueron rematados con armas cortas en el piso. Luego, al terminar los disparos, los siete sobrevivientes fueron llevados a la enfermería, pero no se les prestó ningún tipo de asistencia médica. Los únicos tres sobrevivientes fueron trasladados al día siguiente a Puerto Belgrano, donde fueron intervenidos. La versión oficial del suceso indicaba que se había producido un nuevo intento de fuga, con 16 muertos y tres heridos entre los prisioneros, pero sin bajas en las filas de la Marina. Entre los fallecidos se encontraban Mariano Pujadas (Montoneros), Ana Villarreal de Santucho y José Ricardo Mena (PRT-ERP) y María Angélica Sabelli (FAR).
Fue muy elocuente en tal sentido el discurso pronunciado el 5 de septiembre de 1972, a pocos días de la masacre, por el entonces capitán de navío Horacio Mayorga en la misma Base Aeronaval Almirante Zar donde ocurrieron los hechos, y frente a todo el personal de esa dependencia: “No es necesario explicar nada. Debemos dejar de lado estúpidas discusiones que la Armada no tiene que esforzarse en explicar. Lo hecho bien hecho está. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa. La muerte está en el plan de Dios no para castigo sino para la reflexión de muchos.”
El repudio popular y la pérdida del poquísimo capital político que Lanusse poseía entre ciertos sectores medios y de la propia clase dominante, fueron dos elementos muy marcados que dejó la Masacre de Trelew. En ese mismo año, los partidos burgueses empiezan a tejer acuerdos y consensuar una salida ordenada de la dictadura, el propio Perón arriba luego de 18 años de ausencia al país y se abraza con el dirigente histórico (y gorila) del radicalismo Ricardo Balbín, en noviembre de ese 1972. El corolario de todo esto sería la convocatoria a elecciones presidenciales con la participación del peronismo (no así de su máximo líder) para marzo del año siguiente.
El PST (Partido Socialista de los Trabajadores) antecesor del Nuevo MAS, pese a las diferencias de método y estrategia política que tenía con las distintas organizaciones armadas, siempre defendió de la justicia burguesa y patronal a sus militantes y cuadros dirigentes, quitándole toda potestad a dicho Estado (a la que esa justicia representa), para que sea éste quien los juzgase. Esta defensa era incondicional. Cualquier semejanza con la actitud tomada por nuestro partido ante el intento de detención de Hebe de Bonafini por el gobierno macrista… NO es una mera coincidencia, sino la expresión de una continuidad de principios, que toda corriente que se dice revolucionaria debe enarbolar.
Guillermo Pessoa