Alejandro Vinet



Nueva ronda de ataques islamófobos –

 

En los últimos días, una polémica ocupa los medios franceses, llegando incluso a tener repercusión internacional: se trata de la decisión de diversos alcaldes de ciudades costeras francesas de prohibir la utilización de llamado “burkini” en las playas. Se trata de un traje de baño que cubre la totalidad del cuerpo y el cabello, utilizado por algunas mujeres musulmanas para bañarse.

El primer alcalde en pronunciar esta medida fue el de Cannes, David Lisnard, de la formación política de derecha “Los Republicanos”. Le siguieron otros del mismo espectro político, aunque pronto quedó claro que la islamofobia no es monopolio de la derecha: un alcalde socialista pronunció una medida copiada textualmente de la de Cannes, y el Primer Ministro Manuel Valls aportó su apoyo a los alcaldes que decidieran tomarla.

Sobre la base del clima de división y de islamofobia alimentado por la sucesión de atentados en Francia, además de la supuesta defensa de los “valores republicanos”, se trata de una nueva provocación contra los musulmanes o considerados como tales, que apunta a desviar la atención de los verdaderos problemas sociales, a estigmatizar a un sector de la población y convertirlos en “chivos expiatorios”, y a dividir a nuestro campo social, el de los explotados y oprimidos más allá de nuestra confesión religiosa.

Dos caras de la misma moneda racista

Los argumentos que se esgrimen en defensa de la prohibición son un reflejo de este clima nauseabundo. Según el director general de la ciudad de Cannes, no se trata de prohibir los signos religiosos sino “aquellos que expresan la lealtad a movimientos terroristas que nos hacen la guerra”. Que se entienda bien: detrás de la excusa de la defensa de la “laicidad” de lo que se trata es de asimilar a la población musulmana al terrorismo reaccionario de Estado Islámico. Por definición, todos los musulmanes son terroristas hasta que se demuestre lo contrario, en particular si se visten de una manera determinada.

Otro argumento que ha sido defendido es el de prevenir “problemas contra el orden público”: es decir, que pueda haber altercaciones como “consecuencia” de la utilización de este tipo de vestimentas. Es decir, que para evitar que hordas fascistoides ataquen a gente por el simple hecho de cómo va vestida (tendrá algo que ver con el hecho de que los dirigentes políticos insistan en que estas vestimentas expresan una “lealtad a Estado Islámico”?), se le prohíbe a esa gente usar esas vestimentas. Un argumento similar al que convierte a las mujeres víctimas de agresiones sexuales en “responsables” por cómo iban vestidas, por dónde iban, en vez de responsabilizar al violador. Este último argumento también es utilizado por la “izquierda”. Así, el futuro presidente de la “Fundación para el Islam de Francia”, Jean-Pierre Chevènement, recomendó a los musulmanes que actúen con “discreción”.

Si un lado de la moneda es la lisa y llana islamofobia que asimila a todos los musulmanes a los terroristas de Estado Islámico, el otro lado, representado por la “izquierda”, se cubre de valores progresistas para defender este ataque. Uno de los argumentos del alcalde socialista que prohibió el burkini en sus playas es que “no es muy respetuoso hacia las mujeres”. Claro, esas pobres mujeres musulmanas atrasadas no saben qué es lo mejor para ellas, pero por suerte hay un buen hombre republicano que las va a obligar a lo que él considera mejor. Nada más alejado del verdadero combate feminista que esta visión paternalista de la emancipación de la mujer.

Que las mujeres decidan sobre sus propios cuerpos

Este segundo argumento es el más pérfido, porque disfraza detrás de un supuesto combate progresista lo que en realidad es un ataque a un sector particular de la población, los musulmanes o considerados como tales. Es el argumento con el que se ha prohibido la utilización del velo en los colegios primarios y secundarios, que rige desde hace más de una decena de años.

Así, se les impone a las mujeres musulmanas cómo deben vestirse. Cómo deben vestirse para ir al colegio, para acceder a ciertos empleos (todos los empleos estatales, por ejemplo), para ir a la playa. En los últimos meses, volvió a plantearse la posibilidad de prohibir también la utilización del velo en las universidades, aumentando el control sobre los cuerpos de las mujeres o directamente expulsándolas del sistema educativo. Este control social y estatal llegó al absurdo de impedir el ingreso a un secundario de alumnas que llevaban “polleras demasiado largas”, lo cual también sería un signo de “pertenencia religiosa”!

En todos estos casos, de lo que se trata es que el Estado obliga a las mujeres a vestirse o a desvestirse de determinada manera: de manera hipócrita pretende “emanciparlas” imponiéndoles determinadas normas, para peor apuntando a un sector de la población a causa de su confesión religiosa en un contexto de racismo e islamofobia creciente. La emancipación de las mujeres de toda forma de opresión e imposición, incluso aquella que pueda venir del círculo familiar o social, solo puede ser obra de las mujeres mismas, no del Estado colonialista, racista e islamofobo francés.

Luego de la recaída de las movilizaciones sociales y el clima veraniego, sobre la base del reciente atentado de Niza, la derecha y el gobierno vuelven a poner en foco en la cuestión del islam, de la guerra, de la identidad francesa. Todo este discurso sólo apunta a dividir a nuestra clase social, a crear la “unidad nacional” de la Francia blanca y católica contra los musulmanes, los árabes, los negros, los inmigrantes… De lo que se trata es, por el contrario, de construir la unidad de los explotados y de los oprimidos, en primer lugar para combatir todas las provocaciones racistas e islamofobas de la derecha y el gobierno, para desarrollar una política antirracista y contra toda forma de discriminación. Junto con eso, se trata de retomar las calles apenas comience el nuevo año, para volver a poner en el centro de la escena la cuestión social, del empleo, del salario, de las condiciones de trabajo, como fue el caso durante los meses de lucha contra la Ley El Khomri.

 

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