Roberto Sáenz
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Buenas tardes a todos los compañeros y compañeras. Agradezco especialmente a Pablo Bonavena y a Claudio Katz, así como a Hernán Camarero que estuvo en el panel anterior, su presencia en la jornada.
Me voy a referir a tres o cuatro cuestiones que me preocupan y que me parece que están planteadas en estas jornadas, como para entender el mundo en el que estamos parados y nuestras tareas.
Experiencia y conciencia
El primer problema, la primera definición para tratar de entender el ciclo histórico internacional que estamos viviendo, desde sus condiciones objetivas y subjetivas, tiene que ver con la palabra experiencia. No es que sólo se viva un retroceso, pérdida o derrotas; tampoco es que se estén dando las condiciones de una radicalización política como las que se vivieron en distintos momentos del siglo XX.
Pero si nos quedamos en una definición unilateral o que pierda de vista –a pesar de la coyuntura mundial a la derecha– qué de específico se está recorriendo en el mundo actualmente, qué de específico se está viviendo en la inflexión del siglo XX y el comienzo del siglo XXI, qué es lo que nos mueve y nos motiva (además, obviamente, de las perspectivas transformadoras, la injusticia, la explotación, etc.), nos perderíamos que existe un elemento súper importante, fundamental: que se vive una acumulación de experiencias y luchas de los explotados y oprimidos.
No es que no hay nada o solamente hay derrota; aunque a finales del siglo XX hubo una derrota y una desacumulación estructural y subjetiva en los explotados y oprimidos. Pero al mismo tiempo está en curso una nueva acumulación: desde el punto de vista objetivo, la formación de una nueva clase obrera, la creación de un proletariado inédito en China (la Foxcom con cien mil trabajadores; los 300 o 400 millones de proletarios que tiene dicho país, etc.).
Pero no me refiero solamente a esa recreación de una clase obrera en condiciones distintas, fragmentarias, sino a otro elemento característico del ciclo histórico actual, que es que hay un recomienzo de la experiencia. Hay un quehacer material de los explotados y oprimidos que se expresa de manera diversa: en el ingreso de una nueva generación militante, en la nueva sensibilidad por los problemas de las mujeres, en la emergencia de una nueva generación obrera, en una diversidad de quehaceres que si los perdemos de vista solo mirando lo que nos falta, que es mucho, o lo que se perdió en el pasaje del siglo XX al XXI, tendríamos una pintura no lo suficientemente materialista y no lo suficientemente real, unilateral.
Hay un elemento bien concreto: lo llamamos un ciclo de rebeliones populares. Se dan “flashes” contradictorios de esa experiencia, incluso extremadamente contradictorios, como esa base social islámica que hace pocos días salió a las calles en Turquía a parar los tanques, una imagen rara digamos (para los tiempos que corren), no muy posmoderna, aunque todavía muy embrionaria, de la población rodeando los tanques.
Otro elemento real es el ingreso de una nueva generación. La vieja clase obrera salió de escena –aunque hay vasos comunicantes– e ingresa una nueva generación.
Entonces, el primer elemento de totalización que quiero marcar es que hay un quehacer de las masas explotadas y oprimidas, renovado después del cierre del siglo XX, y ese quehacer es lo que consideramos una dificultosa acumulación de experiencias.
Pero a partir de ahí, hay que comprender la dificultad específica que se vive hoy: cuesta mucho traducir esa experiencia en conciencia. Esa experiencia traducida a conciencia socialista, traducida a radicalización política, a recuperar la perspectiva de la revolución, a la emergencia de prácticas que cuestionen lo establecido, que rompan con el régimen político; traducida a la acción directa, a la organización. Esa traducción de la clase en sí en clase para sí, esa reconstrucción de todas las instituciones de nuestra clase trabajadora a nivel mundial, es ahí donde está la dificultad.
No es exactamente el momento de grandes derrotas, sino de la emergencia de una nueva clase trabajadora que no vive lo existente como derrota sino como circunstancia que da por hecho, los convenios del “zero hours”, el no tener horarios de trabajo, etc., y que se rebela contra las injusticias (¡incluso de manera muy radicalizada!), pero cuya traducción política es muy compleja; esa es la dificultad.
Por eso Claudio decía muy bien que esa traducción política puede ser por izquierda y se pierden oportunidades, como en el caso reformista, centrista, de Syriza; y hay que trabajar por traducir esa experiencia que se vive y que es un hecho, en conciencia revolucionaria, transformadora.
Obviamente a Sanders como candidato que permanece finalmente en el Partido Demócrata no lo apoyamos; pero tomándolo como un termómetro que mide la “fiebre política” de la juventud yanqui, como síntoma de una búsqueda, el caso Sanders, o el caso de Jeremy Corbyn, que también tiene los pies dentro del plato en el Partido Laborista de Inglaterra, como síntomas de un inicio de traducción eventual de la experiencia en una conciencia inicial, son muy interesantes.
Incluso en EEUU, fíjense qué cosa rara: la nueva generación, los llamados “millenials”, no se consideran de clase media. Resulta ser que en EEUU nadie era obrero, nadie era laburante, nadie era explotado, nadie era el último escalón social; todos se consideraban de clase media. Con el “estilo de vida norteamericano” en crisis, la gente se cae en la estadística de la clase media a la clase obrera; las nuevas generaciones tienden a reconocerse más como lo que son, no lo que creían que eran: sos clase obrera y tenés que bancártela. El reconocimiento de lo que realmente se es, es un tema muy importante en la toma de conciencia, porque vivir en la confusión dificulta comprender las tareas planteadas, reconocer los enemigos.
Recorrió mucho esta jornada el tema de la pérdida de las tradiciones del siglo XX. Pero el sentido no debe ser solo negativo. Ahí entra la tarea de los revolucionarios, ahí está la pelea política, porque está la izquierda reformista, el no ir más allá del capitalismo, el posibilismo, que hacen que la cosa rebote hacia la derecha. Pero no termina la historia ahí y el péndulo de la lucha de clases está abierto. Lo específico es que hay un proceso de experiencias y hay que fructificar la experiencia en conciencia. Eso es lo primero.
Hacia un nuevo ciclo de revoluciones
Lo segundo es lo que en la corriente Socialismo o Barbarie llamamos la tendencia a la erosión de las condiciones de la estabilidad capitalista de las últimas décadas. Ese problema es clave. Efectivamente se ha vivido en el mundo occidental, Europa y Latinoamérica, un periodo de estabilidad burguesa en las últimas décadas. La democracia burguesa sigue teniendo un peso infernal, y ninguna afirmación puede descalificar la importancia táctica de ganar lugar en ese terreno para aprovecharlo en la lucha revolucionaria.
¿Pero están llamadas a permanecer esas condiciones de estabilidad? ¿No hay una erosión en esas condiciones, una erosión económica y geopolítica vinculada a la pérdida de la hegemonía absoluta que supo tener EEUU en el orden mundial? ¿No hay una tendencia a nivel de los regímenes políticos –por ahora expresada más bien hacia la derecha aunque hubo expresiones hacia la izquierda reformista– al adelgazamiento del centro político, lo que se dice en inglés el “mainstream”, y al crecimiento en los extremos? ¿No se está recorriendo el camino del desarrollo de una lucha de clases menos mediatizada hacia el futuro, con más elementos de radicalidad, con más elementos revolucionarios?
Nosotros tenemos la visión de que el conjunto de los problemas: las relaciones entre estados, la mediocridad en el terreno económico, la dificultad que introduce la lentificación del crecimiento en China, la tendencia al desborde de los partidos tradicionales, que se da por derecha pero también por izquierda como en la Argentina –donde hay todo un debate del Nuevo MAS con el FIT porque la vacancia de la representación política en la Argentina es un tema muy profundo si es que la izquierda sabe aprovecharlo bien–, ese conjunto de problemas está creando un deterioro de la estabilidad capitalista. Esto eventualmente repropondría un periodo histórico donde se vuelve a lo que se llama una época de crisis, guerras y revoluciones.
Claudio hablaba de guerras localizadas de baja intensidad, Pablo tiene también eso en la cabeza. No digo que sea el elemento dominante, no hablo de un escenario de guerra generalizada, pero hay un deterioro de los elementos de mediación y la eventualidad de una lucha de clases más directa. Lo digo como interrogante y también como apuesta estratégica, porque de ahí se deduce la apuesta estratégica revolucionaria, que apunta a la lucha directa entre las clases, a la acción directa.
¿En qué medida en el mundo en que vivimos, además de expresarse una acumulación de experiencias que tiene todavía una dificultad para traducirse en conciencia, las condiciones de estabilidad están degradándose? Eso hay que medirlo de forma científica.
Esa es la visión de nuestra corriente. Sin ser mecánicos ni catastrofistas, a sabiendas de las dificultades que tiene esta traducción de la experiencia en conciencia, apostamos estratégicamente a que el deterioro de las condiciones de estabilidad capitalista reabra un nuevo ciclo de revoluciones.
El siglo XX como experiencia estratégica
Voy a tomar dos elementos más. Un elemento importante al reproponer la perspectiva revolucionaria en el siglo XXI es poder transmitir a las jóvenes generaciones la experiencia del siglo XX como experiencia estratégica. No meramente como historia, como acontecimientos que han quedado en el pasado, sino un poco como “recuerdos del futuro”. Esto suena loco: los recuerdos son del pasado, ¿cómo vas a recordar el futuro? Pero si pensás la experiencia de la revolución socialista como algo que no solo está en el pasado de la humanidad sino también en el porvenir, porque se sigue en última instancia de la opresión y la explotación de los trabajadores, los jóvenes, las mujeres, etc., podés ir a las experiencias del siglo pasado como experiencias estratégicas, como aprendizaje hacia el futuro.
Y en ese aprendizaje, hay en nuestra corriente la afirmación de un balance: no hay sustituismo, aparato, sector social que no sea la clase trabajadora, los explotados y oprimidos; no hay sucedáneo posible a la clase fundamental que es la clase trabajadora en las tareas de la revolución y el socialismo.
La dictadura del proletariado es la clase obrera organizada como clase dominante; esa es la definición de Marx a propósito de la experiencia de la Comuna de París.
Cualquier otra cosa que no sea la tendencia a la organización cada vez mayor, real, a tomar en sus manos los asuntos de la sociedad por parte de la clase obrera; lo que no sea la tendencia a que la última cocinera, como decía muy bien Inés, sepa manejar los asuntos de la sociedad, cualquier sustitución de eso no es dictadura del proletariado. Esa, creemos, es una de las enseñanzas principales del siglo pasado.
Y también que no hay sustitución posible a la administración cada vez más conciente, cada vez más colectiva, cada vez más democrática de los medios de producción expropiados a la burguesía, por parte de la clase trabajadora.
Son definiciones simples, que reenvían al protagonismo histórico de la clase obrera, pero que en el trotskismo de la posguerra en general se perdieron por el camino. Se tendió a ver revoluciones socialistas en todo el orbe, aunque estaba la dificultad de que, como decía Peter Fryer, el estalinismo consideraba (reducía) a la clase obrera a “una clase de loros y charlatanes”. Y nosotros apostamos a lo opuesto: a recuperar el protagonismo histórico de la clase obrera; porque reducida a una clase de loros y charlatanes, como ocurrió en los estados burocratizados, no hay posibilidad de transformación social, no hay posibilidad de lo que decía Inés, la revolución total que no solamente implica acabar con la explotación del hombre por el hombre sino con todas las relaciones de opresión y explotación.
Nuestro abordaje del siglo XX como recuerdo del futuro hace al debate estratégico, programático. Y queremos aprovechar esta jornada para meterlo más; nos interesa aprovecharla para pasar del análisis político a un debate estratégico, aprovechar las lecciones de la riquísima experiencia de la clase obrera anterior para fructificar la experiencia futura.
Termino: partido; recuperar la dimensión de la estrategia. Partimos de las condiciones que hay y no hacemos ningún izquierdismo infantil, pero recuperamos la perspectiva de la revolución y el socialismo, de la revolución como ruptura violenta del orden de cosas, como conflicto social que desborda el control de la burocracia y se transforma en acciones históricas independientes de los explotados y oprimidos.
Para el final, quiero recuperar la primera idea, la de trabajar para transformar en conciencia las experiencias que están ocurriendo, riquísimas, de las que a veces ni nos damos cuenta. Y también la necesidad de reagrupar fuerzas internacionalmente entre los revolucionarios, porque es factible que se esté abriendo un periodo con desafíos históricos para la izquierda revolucionaria, la de la tradición de Trotsky, de los bolcheviques, de Rosa y Lenin. Esa tradición que quedó minoritaria, que quedó marginal, es factible que se estén creando condiciones a mediano plazo para colocarla a la ofensiva. Gracias compañeros y compañeras.