Lanzamiento anticipado de la
carrera electoral
Danza
de candidatos patronales
El
momento político actual se caracteriza, ante todo, por el
hecho de que el gobierno ha logrado relativa estabilidad
respecto de los meses de apogeo de los reclamos salariales.
El aparente control de la inflación –contenida
artificialmente a un precio que en algún momento habrá que
pagar– y la invalorable colaboración de la burocracia de
Moyano y Cía. para “cerrar” el piso-tope salarial, han
dado como resultado una coyuntura donde los conflictos
son la excepción, no la regla. Incluso algunos de los
procesos de lucha salarial más importantes en estos
momentos, como el de los docentes y estatales cordobeses,
también están mediados por las internas políticas
burguesas y los enjuagues electorales, que han pasado al
centro de la escena.
En
efecto, por más que a la inmensa mayoría de la población
esas componendas le importan un rábano, hoy ordenan la
agenda política del país.
Candidatos,
partidos y régimen político
Sin
embargo, el adelantamiento de la campaña electoral deja
ciertos elementos para el análisis y la denuncia. Por
ejemplo, el hecho de que, siguiendo una tendencia mundial,
los partidos políticos tradicionales se vacían cada vez
más de contenido, transformándose en cáscaras sin
base social activa de masas ni lineamientos ideológicos
distintivos. Por eso, reflejan de modo cada vez más directo
una dependencia de su soporte económico-material, vinculado
a la gestión del Estado.
El
caso de los “radicales K” y la candidatura de Lavagna
ilustra esto. Los dirigentes radicales que tienen
“responsabilidades ejecutivas” –esto es, gobiernan
algo– son justamente los más proclives a acordar una
coalición electoral con Kirchner. ¿Las razones? Simples:
dependen de la caja del Estado.
En
cambio, los radicales “políticos” –que no gestionan
grandes distritos– y los duhaldistas y menemistas
(desplazados del poder), buscan amucharse alrededor de un
candidato “potable”, y en ese sentido, Lavagna les cayó
como maná del cielo.
La
“coalición Lavagna” es un poco más “ortodoxa” en
su visión de la economía, más renuente en imponer
regulaciones al dios mercado que la “coalición K”.
Pero sería un error suponer que esos matices van
demasiado más allá.
Por
el lado de la derecha clásica, Macri y López Murphy
representan la defensa de un esquema neoliberal puro y duro.
Pero los sectores más concentrados de la clase capitalista
están más que conformes con el rumbo económico actual,
que les asegura pingües ganancias. Además, mientras no
haya olas en la economía, ninguna candidatura burguesa
opositora podrá hacerle sombra al gobierno. ¿Con qué van
a convencer a la mayoría de los electores que son mejores
que Kirchner? ¿Con los llamados a la “calidad
institucional”? Y a la misma esterilidad está condenada
la candidatura de Carrió y el ARI.
Este
escenario, donde lo que manda son las coaliciones basadas en
aprovechamiento de la gestión y los recursos del Estado,
muestra entonces grietas en una de las principales
instituciones del régimen democrático burgués: los
partidos tradicionales, que en el caso de la UCR está cerca
de ser terminal. Y más allá del señalado vaciamiento de
los partidos patronales, en el caso argentino se agrega que
esta realidad es producto de que aún no se ha cerrado
del todo la crisis de las instituciones abierta en diciembre
del 2001.
“Hegemonismo”
K y formas bonapartistas en América Latina
En
este contexto, una característica del actual ciclo político
en América Latina es que todos los nuevos gobiernos quieren
contar con más tiempo para ejecutar sus proyectos.
Chávez quiere quedarse hasta el 2030, según dijo. Evo
Morales no le anduvo en zaga. Aquí se habla del proyecto de
“asegurar”, mediante una sucesión de mandatos de Néstor
y Cristina Kirchner, una “dinastía K” hasta el 2020...
A escala más modesta, todos los gobernadores que pueden
buscan modificar la constitución provincial para permitir
la reelección indefinida. Ya lo hizo Alperovich en
Tucumán, lo intenta ahora Rovira en Misiones y hasta Felipe
Solá quiere un pronunciamiento de la Corte Suprema
bonaerense que le permita presentarse a la reelección en el
2007. Los constitucionalistas se rasgan las vestiduras y los
opositores braman: “¡Hegemonistas! ¡Dictadores! ¡Quieren
quebrar la alternancia democrática!” Tienen, sin duda,
una parte de razón.
El
argumento común a todos los intentos de perpetuarse es que
“hace falta una refundación, un proyecto totalmente
nuevo, que necesitará varias gestiones para
consolidarse”. La “alternancia democrática” suena
bien para los países “estables”, pero en esta castigada
América Latina –sugieren Chávez, Evo o Kirchner– no es
tan fácil darse esos lujos. Hay también en esto una parte
de verdad. Veamos más de cerca la cuestión.
En
el nuevo ciclo político inaugurado a comienzos de siglo en
Sudamérica con la serie de rebeliones populares que tiraron
abajo gobiernos “democráticos” y que dieron origen a la
ola de gobiernos “centroizquierdistas”, éstos tienen necesidad
de actuar con una mayor margen de maniobras que los del
ciclo de los 90. Se trata de gobiernos que no sólo
operan como una mediación a las luchas y revueltas
populares, sino que también buscan operar como árbitros
de la lucha social, poniéndose pretendidamente “por
encima” de los conflictos entre las clases sociales, las
fracciones internas de la clase dominante y el propio
imperialismo. Este rol que pretenden asumir como condición
para poder estabilizar el sistema, es uno de
los rasgos de lo que en la literatura socialista se conoce
como “bonapartismo”, aunque le falten
otros.
Precisamente,
el incremento de las luchas populares, la debilidad de la
institucionalidad burguesa clásica en nuestro continente y
la necesidad de gestionar un Estado con más capacidad de
acción política y económica que en el período neoliberal
clásico de los 90 son las que explican algunas de las
formas políticas del proyecto K que tanto escandalizan a la
oposición burguesa. Y también su insistencia en la
necesidad de “perpetuarse”.
Nada
de esto significa, por supuesto, el inicio de un nuevo
“movimiento histórico” con el que a veces deliran los
kirchneristas. Mucho menos que ese proyecto vaya a
orientarse en un sentido antiimperialista o “popular”.
En nada beneficia este continuismo patronal y burgués
a los trabajadores y el pueblo, más bien todo lo contrario:
es la búsqueda de instrumentos y atribuciones que les
permitan terminar de reabsorber las rebeliones populares con
las que despuntó el siglo en nuestros países.
En
síntesis, se trata de casi una cuestión de instinto de
conservación para un elenco político y franjas importantes
de la burguesía local: sentar las condiciones para que
uno y otras eviten perecer en la morsa de las tendencias más
agresivas de la mundialización imperialista, por un lado, y
las rebeliones populares que podrían poner en cuestión
toda la dominación capitalista, por el otro.
Desenmascarar al gobierno K y
apoyar las luchas obreras.
Poner
en pie un Frente Clasista y Socialista
La
actual coyuntura plantea una serie de tareas. Por un
lado, hay una lucha política inmediata y cotidiana
por desenmascarar todos los versos K, incluso los que
parecen más “lejanos”. Varias corrientes de la
izquierda (visiblemente nuestro partido) hemos estado
haciendo esfuerzos con una campaña en defensa de la
resistencia libanesa y palestina en Medio Oriente ante la
agresión sionista e imperialista. Hemos hecho esto mientras
que Kirchner, que posa de “progresista” y defensor de
los “derechos humanos”, no ha hecho más que mirar para
otro lado.
En
segundo lugar, hay que redoblar esfuerzos por el triunfo
de todas y cada una de las luchas parciales y / o aisladas
que están en curso en estos momentos, producto de la
complicidad con el gobierno de la CGT y la CTA. En este
sentido, la coyuntura se caracteriza por la pelea contra
una ola de despidos que buscan golpear a sectores de
vanguardia y afectan lugares tan disímiles como FATE, el
Hospital Francés, Jabón Federal y otras, que reflejamos en
estas páginas.
En
tercer lugar, se está instalado la discusión electoral en
la izquierda. Más allá de todos los límites del Frente
PSOL-PSTU-PCB, la campaña electoral del Brasil está
mostrando un camino alternativo a tener que optar por una u
otra candidatura patronal. Porque este frente, que lleva
como candidata a Heloisa Helena, está logrando ser un
polo de atracción de amplias franjas obreras y
populares a la izquierda de Lula y el PT. De ninguna manera
se puede fantasear con repetir esa performance en nuestro país.
Las características y condiciones de uno y otro son muy
distintas. Pero lo que sí es cierto es que la discusión de
la puesta en pie de un Frente Clasista y Socialista
para las próximas elecciones que se juegue a desenmascarar
los versos K tiene la importancia de jugarse a trazar una
línea política de clase frente a los actuales
gobiernos que como Kirchner, Lula, Chávez o Evo Morales, se
llenan la boca de proclamas “populares” y
“antiimperialistas”, pero no dejan de ser 100%
capitalistas.
|