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Crisis
en la Constituyente, en la “nacionalización” del gas y
cierto descontento
Cuando
Bolivia se parece otra vez a... Bolivia
Por
Carla Punkoya
Socialismo o Barbarie Bolivia, 11/09/06
“La
luna de miel fue escasa. Bolivia parece haber vuelto rápidamente
a su rutina de los últimos años: las peleas regionales y
la tensión entre el oficialismo y la oposición y la
intermitencia de conflictos corporativos que, cuando
coinciden en el tiempo, dan esa imagen de caos que a veces
es la única que se conoce en el exterior” (Pablo
Stefanoni, Página 12, 10-9-06).
Efectivamente,
todo parece indicar que se ha terminado el “período de
gracia” postelectoral. En las últimas semanas, se ha
desatado la primera crisis política bajo el gobierno de
Morales. Bolivia se comienza a parecer nuevamente a Bolivia.
Tres
crisis en una
Tres
circunstancias se han presentado superpuestas: la mas grave,
la actual crisis al interior de la Asamblea Constituyente
[AC] y el reciente paro cívico en los estados de la
“Media Luna” (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando). Como si
esto fuera poco, ha estado el hecho de la caída del
presidente de YPFB, Alvarado, y de todo el primer gabinete
encargado del tema de la “nacionalización” del gas. A
esto se le suma, el giro a la derecha que parece observarse
en esta materia, con García Linera anunciando a Petrobras
como “socio estratégico” del “proceso nacionalizador”.
Por último, durante el mes de agosto, se vivieron una serie
de luchas reivindicativas de importancia, como fue el caso
del paro de transportes, de los docentes urbanos de La Paz,
de la salud, etc.
Nada de
esto puede servir para desconocer que la popularidad del
gobierno sigue siendo alta, y de que sigue gozando de un
amplio apoyo entre las masas originarias y campesinas. Sin
embargo, parece estar comenzando a observarse cierto
descontento por la continuidad de las penosas condiciones de
vida. Además, la actual irrupción de esta crisis en las
alturas, sumada al paro cívico del pasado viernes 8/9, podrían
dar lugar a la apertura de una dinámica de polarización
social y política que el gobierno no ha buscado ni querido.
Y que de desatarse, eventualmente, abriría brechas para lo
que está faltando: la acción independiente de trabajadores
y sectores populares. Es por esto último por lo que debemos
luchar y apostar los socialistas revolucionarios.
La
crisis en la Constituyente
“La
Asamblea Constituyente no es para subordinar a nadie (...)
el movimiento campesino originario jamás ha sometido a
nadie, pero ha sido sometido; jamás ha discriminado a
nadie, pero ha sido discriminado (...) No se trata de
revanchismo sino cambios concertados para descolonizar y
desneoliberalizar Bolivia”. Estas fueron algunas de las
palabras de Evo Morales el pasado domingo 6 de agosto al dar
por instalada la Asamblea Constituyente en la capital del país.
Sin embargo, en los últimos días, el clima de
enfrentamiento, división y polarización que se vivió al
interior de la Asamblea Constituyente, y se trasladó a las
calles, ha capturado la atención de la prensa mundial y ha
centrado la tensión en Sucre. A más de un mes de su
establecimiento, la tan ansiada Asamblea Constituyente hoy
se encuentra paralizada (sobre todo, en el primer punto, que
es decidir un reglamento de funcionamiento) y se presenta
frente a los bolivianos y al mundo, más que como el espacio
de “concertación y refundación” tan propagandizado
tanto por el gobierno como por la oposición, como el campo
de batalla que confronta al partido oficialista y a los
sectores sociales y sindicales afines al mismo, con las
fuerzas representativas de los sectores conservadores de
derecha, agrupados principalmente alrededor de Podemos[1],
UN[2], MNR[3] y de los Comités Cívicos del Oriente.
La disputa
política se centra básicamente en dos puntos. El primero,
si la AC se declara “originaria” (es decir, con plenos
poderes soberanos por encima de todo el ordenamiento
constitucional) o solamente “derivada” del poder
constituido. El segundo, si los artículos de la nueva
Constitución Política del Estado se aprueban por mayoría
absoluta (50% más uno) o por dos tercios como se había
pactado originalmente. El gobierno ahora quiere que sea por
mayoría absoluta y la oposición por 2/3 para poder hacer
valer su poder de veto, ya que el MAS, con sus propios
asambleístas, se garantiza la mayoría absoluta.
Vemos así,
por un lado, a un gobierno que intentó borrar con el codo
lo que escribió (y pactó) con la mano, desmantelando en un
minuto lo que durante meses negoció con la oposición
dentro del marco de la salida ”pactada” a los
cuestionamientos planteados por las insurrecciones de
octubre del 2003 y de mayo/junio del 2005. Esto es,
principalmente, la Ley Especial de Convocatoria a la
Asamblea Constituyente (LECAC) que condiciona fuertemente de
antemano la AC y el Referéndum Autonómico como una clara
muestra de las concesiones del gobierno al poder de los
capitalistas y la derecha oriental. En las últimas semanas,
el gobierno denunció y acusó a esas minorías de
“corruptos, asesinos y neoliberales”, los mismos con los
que él mismo negoció y les concedió espacios y
atribuciones, y con los que luego del “paro cívico”, se
ha vuelto a sentar a negociar. Pero es precisamente este
“desconocimiento” de los acuerdos previos con la derecha
burguesa, lo que terminó desencadenando la crisis.
Porque ya
estaba promovido, previsto y acordado (de antemano) en la
LECAC, tanto el carácter “derivado” de la AC, como la
imposibilidad matemática de que ninguno de los partidos (a
todos los efectos prácticos, el MAS) se pudiera alzar con
los 2/3 de votos necesarios para cualquier decisión. Esto,
precisamente, previendo el holgado triunfo electoral
concretado por el MAS en las pasadas elecciones de asambleístas.
En estas condiciones (dada la garantía concedida por
intermedio de este poder de veto), sí o sí se debe pactar
con la derecha y la burguesía cruceña, porque ninguna
bancada puede alcanzar –por sí misma– los 2/3
necesarios para la aprobación de cada nuevo artículo
constitucional. Es que éste es el verdadero contenido de
todas las medidas de “blindaje”, “candado” o
“cerrojo” al funcionamiento de la AC: garantizar la
esencial continuidad de la propiedad privada y de la Bolivia
capitalista; de ahí el carácter “derivado” y no
realmente “fundacional” de la Constituyente.
He aquí el
núcleo de la crisis que se ha desatado. Porque una vez más,
en su andar zigzagueante, el gobierno llega a un compromiso
y luego, sometido a tremendas presiones desde abajo, sobre
todo de su base social campesina, intenta dar pasos que
significan un parcial, sólo parcial, desconocimiento de los
mismos. Se pactó un poder de veto para la burguesía cruceña
en la Constituyente y, en los últimos días, se pretendió
desconocer esto. Meses atrás, Evo Morales parecía
inclinado al apoyo a las Autonomías en el Referéndum y,
finalmente, se decidió por el voto NO a las autonomías. En
el Referéndum por el Gas en julio del 2004, el MAS impulsó
un SI que significaba, básicamente, el continuismo de la
política en materia de Hidrocarburos y luego aparece el
decreto del 1º de Mayo anunciando, con bombos y platillos,
la tan mentada “nacionalización”, pero que no es tal,
sino sólo el forzamiento de una renegociación de los
contratos con las multinacionales.
Es por esto
mismo que en la crisis política que se ha abierto (la
primera bajo el gobierno de Morales), se le han dado
servidos en bandeja de plata los argumentos a la derecha
para tildar al gobierno de “antidemocrático” y
“totalitario”, acusándolo de ser el impulsor del actual
estancamiento de la AC y de paso, agitar el fantasma de la
probable frustración de la misma.
Pero a su
vez, el mismo fantasma es agitado por el gobierno con el
argumento de que son las “minorías” oligárquicas y
pro-imperialistas las que obstaculizan el trabajo de la AC.
Al peso específico de este argumento, y al uso que hace el
gobierno del mismo, frente a una derecha recalcitrante que
viene saqueando al país desde hace más de 20 años, se le
suman a la popularidad y legitimidad con las que aún cuenta
el gobierno (aún cuando su apoyo bajó del 80% al 64%).
Esto, por el momento, le permite aglutinar y articular tras
de sí a varios sectores populares y sindicales, incluso a
muchos que han venido siendo críticos o se han manifestado
en contra de las políticas del gobierno como la Federación
Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB, Salud,
Magisterio rural, entre otros, con el chantaje del “frente
único contra la derecha”.
Del otro
lado, están la derecha y los sectores conservadores que,
potenciados por las licencias que le otorgó el gobierno,
ahora quiere hacer valer su “poder de veto”, ya sea para
resistir algunos cambios, o para ir por más. Temerosos de
que se vean tocados sus intereses y privilegios, presiona al
gobierno haciendo uso de los argumentos que él mismo le ha
regalado, preparando las condiciones para mejor negociar y
dejando en evidencia lo mucho que le molesta ceder incluso
en los más mínimos detalles, en las más mínimas y
timoratas “reformas” que el gobierno del MAS pretendiera
sancionar en la Constituyente.
¿Cómo se
explican estos abruptos cambios del gobierno que hace y
deshace los pactos y acuerdos que él mismo ha promovido con
la derecha? ¿Cómo se entiende que utilicen –ambos
sectores– los mismos recursos, los mismos métodos:
amenazar; ejercer presión con la movilización; dar ultimátum;
hacer fuertes discursos; presentar posiciones
“intransigentes”; gestos simbólicos; amenazas;
forcejeos?
¿Qué
se esconde detrás de los enfrentamientos?
Lo que
podemos decir aquí, es que estos enfrentamientos son una
evidente expresión de la intrincada y contradictoria pugna
que existe en las alturas por imponer un determinado
proyecto de país. Más allá del marco común de respeto a
la propiedad privada y de seguridad jurídica a las
inversiones privadas nacionales y extranjeras. Más allá de
la comprensión común de la necesidad de encauzar y
“reabsorber” la crisis política y social (resultante
del proceso revolucionario iniciado en octubre del 2003 y
corroborado en mayo/junio del 2005). Mas allá de que haya
acuerdo en la necesidad de un “pacto social” con los
distintos sectores patronales y de las regiones para llegar
a una relegitimación del régimen y lograr la estabilización
política; los términos de este mismo pacto son los que están
generando esta resistencia y crisis. Pues enfrenta dos
proyectos políticos distintos en lo que hace, sobre todo, a
temas como la regulación económica, el reparto de las
rentas petrolíferas, gasíferas y agraria, la reorganización
estatal y del régimen político. Regateos y peleas (que
pueden llegar a ser agudas) dentro del marco de búsqueda
para lograr alcanzar y concertar un nuevo “pacto social”
para una Bolivia capitalista.
En este
marco, chocan dos visiones y proyectos. De un lado, el
proyecto continuista de los partidarios del neoliberalismo
puro y duro de los 90, que luchan por acomodarse en el marco
de las nuevas reglas de juego, dejando claro que buscarán
insistir en atenuar el carácter "unitario" del
Estado para hacer valer el peso de las autonomías. Esto
–por supuesto– guarda estrecha relación con el
monopolio de los recursos naturales que buscan para sí.
Del otro
lado, el proyecto muy tibiamente “reformista” y con
rasgos de capitalismo de Estado del MAS, consistente,
precisamente, en el fortalecimiento y cambio de rol del
Estado, con mayor participación e injerencia del mismo como
“socio estratégico” del capital transnacional mediante
la creación de empresas mixtas. La propuesta oficialista
plantea también, entre otras cosas, el control estatal de
la tierra y otros recursos naturales, reconoce y otorga
derechos a los indígenas. Por supuesto que la mayoría de
estos planteos, están en determinado grado en contradicción
con los postulados de los defensores de las reglas del
“libre juego de mercado”.
Este es el
telón de fondo de los enfrentamientos en la AC y lo que
hace preveer una Constituyente que seguramente seguirá
siendo una caja de resonancia de las contradicciones
nacionales y un ámbito donde los acuerdos no llegarán sino
a través de fuertes crisis y enfrentamientos como los
actuales. Pues nos encontramos (como no podría ser de otra
manera) frente a una AC que aún buscando y siendo
“pactada”, no ha podido dejar de estar atravesada por
profundas contradicciones y en la cual se han conjugado las
tensiones.
Frente a
este panorama de crisis en las alturas, es que se abren
varios posibles escenarios. El reciente paro de la media
luna (como corolario de la seguidilla de encontronazos en
Sucre), de alguna manera ha terminado de catalizar la
posibilidad de que se vuelva a reestablecer una negociación
más “seria” donde ambos sectores cedan algo y se pueda
encaminar el trabajo de la AC. Esta parece ser la
perspectiva más inmediata. Menos probable, pero no
completamente descartable (en función de la evolución del
contexto regional y mundial), pueden darse escenarios donde
ambos “contendientes” (gobierno y oposición burguesa
regional) lleven sus posiciones hasta “el final”, a
riesgo de romper la AC. Esto significaría una gravísima
crisis para el gobierno del MAS y es una carta de chantaje
evidente en manos de la derecha burguesa. Finalmente, y
combinado con lo anterior, podría ocurrir que por las
fisuras en las alturas, se filtren las masas reeditando la
posibilidad de nuevos y duros enfrentamientos.
Ya en notas
anteriores sosteníamos que “la Asamblea Constituyente
podría –eventualmente– transformarse en una caja de
resonancia frente a la fragmentación política, económica
y social del país. Pues frente a ella se expresan intereses
y posiciones contrapuestos, lo que puede significar una
profundización de la crisis”... Hoy continúa latente la
posible emergencia de nuevos choques entre las clases. Pues
continúa abierta la posibilidad de una profundización del
proceso iniciado en octubre del 2003 (y corroborado con las
jornadas de mayo/junio del 2005) en las condiciones de la
grave crisis nacional y estructural y que el gobierno del
MAS está jugado a reabsorber.
Notas:
1
- Partido de “Tuto” Quiroga, que fue derrotado en
diciembre por Morales y fuera presidente interino del país
en el año 2001/2002. Es el mayor partido burgués opositor.
2
- Partido del empresario del cemento Doria Medina, que
proviene de un desprendimiento del MIR (Movimiento de
Izquierda Revolucionario, partido neoliberal que de
izquierda no tiene nada).
3
- Se trata de lo que queda del viejo partido nacionalista
burgués de Paz Estensoro, que fuera presidente del país
luego de la revolución de 1952 y, nuevamente, en la segunda
mitad de los años ’80, siendo responsable de la destrucción
de la minería estatal.
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