Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 87, 14/09/06
 

 

 

 

 

 

México

La política de los socialistas revolucionarios

Por Claudio Testa

Como sucede en toda gran crisis, las diferentes políticas de las corrientes de izquierda se ponen a prueba. En este caso, los acontecimientos, la campaña electoral, primero, y la cuestión del fraude después, obligaron a tomar posición. Estos son nuestros puntos de vista.

Antes de las elecciones

El sistema político antidemocrático de México, sumado a la debilidad orgánica de las corrientes socialistas revolucionarias, hicieron que en las elecciones presidenciales sólo participaran tres candidaturas burguesas: la oficialista de la derecha conservadora del PAN (Partido de Acción Nacional), con Felipe Calderón; la del arcaico PRI (Partido Revolucionario Institucional) en liquidación; y la de centro-izquierda, de López Obrador, sostenida por la coalición "Por el Bien de Todos" encabezada por el PRD.

Este panorama desató las clásicas polémicas entre las políticas oportunistas (votar por el “mal menor”, por la única opción “posible”; es decir por López Obrador) y la política independiente frente esas tres opciones igualmente patronales.

Aunque el voto es en última instancia un problema táctico, creemos que fue totalmente correcto no votar por López Obrador y su coalición. Era como votar por Kirchner en Argentina o por Lula en Brasil.

En el período previo al 2 de julio, el zapatismo había dado un giro político. Un año antes, en el 2005, el subcomandante Marcos había dado a conocer la “Sexta declaración de la Selva Lacandona”, que significaba un cambio en su fracasada y nefasta política de organización de “autonomías” indígenas exclusivamente en el sur de México, a espaldas de los movimientos obreros y sociales urbanos.

Luego de emitir la “Sexta”, Marcos inicia la “Otra campaña”. Sale a recorrer México en un intento de ligarse a un ascenso de las luchas sociales, que ya comenzaba a notarse. Al mismo tiempo, la “Otra Campaña” –aunque con la total confusión política del autonomismo, que sigue sosteniendo la tontería de “cambiar al mundo sin tomar el poder”– instalaba una opción independiente frente la campaña electoral de los tres candidatos burgueses.

El hecho es que la “Otra Campaña”, por su énfasis en la luchas, en la independencia frente a los candidatos burgueses y en las críticas por la izquierda al limitado programa del PRD, logró atraer a sectores significativos de la vanguardia y luchadores sociales, así como también de la izquierda revolucionaria.

Después del fraude

Pero con las elecciones vino el fraude. Este nuevo hecho cambió la situación. Si antes era completamente equivocado votar por López Obrador, ahora era un crimen político no defender el voto del ciudadano que honestamente lo había votado, y que ahora veía cómo le robaban su voto mediante el fraude. Y con más razón cuando millones de esos votantes (en su gran mayoría trabajadores) salieron casi inmediatamente a la calle, protagonizando las marchas y concentraciones más grandes de la historia de México. ¡Hasta dos millones de manifestantes en una de esas marchas en el Distrito Federal!

En esta nueva situación, Marcos, el zapatismo y también algunas de las corrientes socialistas revolucionarias que lo venían acompañando, perdieron la brújula. Después de explicar bien cómo se había consumado el fraude, Marcos fijó una posición abstencionista: “No tenemos el problema de la gente que prendió sus velas al proceso electoral... El sistema político demuestra la mentira de que la gente «decide» con su voto.”

¡Hay millones en las calles, movilizados para defender su derecho democrático a votar, y Marcos se aparta y los trata como una manada de imbéciles, que “prendieron sus velas al proceso electoral” y que al fin van a aprender la lección de que la gente no decide con su voto! Pero los verdaderos imbéciles son Marcos, el autonomismo... y los que van a la cola de ellos.

Los socialistas revolucionarios no creemos ni ésa ni en ninguna otra elección burguesa. Pero, en los marcos de este régimen, defendemos incondicionalmente el derecho democrático de los trabajadores y el pueblo a votar... y a que no le roben el voto mediante el fraude...

En esa situación, le decimos a esas masas justamente indignadas por ese fraude, que no tenemos ninguna confianza en López Obrador y que no lo votamos, pero que estamos incondicionalmente junto a ellas para pelear por su derecho democrático a que su voto sea respetado.

Tanto en sus métodos de movilización como en sus propuestas, López Obrador se limita aprovechar la indignación y movilización de las masas para hacer presiones y obligar a sus adversarios políticos de la burguesía a llegar a un acuerdo con él. Ahora ha propuesto a Calderón un pacto para establecer “un Gobierno de transición de sólo tres años, tras un nuevo recuento de votos”.

Pero si algo ha quedado demostrado en esta crisis, es que todo el régimen político y sus instituciones (presidencia, parlamento, poder judicial...) están podridos hasta la médula. Un pacto como el que propone López Obrador está dirigido a salvarles la vida y volver a legitimarlas. En el fondo, López Obrador está proponiendo que todo siga igual... pero con él de presidente, ahora o dentro de tres años...

¡Este propuesta de acuerdo no tiene nada de democrática! ¡Es una burla a los cientos de miles que se han organizado y se movilizan contra el fraude! La única salida consecuentemente democrática es que la movilización de las masas trabajadoras y populares derribe a este régimen y sus instituciones, e imponga una Asamblea Constituyente, donde se discuta y se decida sobre los problemas y los destinos de México.