A
5 años del Argentinazo
Donde
hubo fuego, cenizas quedan
El próximo
20 de diciembre se cumplirán 5 años de las jornadas
revolucionarias que tiraron abajo a De la Rua y abrieron
el proceso revolucionario más importante en el país desde
el Cordobazo de 1969. Se trató de una movilización de
masas popular y democrática, urbana y concentrada en el
centro del país, que hizo temblar las instituciones de la
democracia de ricos al son del “que se vayan todos” y
que puso en la agenda el reclamo contra la desocupación de
masas producida por la contrarreformas de los 90.
Asambleas
populares, movimientos de trabajadores desocupados y fábricas
recuperadas fueron la rica expresión organizativa de una
amplia vanguardia de masas que se puso en movimiento.
Los
limites: la CGT y el CTA evitaron el ingreso a escena del
actor más estratégico: la clase obrera ocupada, atenazada
a la vez por el pánico a la muerte social que significaba
el desempleo. Y, sobre esta base material, la falta de
una verdadera radicalización política de amplios sectores
hacia la izquierda y las perspectivas de la clase obrera.
Así, a la
alianza del “piquete y cacerola” le faltó el actor
central: la clase obrera como tal, lo que deja marcada a
fuego una enseñanza y un elemento estratégico central a
resolver para cuando se reabra la crisis.
Kirchner
logra la contención...
Sobre esta carencia
estratégica se montó el plan de mediación y contención
de la burguesía, que en su momento llamamos el plan de
“reabsorción” del Argentinazo. Su ejecutor ha venido
siendo el gobierno de Néstor Kirchner. Que comenzó, a
decir verdad, amparándose en medidas tomadas por su
antecesor, Eduardo Duhalde. Con el desvío electoral y ante
la falta de radicalización política de amplios sectores,
en 2003 se lograron realizar las elecciones presidenciales
en abril-mayo y las legislativas en octubre, lo que resolvió
el problema de contar con un recambio
“institucionalizado” ante un presidente “de facto”
como era Duhalde.
Asimismo,
con la devaluación del peso, comenzó ya en los tempranos
meses de abril del 2002, una recuperación de la economía
que continúa hasta hoy, que ha tenido como motor las
exportaciones y la industria y que frenó en seco la catástrofe
económica que amenazaba a la inmensa mayoría de la población.
Este factor dio lugar a un creciente apoyo a Kirchner entre
extensos sectores populares.
Con el
triunfo electoral K en octubre de 2005, se evidenció que la
crisis de dominación abierta en las jornadas del 19 y 20 de
diciembre se había cerrado: ni real ni virtualmente
estaba amenazado el poder burgués. Con la reactivación
económica, el buen contexto internacional, el alto precio
de las materias primas y la intervención política
gubernamental en la economía (mediante controles de precios
y distribuyendo subsidios diestra y siniestra), la
situación había terminado por “estabilizarse”. De
más esta decir que la CGT y el CTA tuvieron su contribución
central para que esto suceda, impidiendo en las distintas
coyunturas medidas de lucha nacionales y firmando los topes
salariales que les pidió Kirchner.
...
pero sigue siendo el hijo burgués de la rebelión popular
Sin
embargo, es un hecho que los pasos dados por el gobierno de
Kirchner y la clausura de la crisis de dominación y del
Argentinazo no han significado el cierre del ciclo político
más general marcado por la rebelión popular del 2001.
Que hace parte de un ciclo latinoamericano de características
marcadamente distintas a las décadas del 80 y 90, con el
imperio del neoliberalismo. De ahí que llamemos “ciclo de
las rebeliones populares” al que estamos viviendo
actualmente en la Argentina y toda la región, porque sigue
siendo un periodo político marcado por ellas.
¿En qué
se expresa esto? Entre otras cosas, en que las relaciones
de fuerzas entre las clases no han vuelto a ser las del 90.
Y, en este marco, que el propio gobierno de Néstor Kirchner
siga siendo –en gran medida– el hijo bastardo de estas
mismas relaciones de fuerzas, el “hijo burgués” del
Argentinazo, cuestión que le sigue “marcando la
cancha”, a pesar de los manotazos hacia el centro que
esboza.
No en vano
Joaquín Morales Solá (editorialista de La Nación),
buscando impulsar el gobierno a tener más “audacia”
represiva en relación a las luchas obreras y conflictos
masivos, señaló: “Kirchner no se detiene mucho en los
conflictos más o menos encapsulados (...). Pero se frena en
seco cuando los movimientos gremiales suponen el riesgo de
afectar a vastos sectores sociales. Termina entonces rápidamente
aceptando las relaciones de fuerzas y concediendo.
Cierra a cualquier precio la mas mínima herida en
condiciones de extenderse al conjunto de la sociedad (...) todos
saben que el omnipotente presidente se convierte en
impotente cuando lo acosa una sublevación social” (La
Nación, 29-11).
Crisis
institucional y recomposición obrera
Hay otros
dos elementos de continuidad respecto de las jornadas
de diciembre del 2001 que es de enorme importancia destacar.
Por un
lado, es evidente que han permanecido elementos de crisis
institucional. Los partidos políticos no terminan de
recuperarse de la crisis. El bipartidismo parece cada vez más
ser historia, y más bien se esbozan “gelatinosas”
coaliciones electorales hacia octubre del 2007, con retazos
de todos los partidos. Esto mismo es lo que explica el peso
de la figura presidencial y su rol de “árbitro”, hoy
cuestionado por una oposición burguesa que pretende volver
a un juego de alternancia electoral más “normal”.
Incluso en
el propio terreno donde el gobierno más había avanzando en
relación con la “relegitimación” de las instituciones,
la política de derechos humanos, terminó por abrir la caja
de Pandora de nuevos juicios, lo que produjo la desaparición
de López. Así, esta orientación quedó en terapia
intensiva.
Al mismo
tiempo, hay otro factor de continuidad, el más importante y
estratégico para los socialistas revolucionarios: desde
2004 se ha venido viviendo la entrada en la escena de la
lucha de importantes sectores de vanguardia de trabajadores
ocupados, así como un progresivo avance en la recuperación
de organismos sindicales de la clase obrera de manos de la
burocracia. Esta experiencia se ha venido a sumar a las
anteriores de los movimientos de desocupados y las fábricas
recuperadas, que si bien han retrocedido no han sido
barridas y pueden esbozar, ante algún giro de crisis, una recuperación.
Incipiente
división de las clases medias, polarización y elecciones
del 2007
En los últimos
meses, la posición del gobierno se ha venido deteriorando.
Se puede decir que, aun de manera muy incipiente, se está
viviendo el comienzo de una experiencia con el gobierno
entre sectores populares, y se observan elementos de división
de las clases medias.
Desde la
desaparición de López, pasando por la patota en el Francés,
el bochorno en San Vicente y la derrota electoral en
Misiones, al gobierno terminó abriéndosele una crisis
política, la más importante en su gestión. Como
respuesta, se fue corriendo hacia el “centro-centro” político,
descargando lastre por “izquierda”, como fue el caso de
la salida de D’Elía del gobierno. Con la mira puesta en
las elecciones del año próximo y sobre la base de que, a
pesar del salto evidente en la inflación, la economía le
seguirá siendo favorable, pretende asegurarse la
reelección.
Ya hemos señalado
que algunas de las medidas que ha tomado Kirchner han
implicado un giro a la derecha, mostrándose “duro” y
“represivo” cuando se trata de enfrentar a la vanguardia
independiente, por lo que no hay que caer en el facilismo ni
en las ultradas.
Pero también
hemos señalado los precisos límites de esto: se trata de
un giro a la derecha superestructural, es decir, en las
alturas, pero de ninguna manera del conjunto de la
situación política del país. Para imponer esto,
Kirchner debería seguir los consejos de Morales Solá y
hacerse valer derrotando alguna gran lucha obrera o popular
vía la represión. Por ejemplo, desalojar a sangre y fuego
el corte de Gualeguaychú o haber impuesto la patoteada en
el Francés.
Es en este
marco y en el actual contexto latinoamericano que hemos
venido insistiendo que mas bien lo que se observan son elementos
o tendencias a la polarización política [1], cuyo
componente central son los elementos emergentes de división
burguesa y de las clases medias. Por ejemplo ahora con
el paro del campo en nuestro país.[2]
Es decir,
donde se podría esbozar una tendencia al adelgazamiento
del consenso K [3], con una división de las clases
medias y un avance de la oposición electoral de derecha
(expresada por Macri). Pero donde también se esbozan
coaliciones hacia la “centro-izquierda”: la búsqueda de
horadar la base electoral del gobierno también entre las
clases medias “progresistas”, en un escenario donde no
se terminan de decidir las candidaturas ni el perfil de cada
coalición.
López,
el Francés y Gualeguaychú
En la
agenda inmediata de los próximos meses hay tres procesos
que se evidencian como otros tantos frentes de tormenta para
el gobierno. El más grave y dramático es la continuada
desaparición del compañero Jorge Julio López. La política
del gobierno se ha caracterizado por intentar barrer el tema
bajo la alfombra, configurándose una situación de liso y
llano enKubrimiento. Como ya hemos señalado, es el conjunto
de la política gubernamental en derechos humanos lo que ha
quedado en entredicho, y de ninguna manera esta claro que el
gobierno vaya a reafirmarla. Hoy, más bien, parece lo
contrario, aunque todavía no ha dado señales claras sobre
el asunto, más allá de la anacrónica insistencia de Aníbal
Fernández de que “López va a aparecer con vida” y de
la continuidad de su búsqueda por “averiguación de
paradero”.
En segundo
lugar, está la actual recuperación de las luchas de los
trabajadores, cuyo caso emblemático es la lucha de los
compañeros del Hospital Francés. Esta lucha resume los
dos elementos más dinámicos de la coyuntura: la lucha
democrática y la obrera. Lo que, a diferencia de algunas
corrientes que separan de hecho una y otra, o reducen la
pelea a uno solo de estos polos, debe llevarse delante de
manera combinada. El Francés es sólo el caso más
avanzado y politizado de una cierta oleada de luchas que, si
bien han sido en su mayoría dirigidas por la burocracia, preanuncian
un comienzo bastante caliente para el 2007.
En tercer
lugar está la Asamblea de Gualeguaychú, que ha venido
independizándose de la manipulación gubernamental. Expresa
precisamente un sector de las clases medias que se
“radicaliza” y que va a ser otro de los dolores de
cabeza del gobierno a lo largo del verano, y al cual hay que
defender incondicionalmente de cualquier intento represivo
de parte de K.
La
apuesta por la emergencia de una nueva generación obrera
Evidentemente,
el año que viene estará cruzado por la disputa electoral,
terreno en el cual habrá que dar una respuesta que unifique
a los que estamos por una perspectiva de independencia de
clase y socialista.
Pero no se
trata sólo de esto: la gran novedad de los últimos años
ha sido la entrada en la lucha de la clase obrera con
trabajo y la emergencia de una nueva generación obrera.
Lo más estratégico que puede hacer la izquierda
revolucionaria es impulsar con todo este proceso y hacer
ingentes esfuerzos para ser parte de él. Porque esto
permitiría que el estallido, a mediano plazo, de una
eventual crisis general, de un desborde por izquierda del
gobierno K, ocurra con una mayor centralidad en la lucha
y la organización de la clase obrera ocupada, actor social
sin el cual no se puede abrir la perspectiva de la revolución
social en nuestro país.
En este
marco, es seguro que el acuerdo de topes salariales en el
2007 se esbozara como más complicado después del bochorno
de Moyano en San Vicente y ante el hecho de que todo el
mundo percibe que hay al menos dos “inflaciones”: la que
indican los índices oficiales y la que sentimos todos
cuando vamos a hacer las compras. Esto hace prever un
comienzo del 2007 con una mayor conflictividad social.
Junto con
esto, habrá que mantener bien en alto las banderas
democráticas, que tendrán una cita de muchísima
importancia el próximo 24 de marzo, donde seguramente se
reeditará una fuerte disputa con los organismos cooptados
por el gobierno K.
Yendo más
allá del 2007, los elementos que venimos señalando,
sumados al previsible deterioro a mediano plazo del frente
de la economía (que acumula tensiones y contradicciones
crecientes) hacen prever una segunda presidencia “pingüino
o pingüina” con mayores elementos de inestabilidad.
En esta
perspectiva, una posible perspectiva en el terreno de la
organización sea el impulso de algún tipo de Encuentro
o Asamblea de las Organizaciones Obreras en Lucha y Democráticas
que combine los dos ejes que estamos señalado: el apoyo a
las luchas en curso (en primer lugar el Francés) y la pelea
democrática por la aparición de López.
Notas:
1.
Un comentario referido a Latinoamérica es útil también
para la posible dinámica en nuestro país, si bien de una
manera más mediada: “En el escenario latinoamericano
preocupan las tensiones a futuro. Hay un serio problema de polarización
dentro de la región. Se percibe una sensación de división,
de desintegración, una cierta volatilidad en la relación
entre los países y dentro de los países” (Peter Hakin,
de Interamerican Dialogue, La Nación, 5-12).
2.
Paro reaccionario donde, sin embargo, se expresa una división
interna: la Federación Agraria Argentina esboza un programa
más por “izquierda”, distinto del reaccionario de
“libre mercado” de la Sociedad Rural y Confederaciones
Rurales Argentinas.
3.
Decimos esto sin perder de vista que por ahora la
tendencia mas probable es a la reelección K.
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