Cooperativa,
Soros, Chávez…
SanCor:
un nuevo fiasco de la “burguesía nacional”
Por
Marcelo Yunes
La
crisis de la cooperativa láctea SanCor –una marca emblemática
en el sector– dio lugar a una serie de alternativas que
muestran de cuerpo entero el fraude conceptual que significa
el parloteo sobre la “burguesía nacional”.
En
realidad, a la vista de los frustrantes resultados de las
convocatorias oficiales a ese fantasmal sector, hace rato
que Kirchner dejó de referirse a él con el entusiasmo que
desplegaba en los primeros dos años de su mandato. Pero
cada vez que alguna firma argentina de larga tradición
cambia de manos para ser absorbida por algún pulpo
multinacional, una “multilatina” –por lo general
brasileña– o algún fondo de inversión de propiedad y orígenes
dudosos, el gobierno exhala un suspiro lastimero: “qué
bueno sería tener una burguesía nacional”.
El
caso de SanCor es altamente ilustrativo de cuáles son las
opciones que el capitalismo mundializado ofrece a los países
periféricos como la Argentina. Se trata de una asociación
de cooperativas, inicialmente de Santa Fe y Córdoba (de allí
el nombre, aunque luego se agregaron otras provincias) que
hoy atraviesa una situación financiera muy delicada, con
una deuda cercana a los 200 millones de dólares. Ante esta
situación, los candidatos al “salvataje” son tres.
El
primero es un personaje símbolo de la globalización
capitalista (aunque a veces se permita criticarla como gesto
de burgués excéntrico): el financista húngaro George
Soros, dueño del grupo agropecuario Adecoagro, con fuertes
inversiones en el campo argentino. Soros propone aportar 120
millones de dólares por el 62,5% de una nueva SanCor
transformada en sociedad anónima. Por supuesto, esto
implica que SanCor pierde su doble status de cooperativa y
de argentina. Solución que financieramente cierra
–seguramente, el costo lo pagarán los trabajadores y
productores de la SanCor actual–, pero que políticamente
al gobierno mucho no le gusta. Lógico: sería una
“perla” más de la producción nacional que pasa a manos
extranjeras, ¡y qué manos!
Tanto
como para ir calibrando el “nacionalismo” de nuestra
burguesía, los propios directivos actuales de SanCor
abrazan sin disimulo la asociación con Soros, con el
argumento de que “más vale el 37,5% de algo que el 100%
de nada”.
La
opción “nacional”
Otra
posibilidad, auspiciada por los gobernadores de Santa Fe, Córdoba
y Entre Ríos, es aceptar la oferta de la sociedad Ezkenazi
(dueño de varios bancos provinciales privatizados) y
Eduardo Eurnekian, el hombre que maneja el negocio de los
aeropuertos en Argentina (aunque se hizo conocido como dueño
de Cable Visión en los 90). La oferta es más modesta,
porque serían 80 millones de dólares y un plan para
renegociar deudas. Cabe tener en cuenta que el principal
acreedor de SanCor es el Estado, a través del Banco Nación.
“Seguramente, a todos nos gustaría que SanCor sea
administrada por capitales nacionales”, fue el
argumento del gobernador entrerriano Busti.
Pues
estos “nacionalistas” se conforman con bien poco.
Cualquier lector de diarios sabe que darle un negocio a
Ezkenazi y Eurnekian es exactamente lo contrario de
garantizar una gestión a cargo de “capitales
nacionales”. Ambos han hecho y hacen excelentes negocios
con capitales de cualquier origen, y si la tajada es buena
no tienen ningún miramiento en enajenar áreas estratégicas.
El caso de Eurnekian es paradigmático: vendió Cable Visión
a multinacionales yanquis y fondos de inversión extranjeros
por muy buen dinero (en su momento, unos 700 millones de dólares).
En países capitalistas “serios”, como EEUU, sería
imposible que empresas del sector de medios de comunicación
y telecomunicaciones estuvieran en manos extranjeras.
Más
aún: el hecho de que se trate de burgueses argentinos no
significa nada, porque no ven a SanCor como un puntal de la
producción láctea –de la que no tienen la menor idea–
sino como cualquier otro negocio, que hoy se compra porque
es rentable y mañana se enajena porque da pérdida. Son lo
que se llama “inversores no estratégicos”, forma
elegante de decir que les da lo mismo fabricar armas,
pelotas de goma o piolines de chorizo, siempre que den
ganancia. Llamar a esos buitres “capitales
nacionales” es forzar el concepto… o dar un diagnóstico
preciso de cómo es la burguesía argentina real,
no la soñada por los progresistas.
No
es de extrañar que el presidente del Instituto Nacional de
Asociativismo y Economía Social, Patricio Griffin, se
mostrara muy disconforme con las dos propuestas, la
“extranjera” de Soros y la “nacional” de Ezkenazi-Eurnekian.
En cualquier caso, el carácter cooperativo de SanCor
–perfectamente capitalista, por otra parte– desaparecería.
¿Burguesía
nacional… de Venezuela?
El
tercer actor en liza es Hugo Chávez, que ofreció entre 80
y 120 millones de dólares a cambio de pagos a largo plazo
en leche en polvo, según anunció la embajadora argentina
en Caracas, Alicia Castro. Esta ayuda financiera permitiría
mantener a SanCor como cooperativa y, según Castro, evitar
que “se desnacionalice la industria lechera”.
Cabe
la pregunta: si el gobierno argentino es tan
“nacionalista”, y si el principal acreedor de SanCor es
el propio Estado, ¿por qué no la nacionaliza o, al menos,
no mantiene su actual status con aportes financieros a cargo
del Banco Nación? ¿Por qué hay que esperar que otro
estado proponga lo mismo?
Respuesta:
por la misma razón por la que el gobierno no estatiza el
Hospital Francés ni aporta el dinero necesario para el
funcionamiento de la salud y la educación. Por la misma razón
por la que gasta el robusto superávit fiscal no en
infraestructura necesaria o en servicios sino en subsidios a
los capitalistas “amigos” y en los pagos a los
acreedores. Es decir: se trata de un gobierno que usa el
progresismo para la tribuna pero que usa la platita del
Estado (que ahora, a diferencia de los 90, abunda) en
beneficio de los capitalistas, tanto “nacionales” como
“extranjeros”.
Justamente,
la oferta de Chávez ilustra que en las actuales condiciones
del capitalismo globalizado, cualquier movida económica que
pretenda un mínimo de independencia respecto del
imperialismo y los “inversores” no puede venir de ningún
sector capitalista privado “virtuoso” y
“nacionalista”, sino desde el Estado, ya sea que
esté en manos de la clase capitalista o se trate de un
Estado en manos de la clase trabajadora.
El
mismo Chávez queda pintado de cuerpo entero: a pesar de que
hable de “socialismo”, la oferta que hace no es otra
cosa que un mecanismo de capitalismo de Estado
adaptado a las circunstancias, por el cual la gestión de la
empresa es completamente capitalista pero el sostén
financiero lo da el estado capitalista. Es lo que dice
Alicia Castro: mantener el status de cooperativa
–totalmente compatible con el mercado capitalista– sin
“desnacionalizar” la propiedad, controlada por el estado
capitalista.
El
hecho de que el gobierno argentino no haya sido capaz de
esbozar siquiera esta limitada “solución”, que se ubica
enteramente en el marco de la propiedad y el estado
burgueses, demuestra lo que valen las charlatanescas
apelaciones de Kirchner a la “patria” y a lo
“nacional”. Y, de paso, las no menos vacías –aunque
al menos con repercusión política más útil–
referencias de Chávez al “socialismo”.
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