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Acerca
del libro Lecciones de batalla, de Gregorio Flores
Un
debate político vigente
Por
Oscar Alba
Desde
hace varios años existe una producción de libros, folletos
y diversas publicaciones que abarcan distintas experiencias
y momentos del proceso de surgimiento y desarrollo de la
vanguardia obrera de los años 70. Este hecho es muy
importante ya que, aunque a veces parcialmente, nos permite
ahondar en la riqueza política de esa etapa en nuestro país.
En este sentido nos queremos referir al libro de Gregorio
Flores, Lecciones de batalla, que consideramos un
aporte importante para el conocimiento de las concepciones
políticas y los métodos que dieron vida política a toda
una generación de revolucionarios.
Su
importancia adquiere mayor peso por el hecho de que el autor
fue protagonista directo de aquellos años como dirigente
obrero y militante político. Fue dirigente del SITRAC-SITRAM
de Córdoba, un sindicato que formó parte de las
organizaciones clasistas hasta que fuera intervenido por la
dictadura militar en octubre de 1971 bajo la represión de
la Gendarmería y la policía provincial, que ocupó la
planta de FIAT y la sede sindical. Flores estuvo preso en el
tristemente célebre penal de Rawson, y años después de
salir en libertad, como tantos otros dirigentes obreros, fue
amenazado y perseguido por la Triple A, por lo que tuvo que
abandonar su provincia natal, Córdoba y recalar en Buenos
Aires.
A
diferencia de la mayoría de los autores que tratan la
problemática política de la vanguardia obrera y
estudiantil de los años 70, que miran con nostalgia
aquellas experiencias para sacar la conclusión, desde la
derrota, de que ya no es posible un cambio revolucionario de
la sociedad, Gregorio Flores ubica su trabajo mirando la
realidad con otra perspectiva. Así, en el capítulo final
plantea: “Lo he dicho muchas veces y lo sostengo ahora:
frente al enemigo, los torturados, los muertos y los
desaparecidos vivirán en mi recuerdo hasta que muera. A la
memoria de todos ellos dedico este pequeño trabajo con la
esperanza de que nos ayude a entender lo que pasó. Este es
mi pequeño aporte. Creo que las bases materiales de la
clase obrera han empeorado sensiblemente. Pero también es
cierto que las condiciones objetivas para llevar adelante
aquellos sueños de las décadas de los 60 y 70 nos brindan
posibilidades muchos mejores que en las décadas pasadas”.
Esta
ubicación es, para nosotros, muy importante frente a la
inmensa tarea que tienen por delante las nuevas generaciones
de activistas y militantes que están surgiendo en la
actualidad. Y también desde esta ubicación queremos marcar
nuestras profundas diferencias con el planteo central de Lecciones
de batalla.
Aunque
con algunas críticas y dudas, Flores reivindica
globalmente, en su libro la concepción guerrillerista que
ganó a la mayor parte de la vanguardia de aquellos años.
Al salir de la cárcel es cuando Flores se vuelca a fondo en
la militancia en el PRT-ERP, realizando tareas en el frente
sindical hasta unos meses después del golpe de 1976, cuando
la represión terminó aniquilando a dicha organización.
Flores
describe lo que para la dirección guerrillera era la base
para una estrategia revolucionaria: “Santucho creía que
para hacer la revolución se necesitaba el partido, que es
la dirección política, el ejército y un frente, un frente
popular, que era el FAS” [1] (p. 35).
Este
esquema, más allá de que Santucho y su organización
hablarán de construir el partido de vanguardia de la clase
obrera, en la realidad terminó siendo el soporte de la
actividad militar de la organización. Por eso, las llamadas
“organizaciones de superficie” o los “frentes de
masas” como el Movimiento Sindical de Base (MSB) y el
propio FAS se pusieron en función de fortalecer, política
y materialmente, el aparato guerrillero. Flores reconoce que
“el trabajo en la recuperación de los sindicatos era
parte de la estrategia, pero no era lo más importante. La
dirección política, el ejército y el frente popular eran
las tres ramas. Otra gente trabajaba por el Movimiento
Sindical de Base, pero eso nunca se diferenciaba bien.
Cuando se hace el primer congreso del MSB, llevaron más de
5000 personas, con una gran mayoría de obreros, pero lo que
más se cantaba era “¡A la lata, al latero, los ranchos
tucumanos son fortines guerrilleros!” (p.35).
Aunque,
como dijimos anteriormente, Flores plantea algunas críticas
a este accionar, como en el caso del asalto al batallón de
Sanidad del Ejército por parte de un comando de
combatientes, se define con claridad cuando dice: “Para mi
modo de ver, dentro de mis limitaciones y dentro de la
escasez de conocimientos que tengo, en la Argentina quien más
lejos llegó en la lucha revolucionaria y en la lucha por el
poder fue el PRT-ERP de Santucho. Porque atacó los
fundamentos que sostienen el Estado burgués: el ejército,
el Estado, la burguesía, todo” (p. 36).
Gregorio
Flores sabe muy bien que su autoridad como dirigente obrero
es innegable y sus palabras adquieren un peso mayor a la
hora de las definiciones, más allá de sus
“limitaciones” y su supuesta “escasez de
conocimientos”. El PRT-ERP, efectivamente, atacó al ejército
y a algunas instituciones del estado, pero en la conformación
de su frente popular no vaciló, como el mismo Flores dice,
en proponerles ser parte de este frente a políticos
burgueses como Oscar Alende o el luego presidente Alfonsín.[2]
Y aunque en alguna elección el PRT-ERP barajó la idea de
que Agustín Tosco fuera candidato, no fue la independencia
política de la clase obrera su estrategia central. Hacia el
final de esta definición Flores escribe, refiriéndose a la
organización de Santucho: “Crecieron sin ser peronistas,
ganaron comisiones internas, delegados activistas, algo muy
importante, pero reitero: la lucha armada no crea conciencia
por sí sola”. Nosotros afirmamos que la lucha sindical,
por sí sola, tampoco crea conciencia, pero la lucha armada
que promovió el PRT-ERP no sólo no creó conciencia en los
trabajadores sino que fue un obstáculo para el desarrollo
de una conciencia obrera independiente y socialista. Porque
no tuvo en cuenta el nivel del que partía la clase
trabajadora, esencialmente peronista, y no tuvo en cuenta
que las grandes luchas que se daban en esa etapa, las
huelgas, las tomas de fábricas con rehenes, las
coordinadoras, creaban un espacio para insertar un programa
de autoorganización política y construcción de un partido
obrero revolucionario.
Una
valoración equivocada
Gregorio
Flores dedica una parte de su libro a la exaltación de la
figura de Mario Roberto Agustín Santucho, máximo dirigente
del PRT-ERP, valoración a nuestro entender equivocada. En
este sentido, el autor dice: “Aunque desde distintas
corrientes de la izquierda se lo caracterizaba como foquista,
Santucho sostuvo siempre que las acciones armadas tenían
que estar ligadas al accionar de las masas”.
Pero
si esto es así, ¿qué acción de las masas justificó en
su momento el ataque al cuartel de Monte Chingolo, uno de
los mayores desastres político-militares en la historia de
nuestro país?[4] Y así podemos enumerar muchas acciones
guerrilleras que nada tenían que ver con el accionar de las
masas. La violencia que genera el capitalismo contra los
trabajadores y los sectores populares engendra respuestas
diversas. Pero es fundamental que los revolucionarios no nos
arroguemos la representación del conjunto de los
trabajadores para responder como lo hicieron las
organizaciones guerrilleras.
“Para
aplastar la resistencia de los burgueses y sus funcionarios,
no hay otra forma que la lucha armada, es decir, el
enfrentamiento clase contra clase” dice el autor. Pero
este enfrentamiento entre las clases del que habla Flores
adquiere distinta intensidad según las circunstancias políticas,
económicas y sociales en cada etapa. No es lineal. La clase
obrera avanza y retrocede; por eso hay que intervenir con
los métodos y las acciones que se van dando los
trabajadores. Y explicando también pacientemente a la
vanguardia obrera la necesidad de una estrategia
revolucionaria.
Con
respecto a Santucho, el autor dice, a modo de cierto
cuestionamiento, “a raíz de esta concepción, Santucho, a
mi modo de entender, priorizó lo militar sobre lo político”.
Y agrega que “formó muy buenos cuadros obreros militares,
como el comandante Pedro, obrero de Fiat, en la vida real
Juan Ledesma, que fue secuestrado y asesinado por el Ejército
Argentino”.
Este
ejemplo, lejos de resultarnos una virtud de Santucho, es una
muestra cabal de la tragedia que significó la guerrilla
para la vanguardia obrera de aquella etapa. Un dirigente
obrero como Ledesma, de una capacidad organizativa y un heroísmo
revolucionario extraordinario, es llevado a jugar un papel
político lejos de su clase. Quitándole a la clase obrera,
a su vez, un elemento valioso en la lucha para convertirlo
en un engranaje más del aparato guerrillero.
Nuevas
perspectivas
En
el capítulo “Balance final”, Flores escribe: “Por último,
creo que el 20 de diciembre no lo capitalizó el peronismo
sino el Bloque Piquetero, que según yo creo es la
continuidad de aquella gesta de mayo de 1969 y de la
experiencia clasista de SITRAC-SITRAM”.
El
Argentinazo ubicó al Bloque Piquetero, en aquel momento,
como un sector de vanguardia que agrupaba a los desocupados
más combativos. Pero la burguesía logró recomponer el régimen
y reabsorber esa gran movilización que sacudió la estantería
capitalista en la Argentina.
El
gobierno de Kirchner es hoy el enemigo fundamental de los
trabajadores y el pueblo, y las enseñanzas y las
experiencias que nos dejan las luchas de los 60 y 70, como
bien dice Flores, pueden enriquecer el arsenal programático
y organizativo de la clase obrera. Coincidimos con el autor
en se abren nuevas posibilidades para llevar adelante la
lucha por una sociedad socialista, pero lo hacemos a partir
de reconocer el surgimiento de una nueva generación de
trabajadores que empiezan a hacer sus primeras armas en la
arena de la lucha de clases. Son los nuevos contingentes de
trabajadores ocupados que deben retomar entre otras
cuestiones, la pelea por la centralidad de la clase obrera.
Es decir, la pelea por ubicar nuevamente a los trabajadores
como sujeto político y social para un cambio
revolucionario.
Notas:
1.
FAS: Frente Antiimperialista y por el Socialismo
2.
“Como dije en mi segundo libro, el PRT tuvo una política
«frentepopulista» (...) Santucho creía que era inevitable
para llegar a la toma del poder la construcción de un
frente popular con representantes políticos de la burguesía
tipo Oscar Alende o Raúl Alfonsín, a quienes se le propuso
incorporarse al FAS o a algún frente antipatriótico” (p.
88).
3.
En diciembre de 1975 el ERP atacó el batallón de Arsenales
Domingo Viejobueno, que se encontraba en la localidad de
Monte Chingolo, al sur del Gran Buenos Aires. El ejército
estaba alertado de esta acción y esperó el ataque. Allí
fueron muertos más de 60 guerrilleros y otros fueron
desaparecidos. Éste fue el mayor golpe que recibió el ERP.
Santucho, que se encontraba en una casa en San Martín, a
pesar de tener indicios de que el ejército podía estar en
conocimientos del ataque, igualmente dio la orden de atacar
el cuartel. Después de este duro revés el ERP ya no
produjo acciones de envergadura.
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