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Empezó
el año político
Previsiones
para 2007
Por
Marcelo Yunes
Con los primeros escarceos de la campaña electoral, la
amenaza del paro docente –abortada por la burocracia del
SUTEBA, en Buenos Aires pero concretada en las
seccionales opositoras y en varias provincias –
y en ciernes una marcha masiva el 24, se puede decir que ha
comenzado el año político. Estos hechos concentran, en
realidad, los andariveles que seguramente recorrerá la política
argentina en este 2007, que son esencialmente tres: la pelea
salarial contra la inflación, la lucha democrática y las
elecciones.
Presión salarial garantizada
El
primer frente político
es la permanente tensión
salarial que cruzará para todo el año, gracias a las
paritarias con techo implícito del 15%, por un lado, y a la
presión de la inflación real, por el otro. Decimos inflación
real porque aparentemente el gobierno se ha decidido a
intentar engañar en masa a la población respecto de todos
los índices clave, empezando por el costo de vida. Si el
1,1% de enero era intragable, el 0,3% de febrero es una
burla descarnada. Para no hablar de la “desocupación de
un dígito”. Dentro de poco ni el gobierno se va animar a
festejar mucho las cifras oficiales.
El
hecho es que si a una inflación reprimida vía acuerdos de
precios y subsidios [1] se agrega una política restrictiva
de aumentos en la pauta salarial para todo el año, el
resultado es que habrá conflictos latentes o en puerta a
cada vuelta de esquina. Entre el gobierno y la burocracia
aspiran a mantener todo en caja.
Un
ejemplo fue la reciente negociación del salario docente:
entre la burocracia y todo el Gabinete nacional lograron
evitar un parazo, que el gobierno quería evitar a toda
costa para no empezar de pésima manera la campaña
electoral. Pero es significativo que el desenlace provisorio
del conflicto haya dejado un
tendal de heridos: el ministro de Economía de Solá pegó
un portazo ante el evidente manejo de la Nación de los
fondos provinciales, y la burocracia de la Celeste tuvo que
asistir, por primera vez, a un desborde
en algunas seccionales, después de haber levantado el paro
por TV con bombos y platillos. Este caso muestra entonces
una de las tendencias que puede consolidarse este año: el
desarrollo de conflictos
y/o sectores de trabajadores que apunten a romper el corsé
salarial, organizándose y tomando medidas por fuera de y
contra la burocracia.
López, la causa Triple A y la lucha democrática
El
segundo andarivel
es el de la lucha
democrática. Al hecho de que la desaparición de López
es una llaga que no cierra –el propio Kirchner tuvo que
hacer una referencia al tema en su discurso de apertura de
las sesiones del Congreso– se acumulan elementos que hacen
que este frente sea uno de los centros de la lucha política
en este año. Uno de ellos es la marcha de la causa de la
Triple A, a la que se agregan ahora otras como el “juicio
por la verdad” en Mar del Plata, que amenazan salpicar a
los sectores del peronismo y la burocracia sindical que
fueron aliadas o precursoras de la siniestra Triple A, como
la CNU (donde estuvo involucrado Moyano).
Si
a esto se suma la inminente realización de nuevos juicios
como el del cura nazi Von Wernich y el reciente secuestro
de un militante del Frente Darío Santillán –que
demuestra que no hay que descartar la posibilidad de algún
nuevo zarpazo fascista, que enturbiaría todo el panorama
que Kirchner pretende, “cristalino”, hasta las
elecciones de octubre–, nos queda la conclusión de que
este plano es y seguirá siendo
fuente de tremendas contradicciones y conflictos que
pueden hacer que el gobierno se vea en figurillas. Por
varias razones, entre ellas las político-electorales,
Kirchner tiene relativamente
poco margen para retroceder en su política
“reformista” en este terreno, pero, a la vez, todo
avance real de las causas contra los genocidas y asesinos
amenaza enchastrar a sectores clave de su propio partido.
En
ese sentido, una primera medida de las relaciones de fuerza
en este plano entre el gobierno y una amplia vanguardia, con
fuerte peso de la izquierda, será lo que suceda el 24 de
marzo próximo en Plaza de Mayo (ver nota aparte).
Se lanzó la campaña electoral
En
el tercer plano político, lo que más quiere el gobierno,
es que el insufrible minué de candidatos, enroques,
declaraciones altisonantes sin ningún contenido y peleas de
conventillo por los medios ocupe el centro de la escena. Lógico:
las encuestas de intención de voto dan a los Kirchner (más
al Presidente que a la senadora) cómodos ganadores.
Mientras la economía no haga olas, si fuera por los “pingüinos”,
no debería hablarse de otra cosa hasta el cuarto domingo de
octubre.
Por
supuesto, si el único obstáculo para el gobierno van a ser
los candidatos patronales, cuya principal ocupación parece
ser deshojar la margarita para ver cuándo, dónde, en qué
distrito y con qué aliado se presentan, el escenario se
presenta como muy favorable para los K. Pero igualmente esto
no quiere decir que la tengan todas consigo: la campaña
electoral en la Capital Federal podría complicarse, y eso
mismo condicionar bastante todo lo que venga después. El
gobierno tendrá que poner las “barbas en remojo” ante
tanta dispersión del voto “progresista” en la ciudad y
se verá si logra resolver la cuestión.
Los
grandes capitalistas, que le dan a Kirchner un 10 en economía
y un 4 rasposo en política (pero prefieren eso y no al revés,
claro), saben que una de las principales causas de
turbulencia en el horizonte K puede venir de los conflictos
por salario y condiciones de trabajo. Para ellos, y para
buena parte de la oposición burguesa, la elección
presidencial, salvo algún giro inesperado, estaría
definida.
En
este marco, la izquierda debe hacer un esfuerzo para poner
en pie una alternativa electoral al gobierno desde un punto
de vista de independencia de clase. Aunque ese espacio hoy
esté acotado, existe un desafío adicional: intentar dar expresión político-electoral a lo mejor y más avanzado
de los procesos de recomposición de los trabajadores y de
una nueva generación obrera. En ese sentido, reiteramos
nuestro llamado a las organizaciones de la izquierda obrera
y socialista (PO, PTS, IS) a ponernos de acuerdo para
conformar un Acuerdo Electoral Obrero y Socialista en la
capital y todo el país.
¿Y después de octubre?
Si
bien resulta, por supuesto, prematuro y aventurado intentar
explorar la dinámica de la política y la economía
argentinas para después de las elecciones, sí cabe llamar
la atención sobre
algunas contradicciones que se siguen acumulando.
Como
ya señalamos, una es la evolución de la inflación. El
mecanismo de control de precios funcionó más o menos
durante 2006, pero para este año ya puede haber dado todo
de sí. El hecho de que el gobierno se vea obligado a meter
mano en las técnicas de medición del índice del costo de
vida muestra que los recursos “normales” para contener
la inflación se están agotando. Y todos sabemos qué
sucede en este país cuando la inflación empieza a
desbocarse. A menos que los “pingüinos” asuman la
decisión de un relativo “enfriamiento” del crecimiento
y el consumo, las
tensiones inflacionarias van a ir en aumento. Ni hablar
de lo problemático que puede llegar a ser este escenario si
se plantea antes de las elecciones. Entre otras cosas,
obligaría a una reapertura de hecho de las paritarias, con
todo el potencial de conflictos que ello conlleva.
En
cuanto a la marcha de las cuentas públicas y los superávits
“gemelos” (fiscal y comercial), el gobierno confía en
que los números globales de la economía le sigan siendo
favorables, tal como lo han sido desde 2003: tasa de interés
internacional, flujo de inversiones, precios de las materias
primas, etc. Pero sería un error creer que esas condiciones
durarán no digamos por siempre, sino incluso por mucho
tiempo más. El “martes negro” del 27 de febrero en las
Bolsas del mundo repercutió de manera singular en la de
Buenos Aires, que fue una de las que más cayó. Aunque no
hay que exagerar las consecuencias inmediatas
del cimbronazo, sí cabe tenerlo en cuenta como un
recordatorio de que el “modelo K” tiene debilidades
ocultas que si hoy no afloran gracias a una coyuntura
internacional extremadamente generosa, pero no eterna, en
el 2008 podrían comenzar a hacerse presentes.
Y
cuando la era del “superávit fácil” se termine, cuando
la “vaca atada” se desate, volverán a asomar los temas
que aparentan estar fuera de la escena, como el servicio de
deuda pública y las tarifas de los servicios, y empezarán
a apretar las contradicciones que hoy se reprimen a fuerza
de distribuir recursos de una caja fiscal que engorda sin
mucho esfuerzo. A no engañarse: en
cuanto se acabe la exuberancia económica internacional (el
“martes negro” y los fuertes rumores de recesión en
EEUU son síntomas de eso), se
acabará la política K tal como la conocemos hoy.
Nota:
1.
Los subsidios a grandes grupos capitalistas, especialmente
en el área de servicios, equivalen lisa y llanamente a
“comprar” un índice de inflación más bajo. En efecto,
se reemplazan los ajustes de tarifas por subsidios; para los
empresarios es la misma plata y para el gobierno no es un
sacrificio tan grande, porque –por ahora, y mientras los
precios internacionales de los granos sigan por las nubes–
los números le dan. La pregunta es qué pasará cuando
afloje la recaudación fiscal…
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