Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 98, 09/03/07
 

 

 

 

 

 

Taller de Las Rojas

Historia de la lucha de las mujeres

Por Patricia López

En el mes de febrero, la agrupación Las Rojas (mujeres del MAS, FTC e independientes) realizamos un taller, dedicado a rescatar, a través de la historia, la relación de profunda síntesis entre la lucha de las mujeres contra la opresión de género y la de los trabajadores y los pueblos por liberarse de la explotación capitalista. El taller fue un éxito, con la asistencia de más de cien compañeras

¿Por qué creemos que esta relación debe ser rescatada? La clase dominante no sólo ha combatido al socialismo reprimiendo por la fuerza las rebeliones obreras y populares, sino también mintiendo, ocultando y falsificando la verdad histórica: por muchos años llamaron “socialismo” a un régimen contrarrevolucionario y opresor, el estalinismo, que arrasó también las grandes conquistas que la revolución había logrado para las mujeres. Durante décadas, la idea del socialismo quedó degradada a un mero pasaje de la propiedad a manos de una burocracia antiobrera y opresora, cuyo régimen nadie podría asociar con una elevación de la condición humana en general ni de las mujeres en particular.

También en el campo del feminismo la burguesía tiene sus agentes para confundir. Sobre todo en los años 80 y 90, las seudofeministas “académicas”, pagadas por la ONU, la Comunidad Económica Europea y demás guaridas de saqueadores imperialistas, se han hecho expertas en disecar la lucha feminista aislando a las mujeres pobres en ONGs de miseria, y quieren convencernos de que, en medio de la feminización de la pobreza y del sida, de la epidemia de acoso sexual en los trabajos y del crecimiento descontrolado de las redes de prostitución, las mujeres nos vamos para arriba porque hay muchas profesoras feministas que consiguen jugosos puestos en los organismos internacionales. El lema de esta pandilla es: “La lucha de clases divide a las mujeres, no hagamos política”.

Un resumen del taller

Nuestro recorrido empezó en la Revolución Francesa, con la heroica Olimpia de Gouges, guillotinada por Robespierre por atreverse a poner la Declaración de los Derechos de la Mujer junto a la Declaración de los Derechos del Hombre. Conocimos a las sufragistas, hijas de la lucha antiesclavista en EE.UU., y a la gran Flora Tristán, la primera en escribir “La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”, y también “La liberación de las mujeres será obra de ellas mismas”. Y nos detuvimos especialmente en la época de las revoluciones obreras y socialistas de principios del siglo XX.

El congreso de la Internacional Socialista nombra en 1910 al 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, y llama a los trabajadores del mundo a realizar en esa fecha acciones callejeras en reclamo del sufragio femenino, reivindicación que también levantaban las feministas burguesas. Pero la I Guerra Mundial divide aguas en el movimiento de mujeres: las socialistas revolucionarias dicen “Guerra a la guerra”, y las burguesas callan, o apoyan a sus estados en los esfuerzos de guerra.

El 8 de marzo de 1917 (febrero en el calendario ruso), una huelga de amas de casa y obreras textiles en Rusia es la patada inicial de la revolución que derroca al zar. En octubre de ese año, los soviets de obreros y campesinos toman el poder, y con el inicio del estado obrero, las mujeres del país más atrasado y medieval de Europa consiguen de un plumazo todas las conquistas por las que las mujeres venían luchando desde hacía siglos: el voto, igualdad ante la ley, aborto legal, abolición de la figura de “hijo ilegítimo”, y se comienzan a construir guarderías, comedores, lavaderos comunitarios, etc.

Obligados por este peligroso ejemplo que deja muy mal paradas a las “democracias” de Occidente, en los años 20 muchos estados conceden el voto a las mujeres.

Algo similar ocurre en la revolución española: en un país donde el analfabetismo femenino llegaba al 90% y el marido tenía derecho legal de cobrar el salario de la mujer si ésta trabajaba, la revolución obrera y socialista, con sus milicias populares llenas de jóvenes mujeres, consiguió para ellas conquistas que las mujeres de los países más avanzados ni siquiera habían soñado.

La contrarrevolución estalinista y fascista barrió con estas conquistas al derrotar a la revolución, y el feminismo oficial las barrió de la historia: según su relato, entre las sufragistas burguesas y la década de 1960 no ocurrió nada digno de mención para el movimiento de mujeres.

Relancemos la unidad de la lucha socialista y el movimiento de mujeres

El siglo XXI comenzó con una ola de rebeliones populares protagonizada por movimientos sociales en los que las mujeres son mayoría. La tragedia de la maternidad en la pobreza, la destrucción de la familia obrera por la desocupación, la violencia familiar, toda la barbarie capitalista salió a la luz cuando las mujeres pobres, sus principales víctimas, salieron a la calle, echando por tierra los siniestros engaños del “empoderamiento” y demás gansadas de las “posfeministas”.

El Encuentro de Mujeres de Argentina se vio invadido por los movimientos sociales que junto con las mujeres de la izquierda revolucionaria patean el tablero de las académicas. Estamos seguras de que, con la entrada en acción del movimiento obrero que ya comienza, resurgirá también la lucha de la mujer trabajadora y sus históricas reivindicaciones laborales, que fueron la punta de lanza de las luchas obreras en los tiempos de la pelea por las 8 horas.

Próximamente Las Rojas editaremos el material de este taller como un aporte a esta pelea del socialismo y el feminismo revolucionarios en el relanzamiento de la batalla por el socialismo en el siglo XXI. Adelantamos estos párrafos de Trotsky, que nos han iluminado:

“Los marxistas decimos que el valor de una estructura social está determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es indiscutible. Pero (…) el desarrollo de las fuerzas productivas no es necesario en sí mismo. En última instancia, es necesario para construir los cimientos de una nueva personalidad humana, consciente, que no obedezca a ningún amo en la tierra, que no tema a ningún señor que esté en el cielo. Una personalidad humana que resuma en sí lo mejor de lo creado por el pensamiento de épocas pasadas, que avance solidariamente con todos los hombres, que cree nuevos valores culturales, que construya nuevas actitudes personales y familiares, superiores y más nobles que las que se originaron en la esclavitud de clases.

“Desde ese punto de vista, podemos decir que será posible evaluar a una sociedad por su actitud hacia la mujer, hacia la madre y el niño; y esto no sólo se aplica a la sociedad, sino a la personalidad individual.

“Lenin nos enseñó a evaluar a los partidos de la clase obrera de acuerdo con su actitud hacia las naciones oprimidas. ¿Por qué? Si tomamos por ejemplo al obrero inglés, será relativamente fácil despertar en él la solidaridad con el proletariado de su propio país; pero que se sienta solidario con un coolie chino, que lo trate como a un hermano explotado, será mucho más difícil, ya que eso implicará romper con una caparazón de arrogancia nacional solidificada durante siglos.

“De la misma manera, camaradas, se ha solidificado durante milenios la caparazón de los prejuicios del jefe de familia hacia la mujer y el niño; la mujer es el coolie de la familia. Ustedes deben ser la topadora moral que arrase con este conservadorismo enraizado en la esclavitud, en los prejuicios burgueses y en los de la misma clase obrera. Y todo revolucionario consciente se sentirá obligado a apoyaros con todas sus fuerzas”.