Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 100, 12/04/07
 

 

 

 

 

 

Héctor “Chino” Heberling, a jefe de gobierno

Candidaturas obreras y socialistas

En la ciudad de Buenos Aires hay candidatos K (Filmus), semi K (Telerman) y no K (Macri), pero todos ellos, al igual que el gobierno de Kirchner, han sido, son y serán opciones políticas defensoras de una u otra variante capitalista. Todas ellas son enemigas de los trabajadores, de sus luchas y de los auténticos intereses de las mayorías populares, aunque unos lo digan abiertamente y otros se disfracen de “progresistas”. Si Macri es el capitalismo prebendario, privatizador y represor (aunque finja ni conocer a su ahora ex socio, el asesino Sobisch), Telerman es el defensor de la ciudad “cultural” para ricos y turistas, y Filmus no tiene otro mérito que proponerse como la fotocopia de Kirchner para la Capital (con la ayuda de Ibarra, el hombre de Cromañón).

Justamente, el presidente Kirchner es el fantasma que sobrevuela la elección porteña: Telerman no lo nombra para no ganarse enemigos, y Filmus se rodea de corrientes y personajes que se pelean por ver quién es el oficialista más rabioso. Hasta Macri evita confrontar con él. Las candidaturas que habían asomado en la “centroizquierda” son todas kichneristas abiertas (Carlos Heller, Miguel Bonasso) o vergonzantes (Claudio Lozano). Es lógico: razonan en términos electoralistas, y como Kirchner conserva popularidad, se pegan a su figura o al menos no la critican. Hasta ciertas corrientes de izquierda han entrado en ese juego.

Desde el nuevo MAS, afirmamos que tanto Kirchner como sus aliados porteños y el resto de las candidaturas patronales, más allá de los discursos, están del lado de los negocios capitalistas, de sus ganancias y de intereses. Es decir: están contra los trabajadores.

1. Con los trabajadores y las luchas obreras y populares, contra el gobierno “progresista” de mano dura

Lo que van a decir bien fuerte los candidatos del nuevo MAS es que, precisamente, donde el verdadero carácter del gobierno nacional queda más al desnudo es frente a las luchas de los trabajadores. Kirchner ahora critica al asesino Sobisch, pero oculta que Santa Cruz, su provincia, está virtualmente militarizada, con gendarmes en las escuelas y ataques al estilo paramilitar contra las sedes sindicales de los docentes que siguen en lucha contra el vergonzoso básico de $160. Y tampoco dijo una palabra contra la represión de los docentes salteños.

Y en la propia Capital, cuando la lucha de los trabajadores aprieta, a Kirchner no le tiembla el pulso para reprimir. Así lo demuestra la patoteada a los trabajadores del Hospital Francés. Allí, un interventor muy vinculado a Alberto Fernández recurrió a barra bravas que mostraban orgullosos sus fotos con Kirchner. No es el único caso: a los trabajadores del subte también los reprimieron a mansalva, con la orden del gobierno nacional y el vistobueno del gobierno de Telerman. Ni al gobierno nacional ni a Telerman se les movió un pelo. El límite del progresismo son las luchas de los trabajadores y sus condiciones de explotación, como lo demuestra la continuidad de las leyes laborales esclavistas de Menem bajo Kirchner.

En todos esos conflictos estuvieron nuestros compañeros, aportando su acción y su solidaridad con los trabajadores y su pelea. Porque Kirchner pide “moderación” en los reclamos salariales, pero lo que no es nada “moderada” es la inflación, que vuelve a galopar a pesar de los ya patéticos intentos oficiales por manipular las cifras del “INDEK”. Y cuando se desata la lucha, los burócratas amigos del gobierno, tanto de la CGT como de la CTA, tratan de frenar.

Kirchner ya ha demostrado de qué lado está, en las luchas salariales duras que ya hubo y en las que vienen. Ni Filmus ni Telerman harán nada distinto. En cambio, los candidatos del nuevo MAS van a estar donde siempre estuvieron: en la primera línea de combate junto a los trabajadores, contra las mentiras y los palos del gobierno y la burocracia sindical de todo color. Y levantarán bien alto la bandera de un salario básico de $2.400 que compense el retraso salarial y la inflación.

2. Bajo el “gobierno de los derechos humanos”, desaparecen compañeros, matan a otros y la justicia nunca llega

El gobierno actual, que se llena la boca con los derechos humanos y vive de gestos mediáticos como descolgar retratos de militares, no sólo fue irresponsable en su manejo del caso López (nunca lo protegió y minimizó el secuestro hasta que fue demasiado tarde), sino que empieza a mostrar su cara represiva. El asesinato de Carlos Fuentealba no vino del cielo: fue posible en un contexto armado por el presidente Kirchner, que calificó de “chantaje” la lucha docente y que militarizó la provincia de Santa Cruz. Sólo con esa venia implícita pudo haberse atrevido Sobisch a mandar a matar compañeros. Los derechos humanos, para este gobierno, son bandera del pasado, pero en el presente hace lo contrario.

Si Buenos Aires fue la ciudad donde nació el “que se vayan todos”, Kirchner quiere que se queden todos, empezando por el asesino Sobisch. Lo critican en los discursos, pero los hechos son que el ministro del Interior Aníbal Fernández le ofreció tropas represivas a Sobisch por si las precisaba. Y otro que se fue a pesar de Kirchner y ahora vuelve de la mano de Kirchner es Aníbal Ibarra, el hombre de Cromañón, que engalanará las listas de Filmus.

Hasta en el terreno donde más cacarea el gobierno, los juicios a los represores de los 70, muestra la hilacha. Porque a pesar de algunas condenas valiosas, como la de Etchecolatz (fruto esencialmente de una lucha de años del movimiento de derechos humanos, donde Kirchner nunca participó), la impunidad sigue.

Sigue para los del pasado, porque el gobierno no mueve un dedo para que la causa de la Triple A, organización que asesinó a miles de compañeros, entre ellos militantes del PST –antecesor de nuestro partido–, avance en procesar a los responsables. Y es lógico, porque allí caerían no sólo ancianos decrépitos sino dirigentes peronistas con relevancia presente, como Ruckauf y Hugo Moyano. Hacer demagogia con el pasado, sí; poner en peligro a los aliados de hoy, no.

Y sigue la impunidad para el presente, porque  nadie está preso por el secuestro de López, sólo Chabán está preso por las muertes de Cromañón, nadie está preso por los muertos del 20 de diciembre de 2001, a los responsables políticos de la masacre de Avellaneda nadie los persigue. Para no hablar de los incontables casos de gatillo fácil sin condena. Así es como resulta posible que un torturador convicto e investigado por la muerte de Teresa Rodríguez en 1997 haya sido el que mató a Carlos Fuentealba. Mucho discurso en la ESMA, pero cuando hacen falta fuerzas represivas, se las ofrecen a Sobisch.

Ése es el límite de esta democracia para ricos: jamás va a meter el cuchillo hasta el hueso en las fuerzas represivas, porque tarde o temprano las necesitará contra las luchas obreras y populares. Es un límite que no tendrán los candidatos del nuevo MAS, que pelearán por el fin de la impunidad y el castigo a TODOS los represores de ayer y de hoy, no en discursos sino en los hechos.

3. Género: detrás del “progre” Ginés se esconde la antiabortista Cristina Fernández de Kirchner

Es irónico que la derecha clerical critique algunas tibias declaraciones y medidas del actual ministro de Salud y cabeza de la lista de legisladores de Filmus, Ginés González García. Porque detrás del reparto de preservativos y de la pastilla del día después se oculta la verdadera política kirchnerista hacia la mujer y la sexualidad: compromisos con la Iglesia Católica y mano dura contra el drama de mujeres como Romina Tejerina.

Kirchner se pelea con la Iglesia para la tribuna, pero las leyes educativas, incluida la de educación sexual en la Capital, se consensuaron con los obispos, que quedaron bastante conformes con que la educación haya dejado de ser explícitamente laica, totalmente en línea con la Ley Federal de Educación menemista. En cuanto a la educación sexual, se les da vía libre a curas y padres reaccionarios para que sigan difundiendo disparates que terminan en embarazos no deseados (y por ende, en abortos).

Eso no tiene nada de extraño ni hay contradicción. La casi segura candidata presidencial Cristina Fernández de Kirchner repitió en múltiples oportunidades que está en contra de la legalización del aborto porque es “peronista, no progresista”. Y en eso no sólo continúa la tradición derechista del peronismo en el tema, sino que se gana la simpatía de la Curia argentina y del Vaticano. La contradicción será de quienes, pensando que éste es un gobierno de “centroizquierda”, voten una política que condena a las mujeres pobres a la mutilación, la muerte o la cárcel, que es donde hoy sigue presa Romina.

Los candidatos y candidatas del nuevo MAS se plantarán con banderas irrenunciables y bien claras: Legalización ya del aborto; educación laica y científica que expulse la influencia oscurantista de la Iglesia de las mentes de niños y jóvenes; contra toda forma de opresión de género o de minorías sexuales; libertad ya a Romina Tejerina.

4. Ni capitalismo “nacional y productivo”, ni “capitalismo de Estado”: contra el imperialismo, la salida es el socialismo

Toda propuesta para la Ciudad no puede pensarse sino como parte de un modelo de sociedad. Así lo entienden los kirchneristas, que en todos los distritos –y también en la Capital– harán campaña por este “modelo” de capitalismo “progre”, donde los empresarios ganan fortunas y los trabajadores tienen que sudar a mares para que les caigan unas migajas de la mesa del festín patronal.

Los que no ponderan tanto las bondades de este modelo “progre” basado en las multinacionales y el capitalismo “nacional y productivo” más concentrado (el complejo agroindustrial, las petroleras, Techint, Arcor) se entusiasman con Evo Morales (que propone una sociedad entre Estado capitalista y multinacionales donde éstas se lleven un poco menos que antes) y, más frecuentemente, con la Venezuela de Chávez. Incluso fuerzas que se dicen de la izquierda marxista y revolucionaria no se atreven a decir en voz alta que el “socialismo” de Chávez no es otra cosa que capitalismo de Estado con control público de recursos como el petróleo.

Los candidatos del nuevo MAS, en cambio, reafirmarán las ideas del socialismo en la mejor tradición marxista, no estalinista ni populista: como construcción desde abajo de la clase trabajadora, y no como disciplinamiento de la sociedad desde el Estado capitalista, por “izquierdista” que se diga. Defenderán a Venezuela, Bolivia, Cuba y el país que sea ante cualquier agresión imperialista, pero no se subordinarán a ningún comandante. Por el contrario, sostendrán la necesidad de la absoluta independencia política por parte de la clase trabajadora y sus organizaciones, contra todo intento de subordinación o encuadramiento como el PSUV que impulsa Chávez.

El socialismo que defendemos significa gobierno de la clase trabajadora y sus organizaciones, la nacionalización sin pago y bajo control y administración de los trabajadores de todos los recursos estratégicos, el enfrentamiento al imperialismo –en particular el yanqui– y los capitalistas, y el impulso a la unidad y la solidaridad internacionalista con los pueblos y los trabajadores de América Latina y el mundo.