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Pedido
de ingreso de la C-CURA al PSUV de Chávez
El callejón sin salida del tacticismo
Por Roberto Sáenz
El 16 de diciembre pasado,
festejando su triunfo electoral, Chávez lanzó formalmente
el llamado a conformar el “Partido Socialista Unificado
Venezolano” (PSUV). Con el comienzo del año en curso y el
anuncio de una serie de medidas –entre ellas, las
“nacionalizaciones” con pago de empresas eléctricas y
telefónicas– reafirmó la “necesidad” de construir el
PSUV, que realizó el 24 de marzo un acto en el teatro
Teresa Carreño que desbordaba de “promotores”.
En estas condiciones, el lanzamiento del PSUV se ha ido
configurando en las últimas semanas en
una verdadera divisoria de aguas a nivel de la izquierda
revolucionaria, no sólo venezolana sino latinoamericana.
Esto es así porque pone a todas las corrientes a prueba, en
el sentido de quiénes realmente y en los hechos defienden
contra viento y marea la independencia de clase de los
trabajadores y quiénes no, bajo el pretexto de poner en pie
supuestas “vías de acceso a las masas” o expresar
“vocación de poder”.
No
casualmente, el MES brasilero y el MST argentino se han
apresurado a llamar a sumarse al PSUV con armas y bagajes.
Desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie
opinamos lo contrario.
Como ya señalamos oportunamente en nuestro artículo “¿En
que consiste el socialismo de Chávez?”,
el lanzamiento del PSUV no es más que una iniciativa que
responde (como la sombra al cuerpo) a la orientación
general del chavismo luego de su reelección en diciembre
pasado: dar pasos
para aumentar las bases de sustentación de su gobierno,
ampliando los elementos de capitalismo de Estado, así como
el encuadramiento de las masas obreras y populares.
En
este marco, el PSUV, una organización lanzada desde las
alturas del poder estatal, no puede ser otra cosa que un
partido de estado burgués. Por lo tanto, sumarse a él
es un
doble crimen: un crimen de confusionismo político y un crimen contra la
necesaria –lucha por la independencia política de los
trabajadores, contra el chavismo.
Las razones profundas del PSUV
El
lanzamiento del PSUV por parte de Chávez tiene razones
evidentes: el gobierno viene de su reciente reelección y toda
su acción de gobierno en los últimos meses ha estado al
servicio de relanzar su gestión. El carácter del
relanzamiento gubernamental es muy claro: ampliar
las bases de sustentación que hacen del gobierno de Chávez
un gobierno con rasgos distintos a los de la mayoría de la
región, pero que no por esto deja de ser un gobierno burgués.
Ya
hemos escrito acerca de las características específicas
del gobierno chavista: una
suerte de nacionalismo burgués en las condiciones del siglo
XXI y de la profundidad del proceso de rebelión popular que
ha venido viviendo Venezuela desde el “Caracazo” de 1989.
Este nacionalismo burgués tiene dos
sostenes materiales.
Por un lado, algo histórico y característico de la economía
venezolana retomado y profundizado por Chávez: los elementos de
“capitalismo de Estado”. Es decir, el hecho de que
parte muy importante de la economía nacional –que se basa
en la producción de petróleo– esté
en las manos directas del Estado. Con las últimas
nacionalizaciones burguesas realizadas por Chávez, esto se
ha reforzado: la
empresa de electricidad de Caracas, la empresa telefónica
nacional y determinadas áreas petroleras pasaron a manos
del Estado o a la condición de empresas “mixtas”, con
leve mayoría accionaria estatal. Este mayor peso del Estado
en una economía que, al mismo tiempo, sigue siendo
capitalista, evidentemente
le da a Chávez un mayor poder de arbitraje y regulación, y
es la base esencial para poder mejor negociar con
capitalistas amigos (y no tanto) y con los diversos
imperialismos.
Pero
hay un segundo aspecto de gran importancia en la consolidación
del gobierno chavista: se
trata del control estatal sobre las masas populares y los
trabajadores. Hemos desarrollado la caracterización de
que Chávez, ante el justo desprestigio de la democracia
burguesa y la bancarrota de la IV República, tiende a
apoyarse en mecanismos plebiscitarios. Es decir, en
la constante y repetida apelación electoral directa a las
masas populares para que éstas, con su voto, ratifiquen por
aclamación las políticas gubernamentales. Esto nada
tiene que ver con la auténtica democracia de los
trabajadores, basada en sus propias organizaciones, sino que configura más bien un modelo
opuesto, que en la tradición del marxismo clásico se llama
“bonapartismo”.[3]
Pero
ocurre que Venezuela ha vivido a lo largo de la última década
y media un proceso de auténtica rebelión popular, que dio
lugar a un sinnúmero de experiencias de lucha y organización
desde abajo. La más importante de ellas ha sido la lucha contra el paro petrolero
de fines de 2002 y principios de 2003 y la creación de la
Unión Nacional de Trabajadores (UNT), una progresiva
organización sindical nacional mayormente independiente del
Estado, que vino a reemplazar a la vieja burocracia de la
CTV.
Precisamente
por esto, otra de las claves para la consolidación del
chavismo y la ampliación de su base –así como para poder
maniobrar y pactar con la burguesía y el imperialismo sin
cuestionamientos molestos desde abajo– pasa justamente por el firme encuadramiento de estas mismas masas por el
propio Estado y el aparato político del chavismo, al estilo
de Perón. Y esto es así más allá de las altisonantes
palabras con las que Chávez quiere rodear el operativo del
PSUV, supuestamente “construido de abajo hacia arriba”.
El
lanzamiento del PSUV y los crecientes ataques contra la
autonomía de la UNT y la C-CURA son parte de esto: el
feroz giro chavista al encuadramiento de los más vitales
movimientos de trabajadores y la vanguardia luchadora
(cuestión que ya venía planteada desde la campaña
electoral de 2006). Y frente a esta decisión
política del chavismo de dar pasos efectivos para el
sometimiento de los sectores independientes, no puede haber
“tacticismo” que valga: hay
que salir a enfrentar clara y abiertamente este operativo de
cooptación. De ahí que sea tan criminal
y capitulador que corrientes que se consideran
“revolucionarias” planteen alegremente el “ingreso al
PSUV”, o que los propios compañeros de la C-CURA y el PRS hayan tomado la desastrosa decisión de pedir ese ingreso.
El carácter estatista-burgués del PSUV
Pero
no sólo por ser una maniobra de cooptación cabe rechazar
el planteo del ingreso al PSUV. La esencia principista de la
cuestión tiene que ver con el carácter
social del propio proyecto de partido. Porque desde el
vamos se trata de un engendro estatal y burgués hasta la médula. ¿Qué otra cosa puede
indicar la “Comisión Nacional Promotora”, designada a
dedo por Chávez con figuras de lo más connotadas del
elenco gubernamental y ministerial?
O la elección de los “promotores” para el reciente
encuentro en el Teresa Carreño, donde se dejó afuera a
gente que no es de confianza del “aparato”, como la
misma C-CURA. O el hecho de que los primeros anotados para
el PSUV son una verdadera pléyade interminable de
gobernadores, intendentes, legisladores, concejales y
arribistas de toda laya.[6]
Como
señalara León Trotsky en las discusiones sobre el carácter
del partido nacionalista chino Kuomintang,
independientemente de que el 99% de los integrantes de un
partido fueran trabajadores (lo que no es el caso del PSUV en formación) lo que termina decidiendo su carácter social el 1% de su cúpula
dirigente. Son sus “cumbres” (léase, “junta
promotora” del PSUV) las que le dan su esencia
social, más allá de las frases bonitas de rigor.
En
palabras de Trotsky: “Se defendió la necesidad (...) de
entrar en el Kuomintang pretendiendo que este último, según
su composición social, era el partido de los obreros y de
los campesinos; que las nueve décimas partes del Kuomintang
(...) pertenecían a la tendencia revolucionaria y estaban
dispuestas a marchar conjuntamente con el Partido Comunista
(...). Como se sabe, la sociedad burguesa está construida
de forma que las
masas no poseedoras, descontentas y engañadas, se
encuentran abajo, mientras que los que las engañan están
arriba. Es así, según este principio, como está
construido todo partido burgués, si es verdaderamente un
partido, es decir, si incluye a las masas en unas
proporciones bastante considerables. En la sociedad
dividida en clases no hay más que una minoría de
explotadores, estafadores y aprovechadores. Así, pues, todo
partido capitalista se ve obligado a reproducir y reflejar,
de una forma u otra, en sus relaciones internas, las
relaciones que existen en la sociedad burguesa en general.
Por consiguiente, en todo partido burgués de masas, la base
es más ‘democrática’ y más ‘izquierdista’ que la
cumbre (...) Las
cumbres del Kuomintang (...) son en realidad el alma del
Kuomintang, su esencia social. Ciertamente, la burguesía
no es en el partido más que una ‘cumbre’, al igual que
lo es en la sociedad. Pero esta cumbre es poderosa, debido a
su capital, a sus conocimientos, a sus relaciones, por la
posibilidad que tiene siempre de apoyarse en los
imperialistas, y
principalmente por su poder de hecho en el Estado y en el ejército
cuyos cuadros más elevados se confunden íntimamente con la
dirección del Kuomintang”.[7]
Y
Trotsky agrega algo decisivo contra desastrosas
orientaciones como la resuelta por la C-CURA de “exigir
derechos democráticos” en el PSUV, desconociendo el
“alma social” del partido chavista en ciernes:
“considerar al Kuomintang no como un partido burgués sino
como una arena neutra
en la cual se lucha para tener al lado a las masas,
utilizar como un triunfo a las nueve décimas partes
constituidas por la base de izquierda para camuflar la
cuestión de saber quién es el dueño de casa, significa
consolidar la potencia y el poder de la ‘cumbre’ (...) Creían
que mediante simples reelecciones en el Congreso del
Kuomintang el poder pasaría de las manos de la burguesía a
las del proletariado ¿Se puede concebir una devoción más
enternecedora, más idealista en la ‘democracia del
partido’... cuando se trata de un partido burgués? Puesto
que el ejército, la burocracia, la prensa y los capitales
están en manos de la burguesía, esto es precisamente lo
que asegura el timón del partido en el poder (...).
Merced
a estos poderosos medios, la esfera burocrática superior
mantiene su poder no solamente sobre las pretendidas nueve décimas
partes de miembros de ‘izquierda’ del partido, sino
también sobre las masas populares en su conjunto”.[8]
Estas palabras no son sólo extremadamente educativas sino
que retratan
exactamente la realidad actual ante el lanzamiento del PSUV.
Porque más allá de ciertas resistencias de las cúpulas
del PPT, Podemos y PCV (formaciones chavistas más pequeñas
que el MVR), ya hemos señalado el verdadero “aluvión”
de funcionarios políticos y arribistas del aparato estatal
burgués. Y, además, esto se refuerza por el hecho que la
estructura del partido está pensada de una manera casi
estrictamente territorial-electoral al servicio de la
“plebiscitación” constante de Chávez y donde desde ya,
e inevitablemente, los
trabajadores aparecerán totalmente diluidos y sin fuerza
social ni política.
En
estas condiciones, el PSUV es casi un mamarracho organizado
totalmente desde arriba, un engendro
estatal-burgués que, por más ilusiones que seguramente
esté despertando, socialmente no llega a ser siquiera una
formación pequeño-burguesa o “bipartita” (es decir,
obrera y campesina u obrera y popular) relativamente
independiente: termina configurando las bases de un partido de estado burgués, por más
caribeño, “progre” y todavía con “buenos modales”
(¿hasta cuándo?) que se presente el chavismo.
¿Cuestión táctica o de principios?
En
estas condiciones, la orientación que han resuelto los
compañeros dirigentes obreros de la C-CURA no
sólo es un desastre sino que roza la tragedia. En los
debates internos de la corriente internacional de la cual
son parte o simpatizantes varios de ellos, la UIT, habrían
señalado que se trata de “una táctica para no entrar”.
Nos gustaría creerles. Sin embargo, es el conjunto de su
ubicación política frente al fenómeno del chavismo (que
no viene de ahora sino de años atrás) lo que hace difícil
considerar ese tipo de argumentos. Que se trata de honestos
compañeros está fuera de duda. Que tienen una trayectoria
de dirigente obreros de enorme importancia (de los más
importantes actualmente provenientes de las filas del
trotskismo), tampoco tenemos la menor duda. Y sería injusto
desconocer que están sometidos a una tremenda presión política
por parte del chavismo. Pero esto no justifica dar el paso capitulador
que están dando y que muestra los históricos
límites “sindicalistas” (escudados en un falso “morenismo”)
de su experiencia política, y el verdadero desastre al que
se puede arribar por el expediente del tacticismo
sindicalista, aunque se vista de revolucionario.
En
el propio boletín de discusión internacional de la UIT una
contribución muy interesante advierte que: “me preocupa
esta resolución (es decir, la de solicitar el ingreso al
PSUV, nder), porque la considero una tremenda
trampa que en corto plazo nos coloca del lado del
gobierno, en la medida en que seremos parte del partido que gobierna. ¿Sería fácil actuar
dentro del MVR y mantener la independencia de clase? Les
pregunto: ¿cuál será la diferencia entre este partido
–el PSUV– y el MVR? ¿Nuestra presencia? Si realmente
pensamos esto, estaremos
menospreciando el tremendo peso del aparato del gobierno y
del Estado burgués (...). Es completamente diferente la
batalla que damos en el seno de la UNT contra dirigentes
sindicales desprestigiados en sus bases (...) con la que
tendremos que dar en el Partido Único de Chávez, que es un
verdadero Bonaparte y determinará los rumbos de ese partido
y nos aplastará
con el aparato muy bien aceitado del Estado que estará al
servicio del MVR / PSUV... con
el riesgo cierto de que nos gane buena parte, sino toda, la
base que estamos llevando”.
Nos parece una crítica aguda, sensata y concreta a la
equivocada, criminal orientación resuelta por Orlando
Chirinos, Stalin Pérez Borge y demás compañeros de hacer
ingresar al PSUV la flor y nata del activismo obrero
venezolano.
La
lamentable lógica no escrita de los compañeros es: “para que no nos revienten en el movimiento sindical, debemos ser más
chavistas que el propio Chávez”. Es decir, algo así
como anotarse primero para entrar (“en las mejores
condiciones posibles”, de ahí las reiteradas cartas a Chávez,
que éste nunca responde...) en el PSUV. No otra explicación
tienen las declaraciones y definiciones políticas que a
este respecto vienen dando los compañeros. Que se parecen
menos a una supuesta “táctica” para no entrar que a la
búsqueda de un ingreso en las “mejores condiciones que
sean posibles”.
Pero
frente a problemas “principistas”
y estratégicos –como es la actitud frente a un partido
burgués– no hay tacticismo que valga, porque sólo
conduce a un callejón sin salida y a contradicciones
políticas insalvables.
Frente
a la conformación de un partido estatizado hasta la médula,
burgués y de encuadramiento (por más “socialista” que
se autoproclame), toda “táctica” debe subordinarse a
una definición política
tajante y clara: no estamos a favor de entrar al PSUV; por
el contrario, reivindicamos el pluripartidismo de los
partidos de la izquierda y obreros. Es a partir de esta
definición política que pueden venir las más variadas (y
seguramente necesarias) tácticas para el dialogo con la
vanguardia y la base de la C-CURA y la UNT.
Los compañeros, en sus cartas a Chávez del 20 y 27 de
marzo pasado, dieron argumentos acerca del balance de las
experiencias socialistas del siglo XX y defendieron
correctamente la necesaria “autonomía”
(es mas preciso el concepto de independencia) de los
sindicatos respecto del Estado, incluso si se tratara –lo
que no es el caso, obviamente– de un auténtico Estado
obrero.[11]
Pero en su argumentación olvidaron un factor esencial que,
sin embargo, correctamente figura en muchos textos de crítica
internacional al llamado al partido “unificado” de Chávez:
la clásica crítica
auténticamente trotskista y marxista revolucionaria al
partido único; la reivindicación del pluripartismo “soviético”
(es decir, al interior de los consejos de trabajadores); el
hecho –ya señalado por Lenin en su crítica a la
socialdemocracia de comienzos del siglo XX– que la clase
obrera misma no es homogénea y que conviven en su interior
tendencias reformistas y revolucionarias, sectores avanzados
y atrasados, lo que justifica, explica y hace necesarios
varios partido que se reivindiquen obreros y / o
socialistas.
De
la manera más pedagógica posible, deberían haber señalado
que reivindican el derecho a su propia organización (el PRS,
a todos los efectos prácticos muerto al nacer) y a la
independencia política
–y no sólo sindical– de la clase obrera frente al
Estado y demás partidos burgueses y pequeño burgueses. A
pesar de todo, Chávez
todavía podría ser colocado a la “defensiva” en este
terreno tirándole con toda la munición gruesa del balance
nefasto del estalinismo.
Disgresión sobre la historia del Partido Laborista
argentino
El
vínculo mismo de los compañeros con la UIT debería alertarlos
sobre el ejemplo del peronismo en la argentina en la década
del 40. Esto hace parte de ese perverso mecanismo de
reivindicación de Nahuel Moreno que se repite como una
letanía, por parte de muchos de los “morenistas” que en
el mundo hay, pero que no
asimila ni una palabra de los aspectos más revolucionarios,
o que mejor han pasado la prueba, de su trayectoria, sino sólo
sus costados más oportunistas.
Mil
veces se ha contado la historia de la efímera experiencia
del Partido Laborista argentino en la década del 40, de su
dirigente obrero burocrático Cipriano Reyes, de cómo fue
este partido el que hizo la campaña por la elección de Perón
en febrero de 1946, y de cómo, cuando éste ordenó
disolverlo para crear el “Partido Único de la Revolución”
(el parecido con el PSUV no es mera coincidencia), Reyes
se opuso y fue barrido de la escena y encarcelado por el
mismo Perón.
Cuenta
al respecto Milcíades Peña: “En marzo de 1946, apenas
ganadas las elecciones, Perón anuncia su intención de
disolver al Partido Laborista e integrarlo en un ‘Partido
Único de la Revolución’. De inmediato, los dirigentes
laboristas se oponen, encabezados por Cipriano Reyes. Perón
resiste por unos meses, pero poco después de asumir el
poder ordena por radio la disolución del Partido Laborista
y de la Junta Renovadora de la UCR, y su fusión en el
‘Partido Único’, que a poco de andar pasaría a
llamarse, simplemente, Partido Peronista (...). Reyes decide
resistir (...). Perón responde con represión y soborno y
uno a uno todos los dirigentes laboristas capitulan (...).
Desde mediados de 1946 Reyes sufre por los menos seis
atentados (...). Por fin, a mediados de 1948, Perón liquida
definitivamente al héroe del 17 de octubre, anunciando al
país el descubrimiento de un supuesto complot entre Reyes y
otros dirigentes laboristas destinado a... asesinar a Perón
y Eva Perón (...) las masas trabajadoras son convocadas a
Plaza de Mayo (...) ovacionan a Perón y celebran
alegremente la destrucción del primer intento de organización
política autónoma del nuevo proletariado argentino. Bajo
el peronismo, dentro del peronismo, no había lugar para un
partido obrero peronista, es decir, para dirigentes obreros
de ideología burguesa, colaboradores del Estado pero
respaldados, ante todo, en las organizaciones sindicales.
El peronismo sólo tenia lugar para dirigentes obreros
convertidos en funcionarios del Estado”.[12]
Mas allá de que los métodos chavistas todavía son
distintos (dadas las evidentes diversas
circunstancias históricas) y de que el fenómeno Chávez
se presenta a “izquierda” del peronismo de mediados del
siglo pasado, ¿no encuentran sin embargo los compañeros
paralelismo alguno entre el accionar de Perón y la actual
orientación chavista del PSUV y de reventar la UNT?
La
UIT (corriente internacional de la Izquierda Socialista
argentina) acaba de sufrir una escisión como
subproducto de este debate de parte de una minoría que, aun con formulaciones algo toscas y doctrinarias,
tiene en este tema toda la razón.
Ver Socialismo
o Barbarie 95.
“El instrumento que ha encontrado Chávez para poner
en pie un régimen político a su medida es la apelación
constante al mecanismo plebiscitario. Es decir:
dirigirse a las masas casi sin mediaciones para hacerse
ratificar una y otra vez. Y por esta vía,
erigirse en árbitro ‘benigno e ilustrado’ de los
intereses sociales desde arriba (en última
instancia, en beneficio de la clase burguesa como un
todo). De ahí también que pretenda la reelección
indefinida. En el marxismo esto se llama
‘bonapartismo’; en todo caso estamos frente al
ejemplo de un ‘simpático’ bonapartismo caribeño”
(SoB 95).
[4]
Con el llamado al voto acrítico a Chávez por parte de
los compañeros de la C-CURA y el PRS / UIT, no alertaron a la vanguardia y desarmaron políticamente para lo que
está ocurriendo ahora y que era cantado: que
Chávez iba a caer con todo su peso político y su
ratificación electoral para intentar borrar de un golpe
cualquier atisbo político y sindical independiente a su
gobierno.
Integran la “Comisión”: Diosdado Cabello (connotada
figura de la nueva burguesía bolivariana), José
Vicente Rangel (ex vice de Chávez), Freddy Bernal,
Titina Azuaje; Antonia Muñoz, Erika Farías, David Velásquez,
Jorge Rodríguez (actual vicepresidente del país) y
Francisco Arias Cárdenas (embajador en la ONU del
chavismo), entre otros. Como
se ve, una representación bien surgida desde las
“bases”...
Sólo a titulo ilustrativo y sin orden de jerarquía: Aníbal
Dose, alcalde del municipio de Los Guayos y miembro de
Podemos; los diputados nacionales Tomás Sánchez, Jeny
Cedeño y Denis Peralta, también de Podemos; el
gobernador de Yaracuy, Carlos Jiménez, y el alcalde de
Maracaibo, Gian Carlo Di Martino; el gobernador del
estado de Guarico, Eduardo Manuit, miembro del PPT; el
alcalde de Nueva Esparta, Eligio Hernández, etc. Se
trata de una verdadera legión de figurones, burócratas y politiqueros que se
pasa con armas y bagajes al PSUV para asegurarse su
futuro político y su parte del botín estatal.
León Trotsky, Stalin,
el gran organizador de derrotas, Buenos Aires, El
Yunque, 1973, pp. 271 ss.
Carta de Adolfo, “Informe sobre la discusión de la
CCURA y el PSUV de Venezuela de la IUT, marzo 2007.
La minoría escindida de la IS ha planteado en este
debate que el
ingreso al PSUV plantea un problema que no es “táctico”,
sino de principios, y en esto tienen toda la razón.
No casualmente y como parte de su giro hacia la cooptación
y estatización del movimiento obrero, Chávez aclaró
en su alocución en el acto del teatro Carreño que “los
sindicatos no deben ser autónomos” y que “habría
que terminar con eso”.
Masas, caudillos y
elites, Buenos Aires, Ediciones Lorraine, 1974, pp.
106 y 107.
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