La
salida de Miceli y la crisis política
¿Por
qué pingüina?
Finalmente,
Felisa Miceli terminó por saltar por los aires el 16 de
julio. A dos días del lanzamiento de Cristina K, un escándalo
que venía creciendo, evidentemente, no podía ser la mejor
carta de presentación. Lo inverosímil del argumento del
fajo de los $ 200.000 guardados en el baño ministerial (¿cuántos
argentinos habrá que puedan dejar semejante suma en su
botiquín?) no podían dar lugar a otro desenlace.
Su
salida termina coronando toda una serie de meses en los que
el gobierno no ha dado pie con bola y queda
colocado a la defensiva en lo que hace a la emergente
oposición política. Su caída no tuvo que ver con
problemas de su área específica, sino –en un momento
donde no se expresan grandes luchas nacionales– con el
recrudecer de las peleas entre bandos políticos patronales.
Esto, no casualmente, en una coyuntura donde cada vez más
la escena política está siendo copada
por el encaminamiento hacia las elecciones de octubre.
No es fortaleza sino debilidad
Como
venimos señalando, a una velocidad creciente, las
elecciones se están instalando en el centro
de la coyuntura política. La señal formal de largada es el
lanzamiento oficial de la candidatura de Cristina Kirchner.
Casi como un secreto a voces, en las últimas semanas iba
quedando claro que la candidata iba a ser la esposa del
Presidente.
La
“generosidad” de Néstor de no presentarse de manera
inmediata a la reelección no es ni una muestra
del “renunciamiento” de un político patronal ni
la evidencia de que K pretende prepararse para volver en el
2011.
Por
el contrario, la crisis
política que se le terminó abriendo al gobierno
producto de la derrota electoral en la Capital, la crisis
energética, los escándalos de corrupción y luchas de
trabajadores como la de los docentes de Santa Cruz
aconsejaron intentar un recambio, que permitiera que la
eventual próxima gestión Cristina K no acumulara el
creciente e imprevisto desgaste
que ha venido sumando Néstor K en estos últimos meses. En
un 2007 en el cual al gobierno le terminó saliendo casi
todo al revés, la candidatura de Cristina, más que una
muestra de fortaleza, termina siendo una expresión de su debilitamiento.
En
este marco, la caída anticipada de Miceli dará lugar a una
transición hacia el escenario postelectoral. Escenario que
prepara –sí o sí– medidas de “sinceramiento” económico: es decir, de clásico ajuste económico.
La gestión de Peirano vendrá simplemente para garantizar
un puente hasta
la eventual asunción de Cristina. Esta será la que deberá
anunciar las medidas “desagradables”...
claro está, una vez electa.
Las razones de Cristina K
Como
venimos señalado desde estas páginas, los elementos de
crisis política que viene arrastrando el gobierno en los últimos
meses reflejan –en última instancia– problemas
en los dos pilares de la gestión K. Uno,
la economía armada alrededor de la devaluación del peso
y de determinada y relativa intervención desde el Estado en
la regulación de la misma. Y, junto con esto, su ubicación
“por encima de
las instituciones” que
gozó la figura presidencial, y que ahora está siendo cuestionada
por los sectores políticos de la oposición burguesa y
la mayoría de los medios de comunicación (volcados hacia
la derecha).
Las derrotas electorales de impacto nacional (como las de
Misiones y Capital), alimentaron el crecimiento de los
cuestionamientos en lo que hace al segundo orden de
problemas. La visible y abierta crisis energética, el ya
casi incontenible aumento de la inflación (a pesar de los
retoques del INDEK), las dificultades para mantener en el
mediado plazo la actual cotización de un dólar que
está en baja mundialmente, tienen que ver con
problemas en el primer frente.
Precisamente,
estas son algunas de las banderas que viene esbozando desde
la oposición y que la candidatura de Cristina K viene a
intentar
“arrebatar” para que sean parte de la estrategia del
propio oficialismo. Por esto, ya hemos señalado (en
anteriores ediciones) que las tres palabras “mágicas”
que la misma estaría comenzando a adelantar de este
(supuesto) “cambio que recién comienza” serían: sinceramiento,
normalización e inversiones.
Pero
¿qué significan estas palabras? ¿De qué naturaleza es el
“cambio” que se preanuncia desde el kirchnerismo?
No
es tan difícil averiguarlo. Cuando se habla del
“sinceramiento” de las variables, se trata de la nada
novedosa y muy “ortodoxa” manera de preanunciar algún
tipo de ajuste
económico, y cuando se proclama la necesidad de “reformar
el Estado” e “institucionalizar” la vida política del
país (junto con darle un mayor juego institucional a la
propia oposición burguesa), lo que se preanuncia es una
mayor dureza con los que osen salir a luchar (fundamentalmente, cuando éstos
desborden a los dirigentes sindicales afines). Finalmente,
cuando se señala la necesidad de fomentar una corriente
“inversora”, de lo que se está hablando es del
“compromiso gubernamental” de garantizar la “seguridad
jurídica”. Es decir, que el patrimonio
y la propiedad de los grandes capitales imperialistas,
no va a estar sujeto siquiera a las tibias medidas
“nacionalizadoras” que se han venido tomando en países
como Venezuela o Bolivia. Elemento importante que muestra al matrimonio K lejos
de las veleidades “capitalistas de Estado” de un Chávez
o (en menor medida) un Evo Morales.
En
síntesis: un casi inevitable giro al “centro” con
Cristina K, en respuesta a una situación política que se
considera –en muchos aspectos, erróneamente–
“normalizada” (“salida del infierno” en palabras de
Néstor K).
Pero,
precisamente, este conjunto de medidas que están
trascendiendo pondrán a prueba en los hechos (dependiendo,
lógicamente, de en qué medida y en qué forma se pretendan
llevar adelante) los verdaderos límites del
proceso de “normalización” en curso. Porque de ninguna
manera se pueden descartar duros
choques sociales cuando se pretenda aumentar el precio
de los transportes o tomar cualquier otra medida de igual
tenor. Cuando ese momento llegue, habrá que estar
preparados.
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