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La Corte Suprema anuló los indultos
Por
José Luis Rojo
Finalmente,
la Corte Suprema de Justicia acaba de declarar la anulación
de los indultos. Como abordaje general se podría decir que
todo lo que tiene de “alcance” esta decisión es y no
puede dejar de ser un “reflejo” político de la vigencia
de la lucha popular contra la impunidad de los genocidas.
Desde este punto de vista, esta anulación, obviamente, no
podrá menos que ser utilizada
por los organismos independientes y la izquierda en el
actual proceso de la lucha democrática, que en estos mismos
momentos tiene un nuevo capítulo en el juicio a Von
Wernich.
Al mismo tiempo, no se puede dejar de señalar los “límites”
implícitos, de esta decisión. Por un lado, es evidente que
la anulación de los indultos hace parte de la estrategia
del gobierno K –en este momento bastante maltrecha– para
relegitimar las
instituciones de la “democracia”. Es decir, que la
Corte Suprema aparezca desde arriba revirtiendo la decisión
tomada hace más de una década por el gobierno de Carlos
Menem, busca el efecto de “demostrar” la supuesta
“capacidad” de la “justicia” de hacerse cargo del
tema de la “impunidad” por los carriles institucionales,
en los cuales, implícitamente, se llama a confiar a la
población.
Pero
al mismo tiempo, no se puede dejar de señalar, que la
“justicia” llega –en muchos casos– demasiado tarde
y de manera muy lenta. En un reciente reportaje en Página
12, el propio Eugenio Zaffaroni acaba de reconocer que lo
que más conspira en la lucha contra la impunidad es el
paso del tiempo. Señala que este “borra pruebas”,
facilita el “olvido” de las circunstancias en las cuales
se han cometido los crímenes, a lo que podríamos agregar
que una condena que llega tarde la más de las veces pierde
todo... contenido real.
Ejemplo de esto es el caso que bajo todo el gobierno K prácticamente
la única condena
que ha ocurrido es la del ex comisario Etchecolatz y no
mucho más... Esto ocurre cuando es sabido que hay cientos y
cientos de genocidas vivos y que siguen dando vueltas por
allí.
En
síntesis: en ningún caso hay que dejar de subrayar este
carácter relegitimador de la política K en este terreno y
el hecho de que –en su conjunto– se siga jugando con el
paso del tiempo y sólo se busquen algunas condenas
“ejemplificadoras”. Pero con igual o más fuerza, desde
ya que medidas como esta anulación, deben ser consideradas
–en todos sus alcances– como subproductos de la lucha
popular y ser utilizadas
desde abajo, desde los organismos independientes y la
izquierda, en todo lo que pueda significar un progreso real
en la lucha contra la impunidad.
[1]
Un caso extremo (pero representativo) de este mecanismo,
es el caso del chacal Pinochet en Chile, que murió con
más de 90 años, involucrado en un proceso judicial que
llevaba años (trabas mediante la trampa de una senaduría
vitalicia), pero que de tan maniobrero y extendido, no
alcanzó condena alguna en ninguna de las múltiples
causas que tenia abiertas!
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