|
Bolivia
entre el pactismo y el oficio de brujos
Constituyente,
autonomías, etnia y clase
Por Martín Camacho y
José Luis Rojo
“La Constituyente
puede inclusive no cambiar nada; lo fundamental es que los
indígenas, históricamente excluidos, sean los que estampen
con su firma la nueva Constitución” (Álvaro García
Linera).
Estamos
presentando un
análisis acerca de la marcha de la situación política en
el país andino. El mismo está destinado –casi
enteramente– a dar cuenta del proceso en curso en el seno
de la Asamblea Constituyente en la medida que, esta
instancia, está hoy en el centro de la vida política del
país. Más allá que el gobierno acaba de pasar un acuerdo
de 14 puntos con la derecha burguesa para que la misma
llegue “a buen puerto”, simultáneamente no dejan de
estar presentes determinado tipo de tensiones que una y otra
vez ponen, sobre la mesa, los peligros que se ciernen sobre
la unidad nacional del país.
Por último, pedimos disculpas porque hemos debido
dividir este artículo en dos partes, las que se publicarán
sucesivamente en esta y en la próxima edición de nuestro
periódico. La versión completa ya puede ser consultada en
www.socialismo-o-barbarie.org
El Congreso boliviano acaba de pasar un acuerdo entre el
gobierno y la oposición (Podemos, MNR, UN, etc.) para
postergar la Constituyente al 14 de diciembre. Con fecha de
vencimiento el 6 de agosto, se tenía que pasar, sí o sí,
este acuerdo con las oligarquías de la “Media Luna”
para que el paquete constitucional pueda ser
“encaminado”, so pena de una crisis política mayor. Es
que a medida que se acercaba la fecha “tope”, se venían
sumando tensiones y más
tensiones. A la propuesta masista –en la comisión de
“visión del país”– de que la nueva Constitución
reconozca “45 autonomías originarias y 36 lenguas
oficiales”... los departamentos del Oriente respondieron
apoyando el reclamo chuquisaqueño de la “capitalidad
plena” para la ciudad de Sucre (ciudad que es sede hoy
solamente del Poder Judicial y del funcionamiento mismo de
la Constituyente). Ante esta exigencia, las autoridades
departamentales de La Paz (sin mayor distinción de banderías
políticas)
redoblaron la
apuesta, convocando a un masivo Cabildo Abierto en El
Alto (un millón o más de asistentes).
Ni lerdas ni perezosas, las autoridades de Sucre hicieron lo
propio, movilizando entre 200.000 y 300.000 personas en
apoyo a sus reclamos, una cantidad nada despreciable dada la
población de la ciudad.
Una postergación
consensuada que no cierra la crisis
Es en este contexto, entonces, que en los primeros días
del mes de agosto y luego de semanas y semanas de tironeos y
amagues, se terminó
pasando este nuevo acuerdo. Básicamente, el mismo
establece el compromiso masista de aprobar por 2/3 cada artículo
de la Constitución, tal cual el reclamo de las oligarquías
y que constituye una vez más, otra
concesión del gobierno a la derecha.
Además, se acordó que cada despacho por mayoría y minoría
en artículos que no logren acuerdos, irá al Congreso…
para que éste formule las preguntas referidas a ser
sometidas a referéndum popular. También irá a referéndum
la Constitución reformada como un todo.
Sin embargo, si se ha hecho nuevamente evidente la voluntad
“pactista” del MAS y la reafirmación de garantías a
las oligarquías de la Media Luna, esto no quiere decir que
la crisis política abierta se haya cerrado; esta es (y
seguirá siendo) crónica
y recurrente.
Ahora mismo, representantes del propio MAS en la
Constituyente, como Román Loayza, aparecen cuestionando la
“intromisión” del Congreso. Está claro porqué: ¿acaso
no había dicho Morales y Linera que la Constituyente sería
“soberana” y “fundacional”?
En este contexto, de aquí a diciembre, lo que se puede
esperar es que los tironeos y amagues continúen.
En todo caso, la coyuntura se va a mover entre el “pactismo” y el “oficio de brujos”.
¿Qué queremos significar con esto último? En otros artículos
de este mismo periódico estamos señalando la caracterización
de que tanto el gobierno del MAS como las oligarquías del
Oriente –al convocar a los recientes Cabildos–
estuvieron jugando
con fuego. Es decir, al haber convocando a
movilizaciones desde arriba de tal magnitud (por objetivos
que no son propios de estas mismas masas;
porque no se trató de acciones independientes), no se puede
descartar que no se
les termine yendo las cosas de las manos. Porque cuando
se sacan cientos de miles a las calles con consignas contrapuestas
como “la sede no se mueve, la sede NO se cede” (en La Paz) o “la
sede SI se cede” (en el caso de Sucre) y se crispan y
polarizan los sentimientos, las consecuencias pueden ir mas
allá de los deseos y pactos de los convocantes.
Es por esta razón que vamos a intentar explicar qué problemas
de fondo están en juego en estas peligrosas movidas de
fichas que podría terminar resultando que más temprano que
tarde las masas terminen
entrando en la escena política como fue el caso de
octubre 2003 y mayo-junio 2005. Cuestión que, obviamente,
no es querida por ninguno de los dos contendientes que se
baten en las alturas del poder en la búsqueda de un pacto
constitucional que responda a sus intereses.
¿Cuestiones de mero “procedimiento”?
Desde la negociación para la convocatoria misma a la
Constituyente, ésta estuvo cruzada por cuestiones de “procedimiento”. Hay que recordar el sinnúmero de problemas que
estuvieron y siguen estando en discusión, evidenciando la
voluntad del gobierno masista de llegar a algún tipo de “pacto”
constitucional con los cruceños, que sin embargo no les
inhabilite para imponer algunas tibias
reformas vía la Constituyente que satisfagan las
expectativas de su propia base social. La contradicción es
que, al mismo tiempo, la
vocación de esta misma oligarquía es la de imponer límites
estrictos a los alcances de la Constituyente misma.
Empezando porque el 6 de julio del 2006 no sólo se votaron
los constituyentes sino que, al mismo tiempo, se llevó a
cabo el plebiscito por las autonomías departamentales,
donde si bien el NO ganó nacionalmente... no casualmente el
SI ganó en Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando exigiendo estos
departamentos, a partir de esa fecha, su efectivización.
Pero si se estaba convocando -en el mismo momento- a la
elección de los constituyentes: ¿no debería una auténtica
“constituyente” como poder soberano (como
“fundacional” la vendía el gobierno...) supuestamente
colocada por encima de todos los demás, resolver también
acerca de esta cuestión? Está claro que, en estas
condiciones, la Constituyente nació ya, desde el vamos, condicionada
y pactada y de ninguna manera “originaria” o
“fundacional” como ha pretendido venderla –sólo de
modo propagandístico– el MAS.
No se trató de la única limitación. La segunda fue el
pacto que pasaron Morales y Linera con Podemos, UN, MNR, MIR
y demás partidos de la derecha, acerca de la famosa
“cláusula cerrojo” de los 2/3. Es decir, que nada
importante podría ser votado en la Constituyente que no
pasara por una votación del 66% de los constituyentes
electos. Y la doble
garantía dada a las oligarquías vino del hecho que se
instrumentó un complejo sistema de votación (uninominales
y departamentales) por la cual incluso obteniendo el MAS una
abrumadora mayoría de los votos, quedaba garantizada una
representación de tipo digamos “federativa” por las
cuales las minorías se alzaban sí o sí con una
representación de al menos el 38% de los votos.
Claro está que el mecanismo pactado y aceptado de esta cláusula
cerrojo cuando pretendió ser “desconocido” –y se
sigue dando vueltas alrededor del mismo– por el propio
gobierno, desató esa serie larga de semanas y meses en la
cual la Constituyente estuvo en un punto muerto por la
discusión, precisamente, del artículo 70 del reglamento de
funcionamiento de la misma, entregándoles, de paso, una
falsa bandera “democrática” a las oligarquías.
¿Qué es lo que hay verdaderamente detrás de esta interminable
querella de procedimientos que se renueva a cada paso?
Debería estar ya –a estas alturas– muy claro: el MAS
eligió la vía
“pactada” para avanzar con la misma capitulando en
el carácter “soberano” y “fundacional” de la misma,
dándole garantías, y garantías suplementarias, a las
oligarquías de que nada sería tocado –en lo
fundamental– en lo que hace a las bases
estructurales del Estado boliviano.
Pero sin embargo, también está el hecho de que Morales y
Linera arrastran la contradicción
real ya señalada de que algunas reformas vía la
Constituyente necesitan sí o sí consagrar. Y, al mismo tiempo, desde la derecha,
no se hace más que meter presión para que estas garantías
sean respetadas, temerosas de cualquier cambio que se
pretenda introducir y buscando incluso –en todo lo
posible– inclinar más y más la vara para que el
reordenamiento del país que salga finalmente de la misma
sea lo menos
desfavorable para sus intereses.
Dos proyectos en pugna
En suma: detrás de la cuestiones de procedimiento, lo que
hay es una discusión de fondo acerca de “modelos”
de país. Que quede claro desde el vamos: ni el gobierno
de Morales y Linera, ni claro está la derecha, cuestionan
las bases estructurales que hacen de Bolivia un país capitalista
y dependiente. No es esto realmente lo que está en
juego entre ellos. Pero sin embargo, sí es verdad que ambos
sectores que están en pugna –en ultima instancia,
defensores del capitalismo–, sí
rivalizan a la hora de dos proyectos diversos de país.
En el caso del MAS y sobre la base de una orientación que
intenta recomponer la gobernabilidad del país, lo que se
está adelantando, es un proyecto tibiamente reformista que
como alfa y omega de todo tiene el recolocar
al Estado en un lugar preponderante en la vida política y
económica del país.
Sin llegar a ser un modelo verdaderamente capitalista de
Estado, ni haber tocado bases fundantes del modelo
neoliberal (no olvidar que sigue vigente –en lo
esencial– la 21.060) tiene elementos para ese lado. Varias veces ha repetido García Linera sus
planteos acerca que: “nuestras fuerzas se encaminan a la
puesta en marcha de un nuevo modelo económico que he
denominado, provisoriamente, ‘capitalismo andino-amazónico’.
Es decir, la
construcción de un Estado fuerte que regule
la expansión de la economía industrial, extraiga sus
excedentes y los transfiera al ámbito comunitario (...).
Para ello contamos con el Estado y con el excedente de los
hidrocarburos nacionalizados”.
Elementos capitalistas de Estado que suponen, entre otras
cosas, un cierto replanteo
de las relaciones de expoliación del país por parte de las
potencias imperialistas y “subimperialistas” (caso,
sobre todo, de Brasil) en la búsqueda que una parte mayor
de la renta petrolera y gasífera quede
en manos del Estado para que éste pueda garantizar la
gobernabilidad del país. Y junto con esto, Morales y Linera
pretenden dar satisfacción
–sobre todo– a las reivindicaciones democráticas
originarias de la abrumadora mayoría de la población
harta ya del dominio oligárquico-opresor histórico.
Por su parte, si los grandes grupos capitalistas de la
minería y del entorno del altiplano (la “vieja”
oligarquía, la reciclada después del ‘52) quedaron como
a la defensiva después del octubre del 2003, la posta
reaccionaria fue tomada desde el Oriente. Oriente que no
casualmente es sede de las reservas gasíferas e hidrocarburíferas,
así como de una pujante producción agrícola, ganadera y
agroindustrial, lo que ha dado lugar a la emergencia
de una “nueva oligarquía”, una “nueva rosca”
capitalista.
García Linera
la describe así: “el otro polo ordenador del campo político,
el sector que posee una clara imagen de lo que debería ser
el país en términos de vinculación a los mercados
externos, del papel de la inversión extranjera, de
subordinación del Estado a los negocios privados y de
preservación, o restauración, del viejo orden que los ha
encumbrado (...), es el empresariado
agro-exportador, financiero y de las petroleras, que
poseen el papel más dinámico, modernizador y ascendente de
la actividad económica nacional”.
Estos sectores reaccionarios tienen la particularidad que
han venido logrando
arrastrar a amplios sectores de masas en la convicción
de que los problemas de sus departamentos supuestamente
dependerían del... excesivo “centralismo” de
La Paz. Es decir, han logrado erigir un taparrabos
regionalista como forma de asegurar sus intereses (en el
fondo, lo que buscan, es asegurarse las “ganancias” de
20 años de neoliberalismo brutal y de despojo de las masas)
frente al vendaval que se abrió como subproducto de la
rebelión popular. Una reaccionaria hegemonía regionalista,
que si no logra hacerse valer nacionalmente, sí es
ampliamente hegemónica en la Media Luna y podría abrir
realmente la vía de la ruptura
de la unidad nacional del país si es que se exasperan
aun más las contradicciones.
Una crisis de Estado
Pero lo anterior nos lleva a profundizar en el diagnóstico
de la crisis del país. Está claro que se trata de una
crisis muy compleja
que combina –en sus bases materiales– la catástrofe de
la expoliación redoblada en los últimos 20 años por la
imposición del capitalismo neoliberal, con una crisis del régimen
político que sirvió de marco a la 21.060 y todos los
brutales ataques antiobreros y antipopulares que vinieron
junto y después de ella.
Pero sobre esta base, hay un elemento más: bajo la presión
de la emergencia de las masas en las calles y del
surgimiento del Oriente como polo económicamente dinámico
y políticamente conservador, lo que se terminó abriendo es
una verdadera crisis
de Estado. Es decir, una crisis donde lo que termina
estando en cuestión es la misma unidad
nacional del país. Claro está que esto no ocurre en
cualquier circunstancia, en estados “exitosos” o que
pasan por situaciones de estabilidad.
Ilustrando esta idea, Linera señala que “no se debe
olvidar que las construcciones nacionales modernas, como
hechos de unificación cultural y política, se levantan
sobre procesos exitosos de retención y redistribución del excedente
industrial-mercantil; de ahí que las propuestas de autonomía
departamental de los Comités Cívicos, cíclicamente
reivindicada cada vez que hay una
renta hidrocarburífera a disponer, o de autogobierno
indígena, con la que distintos grupos sociales regionales
cuestionan la configuración del bloque de poder estatal y
el ordenamiento institucional; develan a su modo las fallas
de un orden económico de larga data”.
Pero precisamente, cuando lo que se vive es una crisis de
la magnitud de la que está latente en el país –aunque
hoy esté mediatizada
por el gobierno del MAS– lo
que emerge son las tensiones de los sectores que buscan
“salvarse” de alguna manera o poner a “resguardo”
sus intereses económico-sociales. De ahí las
reaccionarias campañas cruceñas respecto que en el
altiplano, sus poblaciones serían “vagas”, que no les
gustaría “trabajar”, etc. En el fondo, lo que buscan,
es una manera de ponerse
a resguardo de la emergencia de rebelión popular que ha
tenido epicentro en el centro político del país y porque
desconfían de la receta masista para lograr aplacar los ánimos.
Es decir, la crisis ha llevado a una “disociación entre el poderío económico en ‘Oriente’, y poderío
político de los movimientos sociales en ‘Occidente’ y,
con ello, a una apertura
de las tijeras de la estabilidad pues los componentes del poder se
hallan repartidos
en dos zonas distintas, en dos regiones distintas, sin
posibilidad inmediata de que una logre desplazar o
derrotar a la otra de la posición que ocupa. El poder económico
ascendente, pese a sus problemas, se ha desplazado de
Occidente a Oriente, pero el poder sociopolítico de
movilización, se ha reforzado en Occidente, dando lugar a
una nueva incertidumbre geográfica del poder estatal en los siguientes
años”.
Es decir, la verdadera crisis de Estado que se ha terminado
configurando en Bolivia, es el subproducto de dos elementos: uno más “estructural”, que da cuenta de la señalada
“incertidumbre geográfica del poder”. Y otro más
“político”, que tiene que ver con la emergencia de los
movimientos sociales en el eje de El Alto, La Paz y Oruro.
Lo que no está claro es si esta “incertidumbre geográfica
del poder” que configura una crisis de Estado a su vez
montada sobre el ciclo de rebelión popular y sus dramáticas
contradicciones económico-sociales, podrán
ser resueltas de manera “pactada” o detonarán la
emergencia de elementos de guerra civil...
[1]
Políticos conservadores como José Luis Paredes (ex
MIR) o Manuel Doria Medina (UN) se hicieron ver por el
Cabildo, el que fue convocado por Juan del Granado (del
Movimiento Sin Miedo), alcalde de La Paz. Los que no se
hicieron ver, pero obviamente apoyaron, fueron los
funcionarios del gobierno masista.
[2]
Los medios periodísticos han referido que el de El Alto
habría sido “la mayor concentración de personas que
jamás se haya visto en el país en toda su historia”.
Y señalan que entre otras referencias comparativas
inmediatas (“olvidándose”, no casualmente, de las
jornadas de octubre 2003) estarían “el Cabildo cruceño
del 2 de julio de 2006, la misa oficiada por el papa
Juan Pablo II en 1987, y la concentración en la plaza
San Francisco de La Paz el 10 de octubre de 1982, cuando
el retorno de la democracia”.
[3]
Es decir, no deja de tener gran importancia política
donde esté la sede del poder; sede que, evidentemente,
se intenta sacar de El Alto y La Paz, lugar de las
jornadas revolucionarias de octubre y mayo-junio. Pero,
al mismo tiempo, se trata de una cuestión que NO tiene
que ver con reivindicaciones propias
de los obreros y campesinos o con sus intereses de
clase. Se trata, mas bien, de una disputa por la distribución del poder y las influencia en las
alturas de las clases dominantes.
[4]
Que esto no era todo estaba claro desde el comienzo
mismo de la elección presidencial en diciembre del
2005, donde bajo el gobierno transitorio de Rodríguez
Velze, ya las oligarquías se habían asegurado el mismo
dia de la elección presidencial, la instauración de
las elecciones de los prefectos departamentales por voto
universal, votación que se efectivizó ese mismo día.
Es decir, un condicionamiento más al poder central de La Paz desde el comienzo
mismo del gobierno del MAS.
[5]
Podemos es el partido de Jorge Quiroga, ex vice de
Banzer y candidato presidencial de la oposición en las
elecciones que ganó Evo. UN (Unión Nacional) es otro
partido patronal, desprendimiento del MIR y liderado por
el empresario occidental y del cemento, Doria Medina. El
MNR es el viejo partido de Paz Estensoro y Sánchez de
Losada, que quedó muy golpeado luego de la caída de
este ultimo en octubre 2003.
[6]
El complejo mecanismo consagró que en las 70
circunscripciones locales (antes llamadas
“uninominales”), el vencedor lograba dos
constituyentes, y la primer minoría una tercera,
sumando un total de 210 elegidos. Al mismo tiempo, en
las 9 circunscripciones departamentales, el vencedor
lograba sólo 2 curiles, mientras que los otros tres se
repartieron de a uno entre las tres siguientes minorías.
Por lo tanto, incluso si un partido ganaba en todas las
circunscripciones,
tendría no más de un 62% de los constituyentes... es
decir un 4% por debajo del 66% como mínimo exigible
para las votaciones en la Constituyente misma. En
estas condiciones, con el 51% de los votos, el MAS ganó
137 de los 255 curiles (quedando subrepresentado),
mientras que Podemos (con solo el 15% de los votos) y
demás agrupaciones de la derecha, con una proporción
de votos mucho menor, quedaron claramente sobrerepresentados.
Y todo esto por no volver a repetir el hecho de que
contra las promesas anteriores del MAS en la elección
de Constituyentes solamente se aceptó la votación vía
voto universal de los mismas y no los mecanismos de
representación comunitarios y sindicales de los que
tanto se había hablando anteriormente (datos tomados de
la revista Willka, año 1, nº1, El Alto, Bolivia,
2007).
[8]
Más abajo explicaremos porqué, dentro de los estrechos
límites puramente “políticos” en los que se quiere
dar lugar a esta satisfacción, la opresión nacional de
la población originaria y sus derechos iguales, no
pueden realmente ser satisfechos.
[9]
García Linera, “Memorias de octubre”, La Muela del
Diablo, 2004, pp. 76.
[11]
García Linera, “Memorias de octubre”, La Muela del
Diablo, 2004, pp. 67. Evidentemente Linera
es más interesante como analista que como
vicepresidente...
|
|