Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 109, 31/08/07
 

 

 

 

 

 

Perú

Peores que los terremotos

Lo sucedido al pueblo hermano de Perú es buen ejemplo de cómo funcionan las cosas en este sistema. Veamos algunos pantallazos.

Días y días desfilaron por TV las imágenes de la tragedia. En todas se veía lo mismo: ni una sola construcción antisísmica en una de las regiones más convulsivas del planeta. Sólo ladrillos y más ladrillos de pobre adobe.

Al mismo tiempo, Ica, Pisco y demás pueblos de la costa al sur de Lima eran uno de los centros del “milagro peruano”; es decir, del vertiginoso “crecimiento económico” de los últimos años, con un promedio de casi el 8% anual (que era más alto aun en esa zona). El auge de la construcción en Perú fue incluso mayor: del 14% anual... [1] Pero de este “crecimiento” no se malgastó un solo dólar en algo tan antieconómico como construir viviendas antisísmicas para los pobres.

Ica era el centro de la agroindustria exportadora, un negocio tan floreciente como la exportación de minerales. Pero el ser grandes exportadores agrarios no impidió que, producido el terremoto, la gente de la región se muriera de hambre, con quizás más víctimas que las causadas por el derrumbe de los edificios.

Producido el terremoto, el presidente Alan García corrió a la televisión a informar que no tenía mayor gravedad. Los primeros reportes eran de no más de 20 muertos. Peor aun, el Sr. Presidente ni siquiera parecía saber con certeza dónde había ocurrido, ni que ciudades había afectado.

Aunque Alan García ya viene manchado de sangre desde su primer mandato, esta vez su desprecio por la vida humana (más aun si se trata de pobres) fue potenciado por otro hecho increíble: ante el terremoto, las compañías de privatizadas –con nuestra conocida Telefónica de España a la cabeza– cortaron de inmediato las comunicaciones. El mismo Alan García demoró casi dos horas en poder hablar con su primer ministro.

Sin embargo, la acción criminal de cesar los servicios en semejante situación, no tuvo la menor consecuencia para sus responsables. Desde el gobierno corrieron a justificar a las compañías.

Hace dos años, el Centro de Investigaciones Sísmicas de la Universidad Nacional de Ingeniería de Perú, había alertado que se estaba por producir un terremoto de esta envergadura.

El estado capitalista y sus gobiernos tenían conocimiento de eso y no tomaron la menor medida de prevención. Y no hablemos de construcciones antisísmicas: simplemente no había nada de nada: ni personal, ni medios, ni organización, ni plan alguno, ya sea de rescatistas, sanidad, alimentación, etc. Así, los primeros días fueron de una parálisis total del estado y del gobierno.

En cambio, el estado peruano es eficiente en otros rubros. Poco antes del terremoto, se había movilizado ágilmente para masacrar las huelgas y manifestaciones obreras, campesinas y estudiantiles del 11 y 12 de julio. Dieciocho muertos, incontables heridos y centenares de detenidos probaron que el gobierno de Alan García y el estado burgués peruano no son tan inútiles como parecen... Claro que es más difícil reprimir a un terremoto...

Lo más conmovedor fue la solidaridad nacional y mundial de los capitalistas. La encabezaron los empresarios del transporte de Lima que, enterados del sismo, se solidarizaron aumentando tres o cuatro veces los precios de los pasajes de buses a la zona afectada.

Siguieron el ejemplo los capitalistas de la construcción. Empresas constructoras multimillonarias como Graña, Montero y otras, no pusieron inicialmente ni una pala a disposición de las tareas de rescate. Alan García debió aparecer en los medios mendigándoles equipos... Por supuesto, aparte de esos ruegos, el gobierno no tomó la única medida que hubiese correspondido: requisar las maquinarias de esos desalmados...

Pero el premio a la solidaridad lo ganó Bush: conmovido, anunció que EEUU donaría 100.000 dólares para ayudar a las víctimas. En esos días, su gobierno había volcado 17.000.000.000 US$ (diecisiete mil millones de dólares) a Wall Street para cubrir las bancarrotas y estafas de los especuladores inmobiliarios. O sea, 170.000 veces más.

Posiblemente, la generosidad de Bush en relación a Perú fue cohibida porque, después del terremoto, comenzó a funcionar un mecanismo mucho más eficaz que el de la asistencia del estado a las víctimas. Este mecanismo es el del robo de las donaciones y ayudas, un clásico del capitalismo, desde Ica y Pisco hasta Nueva Orleáns.

Hugo Blanco, el histórico revolucionario peruano, lo describe así:

En el terremoto de 1950 en el Cusco colaboré como voluntario en el sistema de ayuda. Mi tarea era empadronar a los damnificados y sus necesidades. Al principio éramos recibidos con cariño, pero cuanto más avanzábamos en el trabajo iba creciendo la hostilidad, la gente reventaba: «¡Nos han empadronado diez veces y no nos llega nada!».

“Eso era cierto, la ayuda nacional e internacional fue devorada por los buitres de la burocracia oficial. Cuando el terremoto de Ancash en 1977, estando preso, me enteré de que sucedió lo mismo.

“Ahora es igual. Los buitres de la burocracia oficial están engordando con el dolor de las víctimas...”

Evidentemente, el capitalismo, sus estados y sus gobiernos son peores que los terremotos.


Nota:

1.- Jürgen Schuldt, “El primer año del segundo Alan García”, La Insignia, 02/08/07.