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Bolivia:
grave crisis en la vía pactada para la Constituyente
La
unidad nacional en riesgo
Por Martín Camacho y José Luis
Rojo
En los últimos días se ha evidenciado nuevamente la
gravísima crisis y polarización que enfrenta al gobierno
de Evo con las oligarquías del Oriente. En menos de una
semana se pasó del acuerdo de 14 puntos en el congreso, que
supuestamente debería encaminar las tareas de la
constituyente, a la “guerra” a trompadas entre los
diputados del mismo congreso nacional, al paro de la
medialuna oligárquica del 28 poniendo otra vez en crisis a
la constituyente.
El artículo que estamos presentando es la continuación
del que publicamos en nuestra edición anterior y muestra
que los elementos de enfrentamiento, entre ambos
contendientes, en las alturas comienzan a poner en riesgo la
unidad nacional del país.
Es en estas condiciones que se ven los límites
estrictamente reformistas
del gobierno del MAS. Desde el vamos, aun antes de asumir,
García Linera señalaba que en Bolivia habría un “empate
catastrófico” en las relaciones de fuerzas y que “no
habría otra alternativa” que ir a una salida “pactada” de la crisis... El propio Evo Morales cuando
inauguraba la Constituyente el 6 de agosto del año pasado
señalaba que “La Asamblea Constituyente no es para
subordinar a nadie, el movimiento campesino originario jamás
ha sometido a nadie, pero ha sido sometido; jamás ha
discriminado a nadie, pero ha sido discriminado. No se trata
de revanchismos, sino cambios
concertados para des-conolonizar y des-neoliberalizar
Bolivia”.
“Cambios concertados”. He ahí, fielmente reflejado, el
programa del MAS en la Constituyente y más en general, en
lo que hace a su acción de gobierno. De ahí, precisamente,
la estrategia de la búsqueda de una Constituyente pactada.
Y como directa consecuencia de ello, vinieron
las “cláusulas cerrojo” y todas las garantías
suplementarias a la Media Luna.
Pero esto encierra un problema y una grave contradicción
que de manera recurrente se ha venido haciendo presente. Es
que al tiempo que se pacta y se re-pacta la Constituyente
con la derecha, el gobierno del MAS tiene la necesidad de conceder algo
a las masas originarias y populares que siguen mirando con
mucha expectativa lo que de la Constituyente pueda salir. No
queremos decir que esto haya sido un obstáculo para que el
gobierno masista no haya ido vaciando de contenido –una a
una– las reivindicaciones del octubre. Así ha venido
ocurriendo con la falsa “nacionalización” del gas (que,
en el fondo, no se trató más que de una renegociación de
los contratos con las petroleras) o el caso de la anunciada
–con bombos y platillos– “revolución agraria” y que
no llega siquiera a una mera reforma consecuente.
Pero sin embargo, cada artículo que se pone en discusión,
da lugar a debate y contradicción. Porque existen
contradicciones y tensiones reales
a la hora del reordenamiento del país que se hacen difíciles
(pero no decimos que sea imposible) saldar.
Porque hay –en las alturas– un choque entre dos tendencias contrapuestas: la del MAS, que pretende
imponer lo más que pueda de su agenda “reformista” (que
incluye un determinado nivel de autonomía para los pueblos
originarios); y, la de la derecha y los cruceños, que
pretende acotar los aires “reformistas” a su mínima
expresión, con la expectativa, suplementaria, de imponer su propia agenda.
Los cruceños pretenden dar estatus constitucional a las autonomías departamentales. El MAS, para
“negociar” pero también para dar alguna satisfacción a
su base social (básicamente campesina-originaria)
“contraataca” con el planteo del reconocimiento
de 45 autonomías originarias y 36 idiomas oficiales...
La derecha, entonces, dice que las autonomías
departamentales “quedarían
en papel mojado”...
y el conflicto queda planteado.
Como señala el semanario Pulso: “La vedette del debate
de fondo de este momento de crisis es, sin duda, la autonomía (...). Mario Orellana Mamani, asambleísta masista de la
comisión de “Visión de País” asegura que ‘el nuevo
tipo de Estado que proponen, el Plurinacional, unitario y
comunitario y el de la comunidad de naciones (...) tiene que
ver con la mayor participación que los pueblos indígenas
tendrán en el Congreso o Asamblea Plurinacional”.
Pero –mostrando la contradicción existente entre ambas
“autonomías”– luego agrega que “los comités cívicos
y los prefectos de la autodenominada Media Luna, seguramente
pretenden imponer un modelo de autonomía departamental que,
por un lado, no
comparta sus recursos financieros con las provincias y,
por el otro, no permita que los pueblos indígenas
desarrollen dinámicas autonómicas” y subrayan que
“ahora no queda duda que el principal objetivo del modelo
de autonomía que propugnan los cívicos cruceños es la captura
del control de los bosques y la tierra”.
A esto se le agregan otros
elementos de “disputa”. El gobierno coloca el
planteo de la votación a partir de los 16 años; del voto
para los inmigrantes que viven en el exterior del país; de
la re-elección presidencial ilimitada con el mecanismo del
referéndum revocatorio... Y la oposición lanza entonces la
acusación de que Morales pretendería “erigirse en un
dictador estilo Hugo Chávez”.
Las contradicciones anteriores ilustran entonces los
problemas recurrentes que enfrenta la vía “pactista” y
abren interrogantes respecto del éxito de la misma. Vía,
que sin embargo, es la que se pretende que, finalmente, y
luego de muchos “amagues” de ambas partes, llegue a buen
puerto...
El final está abierto.
Constituyente, etnia y clase
Sin embargo, superpuesto a lo anterior, hay –a nuestro
modo de ver– una contradicción que es más básica
y fundamental. Esta no
tiene que ver con la pelea en las alturas, sino con la relación entre el gobierno del MAS, la Constituyente y las propias
masas explotadas y oprimidas. Porque la Constituyente
boliviana está cruzada por el problema que enfrentan –en
el límite– todas las constituyentes, por más
“soberanas” que las mismas se declaren. Es que por más
“derechos” que se otorguen en
el papel, si las condiciones sociales básicas
de la vida y explotación de los obreros y campesinos no cambian, estos derechos –por mínimos que sean– no podrán
ser realmente
utilizados.
En este sentido, Silvia Rivera Cusicanqui, señala que
desde los sectores populares del campo y la ciudad se ha
llegado a concebir la Asamblea Constituyente como “una
suerte de talismán o
varita mágica, mediante la cual se revertirían radicalmente todos los procesos de degradación
de la democracia y erosión de las condiciones de
vida de la población”.
Pero aquí está justamente el gran problema: se podrá
declarar una y mil veces el carácter “multiétnico”,
“pluricultural” e, incluso, “plurinacional” del país;
se podrá decretar la “igualdad étnica” de las
personas. Pero resulta ser que si el originario es a la vez
un obrero o asalariado explotado por un patrón, en la
medida que Bolivia siga siendo capitalista... su condición
social básica de explotado cambiaría poco
y nada. Mientras que el patrón seguirá viviendo de la
explotación del trabajo de obrero, éste seguirá
padeciendo en la miseria y no hay derecho ni dios “igualitario” que pueda cambiar esto, por más
que esté sancionado en la “ley de leyes”!
El propio Félix Patzi Paco, reconocido intelectual indigenista
y ex Ministro de Educación del gobierno del MAS, se
interroga: “¿Ustedes creen en la Constitución Política
del Estado? Cuando se habla, en el artículo primero y en el
171, del reconocimiento (de los derechos indígenas) ¿qué
implicancia tiene este reconocimiento?, ¿será que reconoce
la diversidad, la multiculturalidad con toda su implicancia
en cuanto sistema económico y político?”.
Precisamente, ya hace dos años atrás alertábamos que los
planteos de reforma meramente “democráticos-formales”
(como los que enarbola –y aún así, muy tibiamente– el
MAS en la Constituyente) tienen el talón de Aquiles, de que
“al no cuestionar las bases sociales del Estado capitalista
boliviano, de ninguna manera pueden crear las
condiciones para una verdadera solución del problema
nacional indígena”.
Es decir, siquiera los problemas democráticos más
elementales tienen solución bajo la continuidad
de una Bolivia capitalista y dependiente, aunque ésta
sea la Bolivia “reformada” por el MAS. Y agregábamos al
respecto que: “lo que constituye un error y una recaída idealista
es perder de vista que toda sociedad se basa en determinadas
relaciones materiales de intercambio del hombre con la
naturaleza (y, entre sí) a nivel de su formación social.
Si se pierde de vista esta articulación (...), lo que se
perderá es la formación de clase de la sociedad (...). El
hecho de que en Bolivia exista una cuestión nacional de
importancia inmensa como es la cuestión indígena, no puede
hacer perder de vista sobre qué relaciones de producción y explotación se apoya esa misma
sociedad”.
Porque, en última instancia, si no se solucionan los
problemas a nivel de la base material de la misma sociedad,
no habrá derechos democráticos que alcancen. Pero está
claro que este es el límite del tímido reformismo del MAS:
de ninguna manera está
dispuesto a cuestionar el carácter capitalista del país.
Por una Bolivia Socialista, obrera, originaria, campesina y
popular
En el contexto de pugnas y pactismo en las alturas que
venimos señalando, no es casual que Morales haya convocado
a un desfile militar... en Santa Cruz en la semana de la
independencia. Es que Morales (a no olvidarlo) es –al
mismo tiempo que un símbolo, obviamente, más virtual que
real, de “poder” originario-campesino–, el actual...
jefe de Estado de la Bolivia capitalista. Bolivia que
–históricamente- ha tenido una conformación unitaria
y que el proyecto de Constitución del MAS viene a ratificar.
Es decir, el gobierno masista se presenta como el garante
de la unidad del país. Y no es casual tampoco que la
principal institución del mismo Estado, las Fuerzas Armadas
(y a la cual Morales viene dedicando importantes esfuerzos
de reconocimiento a lo largo de toda su gestión) también
sean presentadas (y, de hecho, lo son, por lo menos en lo
que hace a la actual conducción) como “garantes
de esa unidad nacional” del país. De ahí el nada
casual desfile oficialista en Santa Cruz y el discurso de
Wilfredo Vargas (Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas
de Bolivia) que se plantó contra los que “amenazan
la institucionalidad y unidad del país”…
En estas condiciones, y a pesar de las múltiples
contradicciones ampliamente descriptas aquí, para nada se
puede descartar el hecho que la perspectiva más
probable sigue siendo que, aún cruzada por múltiples
presiones, contradicciones y crisis, finalmente se arribe a
algún tipo de pacto constitucional entre ambas fracciones. Insistimos, a pesar de
todos los pesares, ésta sigue siendo la perspectiva más
probable, como se
evidencia en el acuerdo de postergación al 14 de diciembre.
Esto es así, incluso por consideraciones políticas que
hacen al momento de “mediación” que se sigue viviendo
hoy en el ciclo de las Rebeliones Populares en Latinoamérica.
Sin embargo, también hay que tener presente la otra
alternativa (que expresa otra de las tendencias actuantes en
la región): la eventualidad del desencadenamiento de
elementos de enfrentamientos físicos y/o de guerra civil con base territorial y
con sectores patronales divididos entre los dos
“bandos”. Es que al tiempo que se hacen presentes los
elementos de “mediación”, la crisis de fondo que ha
dado origen a este verdadero ciclo de rebeliones populares
regional y local, no
ha sido resuelta. Y las contradicciones podrían –en
cualquier giro de las circunstancias– polarizarse.
Ahora mismo, estamos señalando cómo ambos contendientes
siguen jugando de aprendices de brujo al poner en las calles –desde arriba– ingentes
sectores de masas alrededor de la pugna por la
capitalidad de La Paz o Sucre.
En estas condiciones, lo importante es subrayar que frente
a cualquiera de las dos circunstancias, cada vez se hace más
perentorio e imprescindible, que los trabajadores den pasos
por poner en pie una alternativa independiente, de clase.
En este sentido, es muy grave el curso crecientemente
adaptacionista de la COB y el hecho que salvo los
contingentes mineros asalariados de Huanuni, los docentes
urbanos de La Paz, algunos sectores universitarios y lugares
de radicación de la nueva clase obrera de El Alto, todas
las demás representaciones están cooptadas crecientemente
por el gobierno masista.
Pero el hecho es que ni el gobierno de Frente Popular, ni
la oligarquía cruceña expresan realmente los intereses más
profundos de las masas explotados y oprimidas del país. Con
“pactismo” o con guerra civil, los trabajadores de la
ciudad y el campo NO deberán embanderarse con alguno de los
“campos” (burgueses) en pugna, sino construir un camino
independiente y de clase. Una Bolivia
Socialista, obrera, originaria, campesina y popular.
[1]
En este sentido, el congresista conservador y también
conocido sociólogo Jorge Lazarte señala a este
respecto que: “Si se define el Estado como
plurinacional en el primer artículo de la Constitución
Política del Estado, entonces todas las naciones
integrantes tendrán derecho a un territorio y, por
tanto, perderán
sentido las autonomías departamentales”. Pulso nº
402.
[4]
Comenta también Pulso, referido a las
“tribulaciones” de distintos congresistas respecto
de la evolución de las sesiones: “¿Cómo se resolverá
la Asamblea? ¿Habrá llegado la hora de realizar un pacto
entre las fuerzas políticas que la conforman? Para
el MNR (...) no hay otra alternativa (...) si no es a
través de un gran acuerdo entre todos los partidos políticos
y agrupaciones ciudadanas”. Y luego transcribe la
opinión de Saúl Avalos (del MAS) acerca de que los
asambleístas “están obligados a realizar un pacto. Este se lograría sentándose en una
mesa y dialogando con las fuerzas opositoras”. Y
luego, la redacción de Pulso, señala que “el asambleísta
oficialista reconoce que para conseguirlo, habrá que
relegar consignas incluso de su partido; ‘somos
concientes de que no todo puede estar. Esperemos que
todas las fuerzas políticas entren a esta negociación
predispuestos a perder algo”. Pulso, nº 403.
[5]
En revista Subversión, nº1, Cochabamba, 2006.
[6]
Hay que señalar que ya estas “palabras” encierran
también materia de debate en la Constituyente, porque
si –en realidad- la multiculturalidad y multietnicidad
ya está reconocida en la Constitución del ’94, el
planteo de “plurinacionalidad” si ha dado ahora al
agudo debate que estamos señalando arriba. Con ser esta
cuestión una específica –que de aplicarse
consecuentemente, lo que dudamos- haría a la
autodeterminación de los pueblos indígenas, la misma nunca
podría ser plenamente aprovechada sobre una base
material estrecha, tributaria de la continuidad del
capitalismo en Bolivia.
[7]
“La Pluriculturalidad en la CPE”. Patzi Paco,
Subversión, nº1, Cochabamba, 2006.
[8]
“Crítica al romanticismo anticapitalista”. En
Rebeliones en América Latina, Buenos Aires, 2005, pp.
23.
[9]
Roberto Sáenz, ídem, pp. 22. En el mismo sentido, un
reciente Boletín del CEDLA (Foro Permanente sobre la
Reforma del Estado, nº5, enero 2007) señala muy
apropiadamente que “muchas veces tendemos a mirar la
división administrativa y política del país con un
sentido de abstracción
de lo que son las relaciones sociales, en las que
normalmente se encuentran las relaciones de dominación
por el uso del poder y relaciones de explotación (...)
¿Quién nos puede asegurar que con mayor autonomía
vamos a tener menos explotación del trabajo en La Paz,
Cochabamba, Potosí, Chuquisaca, Beni o Pando? ¿Quién
nos puede asegurar que, por ejemplo, vamos a poder tener
un salario mínimo mayor al actual? ¿Quién nos puede
asegurar que la autonomía soluciona los grandes
problemas de desarrollo en Bolivia”. Está claro que nadie,
porque resolver los problemas planteados por el CEDLA
requiere de una revolución SOCIAL y no una meramente “popular y democrática” como dice
defender el MAS.
[10]
Esto mismo atañe a las miradas romántica que se hace
de las formas de producción comunales desde las
corrientes indigenistas. Por más derechos “iguales”
que se puedan reconocer, en el contexto de una economía
nacional, regional y mundial
capitalista, ¿cómo y de qué manera estas economías
comunales podrían competir en un pie de igualdad con
una gran empresa capitalista de producción? No hay
“dios” que pudiera lograr esto, por más
“sostenimiento” que García Linera pretenda
otorgarles desde el Estado.
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