Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 110, 13/09/07
 

 

 

 

 

 

Hacia las elecciones del 28 de octubre

Candidatos de los trabajadores contra el “acuerdo social” tramposo

A partir de esta edición y hasta las elecciones, además de ir presentando en la contratapa de nuestra publicación los candidatos del nuevo MAS en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores por el Socialismo (FITS), en este espacio se desarrollarán algunos de los respectivos ejes de intervención de las compañeras y compañeros.

El “acuerdo social” es enemigo de los trabajadores

Los últimos meses del gobierno de Kirchner se están haciendo cada vez más difíciles de aguantar. El ya insuficiente aumento salarial acordado por la burocracia en abril-mayo ya fue devorado hace rato por la inflación, que en los artículos de primera necesidad está por las nubes, digan lo que digan los números del INDEK. El transporte en todas sus variantes está al borde del colapso. Las concesionarias piden a gritos que les concedan tarifazos. A todo esto, pasado el pico de la crisis energética del invierno, ya se viene la del verano.

Por su parte, los empresarios y los acreedores de la deuda piden que el gobierno gaste menos y pague más, cosa que tanto Kirchner como Cristina ya han asegurado que harán después de octubre. Eso significa, en criollo, ajustar las cuentas del Estado para garantizar el superávit fiscal, que Cristina ya prometió que será más alto que antes. Las grandes decisiones políticas están “suspendidas”: todo lo importante, pareciera, se va a hacer después de octubre. ¿Pero cómo piensan los Kirchner arreglar todo esto? La respuesta “mágica” es acuerdo social.

Cataratas de pavadas se han dicho sobre el acuerdo social: “la unidad de los argentinos”, “tiremos todos juntos”, “ponernos de acuerdo en los temas de Estado”, “hacer como en España” (o como en Irlanda, o como en...), “definir políticas a largo plazo”... Todo muy lindo. Pero es puro verso.

La verdad sobre el “acuerdo social” es muy sencilla. Se trata de resolver quién va a pagar los platos rotos. Los empresarios reclaman más ganancias para decidir más inversiones. Los pagos de la deuda se van a hacer más importantes. El superávit del Estado no alcanza para todo. La inflación sigue creciendo. ¿Y entonces?

Entonces, que paguen los trabajadores. ¿De qué manera? Simple: los salarios crecerán menos que la inflación, y la rentabilidad del capital será mayor. ¿Cómo se arregla eso? Todo legal: se reúnen las patronales, el gobierno y los burócratas de la CGT y la CTA. Arreglan un aumento de salarios, eso sí, atado a condiciones de trabajo a medida de los empresarios. La inflación se lo come mucho antes de que llegue el nuevo aumento, pero una vez firmado, alpiste. Porque el “acuerdo nacional” exigirá de los trabajadores el compromiso de no protestar. Una vez retirado el aumento de la ventanilla del acuerdo social, no se admitirán reclamos.

¿Le suena conocido? No es de extrañar: es lo que pasó este año. Y es lo que Cristina, los empresarios y los burócratas sindicales quieren que pase el año que viene y todos los años, sólo que con bombos y platillos, lágrimas de cocodrilo por “la unidad nacional” y discursos sobre el “esfuerzo patriótico”.

Es este despojo del bolsillo de los trabajadores lo que nos quieren vender como “acuerdo nacional”. No hace falta decir que todos los partidos y candidatos del régimen (Carrió, Lavagna, López Murphy, Sobisch, Rodríguez Saá...) están completamente a favor de esto, que es la definición política más importante, aunque critiquen al oficialismo por otros temas. Ninguno de ellos tiene nada que ver con los trabajadores ni con sus luchas, sus intereses, sus problemas y su vida. Viven en otro mundo.

Cristina gobernará para los ricos

Eso vale en primer lugar para la candidata oficialista Cristina Fernández de Kirchner, que está haciendo una campaña electoral insólita: mientras los trabajadores y los sectores populares la miran por TV, ella se muestra en cuanto alto foro empresario nacional o internacional puede. No pasa día sin que le dé garantías a los poderosos de que no tienen nada que temer de su gobierno. Y, no casualmente, por ahora jamás se dirigió a los sectores populares, ni siquiera para hacer promesas demagógicas.

Así, a los dueños de la Argentina reunidos en IDEA les aseguró que “no es pecado ganar dinero” (aunque sea con el sudor de la frente… de otros) y que pueden invertir tranquilos, que van a seguir, como hasta ahora, llevándose jugosas ganancias. En Alemania juró que su futuro gobierno tendrá toda la “vocación de pagar” una deuda que, lejos de haber desaparecido del horizonte, se volverá una carga cada vez más pesada. Ya está en curso una negociación con el FMI que le permita a los Kirchner jugar el juego que más les gusta: cumplir con los poderosos pero cacarear “independencia” y “soberanía”.

Cristina ya lo había adelantado antes de oficializar su candidatura: llegó la hora de la “normalización” para que los capitalistas aumenten sus inversiones. Con sus vestidos de Dior y sus tacos altos, eso es lo que promete en cada encuentro con los empresarios.

Ni hablar del candidato oficialista a gobernador bonaerense, Daniel Scioli, quien además de ser un saltimbanqui ideológico (fue menemista, duhaldista y kirchnerista, siempre en los momentos oportunos) es un perfecto representante de los políticos salidos de la farándula para aprovechar su popularidad al servicio de los ricos.

¿Qué lugar tienen los trabajadores y los sectores populares en este esquema? Uno solo: el de carne de explotación para que los dividendos de los accionistas suban y se cumpla el pronóstico de Cristina de que “Argentina va a seguir siendo un gran lugar para hacer negocios”. Los que no harán ningún negocio con Cristina presidenta serán los trabajadores. ¡No hay que dejarse engañar!

Un anuncio de lo que se viene: Gendarmería y persecuciones para los que luchan

Justamente, si hay algo que en estos años ha perturbado el “clima de negocios” en la Argentina han sido las duras peleas de los trabajadores, que se resisten a aceptar la continuidad de las relaciones laborales heredadas de la década de Menem. La relativa novedad es que, de la mano del discurso de la “normalización” y la “institucionalización”, ya está en marcha un plan de poner en caja a las luchas de los trabajadores, si es necesario recurriendo a la represión, la persecución judicial y otros mecanismos nada “progres”.

La propia Cristina lo anticipó: “el 2008 va a ser un año de conflictividad social”. Y sabe muy bien por qué lo dice. Como ya señalamos, entre la inflación que va a seguir al galope, el ajuste de las cuentas fiscales y el torniquete salarial en las paritarias (con la ayuda de los traidores de la CGT y la CTA), es seguro que las luchas salariales duras de los últimos años van a continuar.

Y la actitud que tomará el futuro gobierno ya se deja ver hoy. Kirchner mandó la Gendarmería a Santa Cruz contra los docentes y al Hospital Francés contra los trabajadores que defienden la fuente de trabajo y la salud de los pacientes. Antes había mandado la patota al Francés para golpear a los luchadores. El Hospital de Clínicas y el INDEC fueron militarizados por el gobierno. A los trabajadores del subte les mandaron, en sucesivas luchas, a la Guardia de Infantería y a la Federal. El Ministerio de Trabajo actúa en total complicidad con Metrovías (que recibe subsidios multimillonarios para no invertir nada y que se viaje cada día peor y con más riesgo) abriendo causas contra los delegados elegidos democráticamente por la mayoría de los trabajadores. ¿Por qué? Porque denuncian falta de mantenimiento e inseguridad en el transporte. Los directivos y técnicos del INDEC que se negaron a avalar las manipulaciones de índices repudiados por el país entero son desplazados y perseguidos. ¿El motivo? Se atrevieron a declarar en sede judicial contra las truchadas del gobierno.

El criterio es demasiado evidente: Néstor (ahora) y Cristina (después) buscarán abrochar la “paz social” con los capitalistas explotadores y con burócratas que viven de cualquier cosa menos de un sueldo. ¿A beneficio de quién? De los empresarios. ¿A costa de quién? De los trabajadores. ¿Y si alguien quiere protestar, por encima de y contra los burócratas que firmarán paritarias de miseria? Cristina, con el consenso de todos los partidos del régimen, responderá con gendarmes, palos, persecución sindical, política y judicial.

¿Qué hay que hacer, entonces, en estas elecciones? Fortalecer la única opción clasista, unitaria y de los trabajadores que denuncia esta política y que llama a la clase trabajadora y a los sectores populares a enfrentarla.

Votá trabajadores y luchadores

Las elecciones no son, como nos dicen los medios, el momento en que “el pueblo decide los destinos del país”. Esta “democracia” está armada de manera tal que muchas de las decisiones más importantes ya están tomadas por los que verdaderamente mandan, los grandes capitalistas, a los que nadie elige pero a cuyos intereses responden todos los partidos del régimen. Pero a pesar de que ellos llevan las de ganar, es muy importante que los sectores políticos y sociales que se oponen a que la Argentina sea el paraíso para capitalistas que promete Cristina y el resto de los partidos y candidatos patronales se hagan sentir en las urnas.

En ese sentido, en estas elecciones el nuevo MAS puede decir con orgullo que ha batallado por poner en pie una herramienta socialista, unitaria y clasista, que se ha cristalizado en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores por el Socialismo (FITS), integrado por nuestro partido, el PTS e Izquierda Socialista.

Y también con orgullo podemos afirmar que estas listas tienen candidatos que representan cabalmente el carácter del frente, porque están encabezadas por lo mejor que han dado las luchas obreras y populares de los últimos años. No son figuras mediáticas vacías, ni doctores, ni charlatanes, ni “garcas” a sueldo: son trabajadores y luchadores, algunos de toda la vida, como los compañeros de la fórmula presidencial José Montes-Héctor Heberling; otros de las jóvenes generaciones de luchadores, como Daniel Rodríguez, trabajador y activista del Hospital Francés en defensa de la fuente de trabajo contra la Gendarmería y la patota K; otros, figuras ya legendarias del movimiento obrero en sus provincias, como Alcides Christiansen, candidato a intendente de Neuquén y compañero de militancia de toda la vida de Carlos Fuentealba.

Las listas del FITS están rebosantes de compañeros que no salen en la tele, pero que son queridos, respetados y votados en sus lugares de trabajo; porque se han jugado en las luchas, porque han enfrentado a las patronales y a la represión estatal; porque no se vendieron por un cargo o por una prebenda; porque tienen la honestidad del trabajador que sale a pelearla para mantener a su familia con su sueldo. Y junto con ellos, están los luchadores más consecuentes del movimiento estudiantil, de los movimientos de desocupados independientes del gobierno, de las luchas democráticas y de género, de la intelectualidad.

Cuando el futuro gobierno pretenda hacerles pagar la fiesta de los empresarios a los trabajadores; cuando recurra a la represión contra los que denuncian la trampa del “acuerdo” gobierno-patronal-burocracia, son estos compañeros los que estarán a la cabeza de la reacción de la clase trabajadora. Por eso no tienen nada que ver con los arribistas y los chantas que inundan las listas de los partidos patronales. Por eso son valiosos. Por eso hay que votarlos el 28 de octubre.