¿Qué perspectivas para el 2008?
Apostar a las luchas y al proceso
de
reorganización de los trabajadores
Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 05/10/07
“La
conflictividad social y las demandas salariales en 2008
son una preocupación central del gobierno (...). La candidata presidencial, Cristina
Kirchner, tiene profunda
preocupación por la puja distributiva que amenaza con
desatarse para el 2008 a pocos meses de que en teoría asuma
el poder. En su agenda económica está contemplado un gradual
aumento de tarifas y un recorte
de los subsidios para rebajar el gasto estatal. Pero ese
paquete podría llevar a los precios a la suba y a una mayor
demanda de aumentos salariales, en un contexto
inflacionario potenciado por un mayor consumo”. (La
Nación, 19-09-07).
Cuando se está entrando en él último tramo de la
elección presidencial más
fría de los tiempos recientes, Cristina K sigue de
campaña entre los grandes empresarios y “dignatarios”
del mundo. En su reciente gira por los Estados Unidos,
frente a un selecto auditorio en el Hotel Waldorf Astoria,
se encargó de dar renovadas muestras de su vocación por
“reinsertar el país” en los “asuntos mundiales”. Su
agenda responde a las preocupaciones
de los grandes intereses a los que se propone seducir,
volviendo a afirmar que “la
rentabilidad no es un pecado; ganar dinero no es
pecaminoso”, aunque sin dejar de alertar que esto debe
hacerse de manera tal que las sociedades “no
explosionen”... ¡Se ve que a los políticos patronales no
se les ha pasado aún el trauma
por la rebelión popular de diciembre del 2001!
Elecciones del 28: una foto vieja
La campaña electoral viene a temperatura bajo cero, con casi todas las encuestas marcando que
Cristina K ganará en
primera vuelta. Sin embargo, aun así trasmitirá una
imagen triunfalista muy contradictoria
con los crecientes problemas que se han acumulado.
Casi seguramente el resultado electoral dará como
resultado una “fotografía” que estará marcando no
tanto la realidad actual del país, sino el
reflejo de una situación precedente. Constituirá una
expresión deformada de la realidad, expresando más bien, un
estado de ánimo anterior, en un sentido diferente
del que predomina entre crecientes sectores en el momento
actual.
Esto es posible porque en la cabeza de grandes sectores
populares, hay dos imágenes
o representaciones que no se terminan de unir. Por un
lado –y a la hora del voto– está la imagen de la
comparación con la crisis del 2001/2002. Está claro que en
esa comparación frente a una situación de catástrofe económica
y social sin precedentes, el
que saldrá beneficiado es el gobierno K. Esto es
indiscutible, aun cuando Kirchner no haya modificado ningún
parámetro de fondo de la Argentina capitalista,
semicolonial y explotadora de los trabajadores.
Pero al mismo tiempo, por otro lado, en los trabajadores
está la preocupación por la creciente
carestía de la vida; la continuidad, casi sin
mejoramiento alguno, del deterioro de los sistemas de salud
y educación pública; el hecho de que al haber derogado el
gobierno la doble indemnización, se haya desencadenado una
serie de despidos en determinadas empresas y ramas
productivas; las continuadas condiciones de esclavitud
laboral y miseria salarial, etc.
Estos últimos son los problemas presentes y los que
realmente preocupan a Cristina K en la medida en que puedan
suscitar, de manera creciente a partir del 2008, respuestas
de parte de la clase obrera y el resto de los sectores
populares.
Pero como muchas veces ocurre con el mecanismo electoral,
el resultado del 28 casi seguramente va a reflejar
una situación
anterior en la conciencia de los sectores populares, su
aspecto más conservador,
es decir, la comparación con la crisis pasada. Y ésta es
la primera explicación de por qué Cristina K parece
encaminada a ganar con holgura las elecciones.
Una pelea desigual
para la izquierda
A lo que venimos señalando hay que agregarle otros
elementos. Por un lado, la fragmentación
de la oposición patronal (Carrió, Lavagna, Rodríguez
Saá), la cual expresa un perfil político que seduce a
sectores de las clases medias favorecidas por la recuperación económica (pero que
a pesar de eso vienen votando contra los K), pero no logra conectar con las preocupaciones de los sectores populares.
Además, está lo señalado: las elecciones siempre son un
reflejo distorsionado de la realidad política de la
sociedad, en cuya cotidianeidad los que se expresan son sus
elementos más
activos, con sus conflictos, pugnas y peleas. En un
lugar central se ubican, lógicamente, las luchas
obreras, populares y estudiantiles. Pero el mecanismo
del voto universal implica que, a la hora de la elección,
vale lo mismo el voto de una
monja de clausura que el del
activista o la luchadora, aunque el peso en la vida social real sea muy distinto.
Así, se iguala el peso electoral de los sectores más
pasivos, que no participan habitualmente de la vida política
y de las luchas colectivas, con el de aquellos que se vieron
obligado a salir a la pelea por los bajos salarios, los
despidos o la represión, y que empezaron a hacer una experiencia
con el verdadero rostro de la pareja K.
Así, mientras se diluye
y se hace invisibles
a aquellos que desafían cotidianamente las políticas del
gobierno, los pasivos de toda pasividad son a la vez los más
permeables al verso
oficial y a la
propaganda electoral más atrasada y despolitizante.
Otro aspecto a tener en cuenta es que expresa de manera
cada vez más grave el carácter totalmente
desigual de la “competencia” entre los aparatos políticos
patronales y las fuerzas de la izquierda. Cristina K, Carrió,
Lavagna y Cía. no sólo tienen medios
financieros inagotables para hacer campañas
multimillonarias, sino que también poseen a su disposición
los grandes medios de
comunicación, inaccesibles para las fuerzas
socialistas, que bombardean día y noche al electorado con
una interminable sarta de estupideces y mentiras.
Este último elemento no es puramente electoral. Por el
contrario, que los medios estén total y completamente vedados a la izquierda es funcional a lo que viene ocurriendo y lo
que se va a multiplicar luego de la elección: la ofensiva gubernamental sobre la vanguardia que lucha, resiste y
cuestiona la continuidad de los parámetros más de fondo,
explotadores e injustos, de esta Argentina capitalista
semicolonial K.
También en este sentido, el resultado electoral
seguramente va a dar una imagen distorsionada,
con una proporcionalmente baja elección de la izquierda que
no se condice con el creciente
peso social que ha venido asumiendo desde el 2001. Por
supuesto, con ese resultado, el gobierno y la oposición
intentarán deslegitimar
su rol al frente de algunas de las más importantes luchas
no sólo del último período, de las que vendrán y de
manera multiplicada.
Perspectiva de duras
luchas y recomposición obrera
Una de los problemas que más confunde a los luchadores y compañeros de la izquierda es la actual
situación contradictoria
en lo que hace a las tendencias políticas de fondo.
Sobre la base de señales de deterioro económico, la
situación es tal que mientras el conjunto de la
“superestructura política” (gobierno, partidos e
instituciones patronales) se viene desplazando hacia el
centro y centroderecha, por el otro lado, socialmente, amplios sectores
podrían estar caminando en sentido contrario.
En lo que hace al gobierno K y a la oposición patronal,
hay un acuerdo de fondo en el sentido de avanzar en la
“normalización del país”, “reinserción en el
mundo”, etc. Gestos políticos de los K en temas muy disímiles,
como la disposición a volver a negociar con el FMI, admitir
que la papelera Botnia “no podrá ser relocalizada” y el
ataque a Irán en la ONU así lo demuestran.
Pero hay algo más. Porque cuando los grandes capitalistas
y sus representantes políticos hablan de “normalización”,
se refieren en primerísimo lugar a los trabajadores y sus
luchas. Para ellos no es “normal” que cuando la patronal
despide impunemente trabajadores de un establecimiento, éstos,
en justa respuesta, ocupen la planta. Tampoco sería
“normal” que mientras los precios están subiendo por el
ascensor y los salarios por la escalera (¡eso sí es
considerado “normal”!), los obreros paren y se movilicen
incluso desbordando a los burócratas sindicales, que las más
de las veces están “entongados” con estos mismos
patrones. ¡A esto le llaman “paro salvaje”!
Para todos ellos, lo
“normal” es que los trabajadores agachen la cabeza.
Y, si no lo hacen, aplicarles
la “medicina” de los palos y la represión. De ahí
que no puedan aceptar un Cuerpo de Delegados independiente y
luchador como el del Subterráneo de Buenos Aires, al cual
se lo ataca impunemente y en “cadena nacional”, con la
amenaza de despedir a delegados como Néstor Segovia, que
fueron elegidos democráticamente por los trabajadores. O
también, la brutal represión a los trabajadores que en
estos días están osando salir a luchar, como ha sido el
caso reciente de los trabajadores del pescado en Mar del
Plata o de los obreros textiles de Mafissa de La Plata.
Pero lo que confunde y, muchas veces no se le da la dimensión
que tiene es que desde
las entrañas de la clase trabajadora está viniendo una
tendencia en sentido contrario a la que quiere toda la clase
política patronal. Porque por abajo, en los lugares de
trabajo, el estado de
ánimo está muy firme. Y cuando se sale a luchar, se lo
hace, las más de las veces, de manera decidida.
Es el caso reciente de la textil Alcoyana
en Carapachay, al norte del Gran Buenos Aires. La patronal
tuvo el descaro de intentar despedir
124 trabajadores de un saque. Pero se vio sorprendida
por la contundente respuesta de la base obrera que,
inmediatamente, enterada de la situación, pasó sin más a ocupar el establecimiento. No sólo esto, sino que,
en asamblea democrática, y tomando el reciente ejemplo de
la fábrica FATE, eligieron
“veedores” para asistir a las negociaciones y controlar
a los burócratas de la AOT. Son esos veedores que ahora
los compañeros quieren que sean electos como los nuevos delegados de la planta.
Entonces, a contramano de las tendencias a la
“normalización” que se vienen dando más en las
“alturas” de la política, subterráneamente
se sigue desarrollando con mucha fuerza un profundo proceso
de recomposición de la clase obrera, que si bien tiene
el evidente límite de que por ahora no logra trasladarse el
plano político, en el terreno de la organización
“sindical” de los trabajadores y de la lucha
reivindicativa está
llamado a tener en el 2008 nuevas y muy importantes
instancias.
La izquierda que se considera clasista y revolucionaria tiene
la obligación de poner el centro de sus esfuerzos y acción
política del próximo período en la lucha por quebrar el
Pacto Social que se viene y por desarrollar este riquísimo
proceso de recomposición obrera en curso. Al servicio
de estas batallas está la campaña electoral que venimos
realizando desde el nuevo MAS y el Frente de Izquierda de
los Trabajadores por el Socialismo, en común con los compañeros
del PTS y la IS.
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