El
genocida Bush redobla las amenazas de guerra contra Irán
¿Bluff
o peligro real?
Por
Claudio Testa
Después de un tiempo en que habían
amainado las amenazas de una nueva guerra en Medio Oriente,
en las últimas semanas la cuestión ha vuelto a ponerse al
rojo vivo. La bestia imperialista con capital en Washington
no parece haber quedado saciada con 1,2 millones de iraquíes
muertos contabilizados desde la invasión. Tampoco su no
menos sanguinario socio, el estado de Israel, está
satisfecho después de la paliza recibida el año pasado en
Líbano. Y como una especie de anticipo a la agresión
yanqui-israelí que se anuncia contra Irán, la aviación
sionista realizó un bombardeo contra Siria el 6 de
septiembre.
¿EEUU-Israel podrían lanzar una
nueva guerra, a pesar de sus respectivos descalabros en Iraq
y Líbano?
Ésta
es la principal cuestión en debate entre los analistas,
tanto de izquierda como de derecha. Las
opiniones están divididas acerca de lo que va a pasar.
En una punta, están los que opinan que la nueva guerra ya
es prácticamente inevitable. En la opuesta, estiman que se
trata más bien de un bluff
para obligar a Ahmadinejad (o a su eventual reemplazante a
la cabeza del régimen teocrático de Teherán) a una
negociación capituladora.
Los
que consideran esto como un bluff
conjunto yanqui-israelí se basan en un hecho fundamental e
indiscutible: ni Bush ni su socio en crímenes, el gobierno
de Olmert, están precisamente en el cenit de su poderío
político y militar.
No
necesitamos detallar la grave crisis política y militar por
la que atraviesa la ocupación imperialista en Iraq. Los
analistas coinciden en que allí el ejército estadounidense
está al límite de sus fuerzas. También en Afganistán las
cosas van de mal en peor, aunque EEUU se las ha arreglado
para tirarle parte del fardo a sus socios imperialistas
europeos.
Así,
EEUU no tendría capacidad militar ni política para
comprometerse en una nueva guerra, que además agravaría su
precaria situación en Iraq, donde sectores
colaboracionistas u oscilantes (como los que representan el
actual primer ministro títere al-Maliki y el clérigo
Moqtada al-Sadr, respectivamente), podrían pasar a la lucha
abierta contra EEUU, debido a sus afinidades con Teherán.
Asimismo,
una guerra con Irán podría disparar a las nubes el precio
de los hidrocarburos, lo que significaría un duro golpe
para la economía estadounidense, que en estos momentos está
rodando hacia una recesión por el estallido de la burbuja
inmobiliaria y la consiguiente crisis financiera.
Por
el otro lado, se dan también argumentos atendibles para
subrayar el grave peligro actual
de una nueva guerra. En primer lugar, ni Bush ni Olmert se
han caracterizado por tomar decisiones políticas y
militares acertadas. En el fondo, todo el asunto de Iraq fue
una orientación estratégicamente insensata, aunque
respondiese a necesidades profundas económicas y geopolíticas
del imperialismo yanqui (y de su sucursal en Medio Oriente,
Israel).
Más
en general, la historia ha visto infinidad de gobiernos
burgueses e imperialistas que, en situaciones críticas,
pierden el sentido de la realidad, deciden “huir hacia
adelante” y precipitan catástrofes.
Por
otra parte, la guerra que EEUU e Israel preparan contra Irán,
no intentaría la
ocupación de territorio (lo que llevaría
inmediatamente a un súper-Iraq). El objetivo sería
devastar el país con bombardeos aéreos y de misiles. Los
políticos imperialistas más sanguinarios norteamericanos e
israelíes –como el precandidato presidencial Giuliani y
varios ministros de Olmert– proponen incluso que este
ataque se realice con
armas nucleares.
Suponen
que esta guerra sin ocupación territorial terminaría
provocando un cambio de gobierno y de régimen en Teherán,
que se avendría a capitular. Con ese objetivo, Washington
viene también alentando la actuación no sólo de grupos de
exiliados traidores, sino también de minorías étnicas y/o
religiosas a las que el régimen de los ayatollas oprime
brutalmente.
Un peligro serio, en cualquiera de los
casos
Nadie
está en condiciones de asegurar con absoluta certeza si
estamos simplemente ante un bluff
para forzar una negociación favorable o ante el peligro
real e inmediato de una nueva guerra.
Aquí
sólo corresponde señalar que, sea como sea, hay que tomarse muy en serio el peligro de una nueva agresión imperialista.
Es que además, como la historia ha demostrado muchas veces,
el bluff, por su
misma “lógica”, puede finalmente pasarse de la raya.
Pero,
más ampliamente, aunque
no se llegue a una guerra bajo el mandato de Bush, (un
“comandante” muy alicaído como para afrontar nuevos
conflictos) la delirante campaña racista e islamofóbica
del imperialismo contra Irán está
preparando el terreno para que las operaciones militares las
pueda iniciar el próximo presidente demócrata (Hilary
Clinton o Barack Obama). El nuevo gobierno estaría en
condiciones mucho mejores para hacer aceptar una nueva
guerra al público estadounidense.
Mientras
tanto, los medios masivos de idiotización en EEUU (las
cadenas de TV y todos los diarios, desde la “prensa
seria” hasta los pasquines más amarillos) han desatado
una campaña que no tiene precedentes por su nivel de racismo
demencial y de odio
religioso. Para encontrar algo comparable a lo que hoy
puede oírse y leerse en EEUU, hay que remontarse a la
Alemania de Hitler.
Las
principales mentiras de esta campaña son parecidas a las
usadas en Iraq: ayer, las “armas de destrucción masiva”
que Saddam Hussein guardaba en el ropero, y ahora, las
“armas nucleares” que Ahmadinejad estaría a punto de
poseer. Pero, a partir de allí, hay una
diferencia importante: en el caso de Iraq, la guerra se
presentaba como una operación para “liberar” al pueblo
de una dictadura. Ahora, en el caso de Irán, el centro de
la campaña no es ése, sino el racismo
islamofóbico. Esta ideología, que están metiendo a
martillazos en la cabeza de millones de estadounidenses,
encaja bien con una guerra que no se propondría ocupar
territorio, sino masacrar
a la población incluso con armas atómicas.
En
otras palabras: avanza la campaña para preparar el
“frente interno” del imperialismo para una nueva
aventura militar, aunque esto puede no ocurrir con Bush en
la presidencia, sino bajo el mando de su sucesor o sucesora.
Problemas de fondo en el
enfrentamiento EEUU-Irán
Es
que, como demuestra la política hipócrita y falaz de la
“oposición” demócrata, aunque ésta pueda tener
discrepancias tácticas más o menos importantes con Bush, ambos
comparten el fondo de la misma política imperialista.
Las prioridades geopolíticas del imperialismo yanqui (mantener avasallados a los
pueblos de Medio Oriente e imponerles a Israel como única
potencia regional) y las económicas
(principalmente, el dominio directo de las reservas de petróleo
y gas y de sus rutas de transporte) son idénticas
para republicanos y demócratas, “conservadores” o
“liberales progres”.
Es
por eso que si bien el régimen teocrático burgués de
Teherán quiere llegar a acuerdos con el imperialismo
yanqui, esos vitales puntos de disputa no
son fáciles de cerrar. Por un lado, la torpeza estratégica
de Bush al comprometerse así en Iraq y Afganistán elevó a
Irán al cenit como potencia regional. Por otro lado, para
disgusto de Washington, el fracaso iraquí ha
potenciado mundialmente las “fuerzas centrífugas” a
nivel geopolítico. Cada vez hay más estados y
gobiernos que actúan “por las suyas”, sin consultar ni
pedir la aprobación de Washington.
Entre
otras consecuencias, esto trae la reaparición
de Rusia en el juego geopolítico regional. La retirada
sin gloria de Afganistán y luego el derrumbe de la ex URSS
había eclipsado a Moscú de la escena. Ahora, la Rusia de
Putin vuelve con todo
a intervenir política
y militarmente en la región. Calladamente, mientras
EEUU se hundía en el pantano iraquí, Rusia fue tejiendo
silenciosamente una trama de pactos y de organismos políticos
y militares, tanto con China como con la mayoría de los ex
estados de la URSS en Asia Central.
El
Kremlin, además de ser su principal proveedor de armas, ha
abierto a Irán las puertas para participar en estas
instancias como “observador invitado”... al mismo tiempo
que le impone condiciones de subordinación
(que implican en primer lugar un
estricto control ruso
de su industria nuclear). Asimismo, Rusia impulsa con Irán
un proyecto muy desagradable para EEUU y la Unión Europea.
A principios del 2008 se reunirá en Moscú una conferencia
de países productores de gas, para crear una entidad
similar a la OPEP que regule mundialmente la producción y
los precios... es decir, que los lleve bien altos.
Una situación de EEUU que no termina
de definirse
Pero
un rasgo fundamental de esta situación, es que aún no
termina de “decantar” en una categórica derrota, tanto la
situación del
imperialismo yanqui en Iraq como la
crisis política de la administración Bush en EEUU. No
hay todavía un derrumbe. Aún se presentan muchas “medias
tintas” (que pueden dar márgenes a cualquier aventura bélica
de Bush... y con mayor razón de su sucesor). Esto hace más
difícil predecir el curso de los acontecimientos.
En
Iraq, EEUU está en
medio de un desastre. Pero, simultáneamente, el
imperialismo ha tenido éxito en exacerbar las contradicciones étnicas y sectario-religiosas en ese
país. Al mismo tiempo que hay fuertes ataques a las tropas
de ocupación, se desarrollan enfrentamientos fraticidas
entre los mismos iraquíes.
En
Estados Unidos hay una seria crisis política por la
desaprobación ampliamente mayoritaria a continuar con la
guerra y la ocupación de Iraq. Pero, por diversos motivos,
hasta ahora, esta amplia desaprobación
no se traduce en una masiva
movilización.
En
las últimas elecciones, este sentimiento contrario a la
guerra de Iraq motivó el voto masivo por los demócratas...
pero, como era de prever, le dejaron seguir a Bush con la
ocupación. Ahora se renueva la estafa electoral: la guerra
la concluiría el próximo presidente demócrata... Pero
tanto Hilary Clinton como Obama tienen planes muy distintos.
Estos
dos elementos –la fragmentación de la resistencia iraquí
y los crímenes étnicos y sectarios, por un lado, y el
retardo en que el rechazo mayoritario a la guerra en EEUU se
convierta en movilizaciones de masas, por el otro– ha
dado un “tiempo suplementario” a Bush y al imperialismo
en general. No necesitamos subrayar los peligros
potenciales de esta situación.
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