El
20/12 todos a Plaza de Mayo
Contra el pacto social y
en apoyo a las luchas
La llamada
“transición” de Néstor a Cristina Kirchner, parece
navegar en estos días en aguas más o menos tranquilas. Lo
que caracteriza el momento es una cierta oleada de
despidos. Es que desde la actual gestión, hay una
intención de aligerar la carga futura de la presidenta
electa, anticipando algunos elementos que seguramente marcarán
la tónica de los primeros pasos del nuevo gobierno.
Junto con
los aspectos de continuidad del “modelo K”,
asoman señales en el sentido de redoblar la “normalización”
de la Argentina en diversos planos. Claro que para eso deberá
enfrentar la respuesta de los trabajadores, sector social
destinado a sostener -con su esfuerzo- esa “normalización”.
El
gabinete de Cristina: continuidad menos “progre” y más
al centro
El anuncio
del equipo de ministros de la presidenta electa muestra, sin
duda, una continuidad importante. Varios de los
ministros clave –Alberto Fernández, Julio de Vido y Aníbal
Fernández, si bien éste va a una cartera menos importante,
la de Justicia– se mantienen en el elenco. Algunos
cambios son de forma: tanto Tedesco, el nuevo ministro de
Educación, como Filmus, el ministro saliente, pertenecen al
mismo “palo” (FLACSO, la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales).
Otras
movidas son más sutiles: el cambio de Graciela Ocaña por
Ginés González García en la cartera de Salud no implica
una política distinta, pero el perfil de Ginés era un poco
molesto para una antiabortista rabiosa como Cristina, que
siempre dijo ser “peronista, no progresista”. Ocaña
viene del ARI de Carrió, otra enemiga furiosa de la
legalización del aborto. El movimiento de mujeres ya
sabe lo que pueden esperar del nuevo gobierno en ese
sentido: nada. Y el nuevo ministro de la llamada
“cartera política” (Interior) es Florencio Randazzo,
cuyo casi exclusivo mérito es representar el aparato
bonaerense que tan buenos servicios prestó en las
pasadas elecciones.
De todos
modos, la designación más esperada, el ministro de Economía,
vino con cierta sorpresa: Martín Lousteau, un
egresado de la exclusiva Universidad de San Andrés, deja el
directorio del Banco Provincia para asumir el sillón más
caliente del gabinete. ¿Quién es Lousteau? Un “joven
brillante” (36 años) cuyos padrinos intelectuales son
dos: Alfonso Prat Gay (el que iba a ser ministro de Economía
de Carrió) y Javier González Fraga (el hombre de Lavagna
para ese ministerio). Irónicamente, la candidata ganadora
elige para la cartera más importante a una persona formada
por los candidatos derrotados...
¿Qué se
puede esperar de Lousteau? Por lo pronto, los trabajadores
del Banco Provincia saben que no será precisamente un
enemigo de los pagos en negro y la flexibilización
laboral... Y sus escasos gestos y declaraciones confirman lo
que venimos sosteniendo desde estas páginas: el rumbo
económico fundamental de la gestión Cristina estará
signado por una determinada combinación de elementos de
“continuidad” de Nestor K, al tiempo que se vuelven a
hacer valer ciertas “leyes del mercado”, como el
derecho de los patrones a despedir trabajadores cuando les
plazca. Volveremos sobre esto.
Continuidad,
porque sostendrá los pilares de la política económica
kirchnerista: dólar alto, acumulación de reservas,
subsidios. Reinstalación de las “leyes del
mercado”, porque los criterios señalados se mantendrán,
pero a la vez se darán claras señales al establishment de
que la nueva presidenta tendrá una actitud más amigable
con los grandes inversores; algo así como el lema de
“si hay deudas, hay que pagarlas”. Por ejemplo, tanto
Lousteau como Cristina han dejado claro que uno de sus
primeros objetivos es cerrar un acuerdo con el Club de
París; es decir, con las grandes potencias y acreedores
de la Argentina. Claro que la nueva conducción del FMI
es sensible a estas buenas intenciones, y es por eso
que, por primera vez en su historia, estará en la asunción
de un presidente argentino el titular del organismo, el recién
designado Dominique Strauss-Kahn.
No se agota
ahí el perfil “pro mercado”. Las invocaciones de
Cristina a la sagrada rentabilidad y las reiteradas garantías
que ofreció a los inversores, empezaron a tener su
correlato en las designaciones de embajadores y segunda línea
de los ministerios, que están plagadas de nombres de
empresarios, como el actual CEO de Peugeot.
La
“normalización” de Cristina quiere llegar a las
relaciones laborales
Parte
importante de ese regreso al “país normal” con el que
soñaba Kirchner y al que Cristina se quiere acercar, es
terminar con las situaciones “de emergencia” en el plano
de las relaciones obrero-patronales. El primer mensaje en
ese sentido fue la eliminación de la doble indemnización
por despido, apoyada técnicamente en el fraudulento
porcentaje de desocupación emitido por el INDEK (y
rechazado por su propio personal).
El fin de
este instrumento legal que el gobierno instrumentó en
momentos de caída brutal de la actividad económica, la
producción y el PBI fue recibido con alborozo por los
empresarios, hartos de que el Estado intervenga políticamente
en las relaciones que, para ellos, deberían estar regidas
por el mercado. Es ese factor “distorsionador” el que
Cristina apunta a empezar a retirar de la escena.
Casualidad
o no, en el marco de la “transición”, empezaron a darse
casos de despidos en diversos lugares que muestran que la patronal percibe un guiño del poder
político en el sentido de que habrá más “comprensión”
hacia las necesidades empresarias.
Esto es, el
gobierno emite señales de “normalización” y la clase
capitalista interpreta esto como el comienzo del fin de
la intervención política del gobierno en los conflictos
“económicos”, que empezarían a encauzarse por los
carriles “habituales”.
Los
recientes despidos en Alcoyana, Mafissa, Pagoda, o Pirelli,
por ejemplo, se inscriben en el marco de la tendencia a la
“normalización” de las relaciones laborales que implica
el fin de la doble indemnización, con lo que los
trabajadores quedan más expuestos a las reglas de la oferta
y la demanda, a los dictados del mercado laboral, ya que
el Estado que antes regulaba ahora se declara “prescindente”.
Por
supuesto, a esto se agregan los intentos de despido que son
parte de conflictos más amplios y con connotaciones políticas
desde el comienzo, como ocurre en el Casino, en el INDEC,
con el compañero Segovia del subte, con la demora en el
pase al PAMI de los compañeros del Francés y otros. En
estos casos, el despido no tiene un origen esencialmente
“económico” sino que es utilizado por la patronal como arma
política directa. Y la actitud del gobierno
–de Néstor y de Cristina– es la de impulsar y/o
avalar este ataque directamente político contra los
sectores más combativos de la vanguardia de la clase
trabajadora, como denunciáramos en la edición anterior.
Todo
el apoyo al Casino y los que luchan
Por
un 20 de diciembre contra el Pacto Social de Cristina
En este
marco, y mientras se mantiene con mucha fuerza el conflicto
de los compañeros del Casino –ver nota aparte–, la
tarea número uno de la izquierda y el activismo es rodear
de solidaridad la lucha ejemplar de esos aguerridos jóvenes
que enfrentan a la patronal, al gobierno y a la burocracia
sindical para que salga triunfal evitando que sea
quebrada.
Esa misma
tarea es la que hay que llevar a cabo con cada lucha, con
cada conflicto. Porque en esta “transición” política,
es muy importante que empiece a quedar sentado que la
“normalización” capitalista que intentará el nuevo
gobierno de Cristina (de la mano de la burocracia y con la
“autoridad” del Pacto Social), va a encontrar la
resistencia de los trabajadores.
Es
precisamente bajo estas banderas que, a criterio del nuevo
MAS, debe realizarse el acto del 20 de diciembre en Plaza de
Mayo en conmemoración del Argentinazo. La concentración de
este 20 de diciembre, sólo diez días después de asumida
la nueva presidenta, debe levantar bien alto el rechazo al
Pacto Social y a quienes lo integran, el apoyo incondicional
al Casino y a todos los que luchan y el rechazo a cualquier
intento patronal de meter miedo en la clase trabajadora con
nuevos despidos. En esa batalla política comprometemos
nuestros mayores esfuerzos.
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