Coyuntura, Casino y
burguesía nacional
El que está al mando es el gobierno
“La
tarea de los socialdemócratas no se limita a realizar la
agitación política en el plano económico: su misión es
transformar esa política sindicalista en lucha política
(…), aprovechar los destellos de conciencia política que
la lucha económica ha despertado en el espíritu de los
obreros, para elevarlos hasta el nivel de la conciencia política”
(V.I. Lenin, ¿Qué
hacer?)
Hace semanas que venimos señalando que la coyuntura está
cruzada por una serie
de luchas defensivas muy duras y aisladas. En estos
meses la sociedad está como “mirando para otro lado”;
algunos de vacaciones, otros en el sopor del verano. No es
que los bajos salarios y la inflación no aprieten, ni que
la creciente crisis económica mundial no esté acumulando
negros nubarrones a pesar de las ridículas teorizaciones
del gobierno K sobre supuestos “blindajes” y
“desenganches”. El martes 5 se vivió una nueva jornada
negra en los mercados financieros internacionales, que
confirma que la recesión yanqui viene más
profunda de lo que se esperaba. También la jornada fue aleccionadora respecto de los mitos construidos acerca de que los
“países emergentes” podrían “desengancharse” de la
crisis, con la Bolsa argentina cayendo como las del resto del mundo y más.
Pero para las grandes
mayorías, el año
político todavía no empezó. El conjunto de los
trabajadores está esperando la llegada de marzo para poner
las barbas en remojo y hacerse cargo de que la plata alcanza
cada vez menos.
Claro que esto va de
cabeza a unas paritarias donde se buscará “teatralizar”
una negociación en la que los empresarios ofrecerán entre
un 13 y un 15% y donde Moyano –de la mano del gobierno
K– asumirá una posición “responsable” y “madura”
buscando “estirar” la cosa a no más del 15 al 18%.
Claro, lo que se busca es que el “pato de la boda” sean
los trabajadores, en las condiciones en que –según los
trabajadores del INDEC– la
verdadera inflación del 2007 rondó entre el 22 y el 26%.
Un debate en las filas de la izquierda
La manera de hacer frente
a esta dura coyuntura ha abierto un
debate en las filas de la izquierda. Nos referiremos sólo
los aspectos en este momento más importantes.
Hay dos
“teorizaciones” que se dan la mano en un punto común: la
cerrada negativa a hablar del gobierno K. Para unos (el
PO), la idea de identificarlo como el responsable último y
enemigo principal que enfrentan luchas como la del Casino
estaría resuelta “en los hechos”. Para otros, la
denuncia al gobierno no podría hacerse porque “los K están
muy fuertes” (el PTS). Sólo se podría hablar, entonces,
de empresarios como Cristóbal López o el que sea.
Pero lo curioso es que
ambas “teorizaciones” difieren 180 grados en el análisis
y/o caracterización del momento actual, pero coinciden
en la política final. Partamos de estas
caracterizaciones.
La primera de ellas desestima
todas las dificultades y ve una continuidad
mecánica con diciembre de 2001. Todo parece siempre
“pum para arriba”; se trata de una desviación
facilista.
La otra cae en una
unilateralidad opuesta pero simétrica. En la actual
coyuntura, toda lucha estaría casi condenada
“fatalmente” a la derrota desde el comienzo, y el
gobierno estaría tan fuerte que no conviene siquiera hablar de él.
Desde el nuevo MAS no
compartimos ninguna de estas dos visiones. Nos plantamos
firmemente en contra del facilismo y de violar una regla de
comportamiento leninista elemental: siempre hay que decirle
la verdad a los trabajadores, por amarga que sea.
La coyuntura actual es muy
mala y no hay vuelta que darle. La burguesía avanzó
sustancialmente en la normalización del país desde
diciembre del 2001, al punto que los esposos K acaban de ser
reelectos y eso es lo que explica, materialmente, la dureza
de las luchas en curso y las que se vienen.
Pero tampoco estamos de acuerdo con la posición que
sugiere una “inevitabilidad” de las derrotas en el
actual momento. Ya hemos señalado que estamos en una
coyuntura muy defensiva en la que para nada es descartable
que se produzcan un conjunto de luchas perdidas (algunas de
importancia), como hace tiempo no se veía.
Pero aquí vale hacer dos
aclaraciones. Por un lado, no se debe perder de vista que
con todos los avances que la “normalización” del país
ha tenido, aún se sigue en el marco (no sólo en la
Argentina, sino en la región como un todo) de las relaciones de fuerzas más generales creadas por las rebeliones
populares; no estamos en un retorno a los 90. De no ser
esto así, el “reflejo” en las alturas de esta realidad
no sería un gobierno K sino, para poner algo
ejemplificador, uno comandado por Macri.
Además, por mala que sea la coyuntura, de ahí no se sigue
que enfocar la política –en conflictos como los del
Casino– directamente sobre el gobierno K sea imposible. A
lo sumo, puede variar la forma de hacer esto.
Pero hay algo más. Lo simétrico
de las dos posiciones que estamos criticando es que reducen
la política a la caracterización. Y, justamente, una
regla de oro de la política revolucionaria es que no se
hace política con la caracterización; la política (como
la insurrección) es
una ciencia pero también un arte.
El análisis de en qué
condiciones se da la lucha es el elemento esencial para
tener los pies sobre
la tierra y no formular orientaciones totalmente
desmesuradas o en el aire. No es lo mismo una coyuntura
defensiva –como la actual– que una de ascenso de las
luchas. Ni el optimismo más fatalista podría violentar reglas
básicas y objetivas de la lucha de clases.
Pero de esto no se sigue que se pueda desprender de manera mecánica
la política en cada pelea de la caracterización general.
Porque no siempre se puede elegir el momento de salir a la
lucha (más bien lo contrario, las luchas hay que darlas en
condiciones que muchas veces nos son “objetivas” a los
trabajadores y la vanguardia). Y porque no está escrito que
sólo se pueda salir con triunfos o derrotas categóricos: a
veces un empate digno vale tanto como un triunfazo en otra
coyuntura. Sin perder de vista que puede haber duras
derrotas en una coyuntura favorable, como también
extraordinarios triunfos en una muy desfavorable.
Para esta segunda versión
de la orientación política en la actual coyuntura, no se
debería hablar entonces del gobierno K porque éste está
demasiado “fuerte”. Habría que apuntar sólo sobre los
empresarios, sea Cristóbal López o cualquier otro.
El gobierno: junta administradora de los negocios
comunes de los capitalistas
Esto
nos lleva a dedicar unas líneas a definir qué es el
gobierno y cuál debe ser la actitud de los luchadores
obreros y los socialistas revolucionarios frente a él. Según
ha sido establecido clásicamente por Marx, no es más ni
menos que la
“junta encargada de administrar los asuntos comunes de los
capitalistas”.
No
se trata de que un progreso en la conciencia de los
trabajadores se pueda limitar a entender que su enemigo es
el patrón. Esto lo saben casi todos los compañeros por
experiencia propia (en el límite, para eso, no hacen falta
los militantes socialistas). Se trata –por el contrario–
de que en toda lucha de importancia hay que hacer esfuerzos
porque los compañeros se eleven a comprender que su pelea
no se da en una isla, sino dentro del conjunto total de
relaciones económicas y políticas del país, cuyo jefe
–en el momento dado–, es precisamente el gobierno
nacional como representante político general de todos los
capitalistas.
El gobierno, precisamente
es el encargado de coordinar
los esfuerzos mancomunados de la clase explotadora para
mantener a raya a los explotados. Pero esto no quiere decir
que siempre sea tan “visible”, sobre todo en el caso de
la mayoría de los trabajadores que están empleados por un
capitalista privado.
Lo paradójico ha sido que en la lucha del Casino, la
visibilidad de este aspecto ha sido casi total.
¿Dónde se ha visto que cualquier capitalista –de manera
individual– tenga el poder para movilizar a las
instituciones del Estado a su servicio? Si este ha sido el
caso de Cristóbal López, esto ha ocurrido solamente porque
detrás de él, en las sombras, ha venido actuando el
gobierno K como coordinador de todos los esfuerzos por quebrar la lucha de los heroicos
compañeros del Casino.
No ser capaces de hacer
ver esto a los compañeros (sean del Casino o en cualquier
otra pelea) sólo puede llevar a hacer errática
la orientación de la lucha.
Gobierno K y burguesía “nacional”
Claro está que lo
anterior no quiere decir que se pueda prescindir del análisis
concreto de la
patronal que se enfrenta en cada caso. Ni que se puedan
hacer extrapolaciones
mecánicas olvidándose del enemigo inmediato que
enfrenta toda lucha cuando se trata del ámbito
“privado”. Es decir, la patronal. Claro que no. Porque
el análisis más minucioso
de este elemento es imprescindible para no caer en
“abstracciones” que pierdan de vista el terreno
específico en el cual se da esa concreta lucha de
clases. Pero se trata de hacer esto sin perder nunca de
vista la relación entre este capitalista “individual” y
sus negocios, respecto
del conjunto total de la clase capitalista y el Estado en
general.
Pero el erratismo en identificar al gobierno K como el
responsable último de todos los avatares de la lucha del
Casino tiene otro problema más. Porque en el caso de Cristóbal
López no se trata de cualquier patronal, sino de una
particular, típica de este tipo de gobiernos populistas
como son los esposos K, donde siempre
se ha conformado una capa burguesa enriquecida específicamente
bajo el amparo de los negocios con el Estado.
Por esto mismo, no es
casual que en los medios esté de moda hablar acerca de la
“peronización del establishment empresario”. Y aunque
estos análisis sean intencionados (favorecer a otros
empresarios con menos vínculos con el poder...) y sean, las
más de las veces, vulgares y superficiales, no dejan por
esto de reflejar elementos de verdad.
Respecto de esta capa
empresaria específicamente enriquecida bajo el amparo del
Estado, se señala: “la mayoría de los empresarios se
ubican en tres cordones. En el primero están los parientes
directos de la gran familia kirchnerista. A ese capitalismo
de amigos se suman los empresarios del segundo cordón, que
tienen negocios
afines con el Estado. El primer y segundo cordón
integran lo que, pomposamente, sigue llamándose ‘burguesía nacional’. Marx, que detestaba los
populismos, afirmaba que ‘el Estado moderno no es otra
cosa que un comité de administración de los negocios de la
burguesía’. Finalmente, está el tercer cordón, donde
figuran empresas que reciben algún tipo de subsidio (bajo
regulaciones u otras formas creativas), y que acompañan
complacientemente al oficialismo para no ser castigados”
(Jorge Fernández Díaz, La Nación, 28-01-08).
Está claro que –no casualmente– el analista parece
olvidarse de las grandes multinacionales, las que acaparan
hoy la friolera de casi el 70% del PBI producido en el país
y que, al mismo tiempo, no dejan de tener también íntimas
relaciones con el gobierno K! Pero esto sería materia de
otra explicación que no podemos hacer aquí.
Más particularmente,
respecto de los inextricables vínculos de Cristóbal López
con los K, se señala que: “Cristóbal López es el
titular de un formidable negocio. Compone con Lázaro Báez
y Sebastián Eskenazi, el
grupo de empresarios más cercanos a Kirchner. López
suele socorrer al kirchnerismo hasta en su logística menor:
del traslado de militantes al alquiler de oficinas. Desde
tiempos de Jorge Antonio los peronistas han dado este tipo
de figuras”.
Y luego se agrega: “López (...) conduce la ascendente
petrolera Oil M&S y, entre otros pasatiempos, los
casinos de Palermo, Río Gallegos, El Calafate, Comodoro
Rivadavia, Rosario, Santa Rosa, Mendoza, Misiones, Tucumán
y la Rioja, además del 50% del de Puerto Madero. La de López
es la fortuna más importante que se está construyendo hoy
en la Argentina” (Carlos Pagni, La
Nación, 20-01-08).
Está claro que más allá
de las interesadas exageraciones de este matutino
(insistimos reflejando otros intereses patronales
eventualmente menos “agraciados” por el gobierno K),
es
a todas luces evidente que a un capitalista con estos vínculos
con el poder no se lo puede derrotar si no se lo identifica
directamente con el gobierno nacional!
Ninguna política revolucionaria puede prescindir del
problema del gobierno
“Para mí, para los futuros luchadores, el consejo es no
dejarse engañar de contra quién se está peleando. No
dejarse engañar de que están peleando contra el SOMU,
contra el sindicato. No, en realidad, estás peleando contra
una idea de cómo tiene que ser un trabajador en la
Argentina. Y nosotros, cuando empezamos esta lucha, era la
primera vez que planteamos una reivindicación que no tenía
que ver con lo económico (...). Recién cuando vimos a
Servini de Cubría, Oyarbide, la Prefectura todos los días;
o sea, la fuerza pública utilizada como seguridad privada,
recién ahí nos dimos cuenta de que estábamos peleando contra el gobierno. Para mí, el conflicto, para
todos los trabajadores que ahora vayan a salir a luchar por
sus condiciones de trabajo (...), el consejo es que no
entren en el engaño de que están peleando contra su
patronal, están
peleando contra un Estado (...). Yo creo que si desde el
principio hubiéramos visto que detrás de este conflicto
estaba el Estado, las cosas hubieran sido muy
diferentes” (reportaje a un trabajador del Casino
tomado de Prensa Obrera 1025).
Como conclusión, queremos
decir que el problema del gobierno siempre
hay que plantearlo en toda política que se precie de
revolucionaria y pretenda ayudar a los trabajadores a
triunfar y/o sacar las justas conclusiones y enseñanzas de
sus luchas.
Claro que es de enorme
importancia y depende de las circunstancias, la FORMA en que se plantea la lucha contra el gobierno. Sólo a una
secta empedernida se le podría ocurrir hacer planteos del
tipo “hay que derrotar al gobierno” o, mas aún, “hay
que echarlo abajo”, si no hay condiciones.
Además, nunca podría no
partirse de la percepción que tienen los compañeros
trabajadores respecto de este mismo gobierno y el grado en
que ha avanzado o no la experiencia política con él.
Pero, insistimos: con
estos elementos lo que varía tácticamente (lo que no por
ser táctico, deja de tener suma importancia) es
–insistimos– la
FORMA de hacer el planteo respecto de la responsabilidad del
gobierno capitalista sobre todo lo que ocurre en el país en
general y en cada lucha de importancia nacional en
particular.
También, claro está, varía
la orientación de la lucha respecto de cómo ubicarse con
relación al gobierno: en cada caso hay que saber combinar
las denuncias con la formulación de exigencias, reclamos,
etc.
En definitiva, lo que debe
quedar claro es que el planteamiento acerca de la
responsabilidad del gobierno nacional en los avatares de las
luchas más importantes es un elemento
principista de toda política revolucionaria que se
precie de tal. Esta es una de las más grandes enseñanzas
que va dejando la heroica lucha de los compañeros del
Casino a la nueva generación obrera que está emergiendo en
el país.
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